Con el tiempo la política se convierte en una profesión más y con ella, toda la maquinaria burocrática y económica de los partidos, que pasan a ocupar el lugar de la religión: los seguidores ya no siguen a un líder creyendo en las plegarias de la Biblia o el Corán, sino en sus promesas de campaña y en la imagen demagógica que tienen de él. El populismo es la forma de gobierno que más contribuye a la "teologización" de la política: el líder sale al balcón a saludar a una multitud que cree en él, porque él es la verdad y él va a salvarlos, por lo tanto todo lo que él haga es correcto. Cuando hay una figura elevada al nivel de una divinidad, sus palabras se convierten en el nuevo libro sagrado y ya no importan las enseñanzas monoteístas acerca de que Dios es uno y no tiene forma ni semejanza.
El kirchnerismo se ha convertido en la Argentina en una religión política: sus seguidores no cuestionan sus enunciados, solo creen en ellos ciegamente. Compran el libro "Sinceramente" y lo adoptan como una escritura de culto que tiene impresa la verdad acerca del país, al igual que lo que manifiestan los representantes del kirchnerismo: que la gravedad de la situación es solo producto del fracaso de Macri y no de la política populista del kirchnerismo, mientras que el caso de José López fue un acontecimiento aislado que nada tiene que ver con Cristina y sus funcionarios más acérrimos.
En las últimas horas se instaló un video en donde aparece ni más ni menos que Alberto Fernández pidiendo por la liberación de los que él considera "presos políticos" (o ahora bajo su gobierno "detenciones arbitrarias"), donde en su discurso de asunción el 10 de diciembre alzó la consigna del "nunca más", que lleva un sentido más que sensible para todos los argentinos por lo que fue el terrorismo de estado de la última dictadura. Este relato que quiere instaurarse desde el oficialismo tiene la intención de convalidar el relato de la década kirchnerista pasada tratando de salvar a los detenidos que fueron funcionarios de aquel gobierno, para que parezca que nada de lo que se los acusa es cierto, y que Macri, aquel que los eyectó del poder, fue una especie de dictador que colonizó al poder judicial en su favor.
Cuando se cree en un dogma es porque se abraza incansablemente su doctrina sin cuestionarla, impulsando la fe sin dejar lugar a la razón. Pensar que Boudou, Milagro Sala o De Vido, por mencionar los ejemplos más altisonantes, no están detenidos en buena ley, es negar todas las pruebas que hay en su contra que demuestran los delitos que tales personajes cometieron contra la patria; al mismo tiempo que cuando se utiliza la figura de las prisiones preventivas para argumentar que las detenciones son arbitrarias, no se tiene en cuenta que la mayor cantidad de detenidos en el país están bajo prisiones preventivas, mientras que muchos acusados por formar parte de la sangrienta dictadura de los 70 han permanecido muchos años y hasta muerto bajo la prisión preventiva sin tener condena. La lentitud de los procesos judiciales para sentenciar una condena firme no implica que haya arbitrariedad ni falta de motivos para quitarle la libertad a personas que han estado involucradas en estafas millonarias al estado argentino.
En el video también se utiliza la carta enviada por el relator de las Naciones Unidas, donde a pesar de que se cita entre comillas, no se la cita textualmente, ya que en ningún momento el organismo determinó que bajo el gobierno de Macri había violaciones a los derechos humanos y un no respeto hacia la independencia del poder judicial, sino que le pidió explicaciones a este por una denuncia elevada por agrupaciones de abogados kirchneristas. Es muy poco creíble la palabra de un denunciante que denuncia lo que él mismo cometió: es una buena pregunta la que puede formularse acerca de dónde estuvieron aquellos que sostienen que bajo el gobierno de Macri se presionó a jueces y a fiscales, cuando durante el kirchnerismo se le secuestró un hijo al fiscal Taiano; se le hizo perder el trabajo al fiscal Campagnoli; Nisman apareció muerto; se introdujo, de la mano de Gils Carbó en la procuración general, a integrantes de Justicia Legítima por todo el poder judicial; mientras que Oyarbide salía sorteado en todas las causas y desestimaba toda denuncia realizada contra el gobierno kirchnerista. Incluso el actual presidente Alberto Fernández declaró en su momento que la muerte de Nisman era lamentable y que dudaba en que fuese un suicidio.
El relato K tampoco contempla que Alberto Fernández dio un giro de 180 grados en su discurso, y que su intento de "meter mano" en pericias realizadas por gendarmería en los casos de Nisman y de Maldonado es una intromisión indebida que viola la división de poderes del estado de derecho. Por otro lado, aquellos que festejaron la muerte del juez Claudio Bonadio son los mismos que ven en Rafecas a un hombre probo para ser el jefe de los fiscales, a pesar de que en su momento haya desestimado la denuncia de Nisman sin refutar su investigación. En el momento en que se vote en el senado por la designación de Rafecas puede decidirse sobre el futuro de todas las causas que siguen abiertas: si la democracia y la oposición ponen un freno a su designación se estaría evitando que se deje de investigar la corrupción K, donde el relato sostenido durante el video quiere inculcar que nunca existió.
Este relato levanta la bandera del "lawfare" para politizar la justicia: hacer pensar que todo avance judicial sobre el kirchnerismo es una persecución política. Pero si bien en el imaginario colectivo todos le atribuyen aquella palabra a la vicepresidente, fue el Papa Francisco el primero en utilizarla: si hay una figura populista por excelencia, es la del Papa, ya que encarna la figura de Dios en un jefe de estado, no muy distinto a los antiguos emperadores y a los presidentes como Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que tienen varios presos políticos en su haber.
El monoteísmo radica en el creencia en un único Dios, y eso a su vez implica la no creencia en figuras que se hagan pasar por una deidad. La negación de la corrupción kirchnerista, de la dictadura chavista y del autoritarismo poco democrático de Evo Morales es propia del relato que intenta ser hegemónico y llevarse puesta a la democracia y a todo principio ético y moral que tenga como meta una democracia con una justicia independiente y que sostenga los valores más sanos de cualquier credo.
En su libro "El Político y el Científico" Max Weber enuncia las tres cualidades que debe tener un gobernante: estas son la pasión; la causa por la cual se guía dicha pasión; y la responsabilidad que deben conllevar las acciones dirigidas a dicha causa. Por el peligro que representa para la justicia y la división de poderes, el relato que quiere instaurar el oficialismo explican estas tres cualidades en Alberto Fernández y su sorprendente giro discursivo desde que entabló la alianza con Cristina: su pasión parece ser salvar a Cristina y sus ex funcionarios de la cárcel; la causa, el poder mismo; y la responsabilidad parece no existir: no hay nada más irresponsable que querer violar las reglas del juego, y la división de poderes es una de las reglas más importantes de una república democrática. Los inversores de cuyo capital se depende para reactivar la economía y ponerla de pie, como tanto le gusta decir al presidente, no pasan por alto el asunto de respetar las instituciones a la hora de colocar su dinero en suelo argentino.