lunes, 24 de diciembre de 2018

ALFARO, UN CAMBIO DE PARADIGMA

Decir que la palabra planeta para Tolomeo y Aristóteles significa lo mismo que para Copérnico es totalmente incorrecto, ya que en cada paradigma científico hay un método y un lenguaje propios de cada comunidad, donde una palabra puede significar algo completamente diferente.
 En el fútbol hay palabras que son universales para todos los paradigmas, como por ejemplo que un pase es una entrega del balón de un compañero a otro, pero lo que sí cambia según el punto de vista de un entrenador es la función que conlleva el pase en determinados momentos. Para guillermo todo pase debía ser hacia delante: con una concepción bielsista del fútbol, los equipos de los mellizos siempre fueron verticales, aunque en sus últimos tiempos en Boca tendieron a ser más equilibrados. Para el paradigma de Alfaro posiblemente un pase no signifique siempre atacar, sino también defenderse, con la posibilidad de pasar la pelota hacia atrás, lo que para el anterior DT era un tabú. 
 Teniendo en cuenta los nombres que se barajaron para arribar al último campeón de la Superliga, Boca no está interesado en un paradigma en particular que proyecte una escuela de fútbol en especial, ya que Heinze y Eduardo Domínguez son entrenadores con una mirada similar a la de los mellizos (las similitudes llegan hasta a los años de experiencia), mientras que Gareca, Pekerman y Mohamed son un término medio (son hombres de un rodaje mayor, que se han caracterizado por diseñar equipos ofensivos pero que se han adaptado cuando la razón les demandó cambiar). Pero finalmente la decisión conjunta entre Angelici y Burdisso, el nuevo director deportivo (si Boca tomó la decisión de contar con un mánager hay varias cuestiones que deberían comenzar a cambiar: con alguien encargado de generar un consenso de acuerdo a los refuerzos y las políticas deportivas, debería tenerse en carpeta un proyecto serio de formación de juveniles y elección de entrenadores e incorporaciones), fue contratar a Gustavo Alfaro, un hombre completamente distinto a los nombrados anteriormente. Pero todos tienen algo en común: el perfil a buscar dejó de ser el de un entrenador identificado con Boca, luego de haber tenido ídolos como Bianchi, Arruabarrena y Guillermo sentados en el banco. Analizando los nombres en cuestión, puede suponerse que Angelici adoptó una política similar a la de Florentino Pérez en el Real Madrid: no busca un factor común como el Barcelona, sino que selecciona el mejor entrenador que esté disponible por más de que su estilo no tenga nada que ver con el entrenador anterior y los demás candidatos. Son formas de tomar decisiones aprovechando el poderío económico, que solo los resultados pueden dar el pulgar hacia arriba o hacia abajo. 
 El cenit de Alfaro como entrenador estuvo en Arsenal, saliendo campeón de la Sudamericana en su primer período, y del torneo local, Supercopa y Copa Argentina en su segundo ciclo. Son credenciales importantes para dirigir un club como Boca, que va a exigirle levantar la Copa Libertadores. El paradigma de Alfaro en su exitoso Arsenal fue el del pase como una herramienta para buscar el error del rival y forzar infracciones que aprovechen la efectividad en las pelotas detenidas, además de una robusta solidez defensiva. Que ese haya sido el paradigma dominante de Alfaro en su paso por muchos de sus clubes no significa que sea idéntico en Boca: todo dependerá de cómo se adapte el plantel y de las incorporaciones seleccionadas. 
 Puede decirse que Alfaro será el entrenador más parecido a Falcioni desde que el DT campeón invicto fue echado por una Bombonera que reclamaba por Bianchi y Riquelme. Pasando por un deslucido Bianchi, un Arruabarrena que priorizaba la posesión de pelota y un Guillermo directo para atacar, está claro que durante la gestión de Angelici nunca hubo un proyecto específico y se apoyó en los ídolos para que armen el equipo que todavía no ha logrado ser campeón de América. Alfaro tendrá ese deber y si lo logra, uno aún mayor: devolverle al fútbol sudamericano el orgullo de ser el fútbol más fuerte detrás de Europa: por cuestiones económicas es imposible emparentar ambos continentes como sucedía en la pareja y extinta Copa Intercontinental, pero sí terminar con la mala racha de los campeones de Conmebol que en varias ocasiones en los últimos años no han logrado superar las semifinales, o que lo han conseguido con victorias muy ajustadas e incluso necesitando jugar 120 minutos, por lo que el hecho de que un club sudamericano vuelva a conquistar el mundo (la última vez fue Corinthians en el 2012) está cada vez mas lejos. 
 El mito de que en el fútbol puede pasar cualquier cosa no es un argumento para justificar los fracasos del fútbol sudamericano a nivel mundial, un fútbol que supo ser el principal exportador de estrellas, pero que ahora se encuentra en decadencia: si en el fútbol hay un 50% de chances para cada equipo, ya tendría que haber sucedido que un campeón de la UEFA haya quedado eliminado en semifinales. 
 Boca deposita en Alfaro la confianza para volver a la cima del continente y del mundo, y sabiendo que hasta han cambiado el perfil y las formas de los entrenadores anteriores para contar con sus servicios. Como todo proceso no comienza a encaminarse de la noche a la mañana, dependerá de la fortaleza del nuevo DT y de la madurez y paciencia del hincha saber soportar derrotas si el ciclo no comienza con el pie derecho.

