En el fútbol siempre se debe tener paciencia, ya que de estar de lo mejor se puede pasar a lo peor en poco tiempo. Quedó demostrado con este encuentro que, después de ver a ese equipo goleador e imbatible, Boca no es invencible, se lo puede descolocar y se lo puede hacer entrar en estado de confusión.
Mismo resultado que en la Copa Argentina, y también un planteo muy similar de parte del equipo rosarino: hacer que los dos puntas presionen en bloque con los volantes, recuadrando toda una zona de obstáculos que Boca no fue capaz de traspasar. Pero por encima de cualquier pretexto táctico, está lo mental: Central le ganó a Boca con la cabeza, haciéndolo sentir nervioso con el trámite y el resultado, tornando el partido muy incómodo.
Desde el vamos, por naturaleza el xeneize salió a la cancha incómodo, como un hombre que sale a correr rengueando: sin Benedetto ni Bou, Guillermo improvisó con Benítez como punta, que no tiene las cualidades para cumplir ese rol ni siente esa función como parte de su juego. Sin un hombre de peso en el centro del ataque que pueda ser el pivot, sumado a que Barrios se encontraba torpedeado por el asedio del elenco de Santa Fe manifestando insuficiencias para distribuir correctamente el balón, Boca fue un conjunto desdibujado, sin orden ni punción para sacar ventaja como suele hacerlo. El centro-delantero para Boca siempre fue una carta del triunfo porque alimentaba recíprocamente a todo el conjunto, mientras que Pavón pudo sacar su mejor versión porque tenía un socio por el cual desbordar, lo que no pudo ocurrir en esta noche agria. Y si el volante tapón erra pases y traslada de más la pelota, es un síntoma de que se padece la enfermedad de falta de juego.
Envuelto en una furia impotente por no ver el rumbo, Boca llegó a su clímax de desesperación en la expulsión de Goltz, que entró en el juego de Ruben, haciendo que el rival consiga su objetivo (lo que se mencionó anteriormente de que Central jugó con la cabeza). Ese percance descompuso aún más el sistema, ya que Barrios pasó a jugar como marcador central, Nández y Pérez se repartieron la zona céntrica y Cardona fue una especie de enganche. Si entrar a jugar sin un nueve es algo poco innato, estas modificaciones obligadas desnaturalizaron por completo a la estructura, que además contaba con un hombre menos.
La idea del DT de Rosario Central en introducir a Lovera por Gil para ser más ofensivo no fue desacertada: contra un contrincante con jugadores en posiciones inestables y estando con 10, el canalla tenía la chance de rematar el pleito con los hombres de Boca mirándoles el número, además de continuar con el litigio físico-espiritual de hacer sentir el rigor de su cancha con la pierna fuerte, en parte exagerada a causa del desconcierto arbitral.
Parecía un resultado irremontable hasta que el espíritu combativo inoperante de Boca se desactivó para dar lugar al del elenco de transiciones rápidas, veloz por las bandas y con llegadas por sorpresa. Cardona siempre dio la talla probando desde afuera cuando tenía la oportunidad o de sorprender con un pase bombeado que signifique una posibilidad de avanzar, y de a poco se le fueron sumando los laterales, Espinoza y un equipo que de la nada misma reunió fuerzas para someter al rival a un aglutinamiento inesperado para conservar sus aires, hizo que tal vez lo mas justo fuese un empate.
Los desajustes, entrar en el juego ajeno, y las sorprendentes bajas que sufre el equipo de los mellizos son alarmas de que las cosas pueden estar peor, pero la levantada que pudo haber terminado en empate da cátedra de que volviendo a acomodar los tornillos, la máquina puede volver a funcionar.
lunes, 27 de noviembre de 2017
lunes, 6 de noviembre de 2017
RIVER 1 BOCA 2: LA NAVAJA SUIZA
Si había algo que le faltaba conseguir a Boca para terminar un gran año, además de haber conseguido el último campeonato local y estar cerca de terminar primero en el actual, era dejarlo KO a River en una semana que no va a olvidarse nunca. En este tipo de partidos es donde el fútbol como deporte interactúa con todos sus componentes: la suerte, la historia, y sobre todo, lo emocional. Los de Núñez se presentaban con sus sentimientos completamente averiados, no solo por el hecho de quedar eliminados de la copa, sino por la forma en la que los hechos acontecieron: se le hizo honor a su apodo de "gallinas", y no debe haber nada más doloroso para el hincha de River que recordar las manchas de su historia como aquella vez contra Peñarol en donde se les otorgó el apodo, cuando San Lorenzo lo dejó afuera convirtiendo dos goles con nueve hombres, el descenso, y ahora puede sumarse otro capítulo fatídico en su historia copera, empaquetado con un moño azul y oro. Todo ese combo es tan letal para River que no sería descabellado que salga a jugar el partido con Deportivo Morón con miedo a otra tarde trágica. Las emociones juegan un papel muy fuerte, y mientras River salió a jugar en su cancha golpeado, Boca fue a capitalizar esa angustia para convertirla en alegría propia.
