Es algo curioso: cuando casi siempre se le da prioridad al plano internacional por el prestigio que acarrea, el Sevilla fue tricampeón del torneo más importante después de la Champions sin ser protagonista en su torneo doméstico, es decir, España nos trae un fenómeno exótico de un equipo cansado de ser campeón a nivel continental pero incapaz de domar sus propios suelos. Sí estuvo entre los primeros seis, porque la participación del certamen continental requiere de una clasificación, pero está claro que un cuarto puesto en la Liga BBVA hasta hace poco era como salir primero de una competición fragmentada, ya que la verdadera competencia estaba entre los tres primeros. Pero ahora, luego de pisar fuerte en la Europa League, el Sevilla va por algo todavía más grande: pelear por la liga. Y para estar a la altura del Barcelona, Real Madrid y del flamante resurgido Atlético de Madrid, el equipo andaluz fue consciente de que tiene que ser capaz de hacerles frente, y para eso contrató a Sampaoli, un DT que equipara cualquier diferencia gracias a su ADN bielsista para divertirse con la pelota y ser protagonista.
Con Emery el Sevilla era un conjunto muy ordenado, con Krychowiak como estandarte en el centro del campo y un juego que se repartía con la conducción de Banega, pasadas veloces de Vitolo y Konoplyanka sumada a una contundencia letal de Gameiro; un conjunto muy auxiliado por sus figuras armando precisos contraataques y un equilibrio tenaz. Sampaoli es distinto, esboza un ataque directo con participación de todos los futbolistas, concentra muchos hombres en posición ofensiva e involucrados con el toque corto, y aunque cambien los 11 titulares, su estructura no se mueve, por nada en el mundo su idea y difícilmente el esquema. La carta del protagonismo y riesgos tomados por el Chile campeón del 2015 fue la elegida por los dueños del Sevilla para soñar con un poco más que la ya casi alquilada Europa League. El 15 de enero pasado fue una gran muestra de lo anhelado: atacando todo el partido al Real Madrid, dedicando una presión que requiere de un esfuerzo físico y convencimiento extenuante, iba perdiendo 1-0 pasando los 70 minutos, y no se rindió, consiguió el empate y una vez conseguido el mismo, fue en busca del triunfo hasta cuando agonizaba el encuentro, porque ese es el desafío que involucra el objetivo: seguir hasta el final, atacar aunque parezca que ya no quedan restos.
Los equipos españoles, además del Barcelona y Real Madrid, cuentan con lo suyo aunque en forma más silenciosa. No nos olvidemos del Valencia del piojo López, del Villarreal de Riquelme, del Atlhetic de Bilbao de Bielsa o la revelación del Málaga de Pellegrini que casi elimina al Borussia Dortmund en cuartos de la Champions, y es imposible no mencionar al Atlético de Madrid que hasta el día de hoy sigue manteniendo su elocuente regularidad, aunque gran parte de los planteles de la España del Mundial 2010 y la Eurocopa 2012 se nutrieron de las plantillas de los dos gigantes. Hay un dato no menor: en las dos competiciones europeas, el país que más equipos tuvo a partir de cuartos de final fue España. Hay un gran potencial en la liga española, y no solo por los equipos de Messi y Cristiano.
Es imposible equiparar al Real y al Barsa desde lo económico, pero con un trabajo serio, el Aleti formó equipos competitivos, incomparables nombre por nombre pero con una idea que lo pone en los primeros planos, y mientras tuvo renovaciones en el plantel, de la mano de Simeone supo reinventarse y encontrar respuestas conservando el ideal. El Sevilla tiene, hoy por hoy, la oportunidad de formar parte de ese lote que ahora tiene a un cuarto integrante, y por el bien del fútbol español y del fútbol en general cuyo público pretende un juego de emociones e incertidumbre, que con el tiempo se vayan sumando nuevos protagonistas. Los dos equipos que decidieron dejar el equipo español de costumbre y rebelarse ante los más poderosos, tienen a directores técnicos argentinos, y sin dudas la sangre argentina de darlo todo con pasión, además de la calidad de entrenadores que son Sampaoli y Simeone, transmite motivación a sus dirigidos junto con el proyecto empleado. Uno destaca en lo defensivo, el orden y el contragolpe; el otro en la posesión, el toque corto y el ataque constante. Puede haber estilos distintos, no hay una fórmula del triunfo. La clave está en pensar que es posible.
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