Como efecto colateral de la fuerza expansiva de las emanaciones creadoras, surgen dimensiones inconexas con el mundo humano: en una dimensión donde solamente existe el mal, los demonios habitan un infierno inconmensurable para el entendimiento de la mente humana.
Los demonios se masacran unos a otros, y al no existir el bien, no hay culpas, angustias, ni remordimientos: lo que es perverso para el mundo humano es absolutamente normal para los demonios. Los hijos suelen asesinar a los padres (si estos no los matan antes); solamente existe el poliamor, ya que es imposible que una pareja subsista sin que uno de los dos sea infiel con el otro; no existe la moneda como medio de cambio, ya que la única forma de transacción es el robo; y el emperador de los demonios, Rafael, lo es por ser el más poderoso, ya que nadie puede matarlo para quitarle el trono (el único régimen de gobierno es la tiranía, donde el más fuerte gobierna y somete al resto, convirtiendo a todos en esclavos del déspota, que gobierna a mano dura y sin ley).
Flafy es el esclavo preferido de Rafael, y hasta ahora es el único que no fue asesinado porque al emperador le fascina la forma de gritar de Flafy cuando a este se le mutilan sus miembros, que luego de unas horas se regeneran para volver a crecer. En este momento, Flafy se dirige al palacio de Rafael para cumplir con su rutina de servir a su amo: para ello todos los días cruza en un bote el lago de lava, donde es algo muy común al paisaje observar riñas de demonios donde el perdedor es sometido a morir calcinado en las altas temperaturas debajo del ring. Las altas temperaturas, el peligro inminente de ser asesinado en cualquier momento, las construcciones precarias y fantasmales rodeadas de árboles petrificados, la niebla espesa y exuberante, son todas imágenes propias del mundo de los demonios.
Llegando al palacio, y sabiendo que Rafael no iba a matarlo porque nunca conseguiría un demonio que grite de forma tan excitante como él, a Flafy se le ocurrió hacerle una pregunta una vez arribado a la enorme estructura imperial para cumplir con sus servicios.
En el lúgubre ambiente del palacio, Flafy se arrodilló frente a su amo, presionado por la mirada pétrea de sus ojos rojos y la aridez paralizante de su piel. El emperador lo miraba de forma amenazante sentado en su trono.
-Flafy: "Mi señor, Rafael, le suplico de rodillas hacerle una pregunta".
-Rafael: "Si no fuera por las sensaciones orgásmicas que me generan tus gritos de dolor y exhaustividad en tus tareas, te mataría. Pero voy a hacer una excepción: adelante, quiero escuchar tu pregunta".
-Flafy: "Mi señor, tengo mucha curiosidad. ¿Qué se esconde detrás de la gran puerta de oro que hay detrás de su trono?"
Rafael tomó una llave del bolsillo de su túnica con sus uñas largas y oscuras, y se dirigió a la impactante puerta que llamaba la atención de su sirviente.
El ruido de las llaves girando en la bocallave genera un eco de incertidumbre en todo el piso. Se escucha el retumbar del chirrido de la puerta como si impactara en la construcción de las grandes columnas. Al abrirse la enorme puerta de lado a lado las nubes de polvo hicieron toser a Flafy, quien estaba impactado por lo que veía: un portal rojo capturaba sus ojos de forma penetrante.
-Rafael: "Hay otras dimensiones existentes en este universo. Y si bien no podemos ingresar en ellas, estos portales permiten una efímera conexión entre nuestra dimensión y otra, enviando ondas de energía que producen pequeños cambios en la naturaleza de los seres que habitan del otro lado del portal".
Flafy se arrodilla ante los pies del emperador, con lágrimas en los ojos que muestran agradecimiento por haberle dado a descubrir tal secreto: "Gracias, mi señor, gracias..."
-Rafael: "Y voy a contarte algo más: en el mundo que observo a través de este portal, hay de todo un poco: lugares donde se vive de forma contraria a la nuestra, lugares que son parecidos a nosotros. Pero hay un lugar que a pesar de poder vivir de forma contraria, la energía proveniente de nuestra dimensión los condenan a vivir como nosotros. Ese lugar se llama Argentina".
-Flafy: "Mi señor, nosotros los demonios tenemos nuestra naturaleza, no sé que se siente ser distinto y verse afectado por nosotros".
-Rafael: "Me diste una gran idea: por un día vas a quedarte viendo a los argentinos a través del portal, y vas a llevar una mochila en la espalda: cada vez que veas un efecto producido en la vida de los argentinos a causa de nuestra energía demoníaca, la mochila se va a ir haciendo cada vez más pesada. Así vas a saber qué se siente. Jajajajajaja".
