lunes, 19 de marzo de 2018

ATLÉTICO TUCUMAN 1 BOCA 1: REALIDADES QUE DESMIENTEN FALACIAS

Boca es como si fuera una Ferrari: se puede andar felizmente gozando de su gran maquinaria o se puede chocar provocando una catástrofe. Aunque River esté a más de 20 puntos Y que Boca siga primero, una final perdida ante los primos significa una hecatombe indigerible. Pero la conocida metáfora "que el árbol no tape el bosque" puede estudiarse de dos maneras siendo objetivo para poder ver las dos caras de la moneda: es cierto que Boca tiene un problema en las definiciones mano a mano a pesar de que hace más de 400 días que es primero en el torneo argentino, pero también es cierto que porque River ganó una copa (que es un único partido, no es ni la Copa Sudamericana ni la Copa Argentina) no se tiene que vivir por mucho tiempo fiesta y carnaval en el Monumental, ya que aunque este envalentonado y le gane a Belgrano 3-1 sigue estando afuera de las copas internacionales y su campaña sigue siendo desastrosa. Boca debe hacer autocrítica por la final perdida pero sigue siendo el primero merecidamente, y ante Atlético Tucumán demostró actitud para imponer un dominio territorial sin deslumbrar pero no permitiéndole al contrincante defender el 1-0 como lo hubiese deseado. Es por eso que llaman la atención las declaraciones del capitán al mencionar que "se hablan boludeces" con respecto a la mencionada charla de Angelici con el plantel y que reina la paz en el vestuario. Quiere decir que Boca está dolido porque River le dio la vuelta en la cara, pero es mentira que La Boca se incendia. En definitiva, nadie sabrá lo que ocurre dentro del club más allá de lo que se diga porque los únicos que pueden saberlo son los que están adentro, los que deben ser los bomberos en caso de que realmente se esté incendiando el club, a sabiendas de que un torneo largo vale mucho más que una copa de un solo partido a pesar del rival que sea.
 Ya nos detendremos en porqué Boca fue perdiendo casi todo el partido hasta el último minuto, pero antes vale la pena desmentir otro mito que es una fábula tan fantástica como la del jinete sin cabeza: que porque Tapia salga en una foto con Angelici en el cumpleaños de Tevez se piense que se lo beneficia a Boca. En un partido en donde se perjudicó tanto a Boca con un penal no cobrado como a Atlético por un off-side inexistente, se puede verificar que la sociedad está tan enferma y conspirativa que se habla cualquier cosa sin argumentos. 
 Guillermo decidió pararlo a Tévez en su posición preferida, detrás del centro-delantero, y si bien Carlitos asistió de gran manera a Abila dejándolo solo frente al arquero y a Pavón con un centro, no demostró estar en óptimas condiciones, porque ya no hace la diferencia desde lo físico, y no tiene tampoco un parentesco con Riquelme como para desnivelar desde lo mental. Pero que sin haber hecho un gran partido haya puesto dos pelotas de gol quiere decir que tiene un potencial por explotar, que se incapacita de revelarlo durante 90 minutos porque todavía no se afirma en el equipo. La indisposición del Apache para construir juego es uno de los principales motivos por los que a Boca le costó jugar en Tucumán, porque debía ser el nexo entre los volantes y los delanteros en un partido que lo tuvo muy lejos a Abila, un delantero que no se parece en nada a Benedetto, de una gran aptitud para asociarse y crear espacios, además de que Barrios no garantizó ser el primer pase para gestar y distribuir con claridad. Era un compromiso donde abundaba la desprolijidad y no se caracterizaba por la precisión.
 Atlético Tucumán encontró el 1-0 gracias a una pelota detenida, pero no aportó pruebas para ganar el juicio de ser superior en el encuentro. No generó más tiros libres de riesgo, tampoco buscó los espacios para un contraataque más allá de alguna jugada de Costa por la derecha, y Boca no solo que le arrebató la pelota sino que lo incomodó de tal manera que mereció el empate conseguido sobre el final. Pablo Pérez era el motor de Boca: con Nández tirado sobre la derecha y Tévez sin hacerse dueño del entramado en su posición de enganche, la responsabilidad de abrir caminos para Pavón recaía sobre el ex Newell's, que por momentos lo hizo bien, y por otros pecó de que el xeneize no disponga de demasiadas opciones para llegar moviendo la pelota de un lado a otro, es decir, de no tener las ruedas para que el motor las haga rodar. Pero esta vez sí se sacó frutos de la mano del entrenador: con el ingreso de Reynoso, Boca floreció en intensidad y agresividad a la hora de tener la pelota, y con Bou en cancha, el acumulamiento de hombres fue un recurso bien aprovechado por Pavón para desbordar y centrar, a su vez asistido por el mencionado Reynoso, que le dio a Boca la apertura y manejo del balón que le estaba faltando. 
 El grito de desahogo de Bou fue un gesto eufórico para decir presente, en una maniobra que delata que los ánimos no están por el piso y que no falta el oxígeno hasta que el árbitro pita el final. No es casualidad que sea el segundo partido consecutivo en donde Boca festeja sobre el final. Contra Tigre sufrió de más por un descuido, pero esta vez fue un avasallamiento sobre el rival hasta dejarlo perplejo. 

