El gigante y torpe tamaño del Estado beneficia a los políticos y hace pagar con la inflación a los argentinos. A su vez, la inflación en Brasil se sigue desacelerando.
Luego de haber peleado en las guerras de independencia, en una joven y recién nacida patria argentina fallecía sumido en la miseria uno de sus más grandes próceres: el General Manuel Belgrano murió pobre, habiendo pagado su última consulta con el médico con un reloj, pues no tenía dinero para poder abonarla normalmente. Que uno de los héroes de la independencia haya terminado de esa manera obedece a lo gigante de su obra: el dinero ganado por combatir contra los realistas lo donó para la construcción de escuelas. Su salud fue entregada en virtud de lo que él consideraba que era primordial, siendo esto último el futuro de una nación que daba sus primeros pasos.
La obra de un estadista radica en su mirada a largo plazo. Un estatista, en cambio, solo piensa en el día de hoy: que el Estado subsidie todo; regale plata; tome permanentemente empleados en las plantas de los organismos públicos. Lo único importante es ganar las próximas elecciones, y por lo tanto, a un estatista solo le interesa que la gente esté contenta para que lo sigan votando, sin pensar que a futuro se estarán cosechando problemas. Invertir en educación no rinde electoralmente, ya que los resultados expresados en la construcción de capital humano tardarán años en vislumbrarse. Lo mismo pasa con las obras hidráulicas necesarias para evitar inundaciones: muchos políticos piensan que es una pérdida de tiempo emprender semejante proyecto, ya que son obras que llevan años en terminarse y el municipio sólo dejará de inundarse cuando estas terminen. Según cuenta en su nuevo libro Para Qué, Macri decidió emprender dichas obras en la Ciudad y confesar que por tres años las calles porteñas se seguirían inundando.
En la Argentina se asiste diariamente a un espectáculo que no tiene nada de divertido: mientras la inflación carcome los salarios, la inseguridad se cobra vidas y el narcotráfico avanza como una topadora, los que tienen en sus manos el destino de la gente se preocupan por su "quinta". En su agenda no parece estar derogar la ley de alquileres (por nombrar tan solo una de las tantas cuestiones que realmente son primordiales), sino cancelar las PASO para perjudicar a la oposición (que está implosionando producto de su batalla interna de egos imparables), intentar una reforma de la Corte Suprema que genere una mayoría adicta, y hemos visto cómo todas las figuras del oficialismo tienen una preocupación tan desbordada por sus intereses, que postergan los del público que les otorgó el poder. Katopodis piensa en volver a San Martín, Ferraresi a Avellaneda, Manzur a Tucumán. Al estar las próximas elecciones presidenciales prácticamente perdidas, quieren asegurarse de no perder sus territorios. Muchos gobernadores del PJ también se anticipan a la derrota y planean desdoblar las elecciones en sus provincias para no quedar pegados al gobierno nacional. Es por eso que la reelección indefinida, ya sea a nivel provincial o municipal personaliza la gestión pública en el caudillo que ocupa el cargo, y esto se presta a la discrecionalidad para que el gobernante de turno utilice todos los recursos a disposición para perpetuarse en el poder. Citando a Esteban Bullrich, "no hay personas imprescindibles, sino ideas imprescindibles". Muchos legisladores bonaerenses de Juntos por el Cambio parecen no haberlo entendido cuando votaron por que continúen las reelecciones indefinidas en los municipios de la Provincia de Buenos Aires.
La preexistencia de las Provincias al Estado Nacional sentó las condiciones para el poco peso de los partidos políticos a nivel nacional, lo cual va en detrimento de construir proyectos a largo plazo para la Nación. Los partidos tienen un desarrollo organizativo más centrífugo (una tendencia localista), y muchos diputados nacionales obedecen a los gobernadores de sus provincias, permanecen poco tiempo en el Congreso para migrar a cargos provinciales, y de esa forma se complica aún más emprender reformas profundas que el país demanda. Alfonsín tenía una mirada de estadista al plantear la necesidad de implementar una modernización del Estado. Alcanzar ese objetivo parece imposible sin una apuesta por hacer converger un proyecto nacional, donde el PJ, el partido más importante y hegemónico de la Argentina, deje de obedecer a sus homónimos provinciales como son los feudos de San Luis, Formosa, Santiago del Estero, Catamarca, entre otros, y encare una visión republicana y viable a largo plazo donde la agenda del ciudadano esté por sobre la de los políticos eternos.
El poder no es ni un recurso mágico, ni un componente de la naturaleza. Es una relación social, asimétrica, desde ya. Pero donde el que tiene el poder necesita de la aceptación de la sociedad. El gobernante sin gobernados no existe. La dialéctica de Hegel entre el amo y el esclavo lo sintetizan muy claramente: en un primer momento de tesis, el amo piensa que lo es todo, y el esclavo nada; luego, en la fase de antítesis, el amo contrasta a partir de la experiencia que los servicios de su casa se cumplen gracias a la labor del esclavo; y finalmente en la síntesis (resultado de los dos momentos previos), el amo entiende que sin el esclavo no es nada, que no podría sin él tener todas sus necesidades satisfechas. El kirchnerismo se mal acostumbró a permanecer en el poder: en diciembre de 2023 va a haber gobernado 16 de los últimos 20 años, y no gobernar para la gente que le dio el poder puede llevar al amo a quedarse sin esclavo.
En medio de la necesidad de acumular reservas, la Argentina gasta dólares para importar papel destinado a la impresión de billetes, todo por no crear papel-moneda de mayor denominación. La tramoya de aparentar una menor inflación de la que hay para no sincerar el fracaso económico con fines electorales y a costa de las reservas que el país necesita es la única explicación plausible para entender semejante sinsentido. Así como Belgrano sacrificó su patrimonio por el futuro del país, los vándalos de la banda comprometen el futuro para engrosar sus ambiciones ególatras. La oposición también debería tomar nota, y leer el libro de su principal referente con el fin de tener claro Para Qué quieren el poder cuando termine la guerra entre halcones y palomas y los outsider como Manes devenidos de repente en políticos de raza. Un día el amo puede quedarse sin su esclavo, es decir, el gobierno puede perder el voto de la gente que le otorga el poder. En ese instante, se habrá quedado sin nada.