El espectáculo más fabuloso que puede presentar el fútbol argentino fue entretenido, Boca puso sobre la mesa las armas con las que viene batallando desde que empezó la Superliga que lo tiene con puntaje perfecto, y River expuso una pelea de igual a igual, con distribución en el medio con Pérez y Rojas, conducción y atrevimiento de Fernández y Martínez, y un Scocco siempre temerario. Sin Gago, el dueño de la mitad de la cancha para manejar los tiempos y desplegar fútbol en el xeneize es Pablo Pérez, quien tiene bien merecida la cinta de capitán porque tiene la personalidad para pedir siempre la pelota, poner la pierna fuerte, llevar la bocha bajo la suela y tomarse un tiempo para pensar si es necesario; puede que no sean todas resoluciones majestuosas, pero es el que da un dote de buen timing para el tráfico del balón. Y sin que desentone Benedetto (no tuvo mucha participación, aunque aún así, cada vez que entra en contacto con la redonda da indicios de calidad), Boca daba señales de peligro gracias a la pegada de Cardona, hasta que el nerviosismo de River y las transiciones vertiginosas de Boca guiaron el partido a una patada criminal de Fernández, un tiro espectacular del 10 xeneize, y en un partido que exhibía un ir y venir de ambos conjuntos, se inclinó la balanza a favor de los visitantes, 1-0 arriba y con un hombre de más.
Llamativamente, Boca no fue capaz de liquidar el pleito teniendo todo a su favor. Entregó la pelota, Barrios no imponía la presencia que suele establecer, y con orgullo y vergüenza, los de Gallardo procuraron atacar con advenimientos en bloque no del todo claros, pero que en todo momento incomodaron a Boca e incitaron a forzar errores (como el mano a mano que Rossi le tapa a Scocco, donde Magallán marca mal y deja al ex Newell's habilitado), hasta que con toda la bronca Ponzio quiso darle un consuelo a sus hinchas.
Pero el fútbol es tan raro, tan cambiante, tan increíble, que cuando todo estaba dado para que River lo de vuelta, gracias al envión del empate, que había recuperado el protagonismo, que Pitana le dio una mano echando injustamente a Cardona, fue el turno de los hombres de los mellizos para rebelar personalidad e ir al frente. Como se dijo anteriormente, Pablo Pérez tiene bien ganada la cinta de capitán, y en un jugadón fabricado desde los pies del capitán, Nández terminó de noquear a River. Es una jugada que refleja las situaciones de ambos rivales: River, con una defensa flácida, que ya no es lo que era, recibiendo cachetazos que siempre terminan con sangre: no puede dar fe de que Lux va a evadir el golpe. Boca es como una navaja suiza multiuso: no fue un gran partido de sus dos delanteros, pero si no le anda el saca corchos tiene la tijera: tiene fútbol en Pérez y llegada con Nández, que también expone un excelente despliegue cuando hay que correr y cerrar el partido; pegada con Cardona y sorpresa con Fabra. Boca es una máquina multi-función, con la agresividad de una navaja suiza. Lo único que le faltó en el partido fue aprovechar más la desesperación de su rival: en dos contraataques con una clara superioridad numérica, se falló en la precisión de los pases increíblemente, imposibilitando ganar el clásico con más comodidad.
Esta victoria es pura felicidad para el barrio de La Boca, no solo por cómo se consiguió (con fútbol y coraje, con el árbitro en contra, también por el momento de River), sino porque la gente ya empieza a tener cariño a determinados futbolistas, a encontrar un sentido de pertenencia entre la tribuna y el campo de juego. El fútbol argentino se está pareciendo a una liga europea porque Boca decidió que así sea y partido a partido usufructúa sus fundamentos de forma escarpada.
