sábado, 23 de diciembre de 2023

Opinión: Terminó el peor gobierno de la historia democrática reciente

Desde el 10 de diciembre, el peronismo debió dejar la Casa Rosada.

La inestabilidad económica de la Argentina data de antes de la recuperación de la democracia, y por lo tanto sigue siendo una cuenta pendiente de esta última. Cada gobierno o conjunto de mandatos representativos de una fuerza política han dejado un país peor del que recibió. Alfonsín no pudo terminar el mandato y se fue por la puerta de atrás, con una crisis de hiperinflación. Menem en su comienzo supo estabilizar la economía, pero dejó un país salpicado por la corrupción, con problemas de índole fiscal y de endeudamiento. De La Rúa fue otro gobierno radical que no pudo terminar su mandato, ya que le estalló en la cara la bomba dejada por el menemismo y no fue capaz de desactivarla. Luego del gobierno de transición de Duhalde que confiscó el ahorro de los argentinos, empezaría en 2003 una etapa negra en la historia de la democracia argentina: el kirchnerismo, primero con Néstor Kirchner y luego con Cristina Fernández, empezó con superávits gemelos, baja inflación, un contexto internacional favorable con una baja en la tasa de interés norteamericana y un boom de las commodities, y Cristina se fue en 2015 con cepo cambiario, estancamiento económico, una inflación del 30%, un déficit fiscal agigantado y escándalos de corrupción sin parangón. Macri pudo terminar el mandato, pero no pudo evitar la estanflación. 
 Claramente hay una cuenta pendiente: la estabilidad política, si bien es parcial, no se tradujo en un mejor nivel de vida para los argentinos. Y aquella es parcial, porque cuando no ha gobernado el peronismo ha sido difícil garantizar la gobernabilidad. Se recuerda al gobierno de De La Rúa como de los peores de la historia, ya que se fue en el a partir de allí famoso helicóptero, un poco por la oposición desestabilizante que debió sufrir, y otro poco por su poca capacidad de respuesta ante la crisis. Sin embargo, hubo un gobierno que superó al de De La Rúa en ser el peor de la democracia: el de Alberto Fernández. Cada área que manejó este gobierno saliente ha sido dinamitada, logrando que la Argentina esté más cerca de la Venezuela de Maduro como nunca antes. 
 Alberto deja un país donde, al contrario de lo que ha manifestado, no es que la pobreza esté sobredimensionada, sino que a ese 40% habría que considerarlo más cerca del 50, ya que si se toman como pobres a todos los beneficiarios de planes sociales (lo cual es una definición bastante concreta de lo que es ser pobre), estaríamos hablando de una pobreza sin precedentes, tanto igual o mayor a la crisis de 2001/2002. Y si esta inflación de tres dígitos sigue escalando como todo parece indicar, sin un plan de estabilización la pobreza tampoco dejará de crecer. Por lo tanto, la herencia que recibe Javier Milei es un campo minado, tal vez como nunca en la historia. 
 Atravesado por la coyuntura de la pandemia, la gestión sanitaria fue un verdadero desastre, no solo por la eterna cuarentena que tantos problemas trajo, por la demora en la compra de vacunas y el robo desalmado de las mismas, sino también porque fue el gobierno que más ha violado los derechos humanos desde 1983 en adelante. El encierro alejó familias, amistades, y además hubo un abuso de las fuerzas coercitivas tratando como delincuentes a ciudadanos de bien que realizaban actividades normales que no acataron el aislamiento. 
 Pero, así como trataron como criminales a personas de bien, este gobierno fue sumamente gentil y permisivo con los delincuentes de verdad: se anuló el decreto de Macri que impedía la entrada de extranjeros con antecedentes penales; se le quitó las pistolas taser a la policía; no se hizo nada para evitar que un juez militante libere a miles de presos de alta peligrosidad durante la pandemia; los terroristas de la RAM hicieron de las suyas en la patagonia; y tanto el conurbano bonaerense como Rosario se volvieron enclaves del crimen organizado. 
 El posicionamiento de la Argentina en el mundo que se había logrado bajo el gobierno de Cambiemos se tiró por la borda, alineando al país con las tiranías más despóticas del planeta. 
 La conectividad que se implementó gracias al arribo de las aerolíneas low cost también se descartó para entregarle los cielos a los sindicalistas de la aviación. 
 Incluso la degradación moral a la que se sometió a la sociedad argentina habla de los facinerosos que manejaron los hilos de la nación: se quiso instalar que el mérito no importa, como lo han querido en cada chico que hicieron pasar de grado en su escuela sin saber nada; y se hizo explícita la falta de compromiso que este gobierno tuvo por combatir el narcotráfico y la drogadicción, enviando mensajes desde un municipio gobernado por el oficialismo donde se les decía a sus habitantes "Si vas a consumir, andá de a poco", banalizando el consumo de drogas como si fuera un acto más de la vida cotidiana.
 Un gran cuestionamiento que quedará por siempre en memoria de los argentinos es hacia la institucionalidad de la figura presidencial. Primero, porque Alberto Fernández se comportó durante la pandemia como un tirano, confundiendo la tarea de gobernar con la de someter. La cuarentena, el incumplimiento de la misma por parte de quien la ordenara, la intervención de Vicentín y la quita discrecional de fondos a la Ciudad de Buenos Aires serán maniobras despóticas a no olvidar. Sin embargo, este Presidente será también recordado por ser un Jefe de Estado sin lapicera, que se comportó como un pusilánime cuando la Vicepresidente antepuso al avance contra la justicia para salvarse de sus causas por sobre los problemas que realmente aquejaban a los argentinos. Los dos peores extremos fueron realidad: un Presidente con más poder del correspondiente, y un Presidente sin poder, con Massa como ministro de economía ejerciendo la presidencia de facto. Un régimen presidencialista desvirtuado, con muchos motivos para que se haya realizado el primer juicio político de la historia argentina.
 La imagen de Fernández tratando de ordenar a la multitud con un megáfono en el velorio de Maradona lo dice todo: un gobierno que no fue capaz de resolver nada, con un Presidente perdido, secuestrado en su propia inoperancia. Si no se fue en helicóptero, fue porque el PJ en el poder es una malla de contención. De haber estado otro signo político, un gobierno con estos resultados no habría terminado el mandato. El país sí está estallado, señor Alberto Fernández: su último acto de dignidad en ejercicio de sus funciones debería haber sido reconocerlo. Ni siquiera para eso supo honrar el cargo que ocupó.

