lunes, 1 de agosto de 2022

OPINION: LOS POSIBLES CAMINOS DEL GOBIERNO BICEFALO DE CARA A 2023

Mientras Alberto Fernández y Cristina Kirchner se disputan el poder, el peso quema en el bolsillo de los argentinos.

Charles Darwin alcanzó la fama luego de escribir acerca de su teoría de la selección natural. Aquella explica la supervivencia del más apto en la naturaleza. Los animales evolucionan a lo largo del tiempo adaptándose al entorno. El que no lo logra, no puede sobrevivir. La mariposa cambió el color de sus alas para confundir a sus depredadores. De lo contrario, aquella se habría extinto, siendo eliminada por reptiles, anfibios, o arañas. 
 Algo parecido ocurrió con los partidos Socialdemócratas europeos: la socialdemocracia implica un socialismo a través de la democracia. Primero, dicho tipo de partidos se dieron cuenta que para ganar elecciones no podían contar únicamente con electorado proveniente del proletariado, por lo que orientaron su discurso a atraer los votos de electores pequeño burgueses y de la clase media. Por otra parte, entendieron que las promesas socialistas de nacionalizar industrias y crear empresas públicas, además de no ser competitivas en lo electoral, iban a ir en contra de sus intereses al llevarlas a la práctica en caso de alcanzar el gobierno. Si la socialdemocracia pretendía representar a los trabajadores, aplicar medidas extremas que destruyan el capital e impliquen un aumento de la inflación eliminando puestos de trabajo iría en perjuicio de la clase trabajadora que tales partidos decían defender. Es por eso que los partidos socialdemócratas europeos siguen conservando ese nombre pero en la práctica son partidos de una ideología keynesiana: lejos de querer llevar a la práctica una economía socialista, son partidos que respetan el capitalismo pero creen en una cierta intervención del Estado en la economía. Tal como indica la teoría de Darwin para la naturaleza, si los partidos socialdemócratas europeos no se adaptaban al "entorno" ( el desarrollo y la evidencia de la historia), hubieran dejado de ser competitivos y tal vez hubiesen desaparecido.
 El gobierno bicéfalo de los Fernández en Argentina, al cual le queda poco más de un año, tiene que enfrentar un dilema por delante: descartando la alternativa de que bajen la inflación y la pobreza en el tiempo que les queda de forma tal que la sociedad olvide todo lo ocurrido y que eso les permita ganar las elecciones en 2023 (lo cual podría considerarse un milagro), las dos cabezas que se dirimen el poder del sillón de Rivadavia tienen dos posibilidades, donde ambas los conducirán probablemente a una derrota, pero una posiblemente sea de una mayor dignidad.
 La primera posibilidad es empecinarse con el decálogo kirchnerista: continuar con los controles de precios, echarle la culpa de la inflación a los empresarios, seguir emitiendo, negarse a hacer el ajuste. Lisa y llanamente, continuar con los errores que la Argentina viene cometiendo hace décadas. La imagen negativa de los fundadores del Frente de Todos seguiría en alza, al igual que el precio del dólar.  
 Mientras que la segunda posibilidad podría ser comenzar a realizar el trabajo sucio, reconociendo que el ajuste es inevitable: eliminar subsidios; corregir el déficit fiscal; llegar a emisión cero; empezar a revertir el asunto de los planes sociales indefinidos y sin contraprestación; achicar la brecha entre el dólar oficial y el paralelo para que al campo le resulte beneficioso exportar. Seguir este camino tendría un costo político enorme, también llevaría a la derrota del gobierno en 2023, pero significaría lo mejor para el país. Además de que de tal forma se le allana el camino al próximo gobierno, que de lo contrario debería comenzar a hacer todas las reformas de golpe antes de que la bomba le explote en la cara. 
 Las intenciones de Batakis sobre alcanzar el equilibrio fiscal y concretar las metas pautadas con el FMI son un fuerte indicio de que el propio kirchnerismo está reconociendo que la heterodoxia llegó a su límite. No quiere decir que con la introducción de Massa en el gabinete el gobierno se haya vuelto ortodoxo, pero sí que la heterodoxia está llevando al país a una crisis económica y social muy profunda. El ajuste que había empezado la "derecha" de Macri está siendo ejecutado por un gobierno "nacional y popular". La realidad le puso coto a la diatriba del kirchnerismo, tal como le ocurrió a la socialdemocracia europea.   
 Las complicaciones económicas y sociales no pueden despegarse de la crisis política. El filósofo Jean Jacques Rousseau argumenta en el Contrato Social que el Poder Legislativo debe ser la mente (aquello que piensa, elabora leyes) de un cuerpo, el cual viene a ser el Poder Ejecutivo (quien le da movimiento a lo concebido por la mente y ejecuta las leyes). En un sistema presidencialista, el Presidente tiene el menester de ser el conductor de los resultados de la deliberación parlamentaria. Al ser un gobierno de coalición, es natural que pueda haber tensiones en el oficialismo, pero lo que hace de este gobierno una anomalía es el carácter bicéfalo de las decisiones finales. Los cambios en el gabinete corren el riesgo de ser meros intercambios de nombres si no hay una decisión política de torcer el rumbo.
 Si Alberto Fernández tomara las decisiones sobre el rumbo de la Argentina y aplicara las medidas anti-populares pero necesarias, a lo mejor su carrera política termine para siempre. Pero el PJ podría reinventarse, dejando de lado la prédica chavista y así poder jactarse de que fue el partido que comenzó con el ajuste que la Argentina necesitaba, aunque parece difícil con Cristina siendo la jefa de su espacio. En un gobierno donde el Presidente no tiene la lapicera para dar pie a las reformas requeridas, su fuerza política corre el riesgo de ser devorada como una mariposa cuyas alas no se camuflan en el marrón de las ramas; alas cuyo rojo fluorescente son el rojo de la depredación sangrienta del destino.