"¡Viva la libertad, carajo!": el rugido del "león".
A diferencia de muchas democracias del mundo, la Argentina no contó en gran parte de su historia democrática con un sistema de partidos donde esté presente una fuerza representativa de la centro-derecha o derecha. Los principales partidos, el PJ y la UCR, son el primero el partido de la justicia social, y el segundo el de la socialdemocracia (es integrante de la Internacional Socialista). Es cierto que el peronismo fue parte del Consenso de Washington con Menem, y que el radicalismo con De La Rúa continuó el modelo menemista, pero estos presidentes son casos aislados en la historia de sus partidos y no los representan ideológicamente. La victoria de Propuesta Republicana (PRO) en 2015 fue un hecho histórico de la historia democrática argentina: por primera vez un partido orgánicamente ubicado del centro a la derecha se hacía con la presidencia en sufragios libres y competitivos. En aquel entonces se respiraban aires de cambio. El PRO enarbolaba las banderas del orden, de la seguridad, de la libertad, de afinidad con los mercados, de ser una fuerza naciente y novedosa.
Si bien el gobierno de Macri tuvo buenos resultados en materia de seguridad, de relaciones internacionales, de un cierto ordenamiento fiscal, su gobierno careció de un discurso ideológico que convenza a las masas del rumbo que debía tomarse. Su gobierno terminó siendo una planilla de Excel, una consultora de análisis de encuestas y las reformas estructurales nunca llegaron. Se desaprovechó una oportunidad histórica y el kirchnerismo volvió. No es casualidad que en aquel entonces haya comenzado, por medio de Espert, la idea de que todos los políticos son lo mismo. En esa elección del 2019 Espert sacó el 1,2% de los votos; luego en 2021 Milei consiguió 17% en la capital y Espert 8,5% en la provincia; y ahora Milei obtuvo el 31% a nivel nacional. El crecimiento de este tipo de propuestas fue aritméticamente exponencial, tanto como la inflación.
Milei no diseñó el concepto de casta. Ese pensamiento ya estaba presente en la sociedad antes de su irrupción en la política. Lo que hizo el economista libertario fue poner en términos claros lo que gran parte de la gente percibía, y capturó con propuestas concretas la agenda que el PRO dejó pendiente. Cuando Macri gobernaba la Ciudad y se vislumbraba su inminente competencia por el sillón de Rivadavia, el arco ideológico del centro a la derecha era propiedad de su figura y de su partido. Sus propios errores lo hacen hoy compartir ese espectro con La Libertad Avanza.
La interna de Juntos por el Cambio se definió por la herencia no tan mala como se creía del gobierno de Cambiemos: a partir de la gestión de Bullrich, del 2015 al 2019 se habían reducido significativamente los homicidios y erradicado los secuestros. En cambio, la voluntad popular descartó al ala del PRO que perdió las banderas del orden: la falta de decisión de Rodríguez Larreta para desactivar los piquetes y ser más combativo es otro síntoma del derrotero ideológico en que Juntos por el Cambio estaba sufriendo bajo su conducción.
Luego del encierro para el olvido decretado durante la pandemia y la crisis inflacionaria, no es ninguna sorpresa que el electorado se decante por opciones que prometan reducir el Estado. Para desgracia de Larreta, este fue parte del hartazgo de la sociedad al haber conformado un tridente con Alberto Fernández y Kicillof, y después de haber tardado... ¡Un año! En tomar la decisión de abrir las escuelas.
El lenguaje que suele utilizarse para referirse a nuevos fenómenos políticos es un indicador de la tradición política que siempre hubo en la Argentina, y que deberá amoldarse a los nuevos tiempos que vienen. Se tilda a nuevas fuerzas como la de Milei de ultra-derecha, pero nunca se trata al Frente de Izquierda o a los anhelos expropiadores del kirchnerismo como de ultra-izquierda.
Por otra parte, el abismal ascenso de Milei no solo es responsabilidad de Juntos por el Cambio, sino también del peronismo, que hizo la peor elección de su historia. No solo Unión por la Patria quedó tercero, sino que sus dos precandidatos no eran del PJ: Massa tiene su propio partido, el Frente Renovador; y Grabois integra el Frente Patria Grande. Nunca antes había pasado que el PJ haga un papel tan malo en una elección.
Otro componente llamativo de la elección es el corte de boleta: Milei salió primero en la elección presidencial sin ganar hasta ahora ninguna gobernación en ninguna provincia, donde obtuvo magros resultados. El personalismo de su movimiento transforma al carisma de su figura en un ente más potente que cualquier armado que haya hecho en el interior. En caso de que sea el próximo presidente, se enfrentará a un Congreso con colores políticos mayormente opositores y con 24 provincias gobernadas por otras fuerzas. Si en tal escenario opta con confrontar y reducir su gobierno a la agresividad de su persona, las reformas que pretenda impulsar se verán truncadas si no apela a un cierto pragmatismo aliándose con Juntos por el Cambio.
Para evitar un futuro gobierno de Milei con alta fragmentación partidaria en el Congreso y lograr un gobierno del PRO con mayoría en las dos cámaras, Juntos por el Cambio deberá recuperar el espectro ideológico perdido, estando más cerca de Milei que de Schiaretti, pero conservando la bandera de los valores republicanos y la institucionalidad que supo en su momento llenar el obelisco con una movilización masiva en el ocaso del gobierno cambiemita.
Mientras la política cometía errores garrafales como votar la ley de alquileres, y luego no reunir consensos para derogarla, Milei llenaba las plazas y el Movistar Arena. El autor de aquella fatídica ley fue Daniel Lipovetzky, del PRO. Puede decirse que el partido fundado por Macri inventó a Milei, en el momento en que la batalla cultural y el clivaje existente dejó de ser republicanismo vs kirchnerismo, para ser la anti-política vs la clase política. Se asoció a la clase política a los privilegios del Estado, donde con libros, declaraciones en la televisión y en redes sociales, el economista libertario desplazó al PRO del arco ideológico en donde había nacido. Las unidades culturales, en términos de Antonio Gramsci, fueron copadas por los libertarios, sobre todo con un recambio generacional en el que los jóvenes de hoy han crecido sufriendo las ineficiencias del Estado, y rebelarse dejó de ser un acto de la izquierda para pasar a ser de la derecha, siendo este último término ya no más una mala palabra. Sin lo que se conoce como una "estructura partidaria", es decir, sin fiscales, sin grandes aportes de campaña, sin un gran aparato de militantes, sin miembros en las legislaturas y consejos deliberantes de todas las provincias y municipios, fue suficiente para que Javier Milei dé vuelta todo el tablero de la política argentina. Mientras los políticos pierden el tiempo, la realidad apremia.
Tomás Racki. Politólogo.