Tomás Racki. Politólogo.

martes, 21 de noviembre de 2023

Opinión: Entre la utopía y la realidad

Milei tendrá el desafío de tener personalidad, pero también habilidad, para lidiar con un Congreso adverso y con gobernadores de otros signos políticos.

El término "Utopía" tiene su etimología en el significado de "buen lugar", donde U (contracción de "ue") es "buen", y Topía viene de "topos": lugar. Tal palabra viene de la obra de Tomás Moro, llamada de la misma manera. En esta, existe una república llamada Utopía, donde no hay desigualdad; no existe la propiedad privada; no hay lugar para la competencia; donde prima la cooperación y el intento de que la satisfacción sea espiritual y no material. De esta obra es que se extrae la característica de algo utópico. Algo es utópico cuando es irrealizable, tal como el proyecto político de Moro en su obra. 
 Siempre históricamente la izquierda fue utópica, pretendiendo llevar a la práctica teorías que solo funcionan en un mundo imaginario, y cuando han intentado llevarlas a cabo han genera hecatombes descomunales. Mientras que la derecha, que no solía tener un discurso seductor de un mundo idealista, futurista y completamente nuevo, sí tenía lo que la izquierda no: eficiencia para ejercer la práctica, traducida en el cuidado de la propiedad privada, las reglas del mercado, la seguridad interior, el orden fiscal. Claro está que existen matices, y ha habido gobiernos malos y buenos tanto de la izquierda (ha sido buena cuando moderó sus posturas y se adaptó a la realidad) como de la derecha.
 El fenómeno libertario en Argentina, de la mano de Javier Milei, ha demostrado portar una teoría, no solo económica, sino también política, filosófica, social. Le ha arrebatado al peronismo la capacidad de movilizar a amplios y diversos sectores de la sociedad en torno a consignas que responden a valores e ideas. Tanto ha sido así, que en esta campaña el único argumento del oficialismo, luego de su nefasto gobierno, ha sido atacar de forma infundada y atemorizante al candidato de La Libertad Avanza. De hecho, hasta el propio Massa se ha montado en parte de las ideas de su contrincante, admitiendo la necesidad de llegar al superávit fiscal y bajar impuestos. 
 Ahora que será el momento de gobernar, Milei debe demostrar que sus ideales no son una utopía, y que es capaz de llevarlos a la práctica para sacar a la Argentina de la decadencia. El libro de Murray Rothbard, El Manifiesto Libertario, es una gran obra que explica cómo funciona un mundo anarco-capitalista, es decir, una sociedad donde el Estado no existe y predominan en todo momento las leyes del mercado. Más allá de su interesante aporte filosófico, querer llevar ese escrito a la realidad es una utopía, por lo que la nueva derecha tiene una doble misión: conservar la teoría que la ha llevado a ganar la batalla cultural, pero al mismo tiempo ser eficiente para encauzar sus ideas de manera razonable y en la práctica para así poder mejorar la vida de todos los argentinos. 
 Lejos de hacer desaparecer el Estado, es menester reformarlo: achicar el Estado no implica necesariamente un Estado ausente, sino más bien uno más robusto y eficaz para efectuar todas las transformaciones que el país necesita. En otras palabras, llevar a la práctica la teoría ensayada. Ha llegado el momento de privatizar empresas públicas deficitarias; bajar impuestos; tener una moneda estable; ir por un comercio libre con el mundo; desarmar de forma urgente el Ministerio de la Mujer (por no nombrar muchos otros curros); recuperar a las Fuerzas Armadas; empoderar a la policía frente al delincuente; defender a la figura de la familia frente a la ideología de género. 
 La batalla por las ideas que ha dado Javier Milei y que en apenas dos años desestructuró al sistema de partidos a nivel nacional es producto también del escaso aporte teórico que desempeñaron las anteriores coaliciones que parecían ser las únicas capaces de competir. Juntos por el Cambio fue una respuesta del polo no peronista hacia el kirchnerismo para proteger la república y evitar la chavización de la Argentina, pero eso solo no alcanzó para hacer un buen gobierno y marcar un rumbo: fue una gran estrategia electoral, pero la diferencia de visiones de los socios fundadores no ha sido efectiva a la hora de gobernar ni tampoco para volver a la Casa Rosada en esta elección. Hoy, con esta reconfiguración de fuerzas, el ala dura del Pro está tan cerca de las ideas de La Libertad Avanza como el radicalismo lo está de Sergio Massa. Es una posibilidad que el bipartidismo vuelva a instalarse, pero mediante un reordenamiento: por un lado, La Libertad Avanza y el ala dura del Pro, con el movimiento libertario como un fenómeno de masas que le ha arrebatado al peronismo parte de sus votantes más fieles, siendo este el polo del centro a la derecha; y, por otra parte, el peronismo ahora sin liderazgos fuertes y el radicalismo que busque plegarse a una variante más progresista, acaparando de esta forma un espacio del centro a la izquierda. 
 A partir de ahora, empieza un campeonato completamente distinto para Milei: si bien su fuerte que lo volvió un famoso economista y que le permitió entrar de manera fugaz y exitosa en la política es su autenticidad, tiene que ser astuto (como seguramente se lo recomendaría Maquiavelo) para lidiar con un escenario políticamente adverso. Si su gobierno es exitoso y La Libertad Avanza gana las elecciones cada dos años, seguramente en cuatro años tenga un Congreso mucho más afín y varios gobernadores, pero su triunfo se dio en la primera oportunidad que competía por la presidencia y eso le hace correr el riesgo de ser un Presidente impotente si ocurre una parálisis legislativa. Con apenas ocho senadores y 38 diputados propios, es momento de ejercer la diplomacia para no caer en una utopía. Aunque no hay que olvidar que el próximo gobierno tendrá el poder ejecutivo porque tiene la legitimidad del voto, y eso no es poco.
 En otro escalón del sistema político, están los grupos de interés como los sindicatos, que junto a los movimientos sociales buscarán sabotear el gobierno. Por esto es que será fundamental, además de aplicar la fuerza de la ley, que la sociedad se manifieste por acompañar las reformas y demostrar que la calle no es únicamente de los violentos. 
 Probablemente con el Pro como aliado, pero con una gran mayoría opositora en el Congreso, Milei deberá ser capaz de llevar a la práctica sus teorías. Solo si se convierten en realidad, la Argentina despegará y escapará del abismo. 

