miércoles, 13 de marzo de 2024

Opinión: Cuiden al Presidente

El Presidente Javier Milei, al estilo de Donald Trump. Las polémicas en las redes sociales hablan de un estilo disruptivo. Muy eficaz, pero también riesgoso.

Federico Nietzsche comentaba que para que aparezcan cosas nuevas, debe haber hombres nuevos. La política argentina ha sufrido una mutación, luego de muchos años de cabalgar permanentemente en un ida y vuelta entre los polos kirchnerista y antikirchnerista. No es que aquel clivaje haya desaparecido, sino que hoy la centralidad se ha volcado en torno al outsider que emergió pomposamente como Presidente en una carrera política meteórica. Hoy la agenda en debate es la de las reformas pro-mercado de la Libertad Avanza, y la política se pronuncia en base a apoyar o no el programa del líder libertario. Lo que dividía a las familias, las amistades, a los bandos políticos traducidos en su fenómeno sociológico, era la figura de Cristina Kirchner. Hoy esa figura central la ocupa Javier Milei, que irrumpió como un auto incrustado en una vidriera. La política es el vidrio estallado en pedazos: se encuentra en una situación atípica.
 El fenómeno libertario, disruptivo como la figura de su líder, ha devuelto esperanzas a los argentinos, dado su carácter proactivo: hoy no se habla solo de oposición al kirchnerismo, sino de propuestas concretas, reformas con un trasfondo filosófico. Allí es donde surge el nuevo eje de discusión que obliga a la política a reinventarse. Pero es en esa disyuntiva donde lo disruptivo de este nuevo fenómeno político puede convertirse en un arma de doble filo. Instalar una agenda con soluciones factibles para arreglar la Argentina con un proyecto de país es formidable. Sin embargo, las tensiones desmesuradas y formuladas para llevarla a cabo hacen correr el riesgo de atrofiar al sistema. 
 En una república, los fines no justifican los medios. En la cultura política de una democracia, el respeto a las instituciones, que vendrían a canalizar las ideas que se buscan implementar, hacen al contenido de fondo. Que desde el gobierno haya una actitud proactiva, capaz de transformar la realidad, es maravilloso. Ahora bien, las formas en donde quien disiente es convertido en un enemigo, pueden hacer derrochar las energías propositivas del Presidente y la esperanza que despierta en los argentinos. La política está llena de curros, maniobras espurias y nidos de corrupción, pero López Murphy está lejos de ser un traidor al liberalismo, y radicales como Martín Tetaz no son parte de una casta. Probablemente muchos gobernadores no hayan querido disolver los fondos fiduciarios provinciales para no revelar sus dudosos orígenes y destinos, pero al mismo tiempo hay mandatarios provinciales que no querían incrementar las retenciones a las exportaciones de economías regionales. Estos últimos tenían motivos para votar en contra de ese punto en particular, y eso no los convierte en traidores. Los medios son la vía para llegar a los fines. En una república, el respeto de un Presidente hacia el parlamento y la justicia (dos poderes del Estado), como también hacia actores importantes de la sociedad civil como el periodismo, es una garantía para efectivizar los principios de la libertad. Así es como lo pensaba Juan Bautista Alberdi, el autor intelectual de la Constitución de 1853, y autor del libro Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina, nombre en el cual se inspiró la ley Bases.
 El círculo que rodea al Presidente, donde están su hermana, Karina Milei, Santiago Caputo y otros funcionarios, tienen que hacer lo posible para cuidarlo de escaladas improductivas, porque cuidando su investidura se cuida a su vez al gobierno. El llamado a acordar un pacto político y social es una excelente idea y noticia. La transversalidad del efecto Milei hace crujir a todos los partidos políticos y sus figuras: entre apoyar o no la agenda pro-mercado que la Argentina necesita, es posible que en un mismo lado y otro se encuentren juntos actores que anteriormente eran irreconciliables (¿Habrá, de un lado de la grieta donde se rechaza la agenda, radicales junto a kirchneristas?). El asunto de cuidar al Presidente para cuidar al gobierno radica en que la grieta pase por exponer a aquellos que defienden el status quo de la decadencia y aquellos que buscan el cambio. Si el gobierno cae en diatribas agraviantes, el clivaje terminará siendo otro: se estará discutiendo si se apoya la Constitución (donde increíblemente buscarán situarse la izquierda y la Cámpora) o si se defiende el personalismo en que puede degradarse la figura del libertario.
 El discurso en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso tuvo tres ejes muy marcados: los logros que lleva el gobierno en su gestión; los defectos de la oposición; y una actitud propositiva de soluciones pensando hacia delante. De los tres, el último es el que más se ha enfatizado. Por primera vez hay un gobierno que genera esperanzas, que aporta soluciones concretas. Para no echarlo a perder es que hay que cuidar al Presidente, dada su naturaleza intrínseca vinculada al conflicto y a la fricción.
 En los momentos en que se han destituído a primeros mandatarios en América Latina han sido comunes algunas características, en casos como los de Collor de Mello en Brasil y Abdalá Bucaram en Ecuador: un "escudo" legislativo débil (gobiernos con minoría en el parlamento), y protestas sociales en rechazo a medidas económicas de corte ortodoxo y liberal (es decir, cuando la izquierda es oposición). Este gobierno no tiene un "escudo" en el Congreso más allá de la alianza que pueda tejerse con PRO, y despierta ansias destituyentes en los sectores de la oposición que estarán al acecho de cualquier traspié para intentar voltearlo. No hay que darles motivos para usar la herramienta del juicio político. Cada vez que el Presidente "pisa el palito" en las redes sociales, los kirchneristas y el trotskismo se frotan las manos. El elemento disruptivo es tentador y arremete con potencia para desactivar estructuras de la política arcaicas y difíciles de derribar, pero puede convertirse en un arma de doble filo.
 No le falta razón a Jorge Fernández Díaz cuando dice que los libertarios tienen dosis de populismo en sangre. No obstante, con este llamado a firmar el Pacto de Mayo, Milei demostró no ser un populista, y que antepone el bien de la patria a cualquier interés personal. Para lograrlo, hay que evitar que una mera afección en los glóbulos blancos degenere en una sepsis terminal. Cuiden al Presidente.

Tomás Racki. Politólogo.