La doctrina de Sorel fue una escuela revisionista del marxismo que revisó las claves de la teoría de Marx: la revolución no debía ser proletaria sino nacionalista; el capitalismo no debía erradicarse del todo, sino esperar a que la explotación llegara a su punto máximo para impulsar la violencia a través de la actividad sindical; la revolución no sería en nombre del comunismo, sino de la nación, y para eso no debía abolirse en forma total el sistema capitalista sino erradicar de lleno la democracia y el sistema de partidos; el sistema de mediación de intereses pasaría a ser corporativista, liderado por un líder que encarne en el pueblo y en la figura de la nación, siendo toda opinión o idea disidente al líder un enemigo del pueblo y su nacionalidad. Aquella doctrina recaería en Benito Mussolini, quien regiría a Italia bajo un gobierno fascista. Luego el fascismo incorporaría en otros regímenes ideas genetistas (el nazismo), ideas originalmente comunistas (como fueron los totalitarismos de Fidel Castro, Stalin y Mao), y podría decirse que aunque el fascismo es contrario a la democracia, este supo adaptarse a ella para converger en el populismo como una adaptación de las ideas fascistas al régimen democrático.
Por lo tanto, puede decirse que el objetivo final del populismo, sea de izquierda o de derecha, es transformar el sistema democrático por el que se accedió al poder en un régimen auténticamente fascista, como lo ha logrado el chavismo en Venezuela. Para ello, el populismo busca cooptar las distintas instituciones que hacen a toda democracia republicana, ya que la división de poderes existe con el objetivo de salvaguardar la libertad y evitar la tiranía, tal como lo entendía Montesquieu.
Guillermo O'Donnell definió a las democracias imperfectas en el marco institucional como "democracias delegativas": estas son repúblicas donde el control indirecto de la ciudadanía (el único control directo que se tiene sobre los políticos son las elecciones) plasmado en órganos de control funcionan a medias, delegando facultades en el Poder Ejecutivo. Nuestra Constitución Nacional, además de contemplar la típica división de poderes en tres poderes independientes, agrega tres órganos extra-poder, que son a su vez independientes de aquellos tres poderes: estos son el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y la Auditoría General de la Nación. Es decir, existen instituciones para que la república funcione, pero su funcionamiento demuestra que la Argentina es una democracia delegativa, con instituciones cooptadas y por consiguiente con respuestas débiles por parte de éstas.
Dicho esto, la pandemia fue un escenario perfecto para ensayar un nuevo tipo de fascismo: el fascismo sanitario, donde el Estado debe cuidar a la gente, y con esa excusa monopolizar las vacunas (y robarlas para la tropa propia) sin dar lugar a compras independientes de las provincias y las prepagas teniendo en cuenta la lentitud del ritmo de vacunación llevado a cabo por el Estado Nacional; y donde además, como toda disposición estatista es con el fin de salvarnos de la muerte, estas no pueden cuestionarse, y el que las cuestiona pasa a ser considerado como un enemigo de la patria y un propagador de la muerte. Poner en práctica el fascismo sanitario le permitió a Gildo Insfrán concretar el pasaje de populismo a fascismo propiamente dicho. Formosa es hoy una dictadura dentro de la Argentina, donde se violan los derechos humanos de la población toda, impidiendo la libertad de circulación, la libertad de comercio, la posibilidad de educarse, la existencia de periodistas críticos, y como si fuera un Estado-Nación completamente separado de la Argentina, cerró sus fronteras incluso para sus mismos habitantes, además de detener a la población en centros clandestinos de detención y separar a madres de la comunidad wichi de sus bebés. La diferencia entre Mussolini e Insfrán es tan solo dialéctica: el primero hacía todo en nombre de la nación (es decir, él mismo, a partir de su concepción), mientras que el segundo lo hace en nombre de la lucha contra el coronavirus. Ambos líderes representan a regímenes dictatoriales, porque para definir a un régimen de gobierno no alcanza con la forma de acceder al poder, sino que también es fundamental la forma de ejercerlo: por eso ambos llegaron al poder de forma democrática, pero se transformaron en dictadores al ejercerlo de forma totalitaria.
La conformación de una dictadura dentro de una provincia se debe a un sistema perverso, que consiste no solo en la incapacidad para corregir la democracia delegativa, sino en las condiciones que la hicieron crecer: la coparticipación federal de impuestos alimentó a monstruos como Insfrán, donde el reparto de fondos beneficia a las provincias peor gobernadas y esta distribución responde a la sobre-representación de determinadas provincias en la Cámara Baja del Congreso (con diputados que aprueban leyes a cambio de fondos para los gobernadores de sus provincias). Para consolidar la democracia y desarrollar un federalismo armonioso es menester solucionar lo que dejó pendiente la reforma constitucional de 1994 y terminar con este tipo de sistemas perversos. Mientras tanto, debido a la cooptación de los contrapesos que deben hacer funcionar la república, a los formoseños sólo les queda el control directo, pero no por medio de las elecciones, ya que estas corren peligro a partir de la excusa de la pandemia, sino por medio de la protesta.
En términos de Maquiavelo, Insfrán supo mezclar por muchos años al "león" y la "zorra", persuadiendo a una población mansa a través de empleos públicos y dádivas a través de la coparticipación federal. Pero ahora que inspiró el odio en una ciudadanía que le perdió el respeto, ya no le queda nada de "zorra", sino tan solo de "león", ante una población que ya no es sometida por medio de la persuasión sino mediante la fuerza.
El peligro de este fascismo sanitario (que en parte se aplicó y se sigue aplicando a nivel nacional) es que se convierta en un fenómeno exponencial: que así como ocurrió en Formosa estas formas de gobernar se repliquen en otros distritos sub-nacionales. La buena noticia es que al ocurrir en una provincia, puede repelerse mediante una intervención del Estado Nacional, y la mala noticia es que esto difícilmente vaya a ocurrir, ante la sospecha de que al pertenecer a la misma fuerza política, los que ostentan el gobierno nacional tengan planes parecidos.
Además de mostrar complicidad frente a la dictadura de Formosa, el Frente de Todos se muestra cómplice frente al grupo terrorista que comete atentados en la Patagonia: la Resistencia Ancestral Mapuche sigue usurpando tierras, cometiendo actos vandálicos contra iglesias y es apuntado como el grupo responsable de los incendios en Chubut. Pero es posible que no sólo sean cómplices, sino socios: la ministra de la Mujer, Género y Diversidad, quien confunde la inclusión con la pasividad frente al delito, fue la abogada de Jones Huala, uno de los líderes del RAM preso en Chile.
La Argentina se encuentra inmersa en una crisis económica profunda, lidiando con atentados terroristas de grupos extremistas y delitos de lesa humanidad llevados a cabo por dictaduras provinciales, con un presidente sumiso que responde al poder vicepresidencial. Por más de que parezca que se está haciendo alusión a la década del 70' y al caos en el que Cámpora asumía el poder y todo lo que sobrevino después, lo dicho anteriormente se refiere al contexto argentino del 2021, en pleno siglo XXI.