jueves, 3 de julio de 2025

Opinión: El peronismo, ante una oportunidad inmejorable para reinventarse

Cristina Fernández de Kirchner: presa. La ex mandataria perdió su libertad por robarle a los argentinos.

Los partidos políticos como instituciones son adaptables en el tiempo. Muchas veces hay coyunturas críticas que alteran patrones establecidos, y es menester adaptarse a la nueva realidad con el fin de subsistir en contextos cambiantes.
 Durante la Guerra Fría, un día Mijaíl Gorbachov, al mando de la URSS, decidió aplicar la Perestroika: una serie de reformas económicas y políticas que permitía el desarrollo de la propiedad privada. Aunque el fin declarado públicamente seguía siendo llegar al comunismo, hubo un recalibramiento y reconocimiento acerca de que el modelo soviético estaba a años luz de la calidad de vida capitalista de occidente. 
 En la década de 1970, Deng Xiaoping, presidente chino, acudió al pragmatismo luego de la catástrofe humanitaria provocada por Mao Tse Tung, aplicando una serie de reformas pro-mercado, abriendo la economía china al mundo. Hoy la República Popular China es la segunda economía a nivel mundial, tuvo un cambio cualitativo de dimensiones estrafalarias en la calidad de vida de su población, y es el país con más multi-millonarios del mundo. Todo eso sucedió bajo el mismo partido: el Partido Comunista Chino. Es decir, el comunismo chino aprendió de la historia, y sin cambiar de nombre, abrazó el capitalismo.
 Ante el nuevo escenario político presentado ante la irrupción de Milei como presidente, los partidos argentinos tienen la necesidad imperiosa de re-perfilarse: el PRO como aliado parlamentario (¿y electoral?) del gobierno; la UCR ante escenarios favorables en provincias como Santa Fe puede pactar condiciones con LLA, pero no a nivel nacional y distritos como la CABA donde el radicalismo cosecha apenas un puñado marginal de votos. Y el principal partido de la oposición, el PJ, está ante una gran oportunidad de definir qué tipo de oposición va a adoptar ante un hecho histórico y de lo más trascendental de los últimos tiempos: la ratificación de la condena y prisión de CFK. 
 El núcleo duro de fanáticos kirchneristas que se moviliza en apoyo a una delincuente detenida probablemente sea eso: un piso mínimo de votantes que siempre tendrá el kirchnerismo a pesar de lo que sea que pase, pero que no le alcanzará para imponerse en las elecciones. Con CFK fuera de toda competencia política, el peronismo tiene dos alternativas predominantes: por un lado, que Kicillof tome la batuta convirtiéndose en el líder del kirchnerismo, donde los ideales que hicieron que se estanque la economía argentina desde el año 2012 no difieren demasiado del kirchnerismo duro y La Cámpora; y, por otro lado, aferrarse a la oportunidad inmejorable de asumir que Milei está estabilizando la economía, que el kirchnerismo ha cometido errores garrafales, y que el mejor camino es transformarse en una oposición razonable y más afín al peronismo alejado del castro-chavismo, donde pueden urgir nuevos liderazgos en intendentes y gobernadores no kirchneristas. Es decir, realizar una suerte de Perestroika dentro de sus propias filas. 
 Plantear en el eje del relato a Cristina como una líder proscripta y víctima de un "partido judicial", cuando los hechos de corrupción están empíricamente demostrados y la condena y su posterior ratificación se dieron de acuerdo a todos los procedimientos legales correspondientes, vuelve al peronismo un partido completamente elitista: su misión pasa por salvar a una delincuente multimillonaria, muy lejos de los problemas reales del pueblo argentino. En cambio, si se despega del kirchnerismo y las ideas de La Cámpora (que no disienten demasiado con Kicillof, aunque estén enfrentados por cuestiones de cargos y lugares en las elecciones), tiene la oportunidad de proyectarse como un partido renovado y que mire hacia delante, como lo hicieron los gobernadores peronistas que firmaron el Pacto de Mayo. 
 El enfrentamiento entre Kicillof y La Cámpora no es ideológico, sino que es únicamente por una cuestión de protagonismo. No hay que olvidar que Kicillof viene llevando una gestión horrorosa en la Provincia de Buenos Aires, condenando a este distrito a ser el más peligroso del país, al contrario de una gestión en seguridad a nivel nacional que muestra logros destacables. Los dos objetivos más fastuosos del gobierno de Milei, la macroeconomía y la seguridad, son lo opuesto a lo que representa la desastrosa gestión de Kicillof en su momento como ministro de economía y ahora como gobernador bonaerense.
 El peronismo nunca fue una fuerza lineal en los hechos, sino que ha mutado más de una vez: en 1950 Perón aplicó un plan ortodoxo una vez que el Primer Plan Quinquenal mostraba claros signos de agotamiento; y en los 90´ se inclinó por medio de Menem a las privatizaciones y a la independencia del Banco Central. Hoy, con Cristina presa, el peronismo puede dejar atrás al kirchnerismo y separarse de sus ideas y de la demostrada y repudiable corrupción que los une. El partido, al igual que el Partido Comunista Chino, no cambiará de nombre, pero una renovación de ideas que se adapten a la coyuntura histórica puede hacerlo cambiar de realidad. Si en cambio sigue abrazándose a Cristina, tendrá todo el pasado por delante. 

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.

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