jueves, 28 de septiembre de 2017

BOCA 0 CENTRAL 1: EL AMOR PROPIO

Los dos llegaban en momentos muy distintos: Boca, en un gran momento, goleando a sus rivales, manteniendo la punta; Central, llegaba como podía, golpeado, sin rumbo. Uno venía de ganar 4-0, el otro de perder por el mismo resultado. A veces el fútbol no tiene lógica, pasan cosas inesperadas, pero las cosas no se dan porque sí: lo lógico del resultado está en el amor propio de Central, que parecía jugarse mucho más que una clasificación a cuartos de la Copa Argentina: se jugaba la cabeza de su entrenador y la confianza de sus hinchas. 
 Se concretó el peor partido de Boca en lo que va de la temporada, sin fluidez en el juego, sin ganar los duelos individuales, sin encontrar soluciones sobre la marcha, y donde sus grandes futbolistas no pudieron sacar ventaja: Benedetto no tuvo el acompañamiento de siempre, y en la única que pudo acomodarse y sacar un latigazo pasó cerca; Pavón no pudo desnivelar ni por la derecha ni por la izquierda, donde Fabra tuvo intenciones de hacer algo distinto pero lo marcaron bien, sin dejarle los huecos que le dejó Vélez; y a Cardona siempre le adivinaron la gambeta, mientras que cuando quiso ayudar a los volantes a armar juego desde más atrás, Central permanecía sin zarandearse. 
 El canalla jugó con los dientes apretados, con vergüenza por lo hecho de local ante Banfield y con bronca por no estar teniendo contentos a sus seguidores: Montero ubicó un medio campo combativo, con tres cincos para distribuirse solidaria y coordinadamente la presión en el centro, ayudados también por Colman, Ruben y Herrera, que hicieron un trabajo muy desgastante cuando Boca tenía la pelota en su poder. Hay que decir que Ruben y Herrera (que seguramente tuvo la oportunidad en lugar de Zampedri porque atesora características más acordes) también formaron parte de la mitad de la cancha, ya que nutriendo la presión posicionándose delante de Goltz, Magallán y Barrios, lo obligaron a Gago a retroceder, a Cardona a tener que ir a pedirla más abajo porque no le llegaba, a los laterales a tener que dar un pase atrás porque no podían trasladar el balón. Herrera jugó muy bien moviéndose de espaldas para distribuir la pelota, y si bien Central no tuvo un abanico de posibilidades como para decir que fue un sobrio merecedor del triunfo, obtuvo la victoria debidamente por lo hecho para impedir que Boca se sienta cómodo, y porque aprovechó la pelota detenida para sacar una ventaja que tal vez con la pelota en movimiento era desventaja. 
 Para Boca no tiene que ser la muerte de nadie: no jugó bien, pero tampoco fue bailado y goleado, y tiene jugadores tan distintos que por cuestión de detalles tal vez pudo haber encontrado un gol en el camino: Gago, a dos toques, puso un pase entre líneas de una mente imaginariamente inverosímil que no llegó a conectar Cardona, que de hacerlo iba de cara al arco de Rodríguez; y Cardona, que tiene un gran pie derecho, le metió un centro bárbaro a Bouzat (que se pasó y no pudo cabecear), y después probó en un tiro libre que tapó el ex arquero de Independiente. Los cambios no otorgaron nada distinto, sino que sublevaron sus intenciones en seguir galopando en esa lucha fatal contra la presión rosarina, en donde tanto Nández como Bouzat quedaron en buenas pretensiones. Pablo Pérez, uno de temperamento fuerte que aparece mucho en los momentos difíciles para hacer menos denso el tráfico de la pelota, también fue neutralizado. 
 Los de Guillermo se toparon con un rival aguerrido que supo ser mejor, y está bien que se vaya con tristeza como manifestó en sus declaraciones. Pero ese sentimiento debe ser aprovechado para encaminarse en el torneo, porque si bien se esperaba llegar más lejos en esta copa, haberse quedado afuera es un aviso para no subirse al pony, pero tampoco es la caída de un rascacielos. 