Tomás Racki. Politólogo.

martes, 24 de octubre de 2023

Opinión: Entre salir de Egipto y volver a la esclavitud

Milei propone "motosierra". Massa sigue expandiendo la base monetaria, con claro riesgo de hiperinflación.

Muchas veces la libertad es más dolorosa que la esclavitud. Como relata el segundo libro del Pentateuco, Shemot (Éxodo), el pueblo hebreo salió de Egipto, pero no faltaron quienes cuestionaron la conveniencia de pasar a una vida de libertad y que pretendieron regresar a las tierras donde vivieron en la esclavitud. Valerse por sí mismo, tomar propias decisiones, puede ser más complejo que dejar que otros decidan por nosotros. La situación de esclavitud puede ser más cómoda. Salir de la zona de confort implica avanzar en el temor hacia lo desconocido. 
 El plan "platita" de Massa funcionó, y no es la primera vez: en las elecciones del 2021, si se comparan las elecciones generales con las PASO, el kirchnerismo pasó de perder por más de cinco puntos en la Provincia de Buenos Aires a perder por tan sólo un punto y monedas, con regalos de electrodomésticos y viajes turísticos de por medio. En el 2019, Macri pasó de perder por más de 15 puntos en las PASO a perder dignamente por siete puntos en las generales, otorgando la devolución del IVA en alimentos, y subsidios a los combustibles. Era de esperar que la eximición de impuestos junto con el explosivo aumento del gasto (un combo letal) hagan remontar a Massa, pero ni el peronista más optimista hubiera imaginado al tigrense pasando del tercer puesto al primero y en comodidad. El plan "platita" es como la esclavitud en Egipto de las escrituras bíblicas: para muchos es más cómodo que el Estado cumpla un rol paternalista antes que salir adelante por sus propios medios. La campaña de miedo llevada a cabo con el boleto de transporte público es una muestra de ello: es tentador seguir pagando una tarifa ficticia y subsidiada, y no emprender el riesgo de implementar transformaciones que lleven a no depender de subsidios del Estado. El problema es que, aunque un boleto valga $60 y no $700 (valor sin subsidio), esos $700 igualmente se están pagando, con impuestos, emisión monetaria y endeudamiento. Lo mismo ocurre con el programa Pre-Viaje: el subsidio al turismo nacional no sale de un repollo, sino del contribuyente. La trampa populista del consumo lleva a que se ahorre poco, y eso es menos inversión para el día de mañana; y por lo tanto menos crecimiento, menos empleo privado, y peores salarios. La esclavitud bajo el Faraón subsidia las tarifas y el transporte. Para ser un pueblo libre, el argentino debe dejar de ser un pueblo subsidiado. Tal como le llevó a las tribus de Israel vagar por el desierto 40 años para llegar a la tierra prometida, los cambios nunca tienen resultados repentinos, sino que requieren años de austeridad y de políticas a largo plazo.
 Todos los indicadores empeorados bajo la gestión de Massa son motivo para votar a la oposición, pero el rechazo o miedo al cambio, además del conformismo hacia la realidad mediocre que vivimos los argentinos le dieron un impulso al pésimo ministro de economía. Algo parecido pasa en Formosa, provincia que parece Macondo, el pueblo de Cien Años de Soledad de García Márquez: a pesar de ser el distrito con los peores indicadores, de tener un gobernador dictador que encerró desalmadamente a los formoseños durante la pandemia, la historia se repite una y otra vez, posiblemente porque es más potente el deseo por conservar lo poco que se tiene antes que convertir el empleo público en empleo privado. 
 He aquí una primera lectura que explica el insólito triunfo de Massa: la platita, el clientelismo, la mentalidad mediocre de no querer salir del pozo. Sin embargo, cabe preguntarse si esto es una victoria del kirchnerismo. Massa es sin dudas el candidato menos kirchnerista del kirchnerismo. En los debates presidenciales no sólo declaró que si gana las elecciones a partir del 10 de diciembre será "su" gobierno, dando a entender que este no lo es, sino que también ha dado miradas muy distantes de la ideología kirchnerista. Massa en los debates habló de bajar impuestos; quitarles las retenciones a las exportaciones; alcanzar el equilibrio fiscal; declarar a Hamas como organización terrorista y respaldar a Israel; considerar a Venezuela como una dictadura; invertir en seguridad; formar un gobierno de unidad nacional con radicales, liberales, gente del PRO y peronistas díscolos. Todo lo contrario a lo que el kirchnerismo pregona. Si el kirchnerismo ganó la elección, en todo caso es una victoria pírrica: han caído muchas de sus tropas. Esta suerte de habilidad que presenta Massa para retener los votos fieles del peronismo y a su vez mostrarse como alguien distinto para acaparar gran parte de los votos de Rodríguez Larreta y de parte del electorado que no votó en las PASO, y contar incluso con el apoyo de grandes sectores empresarios adictos al status quo lo hacen un candidato muy competitivo para el oficialismo. Es una especie de Alberto Fernández en el 2019, pero muy mejorado, una versión 2.0.
 Por otro lado, el liderazgo de Milei consiguió una epopeya. Gane o pierda el ballotage, ya se incrustó fuertemente en el mapa político argentino, con fuerte presencia en el Congreso y en nada más que dos años desde que incursionó en política. Se cayó lo que parecía ser un liderazgo incuestionable de Cristina Kirchner en el peronismo, y el liderazgo de Macri como jefe de la oposición también tuvo una estrepitosa caída, ya que hoy Juntos por el Cambio dejó de ser la segunda fuerza a nivel nacional. Parece difícil que esta última coalición se sostenga debido a la actitud que tendrán sus miembros frente al escenario de ballotage, pero su implosión sería perjudicial de cara al próximo gobierno: tener un parlamento todavía más fragmentado dificultará más el logro de consensos. El interbloque de Juntos por el Cambio puede ser un actor de peso en el Congreso ante embestidas de un gobierno de Massa, y también para apoyar las reformas razonables de un gobierno del libertario. Una fractura de JxC implicaría más fragmentación y por lo tanto más actores de veto que dificulten la tarea de formar alianzas sólidas y sostenibles. 
 Esta reconfiguración del escenario político hubiera sido impensada hasta hace nada más que dos años atrás. El destino del país se dirime entre dos candidatos que no responden directamente a los liderazgos de Cristina y Macri. Si hay algo seguro, es que Argentina es un país divertido. No obstante, aunque Massa no exprese lo que quiere genuinamente el kirchnerismo, poco se puede confiar de alguien que ha establecido un pacto con corruptos a quienes denunciaba pocos años atrás y que hoy está utilizando recursos públicos con fines partidarios.
 El 19 de noviembre se dirime no solo una elección, sino una cuestión moral. Si Massa se convierte en Presidente, es porque los escándalos de corrupción pesan poco en la sociedad, y el plan "platita" lo hace bastante. El temor a las sospechas de un posible populismo de derecha de Milei no tiene que ser motivo para renunciar a ser un país normal. En el mundo no es ninguna locura que haya vouchers para las escuelas, sino que lo que es una locura es tener una inflación mensual del 12% y seguir votando ladrones. En calidad de un acto patriótico, Bullrich y Schiaretti deben hacer lo posible para que sus votos vayan a Milei en la segunda vuelta, donde Macri puede jugar un rol importante en tanto declare su apoyo al libertario. A su vez, la cantidad de gobernadores y legisladores que tendrá Juntos por el Cambio serán fundamentales tanto como apoyo, pero también como contrapeso hacia las políticas de La Libertad Avanza si esta fuerza se torna demasiado personalista. Se juega el futuro entre salir definitivamente de Egipto o quedarse a mitad de camino. 

