Pero lamentablemente, las conclusiones futbolísticas no son para nada buenas. Los primeros minutos fueron lo mejor del verano: se vio fluidez a la hora de atacar a River, con los dos laterales/volantes llegando al fondo en varias ocasiones, el equipo adelantado ejerciendo presión en área rival forzando errores, y algo que nunca se había visto en este mortífero verano: el fondo de Boca seguro, pese a algún cambio de frente que haya evidenciado algún espacio (riesgo que era sabido que íbamos a correr); y un jugador como Lodeiro que una líneas y sea el nexo entre el mediocampo y los delanteros. Pero nuestro intento por jugar a algo con esta novedosa experiencia táctica terminó por estallar muy temprano: de a poco fuimos cediendo espacios, a tal punto de dejar de dominar el partido, y que finalmente lo domine el rival.
Este sistema requiere de mucha participación de los carrileros: si no retroceden rápido, pueden sufrir los tres del fondo, y si no salen rápido, el equipo queda sin variantes en ataque. Y luego de nuestros 25 minutos de dominio, Peruzzi y Fabra terminaron mas como laterales que como volantes, y Boca no hizo tres pases seguidos, volvimos a la pobreza de los tres partidos anteriores.
Los de Gallardo terminaron arrinconando a Boca, metiéndolo en su área, pero aún así, se podría decir que el partido lo perdemos nosotros y no que nos lo haya ganado River, porque de no haber hecho un penal tan inocente, tan ingenuo, tan infantil, con el futbolista rival abriéndose y sin chances de generar peligro, no nos hubieran ganado nuevamente de guapos. Y no deja de ser llamativa la torpeza a la hora de cometer penales en los superclásicos: primero Marín, luego Tévez poniendo la mano, y finalmente Palacios. Tres penales totalmente innecesarios, regalados. Y en esos tres partidos (los últimos partidos ganados por River) el único tanto rival fue el marcado desde los doce pasos. Por lo tanto, se podría decir que por tercera vez perdemos el partido nosotros solitos.
La falencia a la hora de generar juego y la bobada para que nos marquen goles sin dudas son las marcas registradas de este espantoso veranito, pero lo que mas preocupa es que Carlitos se vea como uno más entre tanta nulidad: en casi todas las oportunidades en que tuvo la pelota en sus pies malogró la dirección del esférico. El superclásico en que se hizo famosa la frase de "volvió todo a la normalidad", El Apache no tuvo un buen partido, pero aún así fue fundamental en lo actitudinal, pero esta vez no está siendo importante ni en lo futbolístico ni tampoco en lo emocional, ya que sus compañeros y Arruabarrena no encuentran el rumbo. Si el mejor no anda bien y hasta se ve contagiado, todo es mas difícil.