domingo, 24 de septiembre de 2017

VELEZ 0 BOCA 4: SE ADAPTA A LAS CIRCUNSTANCIAS

La máquina de Guillermo se florea ante los rivales y goza de su eficacia goleadora, pero hay mucho más detrás de la efectividad de Benedetto y el toqueteo abrumador que lo tiene en la cima. Es un equipo que se adapta, fluye según el rival de turno, capitaliza cualquier equivocación crónica del adversario, y eso se debe a sus buenos intérpretes y a los grandes planteos del técnico. 
 Ante Olimpo hubo un solo equipo en la Bombonera; ante Lanús luchó y aprovechó la que tuvo; contra Godoy Cruz se la jugó al golpe por golpe y ganó por tener mejores futbolistas; y ahora en el Amalfitani frente a Vélez, le dejó tener la pelota al rival, lo mató de contra y después disfrutó de lo que quedaba del partido. 
 Los de De Felippe no tienen un equipo experimentado, pero es un conjunto lleno de juventud, rebeldía y carácter, por lo que no iba a entregarle la pelota a Boca, sino que en su propio estadio y con su gente, fue a ganarlo desde el minuto cero. Con una versión de Pablo Pérez más aguerrida, un Gago que sirvió como contenedor en el medio, y un Barrios que sacó a relucir su estampa de experto y licenciado en ciencias de la táctica y la recuperación del balón, el visitante absorbió al fortín en la mitad del campo, no lo dejó jugar y en las oportunidades que puso en una hipotética posición de avance a uno de sus hombres no pudo resolver de buena manera por la solvencia de los hombres de Boca para defender. Cuando decimos que Boca no es solo Benedetto, es porque también es Goltz y Magallán. Al segundo zaguero se lo ve cada vez más firme, ya como un hombre experimentado a la hora de tirarle el peso encima a un juvenil de Vélez o para salir lejos de su área de forma veloz, y se complementa muy bien con su compañero de zaga, que llegó para ser el dos de Boca y está cumpliendo su labor con creces. A partir de allí, Boca cumplió lo primero: que la pelota en poder del rival no sea un conflicto. Y las estadísticas lo evidencian: solo dos remates al arco en todo el partido de parte del local, y que fueron controlados sin ninguna dificultad por Rossi, que ya se acostumbra a terminar con la vaya invicta. Vargas y Romero, chicos habilidosos que siembran peligro cuando el elenco de Liniers ataca, deben hacerse cargo de los percances a pesar de su corta edad, y todavía no están listos para deformar la cohesión de la solidez del xeneize, ya que la actitud es un factor determinante pero no es lo único esencial, sino que la jerarquía muchas veces termina haciendo la diferencia. Con este dilema se topó Vélez al enfrentarse a un equipo como Boca. 
 Cuando el equipo de los Barros Esquelotto recuperaba la pelota, decidía jugar rápido para atacar al espacio, que muchas veces quedaba expuesto, y otras era fabricado con la sencillez de sus hombres, que hicieron simple lo complicado. En lo sencillo podemos observar goles como el primero de Benedetto, donde Fabra corrió como en las mejores épocas de Clemente Rodríguez por toda una franja izquierda despejada. Y en la parte en la que se hace simple lo complicado vemos cosas como en el segundo tanto, donde una vez que el pensativo Pavón le dio el pase a Benedetto ya era todo muy simple, pero no parecía serlo antes de que Cardona le de un cambio de frente perfecto al ex Talleres. Cuando algo que no parece tan fácil de ejecutar, como ese pase puesto como con la mano, se hace costumbre, es porque nos estamos refiriendo a excelentes jugadores. Y ser un gran futbolista no hace referencia únicamente a la técnica, sino también a la visión para implementarla de la mejor manera. Antes del gol de Fabra, este se mete en el área previendo que Bou va a darle el pase atrás; eso es porque además de sus notables condiciones físicas, tiene sentido de la orientación, tanto para asistir como cuando le pasó por detrás a Pavón en el primer tanto, como para anotar intercambiando posiciones con un compañero. 
 Decir que Boca es capaz de ganarlo todo en esta temporada no suena descabellado si tenemos en cuenta que es una formación que sale de memoria, sus jugadores parecen estar en su mejor momento (Pablo Pérez fue clave ante Godoy Cruz y en la ajustada victoria ante Guillermo Brown, activando la aceleración del entramado, flotando en el medio para conectar, y hasta llegando para convertir como hace mucho no lo hacía), y dependiendo del rival y el contexto se acomoda para terminar disfrutando de la victoria. 

