domingo, 26 de marzo de 2023

Opinión: La grieta y la trampa del centro

Cristina Kirchner y Mauricio Macri, en ambos lados de la grieta.

En su famosa obra Camino de Servidumbre, Fiedrich Hayek descarta la posibilidad de optar por caminos intermedios entre el socialismo y el capitalismo. Para el prestigioso economista, las vías intermedias entre ambos modelos llevan al socialismo, mientras que aplicar uno u otro modelo a medias termina fracasando. Por lo tanto, para el intelectual de la Escuela Austríaca de economía no hay lugar para medias tintas: o se está de un lado, o se está del otro.
 Los conceptos de Hayek se tornan actuales al observar muchos discursos de los precandidatos presidenciales: referentes como Rodríguez Larreta o Schiaretti enfatizan en la idea de terminar con la grieta, en un intento por tratar de unir a los argentinos en una causa común. La noble vocación por el diálogo es fundamental para el ejercicio de la política: esta implica concretar acuerdos, entablar negociaciones, proyectar planes a futuro a respetar por gobiernos de distinto signo político, sobre todo dentro de un régimen democrático donde el rival es un contrincante y no debería ser un enemigo. No obstante, cuando se habla de la grieta cabe preguntarse en qué consiste esta metáfora utilizada para representar la división entre los argentinos.
 Una explicación simple podría sostener que la grieta se cristaliza en la polarización electoral: separa de un lado al Frente de Todos, y del otro a Juntos por el Cambio, las coaliciones dominantes del sistema. En el intento de argüir una explicación histórica, podría considerarse a la grieta como la vieja disputa entre peronismo y antiperonismo. No obstante, la profundidad del asunto conlleva complejizar a qué nos referimos cuando hablamos de la grieta que divide a la política y a la sociedad.
 La grieta, en el fondo, más que un resultado electoral dirime una batalla cultural. Según el politólogo Agustín Laje, este término es en definitiva una disputa por los símbolos y valores que quieren imponerse en una sociedad. Y en esa dimensión es donde los intentos por cerrar la grieta hacen agua: esta última no es la división entre Cristina y Macri, entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, entre izquierda y derecha, sino entre dos modelos de país irreconciliables que exceden a figuras personales y abarcan tanto una cultura del poder como un sentido común reinante en las calles. La verdadera grieta es entre tolerar el consumo de drogas y combatir el narcotráfico; entre regalarle tierras a los falsos mapuches y la imposición de la ley y el orden; entre hacer pasar a todos los chicos de año sin aprender nada y volver a valorizar la educación; entre el adoctrinamiento y devolverle el prestigio a la profesión docente; entre defender la corrupción y la igualdad ante la ley; entre privilegios y meritocracia; entre planes sociales y trabajo; entre empoderar a las mafias sindicales y el libre mercado; entre atropellar a la justicia y el respeto a la división de poderes. Entre, por qué no también, como plantea Hayek, socialismo y capitalismo. 
 El diálogo es una vocación respetable y necesaria, pero se diferencia de un monólogo en que es una interacción recíproca. Cuando una de las dos partes no tiene intenciones de dialogar, el diálogo ya no existe. ¿El próximo Presidente se sentará a dialogar y entablará acuerdos con piqueteros que salen a cortar las calles, con terroristas de la RAM, con agresores golpistas que hoy no actúan porque gobierna el peronismo? ¿Se puede dialogar con Moyano, con Grabois? Si entre ceder a la violencia y combatir aquellos flagelos se opta por una solución intermedia, la opción triunfante será la primera.
 Si a partir del 10 de diciembre gobierna la actual oposición, será fructífero que dialogue con aquellos sectores que se comprometan a ejercer una convivencia democrática y garanticen una continuidad de políticas a futuro. Pero si el Presidente que asuma no toma la decisión altisonante de "desperonizar/deskirchnerizar" el sistema político argentino, este siempre será inviable para cualquier gobierno que no sea del color político que actualmente nos gobierna. En esa tarea también ingresa terminar con el proteccionismo hacia empresarios amigos del poder como la industria ensambladora de Tierra del Fuego, que encarece los productos argentinos ante la falta de competencia. En el intento de dialogar con actores violentos e intolerantes, el próximo Presidente correrá el riesgo de caerse en el vacío abismal del centro de la grieta que separa a ambos lados. Puede ser que enfatizar en la grieta sea una oferta de mal gusto, pero cuidado: intentar venderse como un moderado del centro cuando los resultados buscados ameritan posturas firmes y combativas también puede ser la más grande de las estafas. Como decía Hayek, las vías intermedias terminan fracasando.