martes, 21 de mayo de 2024

Opinión: El Pacto de Mayo, una oportunidad para definir un nuevo sistema de partidos

En el "juego de la gallina", hay dos automovilistas que van directo a estrellarse. El que decide acelerar, no traiciona sus convicciones, pero se estrella. El que gira el volante se salva, pero termina siendo un "gallina" (un miedoso). 
El gobierno fue pragmático al llamar a un consenso en el Pacto de Mayo. Por su parte, el peronismo tiene la oportunidad de sacarse de encima a Kicillof y dar un volantazo pro-mercado.

En la ciencia política, se entiende por sistema de partidos a los patrones de competencia partidaria entre los partidos políticos que realmente tienen posibilidades de definir el rumbo de una elección. Este puede ser altamente institucionalizado, como lo es el bipartidismo estadounidense; débilmente institucionalizado, como lo es el multipartidismo del Perú; o medianamente institucionalizado, como es el caso de la Argentina. El sistema electoral tiene mucha influencia en su conformación, afectando de diferentes formas a la competencia partidaria si aquel es proporcional o mayoritario, y teniendo en cuenta cuáles serán las circunscripciones electorales.
 La historia partidaria argentina ha tenido al PJ y a la UCR como los principales partidos políticos. Sin embargo, el polo no peronista ha mutado de forma a partir de la crisis de 2001, con partidos que se han caído de la competencia y otros que la han protagonizado (por eso el politólogo Juan Carlos Torre ha llamado al polo no peronista como los "huérfanos de la política"). El radicalismo ha dejado de integrar el sistema de partidos, sin ninguna posibilidad de ganar en las elecciones de 2003, 2007 y 2011. La alianza Cambiemos, con el PRO a la cabeza, hizo retornar el bipartidismo. Y la irrupción de La Libertad Avanza ha vuelto a modificar las pautas de interacción partidaria, con un tripartidismo que hoy parece haber dejado de existir, con la disolución de Juntos por el Cambio y el plegamiento de PRO a las filas libertarias. 
 El Pacto de Mayo, además de ser un hito histórico fundamental para sentar las bases del rumbo que la Argentina necesita, es una gran oportunidad para definir los valores y simbolismos que caractericen a las instituciones partidarias de ahora en adelante.
 Tal evento, con tintes refundacionales para la Argentina, aborda cuestiones básicas e incuestionables para cualquier país normal del mundo, como la inviolabilidad de la propiedad privada, hacer un esquema impositivo más razonable, rediscutir el nefasto régimen de la coparticipación federal.
 Este acuerdo político y social a largo plazo expondrá dos partes distintas del sistema político argentino (en definitiva, esto son los partidos políticos: partes de la sociedad): aquellos que defienden el status quo decadente, y aquellos que buscan el cambio y por lo tanto el progreso.
 Aquí es donde será elocuente el rol que ocupará de ahora en adelante la parte del sistema de partidos argentino que ha salido inmune del derrumbamiento de 2001: el peronismo. Esta fuerza política excede lo partidario: es un movimiento, que abarca también a los sindicatos, a los movimientos sociales y a partidos que no son el PJ y se consideran peronistas. Tal como ha ocurrido en los 90´ con el giro que le ha dado Menem, el peronismo ha mutado de forma a lo largo del tiempo. En esta oportunidad, el peronismo se encuentra sin liderazgos fuertes, teniendo en cuenta que su máximo exponente, Cristina Kirchner, hoy no acapara el triunfalismo que ha sabido tener cuando gobernaba, mientras que Sergio Massa ha salido derrotado de la última elección y no parece tener hoy un gran peso específico. De Alberto Fernández ni vale la pena pensar que pudo haber llegado a tener algún tipo de liderazgo. Dado este panorama complejo, el peronismo tiene la gran oportunidad de orientarse en torno a los gobernadores que vendrían a representar el peronismo "clásico", apoyar el Pacto de Mayo y surgir como una oposición razonable que no se oponga a las reformas de Milei y se muestre como una fuerza partidaria despegada de los sindicalistas mafiosos y los delincuentes piqueteros. Si en cambio el peronismo es conducido por Kicillof y lo que queda del kirchnerismo en base a la doctrina de John William Cooke, seguirá siendo el partido que defiende el status quo y se opone fervientemente al progreso, a pesar del engañoso vocablo de "progresismo" con el que estos suelen identificarse. 
 Por otra parte, para consolidar un bipartidismo fuerte, el polo no peronista, hoy gobernando de la mano de La Libertad Avanza, será primordial que arme una coalición competitiva, definida ideológicamente, y que apunte a institucionalizarse de forma robusta. Para equilibrar el sistema ante un peronismo que sea de la forma que sea siempre estará presente, es vital que el PRO, la facción más razonable de la UCR y bloques como el de Pichetto y López Murphy se alíen con La Libertad Avanza para que el sistema de partidos mantenga dos coaliciones sólidas, con políticas previsibles a largo plazo. Para que el polo no peronista llegue a tener el mismo arraigo social que su contraparte y así poder desactivar estructuras extorsivas que muchas veces funcionan como nexos del PJ (punteros, sindicalistas eternos, intendentes que utilizan cajas municipales con fines partidistas), es una ardua tarea definir las reglas que harán funcionar a esa hipotética coalición y mantendrán su funcionamiento institucional independientemente de la coyuntura: cómo aceitar el diálogo entre sus partidos integrantes, si será más o menos personalista en torno a la figura de Milei, si en el Congreso habrá mayor o menor disciplina partidaria de parte de los legisladores, cómo se definirán probables internas, establecer canales de comunicación y financiamiento.
 Quiénes se posicionen de una forma u otra ante el Pacto de Mayo puede ser el preludio de las elecciones de 2025, que conformará un nuevo Parlamento dependiendo de cómo se sitúen distintos actores del escenario político. Desde el 2003, el peronismo (kirchnerismo) ha perdido seis elecciones contando las presidenciales junto a las de medio término: será momento de que el polo no peronista deje de ser solo un "anti" y pase a consolidarse con una identidad propia.

Tomás Racki. Politólogo.