miércoles, 21 de mayo de 2025

Opinión: Cambio de época

Cada vez que hay un temporal, los bonaerenses sufren inundaciones. En la Ciudad de Buenos Aires, hace mucho tiempo que esas tragedias han dejado de ocurrir. Tan solo la Avenida General Paz separa ambas realidades.

En 1995, Mauricio Macri ganaba su primera elección para ser Presidente de Boca. Lo que vendría después sería la época dorada del club: el xeneize ganó cuatro Copas Libertadores, dos Copas Intercontinentales, además de ganar campeonatos locales y profundizar la paternidad con River. Ningún hincha ni socio de Boca olvidó ni olvidará esos años de gloria, pero más allá de historias pasadas, lo que manda en el presente es la coyuntura: Riquelme, quien como jugador le dio tantas alegrías al club presidido por Macri, un día se convirtió en el verdugo de este último. Después de muchos años, en 2019 la comisión directiva dejaría de estar comandada por el macrismo luego de que Boca perdiera varias series mano a mano frente a River. 
 Algo similar parece suceder en la Ciudad de Buenos Aires. Desde el arribo del PRO al poder en 2007, muchas transformaciones han beneficiado a los porteños en la Ciudad. Tan solo basta mirar un poco más allá de la General Paz y ver cómo en La Matanza y Avellaneda la gente sufre inundaciones que no ocurren en la capital. El metrobus, la línea H de subtes, la bicisenda, dieron un giro cualitativo en lo que respecta a la movilidad. Desde la creación de la Policía de la Ciudad en 2016, la seguridad en sus dimensiones objetiva y subjetiva han mejorado de forma superlativa, alcanzando mínimos históricos en la tasa de homicidios. Más allá de estos y otros cambios que impulsaron al PRO como una fuerza política ligada al cambio y a la esperanza, nada es para siempre. 
 Así como en su momento había un electorado que se mostró cautivado por el partido comandado por Macri después de las malas experiencias con los partidos políticos tradicionales, algo similar ocurre en tiempos actuales con LLA: después de gobernar 18 años la Ciudad y no haber podido evitar que a nivel nacional volviera el kirchnerismo, el PRO ha dejado de ser algo nuevo, cuyas ideas representan un ideario novedoso, y hoy los libertarios enarbolan la bandera del cambio y el futuro. 
 Fue tan importante la elección legislativa de la Ciudad, que muchos cuadros importantes han "bajado" del Congreso Nacional para pelear por un lugar en la Legislatura porteña. Esto se debe a dos motivos. Por un lado, la Ciudad es, a pesar de tener dimensiones más pequeñas, una de las provincias más importantes de acuerdo a su población y tamaño de su economía. Y, además, es una vidriera interesante para proyectar carreras políticas hacia el gobierno nacional: dos Jefes de Gobierno porteños, De La Rúa y Macri, luego fueron Presidentes de la Nación. Por esto último es que era inevitable que la elección se planteara en términos nacionales. 
 El desgaste del PRO y el decantamiento del electorado no peronista y del centro a la derecha por LLA se vincula con una doble coyuntura. En un primer contexto, hace años tiene lugar un leve retroceso en cuanto a los logros conseguidos por el partido amarillo en la Ciudad: hubo complicaciones de una sobre-gestión en el segundo mandato de Rodríguez Larreta, primero queriendo controlarlo todo durante el fascismo sanitario de la cuarentena y la pandemia y luego, por ejemplo, construyendo bicisendas donde no correspondía, transformando un logro en un problema; mientras que hay una crisis de falta de gestión en el gobierno de Jorge Macri, con un aumento de la inseguridad, deficiencias en los servicios de limpieza, y un desorden de tránsito caótico que por momentos transforma las calles en una selva. Sin demasiadas propuestas, y con tan solo la idea de replicar la "motosierra" y baja de impuestos en la Ciudad de Buenos Aires, a Adorni le alcanzó para ganar la capital y destronar a PRO. La sensación de necesitar achicar el Estado y aliviar la carga impositiva también en la Ciudad de Buenos Aires entonó a LLA como el partido del cambio, desplazando de ese lugar a un PRO que tampoco parece tener figuras que hereden el liderazgo de Macri: la disolución de Juntos por el Cambio dejó a su partido sin figuras como Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, y sin el apoyo del radicalismo y la CC-ARI, a tal punto que hoy en la Legislatura porteña el partido de los Macri tiene tan solo unos pocos diputados. Teniendo una representación política atomizada en la Legislatura, los consensos necesarios para impulsar leyes serán más arduos.
 El cataclismo de JxC es la segunda coyuntura que explica el resultado histórico de estas elecciones de medio término: como se dijo anteriormente, la Ciudad es un buen "trampolín" para ser gobierno nacional, y la experiencia del gobierno de Cambiemos decepcionó ideológicamente a su electorado. Hay muchas banderas que definen hoy por hoy al pensamiento de la derecha, pero podemos a simple vista encontrar dos elementos principales como lo son el orden macroeconómico y el orden público. Un poco por presión de los otros miembros de aquella coalición, y un poco por impericia, Macri no supo como presidente alzarse con esas banderas que hoy tan bien portan Milei y su gobierno. 
 Como bien remarca el politólogo Agustín Laje, mientras la derecha hacía cuentas, la izquierda contaba cuentos, y a la gente le divierten más los cuentos que hacer cuentas. El gobierno de Cambiemos dejó pasar el tren que no suele pasar más de una vez, no supo enquistar una narrativa, y las buenas épocas de una gran gestión en la Ciudad han concluido como parte de un tiempo lejano. Hoy el tren pasa para que suban otros pasajeros. Ya ni Macri ni Cristina (que ni apareció en la campaña de Santoro) ocupan la centralidad que antes conservaban. Hay un cambio de época.

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.