La Ciudad de Malas Tierras tiene como principal atractivo turístico el Monte El Pie, llamado así por su figura semejante a aquella parte del cuerpo humano, donde en su hierba alta pueden avistarse impresionantes criaturas. Muchos concurren allí a tomar fotografías de los seres que habitan en esas hierbas, tan altas que llegan a la altura del pecho de un humano promedio, y con un verde tan intenso y una flora tan abundante que impiden ver lo que se esconde unos metros adelante o en el suelo. Es por eso que las criaturas del Monte El Pie son difíciles de avistar, ya que se esconden de los humanos en la hierba alta. Tomar las fotografías suele ser una tarea más que complicada, ya que además de estar escondidos, estos seres escapan rápidamente al percibir la presencia humana. Sólo fotógrafos muy especializados son capaces de tomar imágenes nítidas de las mencionadas criaturas.
Iris es una joven fotógrafa; se fue a vivir a sus 23 años a Malas Tierras para perfeccionar su habilidad en la fotografía, y entre sus objetivos se encuentra tomar la mayor cantidad de fotos posibles de las criaturas de El Pie. Para eso es que se estuvo preparando un largo tiempo y quiere luego exhibir sus fotografías en una galería en su ciudad natal.
Pedaleando en bicicleta y con su cámara colgando de su cuello Iris va a toda velocidad y exaltada de entusiasmo al Monte El Pie, donde podrá fotografiar a las extrañas criaturas. Por seguridad se pide que a las 19 horas se abandone la hierba alta, hora en que suele caer el sol, por eso Iris se aproxima con ansiedad y apuro, para tener la mayor cantidad de tiempo posible.
El monte es silencioso y el piso rocoso impide andar regularmente en bicicleta. El monte no es muy alto pero puede verse perfectamente cómo la ubicación de las rocas forman un pie. Iris deja su vehículo sobre una roca y camina ansiosamente hacia la hierba alta que se ve a lo lejos. Se escuchan grillos y el aletear de algunos pájaros, ruidos que se combinan con el silencio de una tarde en naturaleza a pura paz.
Al entrar en la hierba alta Iris siente picazón en sus piernas. Se dio cuenta que es alérgica a las hierbas y tuvo que haber ido con pantalón largo. Exclama: "¡la puta madre!". Caminar por la hierba se le hacía complicado por la comezón y porque ya estaba impaciente de no ver ningún signo de vida. Algo resignada, ya estaba por cumplirse la hora, y pensaba en irse hasta que vio que a unos metros las hierbas se movían levemente captando movimiento. Iris se acerca muy sigilosamente, dando pequeños pasos mientras siente como su corazón palpita aceleradamente. Piensa: ¡Voy a lograrlo!.
Pero al momento de tomar la foto, vio como una cosa verde desaparecía rápidamente, siendo la fotografía una captura donde sale todo borroso y no se llega a identificar qué es eso verde que sale movido. Iris tiene ganas de tirar al piso su cámara: "¡La concha de mi puta madre!".
"Tranquila, yo pude sacar la foto, te la paso por whatsap". Iris se congeló al darse cuenta de que no estaba sola en el arte de la fotografía. Al darse vuelta vio a un muchacho alto, bien peinado, con cabellera rubia, de barba fina y con un porte que databa de un buen estado físico.
-Hola, soy Octavio. Yo también saco fotografías acá. Mirá, esta es la foto que saqué recién.
Iris se conmovió al ver la foto en la máquina de su colega: era un elfo. La foto era nítida. Perfecta.
-¿Como hiciste?
-Es que tenés que tener la cámara apuntando de antes y tener preparado el zoom. Y te conviene venir descalza para no hacer ruido. Una vez que la criatura siente tu presencia sale rajando, no te da chances. Pero quedate tranca, yo te paso la foto por whatsap.
-Gracias. Es la primera vez que yo vengo a sacar fotos acá. Pero vuelvo mañana.
Ambos se pasaron sus contactos y quedaron en verse mañana. E Iris se sorprende al ver que Octavio se quedaba a pesar de que ya eran las 19.
