Alfaro había hecho más de la mitad del trabajo: solo quedaban siete partidos, y el Boca que se hacía fuerte con las pelotas detenidas, el orden táctico y la contundencia basada en pocos hombres de ataque por un equipo que estaba más atento en proteger a Andrada dio lugar a un Boca dispuesto a tomar más riesgos y a cambiar de libreto sin proceso de aprendizaje. Russo encontró la base al momento de llegar: supo ver en Campuzano el volante central de buen pase, ágil y dinámico que en Marcone no se terminaba de localizar; se sacrificó el juego aéreo y marca de Mas por la rapidez y talento de Fabra; y en Soldano Russo consiguió un ladero para Tevez, para terminar de rodear a la figura que Boca siempre tuvo pero que permanecía dormida, un poco por el componente emocional del jugador y gran parte porque no había una estructura que lo favorezca. Hubiese sido una decisión muy racional la de sostener a Alfaro, quien ya había hecho gran parte del camino y si bien despertaba ciertas dudas acerca del rendimiento, el equipo tenía una idea clara, aunque poco vistosa. Riquelme se decidió por un técnico que además de tener una visión futbolística más afín a sus ideales, debía conocer el mundo Boca para llegar y encontrar un equipo que gane todo lo que quedaba. A veces tomar riesgos tiene su recompensa.
Otro punto a favor de la nueva dirigencia es que no incorporó a muchos futbolistas para tener más hombres, sino que se enfocó en un futbolista que reemplace a Mac Allister y que ya conozca la camiseta, como Pol Fernández, y otro que con apenas dos partidos jugados todavía está por verse, pero quien supo jugar un mundial con su selección, como Zambrano.
El esquema de 4-1-3-2 que utilizó Russo los siete partidos es de un pelaje mucho más agresivo que los 4-2-3-1 poblados de volantes que solía utilizar Alfaro. Explotando la habilidad y velocidad de Villa y Salvio por los costados, Soldano haciendo el trabajo sucio y Pol Fernández siendo el nexo en las transiciones se diseñó un entorno que a Tevez le fue favorable, y ya sea de contraataque o quebrando líneas por la insistencia del juego rápido y ofensivo Boca solo tuvo un traspié en el empate ante Independiente, para luego hacer desfilar a todos los rivales que siguieron.
A la hora de perfeccionar esta base ya construída, Russo tiene el deber de que Pol Fernández no quede muy lejos de Campuzano, y que el colombiano no sufra a sus costados ante la falta de volantes cerca de la última línea. Sin embargo, pocas veces a Boca se lo vio desbalanceado, ya que la presión ejercida por los atacantes para recuperar la pelota en campo rival y el esfuerzo y coordinación de Pol Fernández y Campuzano para recuperar la pelota de forma escalonada (teniendo en cuenta que los rivales de Boca nunca lo comprometieron mucho, a excepción de Independiente y Gimnasia por momentos) hicieron del xeneize un equipo temible y letal cuando contaba con espacios y recibiendo un solo gol, ante Talleres en Córdoba.
Tener al hombre más rápido (y sino, de los más rápidos) de la Superliga como Villa, junto con la jerarquía de Salvio permitieron, además, fabricar espacios por adentro para Soldano, que juntando marcas en el área le allanó el camio a Tevez. Esa es la característica que hizo que Boca termine superando al resto: si el rival se concentra en marcar a Salvio y a Villa, sorprenden los laterales; si no es por los costados, Soldano y Tevez se desmarcan por el centro. La superioridad numérica generada en ataque no permitió que Soldano se destaque por lo que más se destaca un número nueve (hacer goles, rematar al arco) y tal vez ese deba ser un punto a mejorar, pero Tevez volvió a ser aquel que remata de afuera, que olfatea el gol, que protege el balón con guapeza y se saca un hombre de encima, y con la posibilidad de asociarse con Pol Fernández y con los misiles de las dos bandas.
Termina siendo un campeonato de diversos pelajes: porque no parece ser el mismo torneo que comenzó en 2019, por el cambio de técnico, de idea y de algunos intérpretes, pero gracias a lo hecho por Alfaro en 2019 y por la recta final de Russo el campeonato tiene un condimento especial que lo hace distinto a los conseguidos de punta a punta en 2015, 2017 y 2018: Boca se lo termina quitando a River en el final y la alegría termina siendo doble. Da la sensación de que River es un equipo al que le cuesta sostenerse sobre el final (le pasó en este torneo y en la final con Flamengo), y si Boca continúa con pendiente ascendente, no solo es capaz de permanecer con la posesión de su hegemonía en los torneos domésticos sino que tiene el deber de volver a sumar estrellas a nivel internacional.