Tomás Racki. Politólogo

lunes, 14 de agosto de 2023

Opinión: El PRO inventó a Milei

"¡Viva la libertad, carajo!": el rugido del "león".

A diferencia de muchas democracias del mundo, la Argentina no contó en gran parte de su historia democrática con un sistema de partidos donde esté presente una fuerza representativa de la centro-derecha o derecha. Los principales partidos, el PJ y la UCR, son el primero el partido de la justicia social, y el segundo el de la socialdemocracia (es integrante de la Internacional Socialista). Es cierto que el peronismo fue parte del Consenso de Washington con Menem, y que el radicalismo con De La Rúa continuó el modelo menemista, pero estos presidentes son casos aislados en la historia de sus partidos y no los representan ideológicamente. La victoria de Propuesta Republicana (PRO) en 2015 fue un hecho histórico de la historia democrática argentina: por primera vez un partido orgánicamente ubicado del centro a la derecha se hacía con la presidencia en sufragios libres y competitivos. En aquel entonces se respiraban aires de cambio. El PRO enarbolaba las banderas del orden, de la seguridad, de la libertad, de afinidad con los mercados, de ser una fuerza naciente y novedosa.
 Si bien el gobierno de Macri tuvo buenos resultados en materia de seguridad, de relaciones internacionales, de un cierto ordenamiento fiscal, su gobierno careció de un discurso ideológico que convenza a las masas del rumbo que debía tomarse. Su gobierno terminó siendo una planilla de Excel, una consultora de análisis de encuestas y las reformas estructurales nunca llegaron. Se desaprovechó una oportunidad histórica y el kirchnerismo volvió. No es casualidad que en aquel entonces haya comenzado, por medio de Espert, la idea de que todos los políticos son lo mismo. En esa elección del 2019 Espert sacó el 1,2% de los votos; luego en 2021 Milei consiguió 17% en la capital y Espert 8,5% en la provincia; y ahora Milei obtuvo el 31% a nivel nacional. El crecimiento de este tipo de propuestas fue aritméticamente exponencial, tanto como la inflación. 
 Milei no diseñó el concepto de casta. Ese pensamiento ya estaba presente en la sociedad antes de su irrupción en la política. Lo que hizo el economista libertario fue poner en términos claros lo que gran parte de la gente percibía, y capturó con propuestas concretas la agenda que el PRO dejó pendiente. Cuando Macri gobernaba la Ciudad y se vislumbraba su inminente competencia por el sillón de Rivadavia, el arco ideológico del centro a la derecha era propiedad de su figura y de su partido. Sus propios errores lo hacen hoy compartir ese espectro con La Libertad Avanza.
 La interna de Juntos por el Cambio se definió por la herencia no tan mala como se creía del gobierno de Cambiemos: a partir de la gestión de Bullrich, del 2015 al 2019 se habían reducido significativamente los homicidios y erradicado los secuestros. En cambio, la voluntad popular descartó al ala del PRO que perdió las banderas del orden: la falta de decisión de Rodríguez Larreta para desactivar los piquetes y ser más combativo es otro síntoma del derrotero ideológico en que Juntos por el Cambio estaba sufriendo bajo su conducción. 
 Luego del encierro para el olvido decretado durante la pandemia y la crisis inflacionaria, no es ninguna sorpresa que el electorado se decante por opciones que prometan reducir el Estado. Para desgracia de Larreta, este fue parte del hartazgo de la sociedad al haber conformado un tridente con Alberto Fernández y Kicillof, y después de haber tardado... ¡Un año! En tomar la decisión de abrir las escuelas.
 El lenguaje que suele utilizarse para referirse a nuevos fenómenos políticos es un indicador de la tradición política que siempre hubo en la Argentina, y que deberá amoldarse a los nuevos tiempos que vienen. Se tilda a nuevas fuerzas como la de Milei de ultra-derecha, pero nunca se trata al Frente de Izquierda o a los anhelos expropiadores del kirchnerismo como de ultra-izquierda. 
 Por otra parte, el abismal ascenso de Milei no solo es responsabilidad de Juntos por el Cambio, sino también del peronismo, que hizo la peor elección de su historia. No solo Unión por la Patria quedó tercero, sino que sus dos precandidatos no eran del PJ: Massa tiene su propio partido, el Frente Renovador; y Grabois integra el Frente Patria Grande. Nunca antes había pasado que el PJ haga un papel tan malo en una elección. 
 Otro componente llamativo de la elección es el corte de boleta: Milei salió primero en la elección presidencial sin ganar hasta ahora ninguna gobernación en ninguna provincia, donde obtuvo magros resultados. El personalismo de su movimiento transforma al carisma de su figura en un ente más potente que cualquier armado que haya hecho en el interior. En caso de que sea el próximo presidente, se enfrentará a un Congreso con colores políticos mayormente opositores y con 24 provincias gobernadas por otras fuerzas. Si en tal escenario opta con confrontar y reducir su gobierno a la agresividad de su persona, las reformas que pretenda impulsar se verán truncadas si no apela a un cierto pragmatismo aliándose con Juntos por el Cambio. 
 Para evitar un futuro gobierno de Milei con alta fragmentación partidaria en el Congreso y lograr un gobierno del PRO con mayoría en las dos cámaras, Juntos por el Cambio deberá recuperar el espectro ideológico perdido, estando más cerca de Milei que de Schiaretti, pero conservando la bandera de los valores republicanos y la institucionalidad que supo en su momento llenar el obelisco con una movilización masiva en el ocaso del gobierno cambiemita.
 Mientras la política cometía errores garrafales como votar la ley de alquileres, y luego no reunir consensos para derogarla, Milei llenaba las plazas y el Movistar Arena. El autor de aquella fatídica ley fue Daniel Lipovetzky, del PRO. Puede decirse que el partido fundado por Macri inventó a Milei, en el momento en que la batalla cultural y el clivaje existente dejó de ser republicanismo vs kirchnerismo, para ser la anti-política vs la clase política. Se asoció a la clase política a los privilegios del Estado, donde con libros, declaraciones en la televisión y en redes sociales, el economista libertario desplazó al PRO del arco ideológico en donde había nacido. Las unidades culturales, en términos de Antonio Gramsci, fueron copadas por los libertarios, sobre todo con un recambio generacional en el que los jóvenes de hoy han crecido sufriendo las ineficiencias del Estado, y rebelarse dejó de ser un acto de la izquierda para pasar a ser de la derecha, siendo este último término ya no más una mala palabra. Sin lo que se conoce como una "estructura partidaria", es decir, sin fiscales, sin grandes aportes de campaña, sin un gran aparato de militantes, sin miembros en las legislaturas y consejos deliberantes de todas las provincias y municipios, fue suficiente para que Javier Milei dé vuelta todo el tablero de la política argentina. Mientras los políticos pierden el tiempo, la realidad apremia.  