jueves, 2 de noviembre de 2017
BOCA 4 BELGRANO 0: UNA HEGEMONÍA DIFÍCIL DE DESTERRAR
Vamos a comparar el caso de Boca con uno semejante: es histórico que en España, la llamada "liga de las estrellas" sea famosa por dos equipos, que se disputan entre ellos el campeonato hace muchísimos años (sin despreciar los ricos recursos que puedan tener los 18 equipos restantes, que han intentado aprovechar las metodologías de esos dos rivales para enriquecerse), y eso se debe al presupuesto. El Barcelona y el Real Madrid son clubes multimillonarios, tanto que son de los pocos clubes en Europa que lo siguen siendo, sin la necesidad de ser comprados por empresarios para contratar figuras. Es tal el nivel que tienen sus futbolistas (además de proyectos futbolísticos serios y bien trabajados, ya que no alcanzaría con simplemente tener buenos jugadores), que es costumbre ver resultados abultados, que algunos compromisos parezcan un trámite, que hasta jugando mal, en algún momento del partido hagan la diferencia. Por esos motivos el equipo que termina ocupando la tercera posición queda a más o menos 20 puntos del escolta, para ser claros.
Nadie dice que ese va a terminar siendo el caso de Boca y la Superliga, pero es innegable que por el momento está ocurriendo. Ya van siete partidos y el mismo número en cantidad de victorias. Algunas más trabajadas, otras en donde floreció el mejor fútbol del xeneize. Este 4-0 ante Belgrano tuvo un poco de todo: al principio, le costó hacer pie; el elenco cordobés aparentó disputarle a Boca el mando del encuentro, hasta que los de Guillermo recuperaron la memoria y parecería ser que Belgrano también, casi como entendiendo que tenía que jugar para no recibir más goles que para conquistar una luz de esperanza.
Parecía raro al principio ver la disposición táctica de Boca: la presión no era del todo alta y agresiva, se dejaba que los centrales de Belgrano manejen la pelota y hasta avancen con ella. No se está diciendo que haya sido un error: teniendo en cuenta lo estratégico, el jugador que menos daño puede hacer teniendo la pelota en sus pies después del arquero es el defensa central, y se recalca aún más la maniobra al observar que los abalanzamientos de los zagueros visitantes no generaron peligro alguno, ya que la última línea local continuó con sus reacciones sobrias (elemento fundamental de todos los triunfos conseguidos) y Belgrano no desentonó como para impartir una discordia con el destino.
A veces lo bueno debe esperarse. Boca no se encontraba consigo mismo, Cardona estaba lento e impreciso, Pavón no hallaba los callejones, Benedetto participaba poco, Pablo Pérez no generaba con Nández esa sociedad que implicaba la presencia de Gago, hasta que el uruguayo finalmente llegó con libertad y Pavón volvió a resolver con la fuerza y velocidad exacta nuevamente, cualidad de alguien veloz y a la vez intelectual. A partir de ese momento, el equipo de la ribera estuvo en su salsa: puede comprobarse en el segundo tanto, moviendo la pelota de un lado al otro, en bloque y con pases mordaces en los últimos metros y finalizando con el gol del número 10, que se revitalizó junto con todo el equipo.
La falsa violencia interpretada contra las "boquitas", que injustificablemente se les ve negada su participación en la previa y en el entretiempo por un insólito e injustificable eslogan para este tipo de casos (su ausencia no tiene fundamentos porque van a hacer exactamente lo mismo en futsal y básquet, solo que no va a ser televisado; ellas mismas se quejaron de la medida; y sobre todo porque televisar a un grupo de chicas bailando no es violencia contra la mujer, sino que es privilegiarlas mostrando a la gente una actividad en la que se destacan), fue la emanada por el equipo para no conformarse e ir en busca de más constantemente. Violencia en el buen sentido: eso es, pases punzantes que quiebren líneas, como la pared de Jara con Espinoza, por ejemplo (violencia que significa placer), y el cambio de formación hecho por Guillermo cuando el partido ya estaba ganado, no para ser más agresivo porque el equipo ya estaba dando signos de supremacía, sino para ensayar una nueva variante, darle minutos a un interesante Espinoza, y demostrar que también se puede ser igual de organizado, disciplinado, profundo y manteniendo el ideal futbolístico con un hombre más de ataque y sin un volante central de contención. Toda una variante que para los tiempos del fútbol de hoy en día en donde muchos equipos optan por jugar la pelota al ras y con extremos ya no es revolucionario, pero que revuela al fútbol argentino porque justifica el liderazgo hegemónico de Boca.
No hay que olvidarse de otro estandarte de lo que está siendo esta campaña: Rossi responde en el momento que debe hacerlo, y a estas alturas ya se ganó el título de arquero de equipo grande.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)