martes, 12 de septiembre de 2017

LANUS 0 BOCA 1: EL DESEO DE GANAR FUE MAS FUERTE

 El fútbol, además de ser un deporte, es considerado por muchos como una pasión, y también un arte. El talento y la buena elaboración es lo que hacen a la belleza de este arte. Y para ser un artista, se necesita de un buen espíritu. Cuando las condiciones terrenales atentan contra el espíritu de los equipos, es donde debe nacer otro tipo de arte: el de la voluntad, el esfuerzo y la improvisación. Uno dirá que los espectadores pagan una entrada para ver a la belleza más pura en todo su esplendor: esa belleza es, en efecto, un partido en condiciones normales, donde la pelota ruede de forma normal, y los equipos no pierdan su esencia, para así poder desarrollar todo lo bello que tengan a disposición. Pero como esto no fue posible debido a los chaparrones que inundaron la cancha de Lanús, hubo que hacer foco en el arte que aparece como desprendimiento y desecho del verdadero, que se vio imposibilitado de realizarse. Para muchos equipos el arte de trabar con la cabeza es su faceta original, pero ese no es el caso de Lanús y Boca, equipos que se destacan por el pase corto y el campo de juego en buenas condiciones es indispensable (en realidad, para todos los equipos del mundo debería serlo, ya que en algún momento todos necesitan darle un pase a un compañero). 
 Como se dijo anteriormente, la salida desde el fondo quedaba descartada: siempre estaba el riesgo latente de que un pase bien dado quede corto, y en el intento por superar al campo de juego Magallán quiso jugar con Rossi y le terminó dando un paquete explosivo: en el anhelo por que no quede el balón a medio camino, realizó un pase con más fuerza que dificultó el dominio del arquero, lo que era igual de peligroso. En estas situaciones, no complicarse y tirar la pelota detrás de la línea del lateral era válido. El juego sincronizado y comunal se vio imposibilitado debido a la misma problemática: lo más valioso del fútbol es conectarse entre compañeros, y muchas veces eso no era posible. Ante tales circunstancias, las oleadas de buen fútbol dejaron de ser tal para transformarse en corazonadas, por lo que ambos conjuntos fueron siempre muy anunciados y las defensas estuvieron cerradas, tornando un encuentro chato, típico 0-0 sin emociones, donde si por alguna eventualidad se generaba una situación de peligro, tal vez esa sería la única. 
 Al no poder implementar el pase raso como siempre lo hace, Boca recurrió al buen pie de Gago para lanzar pases bombeados hacia Pavón, para encontrar la chance de que se abra un espacio a través de su velocidad. Luego se intentó con jugadores electrizantes, como Nández y Benítez, ya que el partido daba más para alguien que se lleve al mundo por delante y no para ejecutar el verdadero arte de parar la pelota y pensar, como suele hacerlo Cardona. 
 Con mucho afán y deseo, sobre el final Lanús pudo rebasar el obstáculo natural y generó asociaciones, donde tocando hacia al centro y moviéndose para recibir el pase a la carrera como hace siempre, demostró querer ganar el partido a su manera por sobre todas las cosas. 
 Pero cuando no hay aciertos, los errores son los que marcan la diferencia, aunque siempre son forzados por algunos aciertos: Jara fue hasta el fondo mentalizado en que los tres puntos eran posibles, se animó a centrar de zurda y Benedetto hizo su trabajo, pero para eso hubo un yerro total de Herrera, fallando en el cálculo para rechazar de cabeza. 
 Es un triunfazo de Boca porque aunque parecía que era un empate clavado y las condiciones no estaban dadas para desarrollarse normalmente, lo sacó adelante como pudo. Este es un síntoma de que este equipo tiene algo más que buen fútbol. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