Tomás Racki. Politólogo.

jueves, 29 de junio de 2023

Opinión: Los caudillos del interior fracturan la democracia desde adentro

 

Alperovich, Capitanich e Insfrán. Tres "señores feudales". El primero, acusado de abusar sexualmente de su sobrina. El segundo, muy ligado a la familia responsable del asesinato de Cecilia Strzyzowski.

¿Qué tienen en común Gildo Insfrán, José Alperovich, Jorge Capitanich, Gerardo Zamora, Adolfo Rodríguez Saá, Alicia Kirchner, entre otros, además de ser gobernadores en muchos casos hace más de dos períodos en sus provincias, y de pertenecer al Partido Justicialista? Patrimonios injustificables teniendo en cuenta sus salarios; poblaciones domesticadas a base de un estilo de gobernar a mano de hierro; e índices de pobreza, subdesarrollo y humanitarios catastróficos son hoy un factor común en las provincias de los caudillos peronistas. 
 En la famosa obra de Domingo Faustino Sarmiento, Facundo: Civilización y Barbarie en las pampas argentinas, el caudillaje estaba representado antes, en el siglo XIX, en las figuras de Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas. El rol de los caudillos no es nuevo y data de las épocas post-independencias en los nacientes países latinoamericanos: en esas nuevas naciones, donde no había Estados-Nación consolidados, se heredaba un esquema fiscal que ya desligados de la corona española se encontraba fracturado, y con la necesidad emergente de construir la ley que debía a partir de entonces regir la vida política y social. En tal coyuntura estaban las personalidades de los caudillos cuyo dominio de sus territorios era un componente ya existente, anterior a las independencias. Por sus personas pasaban el cobro de impuestos, los permisos en forma informal para emprender negocios, el acceso a cargos públicos. En ese contexto, el caudillo concentraba el poder ante la falta de ley: es por eso que, en términos de Sarmiento, en el interior del país reinaba la barbarie de la violencia y la falta de educación con las que los caudillos fortalecían sus nichos de autoridad. Hoy la situación de los caudillos argentinos es sutilmente distinta, ya que se amparan en las leyes que el PJ ha construido en sus diferentes territorios: es la ley de la Constitución formoseña lo que le permite a Insfrán ser reelegido eternamente; o las políticas públicas de vivienda lo que le permitió al clan de los Sena formar un Estado paralelo donde, en alianza con Capitanich, se extorsiona a los chaqueños con amenazas y piquetes. 
 No muy distinto ocurría en la época del peronismo original, con el general fundador de su movimiento: la Fundación Eva Perón brindaba caridad a los pobres, a los que sus propias políticas eran incapaces de rescatar de la pobreza. Pero además de ese engaño, lo más siniestro era la presunta legalidad de la maquinaria. Aportes a dicha fundación pasaban por voluntarios, cuando en realidad eran donaciones de empresarios cuya supervivencia de sus negocios dependía de realizarlas ante las amenazas y extorsiones. El intelectual Friedrich Hayek lo comentó con sapiencia en el Camino de Servidumbre: el gobernante autoritario siempre buscará legalizar sus actos de gobierno.
 No es casualidad que el peronismo se caracterice más comúnmente bajo ese nombre que a través de la palabra "justicialismo", a pesar de que el partido se llame de esta última forma. El culto a la personalidad es peligroso, y sobre todo cuando la gente se inclina por este aun cuando haga explotar todo por los aires. Si en el tiempo sobrevive el liderazgo por sobre la democracia, es porque los mecanismos de contralor de esta última fueron vencidos, no únicamente a causa del primero sino por la utilidad de la gente que lo ha votado.
 La democracia, por lo menos en la mayoría de la población, no está puesta en duda como el régimen más adecuado. Es por eso que la fachada democrática, donde hay elecciones como forma de mostrar al público exterior al territorio que en sus pagos se respetan la libertad y los derechos humanos, es hoy uno de los principales instrumentos de los autócratas para destruir a dicho sistema. Ya no hace falta hacer un golpe de Estado con ayuda de los militares para establecer una dictadura. A partir de los resortes de la democracia, esta misma sufre una erosión por dentro. Autócratas como Putin y Erdogan accedieron al poder a partir de elecciones libres, y lo revalidan en cada acto eleccionario, solo que este último es cada vez menos libre y menos competitivo. Un régimen se define por su forma de acceder al poder, pero también por cómo se ejerce: ambos elementos son igual de necesarios, y no alcanza con uno si no existe el otro.
 Artilugios como la ley de lemas que hacen que más del 70% de las boletas de un cuarto oscuro en Formosa tengan la cara de Insfrán son una tramoya que hace de las elecciones una institución menos competitiva para los demás espacios políticos. Pero no deja de ser un instrumento que, dada la legislación vigente en esa provincia, ningún juez parece objetar. Es una tarea importante para la democracia evitar dinámicas que dentro de su propio funcionamiento pueden hacerla eclosionar. El clientelismo, la piñata de cargos públicos que se reparten como golosinas en estas provincias mal llamadas feudales (como dijo Andrés Malamud, el feudalismo era un modo de producción, y estas provincias no producen nada), alimentan la concentración del poder y por lo tanto el mal funcionamiento democrático. En este funcionamiento distorsionado de ejercer el poder, surgen delincuentes como Emerenciano Sena y Milagro Sala. La imagen de Capitanich destrozando un diario en una conferencia de prensa cuando era Jefe de Gabinete representa la ideología peronista y de los caudillos del PJ en el interior: así es como gobierna en su provincia.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Opinión: Como diría Alberdi, gobernar es poblar

