Mientras tanto, en la Argentina no parece haber horizontes de una salida de la cuarentena. Fernández afirmó en su última conferencia de prensa que la cuarentena va a "durar lo que tenga que durar". No hay por el momento una estrategia para re-adaptar la normalidad, crear una nueva vida con nuevos hábitos y cuidados. En el gobierno nacional, apoyado por Rodríguez Larreta desde el Gobierno de la Ciudad, se avistan cómodos dentro del confinamiento obligatorio y no están dispuestos a tomar riesgos a pesar de ciertas flexibilizaciones. El principal problema radica en que en este paréntesis de la historia en que nos encontramos (entre el mundo antes de la pandemia y cuando se consiga una vacuna) los principales dirigentes políticos argentinos se refugian en privar a la ciudadanía de sus libertades en función del coronavirus, sin contemplar otros problemas igual de trascendentes.
Sin duda la apertura total que ignora al virus ha sido defectuosa no solo por el colapso del sistema sanitario (como fue en los casos de Italia, España y Estados Unidos) sino también que la economía no salió ilesa: tanto Estados Unidos como Brasil, cuyos mandatarios son los mas reacios a limitar la actividad económica, han sufrida una caída importante de esta.
La polaridad tan característica de la "grieta" que ha estado presente a lo largo de toda la historia argentina con sus diferentes matices, se manifiesta ahora en la voz del kirchnerismo con los siguientes polos: los que están a favor de la vida, respaldando las medidas oficialistas; y los que están a favor de la muerte, identificados con los miles de muertos de los países mas afectados. La palabra como constructora de fenómenos sociales hace una vez mas del discurso una herramienta de poder para justificar políticas que afectan las libertades mientras políticos oficialistas y opositores se enamoran de las encuestas con el objetivo de cumplir con sus pretensiones políticas. En la columna escrita el 24 de marzo (https://tomiblogracki.blogspot.com/2020/03/el-deber-de-la-humanidad-frente-la.html) se ha enfatizado por este medio en la importancia de ser responsable y no comprometer la salud del prójimo, limitando la libertad en el caso de que sea necesario para preservar la propiedad mas importante, que es la vida. Sin embargo, estar a favor de la salud no implica el extremo de atarse a la cuarentena de forma indeterminada y sin contemplar otras alternativas que busquen puntos intermedios para equilibrar todos los asuntos que deben ponerse en la balanza.
Decir que el que está en contra de la cuarentena está a favor de la muerte (como ha expuesto Máximo Kirchner en su discurso en el congreso) es un reduccionismo carente de lógica al igual que decir que todo el que está a favor de la cuarentena está a favor de la vida, como si se tratara de una cuestión antagónica y totalmente polarizada: tener solamente en cuenta las variables de la circulación de personas y el coronavirus lleva a una relación causal muy fácil de comprender: a menor circulación de personas, habrá menor riesgo de contagio, y por lo tanto menos muertes. El problema que tiene la ciencia cuando se utiliza la cláusula ceteris paribus, es decir, cuando se tienen en cuenta solo dos variables presumiendo que el resto de las variables permanecen constantes, es precisamente que hay otras variables que no se están teniendo en cuenta. Mientras se intenta nuclear toda la salud en torno al coronavirus, como si fuese hoy en día la única enfermedad existente y la mas mortal, cuando los números demuestran que tiene una baja mortalidad y esta aumenta estadísticamente en personas mayores y con enfermedades preexistentes, hay otras preocupaciones que se están dejando de lado: el confinamiento ha producido una reducción considerable de las consultas médicas vinculadas a muchas otras patologías; han caído las donaciones de sangre; y el dengue es otra malaria que sigue propagándose. Por otro lado está la salud mental, que también forma parte de la salud, y se está viendo comprometida en mucha gente que padece el encierro y sufre sus consecuencias económicas. Por otra parte, las medidas que está tomando el gobierno nacional con el objetivo de "cuidar" a los argentinos, como lo ha manifestado de forma tajante el presidente ante la incomodidad de la pregunta de una periodista acerca de la angustia de la gente, tienen un sesgo cortoplacista que a futuro no van a hacer otra cosa que comprometer la salud de la población: los gobiernos populistas suelen incurrir en medidas de corto plazo a través de una intervención del estado que por el momento le generan beneficios a los ciudadanos (como la inmensa cantidad de subsidios que se solventan con la emisión monetaria), pero a futuro pueden provocar males peores a los presentes: el peligro de terminar en una hiperinflación generaría más hambre y muertes provocadas por la desnutrición y la violencia. Además, detrás de este estado que aparenta ser responsable con la salud se esconde una irresponsabilidad letal al afirmar, en palabras del propio Alberto Fernández, que no le importa un aumento de la pobreza: uno de los indicadores donde se manifiesta la pobreza es el acceso a la salud, y una mayor pobreza implica no solo consecuencia psicológicas difíciles de llevar, sino también un acceso a la salud totalmente precario y donde los hospitales públicos no garantizan una atención gratificante para aquel que ya no tenga capacidad de abonar una medicina privada.
