miércoles, 9 de abril de 2025

Opinión: La personalidad al poder

Karina Milei y el águila de La Libertad Avanza. "El Jefe" maneja a su disposición al partido gobernante, a tal punto de expulsar a referentes valiosos como Ramiro Marra.

Los partidos políticos son instituciones claves del andamiaje democrático, casi como la moneda lo es a la economía: son las estructuras institucionales mediante las cuales los candidatos se postulan a los cargos públicos. Como toda institución, tienen normas que hacen a su funcionamiento: existen partidos institucionalmente débiles, otros que presentan una institucionalización más sólida. Si bien se tiende a que los partidos competitivos busquen capturar todo tipo de votantes, se supone que un partido político representa un tipo de ideas existentes en sectores de la sociedad. Los partidos no suelen competir solos, sino que buscan aliarse con otros portadores de ideas afines para incrementar las chances de llegar al poder y sostenerse en él. La estabilidad en la competencia partidaria es importante para consolidar políticas a largo plazo y cohesionar a las fuerzas políticas que integran las alianzas. 
 Teóricamente, mientras más institucionalizado está un sistema de partidos, con patrones de competencia partidaria claramente estructurados, prevalecen los partidos políticos en desmedro de los personalismos. No obstante, en uno de los sistemas partidarios más estructurados del mundo, como el estadounidense, emergió la figura de Donald Trump. No es que las figuras políticas no existan cuando el funcionamiento partidario se encuentra firmemente consolidado. Los liderazgos dentro de cualquier tipo de partido son fundamentales para la raigambre social del mismo. Pero una cosa es un liderazgo fuerte, que impulsa a la institución dentro de las masas (como Churchill, Bush, Merkel), y otra es el personalismo, donde este se vuelve más importante que el partido en sí mismo. En este último caso, todo pasa por la figura del líder, volviéndose este último una institución en sí misma. A la hora de establecer alianzas, es imprescindible sacrificar algo de protagonismo para coexistir junto a otras figuras partidarias que compartan ciertos valores y creencias.
 En la Argentina tenemos una gran tradición personalista: luego de la sanción de la ley Sáenz Peña, en la UCR, el primer gran partido de masas argentino había dos corrientes: la personalista y la antipersonalista, siendo la primera la que tomaría el protagonismo a partir de la figura de Hipólito Irigoyen. Luego vendría el peronismo, donde la persona de Perón sería quien dirija el movimiento, y este estaría por encima del partido. El PJ siempre fue un rejunte de partidos provinciales (el PJ en cada una de las provincias junto con intendentes y gobernadores) con un liderazgo nacional. Este liderazgo seguiría teniendo en la cúspide al apellido Perón aún después de la muerte de su fundador, ya que, sin la presencia del difunto general, su apellido siguió presidiendo el partido a nivel nacional a través de su viuda, María Estela Martínez de Perón. Hoy ese rol lo ocupa Cristina Fernández de Kirchner, a pesar de estar condenada por la justicia.
 El polo no peronista ha virado entre el radicalismo, el macrismo (tal vez republicanismo sería una mejor caracterización para el PRO, pero se impone la tradición personalista argentina) y ahora el libertarismo. La Libertad Avanza es un partido que fue fundado en el seno del poder: cuando Milei se impone en las urnas, LLA era un frente compuesto por varias fuerzas políticas, pero no existía LLA como partido político propiamente dicho. ¿Y cómo urge el proceso de institucionalización del partido fundado por los hermanos Milei? A partir del férreo personalismo de Karina Milei.
 Cuando un partido se institucionaliza mediante un liderazgo omnipresente, las normas de funcionamiento son sólidas, porque estas se encarnan en el liderazgo de la persona que comanda el espacio. El problema es que el personalismo deja una incógnita sobre qué será de la institución una vez que ese liderazgo deje de prevalecer, y que tampoco deja demasiado lugar a que surjan más liderazgos útiles dentro de la estructura partidaria. Ramiro Marra, uno de los fundadores del espacio de LLA en la Ciudad de Buenos Aires, era un referente importante, y fue echado del partido por Karina a causa de diferencias entre ambos. El verticalismo no es únicamente peronista.
 Hoy la figura de Marra decantó en otra alianza que competirá por separado en la Ciudad, y probablemente le quitará votos a LLA. La decisión de Karina Milei de impedir la coexistencia de distintas figuras con ciertas diferencias puede terminar en una muy mala jugada electoral. 
 El PRO, que debe cuidar su bastión electoral (la Ciudad), estalló en pedazos, y si bien Macri preside el partido, los halcones de Bullrich migraron a LLA, y Rodríguez Larreta, quien era tal vez la figura más importante del PRO después de Macri, hoy compite en otro espacio alejado de la convicción de su partido de apoyar a LLA en las reformas que el gobierno cambiemita dejó pendientes. En estas atípicas elecciones de legisladores capitalinos, el protagonismo de ciertas figuras pesa más que su afinidad ideológica para concordar en un mismo espacio: el polo no peronista/no kirchnerista porteño encontrará más de cinco listas distintas frente a un Leandro Santoro con la posibilidad aritmética de triunfar en un distrito históricamente adverso para el kirchnerismo. Incluso el MID de Oscar Zago, de ideas afines a LLA (de donde fue expulsado) y a PRO, terminó yendo por separado.
 Cuando María Eugenia Vidal sostiene que "el candidato es el proyecto", le da una tónica menos personalista a la competencia, por lo menos dentro de su lista. Sin embargo, la atomización partidaria en las elecciones porteñas plasma que por momentos parece haber tantos proyectos como candidatos, y que en estos impera resguardar un liderazgo autónomo antes que sacrificarlo por un proyecto común donde convivan distintos referentes. Finalmente, el único personalismo que logra no balcanizar su oferta una vez suspendidas las PASO en la Ciudad es el kirchnerismo, con la lista de Santoro como principal beneficiaria de este río revuelto. Dato importante a tener en cuenta: mientras CFK logra mediante la jefatura del PJ retener en Unión por la Patria a sus distintos sectores aún en el peor momento de la alianza, la autoridad de Karina Milei expulsa referentes de su espacio en vez de sumarlos. A la hora de contar los votos, no ganará el espacio con más pureza ideológica ni con más lealtad al líder, sino quien más votos recibe. 

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.