Para muchos jóvenes argentinos, la única salida es Ezeiza.

Si la Argentina en el siglo XIX se benefició de un prometedor crecimiento económico que la convirtió por un tiempo en el país más rico de América Latina, en gran parte se debe a la obra de Juan Bautista Alberdi. La Constitución Nacional de 1853, cuyo cuerpo principal aún hoy sigue vigente e inspirada en valores de la libertad y el federalismo de repúblicas como los Estados Unidos, trajo décadas de prosperidad a una nación que parecía ser una de las más pujantes del mundo. Teniendo una realidad completamente distinta, si la Argentina hoy está peor que sus vecinos de la región, gracias a la pujanza de aquellas épocas es que los años de decadencia nos hicieron descender pero desde un piso muy alto, cuando nuestros hermanos latinoamericanos nos miraban desde abajo y con admiración y no al revés como en la actualidad. 
 En su gran obra Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Alberdi, autor intelectual de nuestra carta magna, argumenta en qué debe basarse esta y los errores que cometieron otros países sudamericanos en la elaboración de su ley fundamental. Sus ideas pueden sintetizarse en la frase de "Gobernar es poblar": no tenía sentido elaborar una Constitución para defender los intereses nacionales si se establecía que la ciudadanía solo podía ser adquirida si se profesaba la religión oficial; si los grandes capitales sólo podían ser de personas nacidas en suelo argentino y no de los extranjeros; si para obtener la nacionalidad era obligatorio no poder llevarse sus patrimonios del país. Todos estos errores que para Alberdi cometían los países vecinos en su proceso constituyente alejaban a potenciales inversores y trabajadores de sus países. Una Constitución Nacional loable fue para Alberdi aquella que se orientaba en torno a poblar el territorio, sin atarse a rigideces nacionalistas que al fin y al cabo no hacían al desarrollo económico. 
 Las ideas de Alberdi no estaban equivocadas: el conjunto de países denominado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) son considerados como futuras potencias mundiales para el año 2050, y entre sus características fundamentales se destacan el tamaño de la población y su inversión en investigación y desarrollo. Hoy la Argentina va en dirección opuesta: en vez de ser un país en vías de desarrollo, vamos en camino directo al subdesarrollo y eso puede observarse en el éxodo de jóvenes profesionales que emigran buscando un mejor futuro, y en empresarios que deciden irse a países más confiables como el Uruguay para defender sus patrimonios. De acuerdo a la magnitud de su territorio, Argentina es un país despoblado, pero con una gran densidad poblacional en el área metropolitana de Buenos Aires. La Ciudad de Buenos Aires brinda oportunidades que en provincias con escaso empleo privado y ausencia de servicios de calidad no existen, concentrándose gran parte de la población en la capital y el conurbano bonaerense. De forma tal que la CABA, a pesar de ser la jurisdicción de menor tamaño, es la cuarta provincia con mayor población, siendo solamente superada por la Provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Es menester mencionar que, durante el día, la cantidad de ciudadanos que circulan por la capital duplica a la de sus residentes. Haber alcanzado un nivel de desarrollo superior al del resto de las provincias debe ser un motivo de orgullo para los porteños, y no un motivo de pudor como razonan aquellos que ven en el mérito un pecado ante la mishiadura.
 Tener un país más federal, donde haya oportunidades a lo largo de todo el territorio nacional, de Tierra del Fuego a La Quiaca, y que gran parte de las provincias dejen de depender de la distribución discrecional de recursos es posible si se ejecuta un plan de gobierno coherente y razonable a largo plazo: si el desarrollo fuera una utopía, no se estaría hablando de países "emergentes" o en "vías de desarrollo", términos propios de un lenguaje entendido en un contexto de crecimiento y mejora de la calidad de vida, como en el caso de los BRICS. 
 Para volver a la senda del crecimiento no se requiere, por un lado, de un presidente omnipresente que se haga con la suma del poder público tal como ocurrió durante 2020; ni tampoco de un presidente impotente, con una lapicera sin tinta tal como la de un ya desdibujado Alberto Fernández. Se necesita de un presidente que gobierne con la Constitución en la mano, defendiendo los ideales de Alberdi con el fin de que termine el éxodo de argentinos y que estos confíen en su tierra natal a la hora de elegir un destino confiable para sus capitales y su futuro: los intereses de la patria se defenderán a la hora de volver al país un lugar atractivo para el capital humano, industrial y financiero, tanto de los argentinos que ven la salida en Ezeiza como de extranjeros que hoy no ven viable invertir su dinero en suelo argentino, a pesar de su riqueza en recursos. Solo así se podrá cumplir con la idea alberdiana de "gobernar es poblar". Esta triste realidad donde muchos jóvenes quieren irse y cada vez menos trabajadores e inversores quieren arribar a suelo argentino, habla de que los malos gobiernos aplican al revés las ideas originarias de nuestra Constitución: a similar fracaso homónimo al cubano y venezolano, los malos gobiernos están haciendo todo por despoblar la Argentina.

