lunes, 2 de septiembre de 2019

RIVER 0 BOCA 0: EL NEGOCIO DE NO PERDER

El día que Nicolás Burdisso le comunicó al presidente de Boca que Alfaro era el indicado para ocupar el puesto que dejaba vacante Guillermo, lo hizo pensando cómo lograr el mayor objetivo del club y sin volver a caer en los errores del pasado: ganar la Copa Libertadores y, de volver a cruzarse con River en el camino, tener un DT capaz de quebrar tácticamente a Gallardo.
 Si hay algo que ocurrió la última vez que se cruzaron, en la final más importante de la historia, fue que Boca nunca supo neutralizar el juego de asociación de River y en su afán por ir al frente logró convertir pero no que no le conviertan. Que los equipos se arman de atrás para delante es una frase tan vieja como cierta: un equipo con un gran poder goleador puede asegurarse en su peor día al menos un tanto a favor, pero nunca puede garantizar tener menos goles en contra.
 Alfaro demostró ser una incomodidad para la estrategia de Gallardo: el técnico millonario se acostumbró a duelos con Arruabarrena primero, y Guillermo después, y sobre todo en duelos tan estratégicos como los mano a mano en las copas, en donde su rival iba al frente y pecaba de endeble cuando River golpeaba en el momento justo o cuando una mitad de la cancha bien poblada por parte de River generaba superioridad numérica y hacía sufrir a Barrios, a Pablo Pérez y a los defensores que les toque estar. Esta vez Gallardo se topó con un adversario tal vez tan estratega como él, que lo obligó a buscar su juego pero de manera tal en la que siempre se sintió incómodo. River no tuvo chances netas de gol ni encontró un nuevo Pity Martínez que le gane la espalda a los volantes y penetre la defensa rival. 
 Boca no buscó adelantar líneas para someter a River y nunca le interesó hacerlo. Con De Rossi junto a Marcone, y Capaldo flotando levemente delante de ellos se concentró en cubrir y achicar espacios en los momentos donde jugadores como De La Cruz o Fernández pudiesen desequilibrar y romper líneas. La inquietud de Boca por momentos fue un rasgo negativo que padeció anteriormente en partidos como los que le costó la eliminación en la Copa Argentina frente a Almagro: la posición de sus defensores en jugadas en donde las transiciones de ataque a defensa pueden ser fatales. Por momentos se los vio a ambos laterales estar llegando tarde a un posible cierre, y Marcone no termina de formar ese triángulo indispensable que debe aceitarse entre el volante central y los dos zagueros: un esquema de coordinación que permita ocupar el espacio a Marcone cuando uno de los dos centrales sale lejos o armar una virtual línea de tres cuando los marcadores centrales se encuentran muy distantes y le dan espacio a un atacante rival por el centro (así ocurrió en el único gol que le hicieron a Boca en el semestre). 
 Si bien Boca cumplió con creces la tarea de que su arquero vuelva a irse con la valla invicta (que en las cinco fechas de la Superliga y los cuatro partidos de Libertadores no le hayan hecho goles a Boca habla de un gran trabajo, guste o no el estilo de juego), el problema estuvo en que por momentos pareció que lo hizo de manera poco ortodoxa. Sin dudas sorprendió la noticia de que Tevez no iba a jugar desde el arranque, pero a pesar de eso, los nombres eran indicados para presentar un esquema equilibrado en defensa y ataque con tres volantes centrales que se repartan el medio, un enganche como Mac Allister y dos puntas. Pero la realidad fue que Soldano jugó de carrilero todo el partido: por momentos por derecha, otras veces por izquierda, siendo de esta manera un futbolista equivocado para cumplir esa función. Había pasado algo parecido con Mac Allister ante Liga de Quito (un partido en el que Boca necesitaba el empate, y a Alfaro no le incomodó utilizar un jugador como el ex Argentinos para cumplir una función que no le es propia). 
 Si Alfaro tenía en mente parar a sus futbolistas de esa manera, es difícil de entender porqué no optó por un jugador como Villa u Obando para cumplir esa función. Sobre todo para mantener un equilibrio (un equilibrio entre ambas facetas del juego: marcar y jugar) en donde un volante o carrilero sabe cómo interpretar el juego en su posición y además de tomar la marca del rival puede sorprender llegando por sorpresa. Soldano nunca podría lograr dicha dinámica porque está para otra cosa, y tenerlo corriendo a los rivales como un número ocho es equivalente a poner a cualquier jugador y que haga lo mismo (algo muy distinto es hacer lo que hizo muchas veces Guardiola: ubicar a los jugadores en distintos lugares del campo adecuándolos a distintos contextos, pero siempre cumpliendo la función acorde a sus cualidades). De esta manera, Hurtado intentó inquietar a los centrales de River en solitario y aprovechar alguna segunda jugada que pudiera explotar la pegada de Mac Allister, pero tan solo una jugada aislada hubiese implicado una ocasión de peligro.
 ¿Boca fue muy mezquino para su grandeza? Alfaro no solo fue estratégico en su planteo sino también en el contexto: sin Salvio, Abila y Zarate, hubiese sido irracional ir a buscar el gol expuesto a una dura derrota cuando no había necesidad de hacerlo. Con el empate, Boca quedó segundo a dos puntos del primero en cinco fechas del campeonato. Alfaro sabe que el momento en el que más importa ganarle a River es en las semifinales de la Copa, y era mejor asegurarse no perder en el torneo antes que llegar de punto a los duelos más importantes. Cuando se ve a Fabra en la formación inicial puede entreverse que era un equipo capaz de hacerle daño a su rival: ¿la poca influencia de Fabra en ataque y la posición de Soldano se debió a la idea inicial del entrenador, o este debió retractarse sobre la marcha?
 La evidencia empírica demostró que Boca es capaz de complicarle la vida a River para que no gane en su cancha. El desafío para Boca será demostrar que tiene grandeza para repetirlo una vez más en la ida de las semis y ser capaz de aventajarse en el marcador cuando la localía lo obligue a hacerlo, así como varias veces lo hizo Gallardo en la vereda de enfrente.