NO SE PUEDEN FORMULAR RESPUESTAS EN TAN POCO TIEMPO

 Esta doble fecha de eliminatorias que dejó a la Argentina con el sabor amargo de dos empates que lo obligan a usar la calculadora demuestra que por más de que se tenga tanta variedad, el fútbol no es tan sencillo, y el que pensó que cambiando de técnico y borrando a Higuaín iban a llegar los resultados, se equivocó.
 Hay que destacar la valentía de Sampaoli: asumió en un equipo con muy poco margen de error, con pocos partidos para que finalicen las eliminatorias, con poco tiempo para trabajar, y aún así impuso sus gustos y metodología que lo identifican. Si se trae un DT como Sampaoli, es por su labor realizado en la Universidad de Chile, selección de Chile y Sevilla, y se espera que haga algo similar con la selección argentina. Su coraje para querer reinventar sobre la marcha al seleccionado vale mucho. Pero no tener un proyecto futbolístico, cambiar tanto de entrenador y hasta de futbolistas no es gratis. Puede comprobarse con un simple ejercicio: pregúntense a ustedes mismos cuál es su proyecto de vida, que planes tienen para el futuro, con qué herramientas cuentan, y finalicen consultándose de qué manera piensan conseguirlo todo. No es una respuesta sencilla, capaz de contestar en dos minutos. Hasta tal vez nunca se sepa la respuesta, aparezcan sorpresas, cambiemos de ideales. Y cuando surge un problema, hay que plantearse como solucionarlo, buscar salidas ante los imprevistos, observar qué inconvenientes puede haber con una idea a llevar a cabo. Y con un equipo de fútbol ocurre algo similar: la propuesta de Sampaoli es ambiciosa, pero no se concreta de un día para el otro, sino que las preguntas se deben ir respondiendo con los entrenamientos, minutos y partidos: ¿es beneficioso jugar sin laterales?, ¿se puede cumplir el objetivo de mantener la pelota todo el partido, con el riesgo de perderla y quedar expuestos?, ¿es el momento de Icardi y Dybala, y se terminaron las oportunidades para Higuaín y Agüero?, ¿hay defensores que tengan la destreza para jugar siempre por abajo y que sean una solución si los volantes externos tienen más ida que vuelta? Y así podrían seguirse formulando preguntas, cuyas respuestas no se elaboran en una semana.
 Pero dadas como están las cosas, con una AFA que peca de desconfianza y un equipo prácticamente nuevo que juega con toda la presión de las formaciones anteriores, nos estamos jugando la vida por participar en Rusia 2018.
 Hubo pasajes superficiales de lo que pretende el entrenador: un juego de posesión con muchos jugadores en posición de ataque y siempre priorizando el pase rasante y corto. El problema ante Uruguay fue que el rival, amontonando futbolistas en el centro detrás de la mitad de la cancha, bloqueó completamente a Dybala, obligó a abrir la cancha, donde por un lado se encontraba Acuña, muy incómodo, y por el otro lado Di María, que no supe resolver bien en un solo centro. No es la culpa únicamente de ambos, ya que el equipo no supo generar variantes para que Di María, por ejemplo, este más acompañado o mejor posicionado para resolver mejor (podría decirse, por ejemplo, que Biglia y Pizarro se dedicaron a distribuir la pelota, y no rompieron el esquema apareciendo por sorpresa para quebrar líneas rivales). Solo Messi, en actos de inspiración, talento y rebeldía, supo inventar un pase para Di María como los que le suele dar a Jordi Alba en el Barcelona, o varias gambetas que terminaron con una pared con Dybala y un tiro al arco. Entonces, no hubo variantes porque faltó movilidad para recibir mejor, los stoppers no avanzaron con la pelota para atraer marcas sino que cayeron en la trampa de tener la superioridad numérica para manejar el balón cómodamente en el propio terreno, para luego no tener opciones en campo contrario, consumado al hecho de que cuando Uruguay presionó en la salida de Argentina, los albicelestes se complicaron de forma superflua.
 Ante Venezuela el escenario aparentó ser diferente: con Mascherano como stopper derecho, es decir, un volante jugando como defensor (el atributo de ser mediocampista otorgó seguridad al integrarse al circuito de la tenencia), se tomó el riesgo de avanzar con la pelota y así poder encontrar más a los atacantes, y lo mismo en el caso de Otamendi. No se tuvo efectividad en las oportunidades que se nos presentaron, y en el segundo tiempo fue un caos total, la mitad de la cancha era un callejón, Mascherano y Otamendi comenzaron a sufrir sus espaldas, y el nerviosismo propio envalentonó las aspiraciones rivales.
 Un equipo no se forma en dos partidos, y la clasificación corre riesgo porque además de que debe haber una adaptación acelerada, el vínculo de los futbolistas con la gente se compromete al ver la imagen de Argentina moviendo la pelota de un lado a otro mientras se empataba con Uruguay y el partido se moría, y las llamativas impresiciones a la hora de ir a buscar la victoria frente a Venezuela. Pero pase lo que pase, en el mejor de los casos se irá al Mundial y puede que allí nazca un equipo que haga historia o se caiga en un intento más por que Messi levante una copa con su país; y en el peor de los casos nos quedaremos afuera, luego de cometer tantos errores organizativos en lo institucional. En el último caso, servirá de lección, y si llegase a ocurrir, esperemos por el bien del fútbol argentino que se haga lo posible por mantener a este cuerpo técnico, y si no es posible, sostener una continuidad, o sino se volverá a caer en el mismo círculo vicioso que nos llevó a esta situación.