domingo, 26 de marzo de 2023

Opinión: La grieta y la trampa del centro

Cristina Kirchner y Mauricio Macri, en ambos lados de la grieta.

En su famosa obra Camino de Servidumbre, Fiedrich Hayek descarta la posibilidad de optar por caminos intermedios entre el socialismo y el capitalismo. Para el prestigioso economista, las vías intermedias entre ambos modelos llevan al socialismo, mientras que aplicar uno u otro modelo a medias termina fracasando. Por lo tanto, para el intelectual de la Escuela Austríaca de economía no hay lugar para medias tintas: o se está de un lado, o se está del otro.
 Los conceptos de Hayek se tornan actuales al observar muchos discursos de los precandidatos presidenciales: referentes como Rodríguez Larreta o Schiaretti enfatizan en la idea de terminar con la grieta, en un intento por tratar de unir a los argentinos en una causa común. La noble vocación por el diálogo es fundamental para el ejercicio de la política: esta implica concretar acuerdos, entablar negociaciones, proyectar planes a futuro a respetar por gobiernos de distinto signo político, sobre todo dentro de un régimen democrático donde el rival es un contrincante y no debería ser un enemigo. No obstante, cuando se habla de la grieta cabe preguntarse en qué consiste esta metáfora utilizada para representar la división entre los argentinos.
 Una explicación simple podría sostener que la grieta se cristaliza en la polarización electoral: separa de un lado al Frente de Todos, y del otro a Juntos por el Cambio, las coaliciones dominantes del sistema. En el intento de argüir una explicación histórica, podría considerarse a la grieta como la vieja disputa entre peronismo y antiperonismo. No obstante, la profundidad del asunto conlleva complejizar a qué nos referimos cuando hablamos de la grieta que divide a la política y a la sociedad.
 La grieta, en el fondo, más que un resultado electoral dirime una batalla cultural. Según el politólogo Agustín Laje, este término es en definitiva una disputa por los símbolos y valores que quieren imponerse en una sociedad. Y en esa dimensión es donde los intentos por cerrar la grieta hacen agua: esta última no es la división entre Cristina y Macri, entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, entre izquierda y derecha, sino entre dos modelos de país irreconciliables que exceden a figuras personales y abarcan tanto una cultura del poder como un sentido común reinante en las calles. La verdadera grieta es entre tolerar el consumo de drogas y combatir el narcotráfico; entre regalarle tierras a los falsos mapuches y la imposición de la ley y el orden; entre hacer pasar a todos los chicos de año sin aprender nada y volver a valorizar la educación; entre el adoctrinamiento y devolverle el prestigio a la profesión docente; entre defender la corrupción y la igualdad ante la ley; entre privilegios y meritocracia; entre planes sociales y trabajo; entre empoderar a las mafias sindicales y el libre mercado; entre atropellar a la justicia y el respeto a la división de poderes. Entre, por qué no también, como plantea Hayek, socialismo y capitalismo. 
 El diálogo es una vocación respetable y necesaria, pero se diferencia de un monólogo en que es una interacción recíproca. Cuando una de las dos partes no tiene intenciones de dialogar, el diálogo ya no existe. ¿El próximo Presidente se sentará a dialogar y entablará acuerdos con piqueteros que salen a cortar las calles, con terroristas de la RAM, con agresores golpistas que hoy no actúan porque gobierna el peronismo? ¿Se puede dialogar con Moyano, con Grabois? Si entre ceder a la violencia y combatir aquellos flagelos se opta por una solución intermedia, la opción triunfante será la primera.
 Si a partir del 10 de diciembre gobierna la actual oposición, será fructífero que dialogue con aquellos sectores que se comprometan a ejercer una convivencia democrática y garanticen una continuidad de políticas a futuro. Pero si el Presidente que asuma no toma la decisión altisonante de "desperonizar/deskirchnerizar" el sistema político argentino, este siempre será inviable para cualquier gobierno que no sea del color político que actualmente nos gobierna. En esa tarea también ingresa terminar con el proteccionismo hacia empresarios amigos del poder como la industria ensambladora de Tierra del Fuego, que encarece los productos argentinos ante la falta de competencia. En el intento de dialogar con actores violentos e intolerantes, el próximo Presidente correrá el riesgo de caerse en el vacío abismal del centro de la grieta que separa a ambos lados. Puede ser que enfatizar en la grieta sea una oferta de mal gusto, pero cuidado: intentar venderse como un moderado del centro cuando los resultados buscados ameritan posturas firmes y combativas también puede ser la más grande de las estafas. Como decía Hayek, las vías intermedias terminan fracasando. 

martes, 14 de febrero de 2023

Opinión: Un Presidente prisionero de sus actos y pensamientos

Como en el dilema del prisionero, Alberto Fernández y CFK no pueden decir libremente lo que uno piensa del otro. Están obligados a cooperar.