Además de aspectos vinculados a la salud y a la economía (donde claramente ambos aspectos no representan una dicotomía sino que se encuentran vinculados), se encuentran temas injustamente postergados e importantes: la educación no parece estar en la órbita del gobierno para un pronto regreso; mientras que la cultura, con cines y teatros cerrados, no tienen alternativas a la vista para volver a funcionar. ¿Hasta cuando seguirá todo cerrado por el miedo al contagio, y no se buscarán alternativas creativas para diagramar el mundo que se viene, realizando las actividades con los cuidados necesarios? Programas de entretenimiento que no son una actividad indispensable, como el programa que conduce Marcelo Tinelli, tienen todo listo para volver. Es inentendible que actividades realmente importantes como la educación y toda actividad económica que necesita trabajar y producir para subsistir se estén postergando al ritmo eterno de la cuarentena.
En el manifiesto realizado por la Fundación Internacional para la Libertad, se habla de la oportunidad de algunos gobiernos para "arrojarse un poder excesivo" en medio de la pandemia. El kirchnerismo parece encontrarse cómodo en la cuarentena, donde ante tal situación de excepción, Cristina avanza ocupando casilleros en materia judicial: luego de la liberación de presos y de la renuncia de la Oficina Anticorrupción a la querella de las causas mas sensibles de CFK, suenan cada vez mas fuerte la todavía desconocida reforma judicial, una modificación en los miembros de la Corte Suprema y el impulso de colocar a Daniel Rafecas como jefe de los fiscales. Mientras muchos derechos y garantías como el trabajo y la libertad de circulación se encuentran suspendidos en nombre de la salud, la justicia sigue sin funcionar y el congreso lo hace a medias, por medio de cesiones virtuales que no tienen la misma efectividad, mientras los poderes legislativos del resto del mundo se reúnen en forma presencial con las prevenciones necesarias. Por otra parte, la corrupción es una actividad que a diferencia de muchas otras, no se detuvo: las compras con sobreprecios en el ministerio de desarrollo social y en la Ciudad de Buenos Aires son un síntoma de la falta de controles en las transacciones del estado ante la aparente necesidad de adquirir los productos más rápido dada la situación de emergencia.
Las intenciones chavistas de quedarse con parte de las empresas que recibieron ayuda del Estado se dejaron entrever en el proyecto que impulsa la diputada Vallejos: la idea de un Estado que se queda con todo, tanto con las libertades, con nuestra información y con la propiedad aparece de forma latente.
Las intenciones chavistas de quedarse con parte de las empresas que recibieron ayuda del Estado se dejaron entrever en el proyecto que impulsa la diputada Vallejos: la idea de un Estado que se queda con todo, tanto con las libertades, con nuestra información y con la propiedad aparece de forma latente.
Mientras muchos países se van adaptando a la nueva normalidad, la Argentina, que tuvo un acierto en la precoz medida de restringir la circulación, se sigue vanagloriando por medio de las filminas de Alberto de tener menor cantidad de muertos, comparándose con países como Suecia, que aplicó una mejor política de testeos y tiene un plan para salir del confinamiento, donde además del coronavirus contempla otras cuestiones. Si es cierto que la cuarentena sirvió para preparar el sistema de salud ante un eventual aumento de casos y que ahora se sabe exactamente dónde está el virus, es hora de que esta "infectocracia" (gobierno de infectólogos) abarque también otras disciplinas y que la supresión de derechos constitucionales sea solo una medida momentánea y no una política de estado. Decir que no se puede salir por miedo al contagio es tan banal como decir que no se debe salir por miedo a que nos asalten o nos ocurra un accidente. Existen también otro tipo de temores: en el mundo millones de personas mueren al año por hambre, y el coronavirus no puede ser una excusa para justificar que tales desgracias ocurran en la Argentina. Que el barbijo nos cubra la boca para protegernos del virus, pero que no nos tape los ojos: hay cosas que la pandemia no nos está dejando ver.