jueves, 25 de octubre de 2018

BOCA 2 PALMEIRAS 0: UNA LOCURA

Desde que se implementó la regla del gol de visitante que, vale aclarar, no vale doble sino que sirve para definir la clasificación según el que marcó más goles fuera de su casa, los equipos visitantes no atacaron más, sino que siguieron cuidándose a la hora de jugar en la condición de visitante, mientras que los locales tienen la tendencia de ir por el gol pero con mucho cuidado, sabiendo que un contragolpe del rival puede ser fatal debido a la regla vigente. Esta reglamentación evita en muchos casos los penales pero no hace que los partidos tengan más situaciones de gol: así fue en el caso de Palmeiras, que al igual que Cruzeiro salió a empatar a la Bombonera totalmente enfocado en el orden táctico.
 Guillermo tiene tanta abundancia que tiene un gran problema: en esta ocasión, sin tener lesionados, tuvo que dejar afuera de los concentrados a Cardona. Cualquier equipo del continente desearía tener en su plantilla al talentoso colombiano, pero en la cancha solo entran 11, y en el banco siete. Siempre ante la ausencia del que se quede afuera van a intentar explicarse las falencias, porque es una práctica muy tentadora: tal vez Cardona hubiese influido para que Boca sea más lúcido con la pelota (y si se hubiese quedado afuera Tevez, se diría que a Boca le hubiese venido bien el carácter de Carlitos).
 Guillermo decidió jugar con un 4-3-3 con un mediocampo combativo para no dejar huecos, que sumado al oficio de Felipe Melo en el rival, convirtió esa zona vital de la cancha en una batalla de trincheras de la Primera Guerra Mundial: cada uno estuvo en su refugio debajo de la tierra, pero cuando Barrios o Melo debían emerger lo hacían con decisión. Zárate se posicionó agazapado por la izquierda, y por momentos jugó decididamente de enganche, pero muy retrasado: el ex Vélez es un futbolista que en esas regiones del campo es inofensivo, y también se pierde en la neblina si está muy metido en el área: su ubicación ideal es detrás del nueve, para encarar de frente al arco o tirar una pared. Los compañeros nunca lo encontraron. Con los volantes concentrados en raspar y correr, con Pavón muy desdibujado por la derecha y los laterales sin oportunidades para escalar posiciones en ataque (Jara estuvo muy errático, aunque en el primer tiempo lo más peligroso fueron tiros al arco del ex Estudiantes y de Olaza), la herramienta más utilizada por el xeneize fue saltar líneas para encontrar a Abila. Wanchope no desentonó, no se las arregló solo, ni tampoco lo acompañaron. El panorama era de un clima árido, ninguno de los dos equipos estaba cerca del gol. Lo único que podía ilusionar a ambos era un tiro de esquina bien ejecutado para encontrar a Izquierdoz de parte de Boca o para oscurecer la noche a favor de Palmeiras, como ocurrió con Gremio y River el día anterior. Solo las pinceladas de Pablo Pérez podían anunciar algo distinto, pero sin olfatear peligro.
 Guillermo esta vez tuvo un gran peso en la victoria acertando con los cambios, que definitivamente cambiaron la cara de Boca. Con Villa en lugar de Zárate quedó más claro lo que podía hacer Boca: abrir la cancha con dos extremos rápidos, mandando a Pavón a la izquierda con la posibilidad de que pueda rematar a pierna cambiada, y con Villa haciendo su labor por la derecha. La amplitud que a partir del ingreso del colombiano tuvo el frente de ataque otorgó la chance de llegar más al área, aunque con centros que interceptó Gustavo Gómez y en otras oportunidades contuvo el arquero sin peligro. Para ganar faltaba una cuota de distinción, algún loco que haga una locura. Izquierdos había declarado en su momento que la Copa no se gana con nombres sino con hombres. Aunque los medios hicieron de esa simple declaración una bomba de tiempo, esta no deja de faltar a la veracidad: se necesitan personalidades que aparezcan en el momento justo. Así apareció Riquelme en su momento, como tantos otros que supieron darle la gloria a Boca.
 Cualquier espectador del fútbol sensato hubiese coincidido con que Benedetto debía entrar: no porque venga con un buen rendimiento, sino justamente por lo contrario. Desde que volvió de su interminable lesión no se había reencontrado con el arco, andaba cruzado, y un goleador de raza como él entraba con hambre. Primero se cumplió la premisa del tiro de esquina: si había una forma de destrabar el pleito era con un centro preciso y un cabezazo letal (todo gracias al tiro libre magistral de Olaza que atajó el golero brasileño y que permitió realizar el córner). Y después volvió el Benedetto que todos conocemos, hizo una de futsal y la clavó con uno de sus famosos tiros venenosos. Abila en ningún momento pudo dejar desairado a su marcador y llegar al arco. Hacía falta un loco que juegue como si estaría jugando al papi fútbol con sus amigos. Si no se está un poco loco, no se puede hacer historia. Boca tiene la suerte de tener a Benedetto, que está completamente loco.