lunes, 10 de diciembre de 2018

RIVER 3 BOCA 1: SIN ENTUSIASMO Y VALOR, NO SE PUEDE LUCHAR

El himno de Boca, que es recitado 30 minutos antes de cada partido que se juega en la Bombonera, dice en su estribillo lo siguiente: "Boca es nuestro grito de amor; Boca nunca teme luchar; Boca es entusiasmo y valor; Boca Juniors a triunfar". Un himno es parte de la idiosincrasia que conforma a la historia de una nación, y una nación debe tener un pueblo identificado con sus símbolos patrios para generar un sentido de pertenencia. El pueblo xeneize sabe que su historia está marcada por hazañas y que el coraje y el valor son los atributos más importantes de esta patria futbolera. 
 Boca llegó a la final de la Copa Libertadores con River, que se definió en un partido atípico jugado en Europa a causa de unos inescrupulosos que nos robaron la posibilidad a todos los argentinos de ver esta apasionante definición definirse en suelo sudamericano, donde corresponde. Pero más allá del escenario bizarro que se llevó todas las miradas del planeta, era el partido más importante de la historia de Boca. Más importante que las diez finales de copa disputadas desde la creación de la competencia, y también más importante que las finales intercontinentales. Porque era una Libertadores especial, era la final con el rival de toda la vida. Único en la historia, tal vez nunca más se repita. 
 Como siempre, cuando está por ocurrir un acontecimiento de relieve tan engrosado, el argentino se caracteriza por su condición de "opinólogo" para hablar un sinfín de cosas previas al resultado. Lo cual no es una crítica hacia el argentino promedio, sino una descripción. Y era lógico que se hable no solo de lo ocurrido en el fallido encuentro que nunca fue en el Monumental, sino también de la superioridad que estableció River sobre Boca desde que Gallardo es su entrenador. Los encuentros por Sudamericana, por Libertadores (que nunca terminó de jugarse, por lo que River no debería tener la facultad de gozar de un triunfo que no se concretó en el campo de juego) y la Supercopa Argentina nunca iban a poder compararse con la historia que siempre jugó a favor de Boca: el xeneize eliminó a sus primos en la Supercopa Sudamericana 1994, en la Libertadores 2000 y 2004; nunca se fue al descenso; le había ganado a River la final del Nacional 1970; y hasta le ganó el partido amateur que significó el adiós de River en el barrio de La Boca. Conociendo su historia, el hincha de Boca podía padecer los últimos triunfos de River sobre su equipo, pero nunca hubiese imaginado que el club de la ribera podía perder el superclásico más importante de la historia, el encuentro más trascendente desde la fundación del club en 1905. Pero sucedió. Así como River se fue a la B en el 2011, Boca perdió el partido más importante de su historia en el 2018. Lo que nunca podría suceder desde la imaginación, la realidad lo hizo posible. Es menester analizar los porqués. 
 Mientras Boca se cansó de realizar contrataciones y armar un gran plantel, nunca logró armar un buen equipo. Fue ganando la final tres veces sumando el partido de ida con el de vuelta, y no fue capaz de imponer por mucho tiempo su predominio. River fue un mejor equipo: lo dominó el primer tiempo en la Bombonera, y lo dominó a partir del segundo tiempo en el Bernabeu. Guillermo nunca consiguió construir una edificación que se sostenga en base a una estructura, sino que siempre dependió de que aparezca un obrero poderoso que sostenga la estructura antes de que se derrumbe. Pero un par de músculos no pueden superar a un buen cerebro: llegó un momento en que la edificación se derrumbó, y las heridas ocasionadas por la catástrofe son significativas. 
 Cuando Boca se fue al vestuario ganando 1-0 por una genialidad de Benedetto luego de un primer tiempo en el que se lo veía seguro, ordenado tácticamente y sin correr riesgos, ni el más pesimista se imaginó que en el momento que River recuperara la luz todo iba a desbandarse. Boca no tuvo el entusiasmo y valor que entonan las estrofas de su himno. Se entumeció, padeció la inteligencia de River para jugar, porque a Gallardo nunca le importó tener un plantel extenso, sino que siempre se concentró en tener un buen equipo. 
 Mientras River disfrutó de la final pasando la pelota de un lado a otro, Boca aguantaba hasta el tiempo suplementario con monstruos como Tevez y Zárate sentados en el banco, mientras que dentro del campo varios soldados se iban cayendo desde lo físico: el xeneize no igualó al millonario desde lo futbolístico ni desde lo físico. Fue una derrota anunciada, una guerra que no fue de seis días porque duró más de lo debido, pero que tuvo un resultado similar por la aniquilación del perdedor. Cuando Barrios salió expulsado la realidad avisaba que la historia de Boca podía torcerse, y cuando Gago dejó a su equipo con nueve se torció definitivamente: no se puede triunfar sin entusiasmo y valor. Entusiasmo por jugar bien al fútbol, y valor por quedarse en el área rival esperando un centro si el físico ya no permite correr. Un cuerpo técnico que no supo diseñar un equipo aceptable a partir del fútbol y competitivo desde lo físico como para sostener un resultado que fue positivo tres veces durante más de 180 minutos no es Boca. Boca no merece esto. Tampoco merece que sus protagonistas declaren que le den la copa a River porque tiene más peso en la Conmebol. Boca se merece jugadores que entren a la cancha y demuestren cual es el peso que más vale. El hincha de Boca está acostumbrado a otra cosa. 

martes, 4 de diciembre de 2018

BESTIAL SOUL CAPITULO 1





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