El dilema del prisionero es una de las situaciones planteadas por la teoría de los juegos a la hora de comprender comportamientos sociales. Descansando en el supuesto de que el hombre se comportará de forma racional acrecentando beneficios y disminuyendo costos, el dilema del prisionero plantea una coyuntura en donde hay dos convictos, y ambos están obligados a cooperar entre sí para que el resultado sea el mejor posible. Si uno confiesa ser inocente dando a entender que el otro no, entonces el primero sale en libertad y el segundo permanece en prisión. Sin embargo, si los dos hacen lo mismo, es decir, si ambos salen a acusar al otro con el fin de salir en libertad y que el otro pague, pagarán los dos, permaneciendo en prisión muchos años, ambos por igual. La única salida está en que ambos cooperen: si los dos reos se ponen de acuerdo para no declarar nada, el resultado será que los dos cumplirán una pena pequeña de tres años y luego gozarán de la libertad. Claramente no es agradable quedar preso por tres años, pero es el mejor negocio posible ya que si uno se juega por declarar y delatar al otro para salir en libertad, hay muchas chances de que el otro haga lo mismo y salgan perdiendo los dos. En el dilema del prisionero, los legos deben sacrificar un poco con el fin de cooperar y que así los dos salgan ganando, porque de lo contrario es probable perderlo todo. 
 Cuando Alberto Fernández llama a construir una mesa electoral para que los principales socios del Frente de Todos acuerden los pasos a seguir en las próximas elecciones, sabe que es la manera en que todos los miembros de la coalición pierdan lo menos posible. En un movimiento verticalista y personalista como siempre lo fue el peronismo, es harto extraño que el Presidente no solo no sea el único candidato, sino que ni siquiera sabe si lo dejarán serlo, y no puede estar en sus planes romper con el kirchnerismo e impulsarse en una aventura solitaria porque de esa manera perdería por completo el respaldo político que lo sostiene. Mientras que el verdadero líder, que es CFK, sabe que si impone un candidato único y propio va a denotarse la dirección radicalizada del kirchnerismo, y el grueso de la sociedad, por suerte, no va a avalar tan fácilmente planes castro-chavistas que acentúen el aislamiento de la Argentina del mundo y del modelo capitalista. Por lo tanto, aunque sea muy a su pesar, ambos se necesitan el uno al otro: Alberto Fernández no puede permanecer en el poder sin Cristina; y Cristina no puede evitar la cárcel si se despega de los ¨moderados¨ (sin el massismo y sin los gobernadores, el camporismo probablemente sea el sector con más caudal de votos del peronismo, pero fracturar a este lo llevaría a una derrota segura). 
 Como en el dilema del prisionero, ambos aspiran a liberarse y dejar encerrado al otro, pero la misma reacción desde las dos partes arruinaría sus ambiciones. No tienen más opción que cooperar. Establecer una mesa de diálogo para que los distintos partidos de la coalición gobernante pauten un rumbo a seguir es algo poco común en el peronismo: debido a sus raíces fascistas, este siempre fue un partido (o movimiento) que desde su génesis dependió de la voluntad del líder y eso lo ha llevado al PJ a ser un partido débilmente institucionalizado, caracterizado por redes de clientelismo informales y reglas del juego personalizadas en base a la dirección unificada de un líder. 
 Al momento en que las dos principales coaliciones del sistema de partidos argentino llaman a un encuentro con fines de organizar el armazón partidario (esta mesa electoral del Frente de Todos y la ya recurrente mesa nacional de Juntos por el Cambio), es un intento por institucionalizar dichas coaliciones (compuestas por diferentes partidos): tal proceso es positivo para la sobrevivencia de las fuerzas políticas debido a que establece normas a respetar dentro de su estructura organizativa (por ejemplo, para dirimir conflictos internos), lo que hace conservar a las fuerzas partidarias en el tiempo independientemente del ambiente externo, de sus protagonistas y de los intereses originarios, estructurando de tal manera el sistema de partidos. 
 No obstante, detrás esta ¨mesa de diálogo¨ difícilmente se encuentre el objetivo de volver al Frente de Todos una coalición institucionalmente fuerte y menos personalista, donde la organización perdure más allá de los liderazgos y con un fin en sí misma. Detrás de esta figura del diálogo donde se encuentra el llamado del Presidente (que es a su vez presidente de la Nación y del PJ) no hay más que un prisionero de sus propios actos y pensamientos: si Alberto Fernández tendría la gallardía de apuntalar lo que en verdad piensa pasaría a gobernar por sí mismo y tirar a la basura la espada de Damocles que permanentemente lo amenaza; a su vez, a Cristina no le interesa el diálogo y se muere por catalogar de cipayos a sus socios electorales por haber pactado con el FMI y haber empezado a tomar medidas fiscalmente razonables. El problema es que, como en el dilema del prisionero, ambos no se animan a delatar al otro: saben que, si lo hacen, será el fin de los dos (en el caso de CFK iría presa literalmente). La mesa de diálogo del Frente de Todos es el diálogo entre los dos prisioneros.
 Citando la idea de Ludwig Von Mises, no es correcto hablar sobre que la riqueza se redistribuye porque en ningún momento se distribuye, sino que se asigna lo correspondiente a cada parte. Podríamos decir, tomando ese concepto, que el poder difícilmente pueda distribuirse en el Frente de Todos, ya que desde el principio se le fue asignado a cada uno, y no es precisamente Alberto Fernández el que tenga la mayor cuota del mismo. Más bien, es un presidente débil, que no puede decir lo que realmente piensa como cuando era crítico del kirchnerismo porque así se licuaría el poco poder que le queda: como en el dilema del prisionero, está condenado al silencio y a la mentira, por lo menos hasta que su pacto con el otro reo termine y salgan los dos en libertad. Hay que recordar lo que dijo Ginés González García luego de ser eyectado del cargo: ¨Si hablo se cae el gobierno¨. Terribles secretos se esconden detrás del silencio.