viernes, 5 de octubre de 2018

CRUZEIRO 1 BOCA 1: LA SELECCION NATURAL

La teoría de Darwin marcó a fuego el siglo XX desarrollando el concepto de la Selección Natural, haciendo referencia a que las especies que no se adaptan al medio-ambiente y no mutan en función de la supervivencia, no sobreviven. Por eso la ballena, llegó a ser tal como la conocemos luego de millones de años que implicaron una serie de cambios en su organismo y adaptación a la vida acuática, ya que hace precisamente 55 millones de años, el ancestro de los cetáceos de la actualidad era, nada más ni nada menos que un animal de cuatro patas parecido a un canino. Puede tomarse esta teoría de la naturaleza como moraleja para cualquier aspecto de la vida: si uno no se adapta y se maneja con la idea de pervivir al contexto, se corre el peligro de que los resultados sean malos. La Copa Libertadores es un mundo en el que hay que sobrevivir, y si no se está preparado para jugar en las duras canchas brasileñas donde, cabe resaltar, es un país en donde no le dejan al equipo visitante dormir durante la noche, es imposible persistir en la competencia.
 Boca tuvo muy en claro lo que es una llave de ida y vuelta: es un partido de 180 minutos. Puede decirse que Boca empezó el partido de Belo Horizonte ganando 2-0. En la ida se vio la fisonomía natural del equipo de los mellizos, y lo sometió al Cruzeiro hasta que consiguió un colchón de goles para ir tranquilo a jugar el partido de vuelta (tener una diferencia de dos tantos vale oro: si el xeneize hubiese ganado por un solo gol, la historia tal vez hubiese sido otra). Pero en el partido de vuelta debió adaptarse a las circunstancias, soportar.
 Cuando un equipo termina los primeros 45 minutos de un partido arriba en el marcador, por lo general sale a especular en el segundo tiempo ante el advenimiento del equipo que desea empatar, y a partir de allí contraatacar. Los primeros 45 minutos de este partido se jugaron en la Bombonera, y los segundos en Belo Horizonte. La Libertadores aplicó la Selección Natural para elegir al último semifinalista: Boca se adaptó al medio-ambiente como los camaleones que cambian de color para pasar desapercibidos ante sus presas: si no hubieran adquirido esa característica, se hubiesen extinto. Siempre el ideal es jugar como uno quiere en todas las canchas como lo hacía el Barcelona de Guardiola, pero si no se puede, hay que sobrevivir.
 El planteo de Guillermo puede interpretarse de diversas formas: como un 4-1-4-1, como un 4-3-3, como un 4-5-1 (podría decirse que el equipo pasó por todas esas formaciones cada vez que los futbolistas se movían), pero el punto neurálgico del empate de Boca fue que no tuvo la idea latente de hacer un gol para obligarlo al Cruzeiro a hacer cuatro, sino que dejó esa posibilidad como un factor secundario que podría generarse con una maniobra de los tres jugadores más ofensivos (Villa, Zárate y Pavón, muy aptos para desequilibrar), enfocándose mayoritariamente en dejar correr los minutos y que Cruzeiro no se sienta cómodo. Boca fue el mejor de la serie porque el partido que debía ganar, que siempre es el de la localía, lo superó a Cruzeiro, y cuando el elenco brasileño debió hacer lo suyo en Brasil no lo logró, empujó constantemente con ataques centrados poco profundos, donde Rossi no estuvo del todo seguro en sus intervenciones, y ese fue el mayor peligro para el conjunto auriazul, no porque la defensa no haya estado sólida ni porque los ataques hayan sido punzantes. Como siempre, a partir de lo colectivo puede expandirse el análisis a lo individual: los extremos fueron importantes para el retroceso; Nandez fue el motor de Boca a la hora de dinamizar al equipo en el medio; y tanto Olaza como Buffarini se destacaron marcando por sus respectivas bandas en un partido que no les pedía pasar al ataque.
 Para poder vivir la final más apasionante y única en toda la historia del fútbol como podría ser en el que caso de que lleguen Boca y River a la final (nunca se dio que dos archi-rivales lleguen a la final de un torneo tan prestigioso como la Champions o la Libertadores, y en el caso de que dicho acontecimiento ocurra, tendría condimentos que no tienen ni siquiera la final de un Mundial), se deben dar dos condiciones obvias: que clasifiquen ambos. Pensar no únicamente en la final contra el rival de toda la vida, sino en el hecho de pensar en la final, sería un error grosero para Boca que lo desconcentraría con respecto a su compromiso con Palmeiras.