En el mundo espiritual de los ángeles, cada ángel
espera por su oportunidad para encarnar en un cuerpo humano y empezar su vida
en el Mundo Terrestre, para luego volver a morir y regresar al Mundo Celeste, y
luego volver a reencarnar y así sucesivamente.
Este mundo de ángeles es como el cielo mismo: está lleno de nubes y las
entidades espirituales flotan de aquí para allá.
La Academia de
Ángeles es la institución donde cada ángel portador de un alma debe instruirse
para poder encarnar correctamente en un cuerpo. El ángel D44 acaba de ingresar
a la Academia, y se siente ofuscado por ello.
D44 no entiende para qué debe hacer semejante
sacrificio: se siente frustrado por tener que ir de forma obligatoria a la
Academia en la madrugada angelical, cuando podría ser en un horario donde las
almas estén más descansadas y rindan mejor; este ángel tampoco entiende porqué
debe estar tantas horas en la Academia, ya que desea aprovechar el tiempo para
realizar otras tareas; y sobre todas las cosas, D44 no soporta tener que ir
revestido del aura espiritual de la Academia, cuando se siente más cómodo con
su propio aura. El aura es una especie de esfera que hace sentir placentera al
alma del ángel, y todos los ángeles que asisten a la Academia deben revestirse
de la misma aura. D44 no soporta tal falta de libertad.
Un día, el Ángel Supremo ingresó al aula de la
Academia donde se encontraba D44, y reprimió severamente a todos los que tenían
un aura distinta. Sus reproches eran calamitosos. El Ángel Supremo se
obsesionaba con que todos estén iguales, sin interesarse en lo absoluto en que
tal vez el aura de la Academia no les gustaba demasiado.
Para D44, su fastidio no solo consistía en no poder
elegir el aura con la cual revestirse, sino también aquella rutina obligada y
coercitiva a la que debía someterse cada día en la Academia: además de tener
que ir con pocas horas de descanso, cada vez soportaba menos tener que pararse
cada mañana angelical con los otros ángeles, y recitar el Himno Celestial. El
Ángel Supremo se creía que todos los ángeles debían sentirse orgullosos por
cantar ese himno, y el que no lo cantaba era obligado a hacerlo. D44 no paraba
de temblar y sentir terror cuando el Ángel Supremo hacía un control de rutina y
revisaba a uno por uno para ver si cada ángel estaba cumpliendo con todo lo
ordenado por la Academia angelical.
Un día D44 se
plantó frente a uno de los ángeles veteranos que daban clases en aquella
institución celestial, luego de hacer la reverencia obligada ante cada ángel
veterano que se presentaba: “¡Por qué mierda nos obligan a todos a venir acá,
nos visten a todos de la misma manera, nos obligan a seguir rituales estúpidos,
nos exigen que les tengamos respeto de forma obligatoria a todos los que nos
mandan!”
El ángel veterano, que se sorprendió al escuchar tal
queja antes de comenzar la clase, respondió: “Son reglas
que se deben seguir. Algún día vas a salir de esta Academia, y vas a tener un
cuerpo en el mundo terrenal. Te estamos preparando para ello”.
D44 solo sintió más rabia con aquella respuesta. ¿Sirven
de algo estas estructuradas y ridículas normas? Obligan a todos los ángeles a
tener respeto por Ángeles superiores de forma restringida, sin ganárselo. ¿Tiene
sentido obligar a pedir un respeto exagerado a otro sin que este lo sienta? D44
odiaba hasta su propio nombre: no quería ser una combinación de números y
letras al igual que todos los ángeles. Quería tener su propio nombre, valerse
como individuo, y no ser parte de una masa donde todos eran obligados a ser iguales:
usar su propia aura, y no la misma que el resto que iba a esa maldita Academia
de Ángeles; no quería pasar la mayor parte del día allí, sino que quería
disfrutar de otras herramientas del Mundo Celeste: encima que tenía que asistir
a ese lugar gran parte del día, en su tiempo libre lo obligaban a realizar
ejercicios que le encomendaban en la Academia.
Vestirse como
otros le dicen, tener control sobre sus horarios y decisiones, obligarle a
cantar Himnos y seguir rituales con la excusa de que se le deben tener respeto
porque el Ángel Supremo lo dice, sin que el respeto nazca del alma. D44 pensaba
que todo era una gran estupidez, y que, al momento de encarnar en un cuerpo,
tales rigideces no harían a las almas mejores, sino peores. De hecho, ya estaba
ocurriendo: todos los ángeles acataban todas las órdenes por miedo a ser
reprimidos, pero en el momento que no los veían, desataban con furia un
libertinaje que hasta resultaba peligroso. La pedagogía de inculcarle a cada
ángel cómo debía actuar y pensar a veces creaba almas sin pensamiento propio
(como si fueran robots), y otras veces creaba un efecto contraproducente: la
rebeldía desataba un caos que desestabilizaba todo orden pretendido.
Un día el alma
de D44 encarnó en un cuerpo humano, y ya en el Mundo Terrestre, sin recordar
absolutamente nada de lo que había sido su vida en el Mundo Celeste, se preguntó:
¿Acaso sirve de algo todo lo que nos obligan a hacer, cuando al mundo le faltan
tantos valores?