-Yo duermo acá. Estoy en un campamento. Pero no podes quedarte, es para quienes venimos hace mucho y estamos muy avanzados. Pero nos vemos mañana.
Iris se levantó a desayunar entusiasmada. Confiaba en que ahora con la ayuda de este muchacho iba a poder fotografiar a las criaturas del monte. Fue a El Pie bien temprano para aprovechar el día, y antes de llegar a la hierba alta ya pudo detectar de lejos el cabello rubio de Octavio.
-Iris, ¿Cómo estás?
Iris estaba contenta de sacar fotografías junto a Octavio, pensaba en que podía aprender mucho de él. Juntos fotografiaron a un pequeño dragón, a un castor de ocho patas y a un perro con alas en su espalda. Juntos almorzaron unos sánguches de jamón crudo y rúcula en medio de la hierba, para no perder tiempo y porque además el olor puede atraer a las criaturas. Las técnicas de Octavio eran infalibles. A este ritmo Iris podría regresar a su ciudad natal con toda una galería entera.
Antes de volver a su apartamento Iris se despidió de Octavio y luego no pudo parar de pensar en él: cuando termine su travesía en Malas Tierras Iris no quiere que su nuevo amigo sea solo un recuerdo. Quería seguir afianzando su amistad.
Más días se sucedieron y Octavio e Iris capturaron las imágenes de gatos que caminaban en dos patas; ratones con dos cabezas; hadas; lobos vestidos con ropa; tortugas con caparazones con luces; liebres con cuernos; serpientes con manos; golems pequeños; comadrejas verdes; ballenas en su versión prehistórica, cuando tenían cuatro patas y vivían fuera del agua. Los dos fotógrafos hacían una dupla sorprendente. Iris ya tenía fotos suficientes para completar un piso entero. Sin dudas se haría famosa en su ciudad gracias a sus tomas sorprendentes, que muy pocos han podido conseguir.
A Iris le gustaba estar con Octavio, y no solo por su atractivo físico, sino por su amabilidad, el buen clima que acompañaba a las conversaciones, su buena sintonía. ¿Por qué no ir conformando de a poco una vida junto a él? A ambos les apasionaba la fotografía y tenían mucho en común.
En su última tarde en el Monte El Pie, antes de su última noche en Malas Tierras, Iris quería despedirse de Octavio invitándolo a comer, para quedar en contacto y que tal vez ella pueda viajar seguido a Malas Tierras o que él pueda visitarla en su tierra natal.
-En verdad fue un gran gusto conocerte.
-Lo mismo digo. Me alegro que hayas conseguido todas las fotos que necesitabas.
-¿Puedo ver el campamento? Si no es mucha molestia.
-Lo siento, no cualquiera puede entrar.
Iris trataba de ver más allá por si llegaba a divisar algún indicio de un campamento, pero solo veía más y más hierba alta.
-Bueno, es mi última noche en Malas Tierras. Podemos ir a comer si querés.
-Vamos, salgamos de la hierba alta.
Era la primera vez que ambos iban a interactuar en un lugar que no sea en medio de la hierba alta y sus criaturas. Al salir de la hierba alta Iris se preguntaba por qué Octavio se tomaba un tiempo para poner sus pies fuera de la hierba.
-Octavio: Siempre estuvimos en la hierba alta, creo que es hora de que veas la otra mitad de mi cuerpo.
Al quedar su cuerpo al descubierto, Iris quedó boquiabierta, completamente estupefacta. Una sensación de nervios se apoderó de su estómago y su pecho. Tal vez también algo de angustia.
De la cintura hacia abajo Octavio tenía patas de caballo en lugar de piernas humanas. El marrón claro del pelaje daba cuenta de un medio cuerpo de caballo robusto y fino. Eran patas musculosas al igual que el torso del joven, y sus ojos celestes combinaban con el marrón claro de su cintura hacia abajo.
-...
-¿Qué pasa?¿Ahora ya no me querés?