Flafy comenzó observando el portal detenidamente, estupefacto al ver paisajes inimaginables para el mundo demoníaco, que suele estar poblado de rocas, volcanes, fuego saliendo de orificios del suelo y un cielo rojo como el color de la sangre, plagado de oscuridad: el demonio no podía creer ver escenarios tan hermosos y distintos a los suyos. Se encontraba paralizado ante la elegancia de las montañas, la brisa del viento de los mares, los hermosos campos poblados de vacas y pastizales, y ciudades bellísimas con arquitecturas y edificaciones envidiables. La mochila que llevaba Flafy se sentía totalmente liviana, y si fuese posible el esclavo se quedaría eternamente viendo aquel espectáculo tan distinto a la naturaleza de su especie. Lo mismo sentía al ver las amistades disfrutando la vida, las familias unidas, y la felicidad completamente desconocida para cualquier demonio.
Sin embargo Flafy comenzó a observar las dificultades que tenían los argentinos para comunicarse, a pesar de vivir en tan agradable lugar (para Flafy, donde en su mundo no existía lo "agradable" ni lo relacionado con el bien, no había palabras para describirlo): su mochila empezó a pesar poco más de dos kilos al percatarse de como una enorme grieta separaba a dos grupos de argentinos que se gritaban, y al estar tan lejos, la grieta les impedía escuchar lo que el otro decía.
Flafy pensó que apenas un defecto en la tierra no haría aumentar mucho más el peso de su mochila, y sin preocuparse demasiado, continuó observando el territorio argentino. Al ver cómo un grupo de jóvenes se encontraban inmersos en el efecto de las drogas, Flafy pensó, mientras la mochila aumentaba de peso: "Vaya, pobres, pobres argentinos, que algunos consumen lo mismo que nosotros, cuando tienen tantas delicias que disfrutar". El peso de la mochila aumentaba por primera vez, ante el éxtasis provocado por todas las drogas por consumir, y el polvo de tantos libros que quedaron sin leer.
Luego de unos minutos, al demonio le resultó familiar una escena en donde un joven asaltaba un negocio; y otro robaba un artilugio mientras escapaba en una moto. La mochila ahora a Flafy le pesaba, mientras en su cabeza rumiaba: "Estos se parecen a nosotros, los hemos endemoniado. No me había imaginado, que había otro infierno en el Conurbano. Pero todavía me queda por ver la gente que se salvó de nuestras garras".
Al observar a los argentinos de bien, Flafy también debió soportar un aumento en el peso de la mochila, que ya le estaba generando dolores de espalda: "Que horrible, pobres los argentinos de bien, que trabajan y se esfuerzan, pero sufren para llegar a fin de mes. El que quiere progresar retrocede, y el que retrocede avanza: los que se esmeran son boludos, y el que usurpa es el audaz".
Por cada impuesto que veía que tenían que pagar los argentinos, la mochila de Flafy subía un kilo. El demonio ya estaba transpirando del esfuerzo, y comenzaba a preocuparse: "Pobres los argentinos que producen y trabajan dentro de la ley, que llevan una mochila tan pesada como la mía. El que vive bien es un cipayo, y el que le tiene envidia es solidario: una patria de demonios han creado".
Aún así, Flafy estaba maravillado con la idea de tener una moneda para realizar transacciones, cosa que no existía en las tinieblas del mundo demoníaco. Pero lamentablemente, el peso de su mochila volvió a crecer, a tal punto que las piernas le temblaban: "Pobres los argentinos, que cada vez que acumulan los billetes, estos ya perdieron su valor. El mérito deja de valer, y su valor se encuentra afuera, a donde quieren escapar".
Al ver el sofisticado sistema político argentino, donde Flafy contemplaba la separación de poderes y cómo el pueblo tenía la posibilidad de elegir a sus gobernantes, la mochila se hizo tan pesada que Flafy cayó al suelo aplastado por ella, sintiendo cómo las toneladas le rompían varios huesos: "Pobres argentinos, que tienen a los demonios entre ellos, y por ellos fueron poseídos: idolatran al que les roba, veneran al que les miente, eligen a los que causan sus desgracias".
Con serias dificultades para respirar, Flafy gritaba: "Pobres argentinos, que viven en un mundo donde los justos la pagan, y el injusto es amigo del juez. El que estudia y trabaja se muere, y el que roba y mata es la ley". Al percatarse de cómo desde los envidiables inicios de la Argentina las ondas de energía demoníacas fueron endemoniando a los argentinos hasta asemejar su hogar con el infierno, el demonio sabía que ya no aguantaría el peso de la mochila, comprendiendo ahora qué se siente ser distinto y ser afectado por criaturas como él.
Antes de que la mochila reviente del peso, Flafy dio su último suspiro con su voz ya baja y apagada, entremezclada con una tos llena de agonía: "... Perdón, argentinos, por transformar su paraíso en un infierno... Por castigar la riqueza y multiplicar la pobreza, por dejar de enseñar y empezar a adoctrinar, por dejar de laburar y empezar a afanar, por mentir en vez de decir la verdad. Hasta luego, Argentina".
Rafael ya no sentiría más orgasmos al escuchar los gritos de su sirviente.