jueves, 15 de marzo de 2018

BOCA 0 RIVER 2: LA AVIDEZ ESTRATÉGICA DE LAS FINALES

Hace mucho tiempo que el fútbol nos miente con esos grandes espectáculos de las finales: cuando aparece un partido de tal trascendencia, los medios dan rollo acerca de lo que va a ser el juego del año, pero ya se cae de maduro que las finales no se ganan dando espectáculo: se alza con la copa el más pícaro, el que por detalles tuvo más suerte que el rival en encuentros que suelen ser cerrados. No gana tampoco el que pone más, porque en una final los dos equipos que trazaron su camino hacia el título dejan todo, pero en esa lucha pavorosa el que se equivoca menos se dice que tuvo lo que se necesita.
 Boca es un gran equipo, que tiene figuras exponenciales y que no sabe lo que es no ir primero en el torneo local; puede jugar sin una buena entonación ante rivales menores, pero termina ganando por defecto, porque es el mejor equipo de la Argentina y le convierten poco, mientras que con un par de jugadas que estén bien armadas le alcanza para hacer más goles que el rival aunque no lo merezca, aunque en la mayoría de los compromisos lo merece. Pero eso le alcanza para salir campeón en el último torneo y seguramente conquistar la actual Superliga. La pregunta es: ¿alcanza para salir inmune en competencias donde los cruces son mano a mano, que no es lo mismo que un torneo donde se alza con la conquista el de mayor cantidad de puntos? La Copa Libertadores empieza de verdad a partir de octavos de final, pero esta Supercopa ante el rival de toda la vida era una posibilidad para analizar si Boca tiene ese condimento que se necesita, que no es lo mismo que conseguir regularidad en un certamen de 30 fechas.
 River también tiene futbolistas importantes, pero es un equipo mediocre, que en todos los torneos locales no supera las expectativas, que no puede jugar con un volumen de juego aceptable por más de dos partidos, pero juega estas copas y las gana. El fútbol es tan insólito que podemos decir que en cuanto a los dos equipos en cuestión, Boca y River, el primero es el de alto vuelo hecho y moldeado para los torneos domésticos, mientras que el segundo siempre está sufriendo pero saca una sonrisa cuando juega copas internacionales o locales, porque nació para verse cara a cara con rivales en cruces únicos o de ida y vuelta (a pesar del histórico papelón en las semis con Lanús).
 Enfocándose específicamente en esta Supercopa para observar porqué River es más que Boca en este tipo de partidos, puede dejarse entrever la muñeca del entrenador: no le importó levantar el volumen de juego a la hora de pasarse la pelota, sino incrementar la intensidad y presionar constantemente con Martínez encima de Barrios, Mora tapando la salida de Fabra, Pratto el juego con los pies de Goltz y todo el equipo al rededor de Ponzio haciendo pressing en el medio, y siendo letal: Rossi tuvo mucho menos trabajo que Armani, pero en una contra los de Gallardo sacaron a relucir su ingenio y el DT acertó haciendo entrar a Scocco en el segundo tiempo, cuando cualquiera lo hubiese colocado como titular.
 Boca no fue el Boca de Guillermo: se inclinó deficientemente por explotar las espaldas de Montiel con lanzamientos aéreos para Pavón como único y pobre recurso, que estuvo incisivo pero el equipo no se conectó con él. La razón fue que Cardona estuvo confundido, primero parado como enlace y luego en su zona tradicional por la izquierda; Tévez desapareció; Pérez permaneció incómodo y Nández no encontró los espacios. En parte porque River no se lo permitió, y también porque Boca no fue capaz de generar. En el segundo tiempo Armani fue figura porque River lo dejó crecer, y Boca creció por inercia y carácter, sin contundencia, y con un buen arquero del otro lado eso no alcanza para penetrar la valla rival.
 En el fútbol la cabeza juega mucho: evidentemente, Boca no está a la altura psicológica que tiene River para estos partidos, pero hay que analizar sobre todo lo futbolístico: porqué en el torneo local Tévez está más suelto y tiene más intervenciones, Cardona se luce con su habilidad, Jara y Fabra son laterales que llegan hasta el fondo, y en partidos como este las virtudes se desvanecen. El mundo Boca es tan exigente que hasta ganando un campeonato local no alcanza. Guillermo debe resolver qué hace falta para que alcance en instancias tan decisivas, porque si bien sumando todos los torneos locales de la última década Boca acumula más puntos que River, en los cruces superclásicos históricos del último tiempo River lleva tres de ventaja. Tal vez Boca no sea ese gran equipo que aparenta ser y en los partidos más importantes se manifiestan sus síntomas del síndrome del Poco Fútbol En Los Cruces Decisivos. Y con fútbol ya uno no se refiere únicamente a gustar, sino a saber marcar dentro del área para no cometer penales (ahora Cardona, en su momento fue Marín), no entregarse cuando todavía es posible empatar el partido, entre otros atributos que significan la avidez que se necesita.

viernes, 2 de marzo de 2018

ALIANZA LIMA 0 BOCA 0: VOLUMEN POCO DECOROSO

 Un empate como visitante en la Copa Libertadores nunca es mal negocio. Más teniendo en cuenta que el certamen está comenzando. Pero analizando el contenido más allá del resultado final, puede advertirse de un partido en donde ambos equipos no cumplieron con sus metas fijadas, pero que sobre el final nos regalaron un encuentro chispeante cómo réplica a la frustración y el cansancio.
 La meta de Alianza Lima era dejarlo a Boca ir hasta la zona de Costa, el volante central que jugaba como un quinto defensor sobrante, para lastimar con una salida rápida en un movimiento que encuentre al visitante desprevenido. En algunas ocasiones, con Jara volviendo, el equipo peruano dispuso de algún espacio por la izquierda, pero no hubo claridad ni decisión con criterio para transformar un advenimiento en un contra-golpe.
 Boca debió realizar modificaciones: cambiar la dupla de centrales y el interno derecho. La variante en la zaga no significó ningún tipo de objeción al funcionamiento: cuando debían conducir no erraron pases, y cuando tuvieron trabajo (que no fue demasiado) resolvieron con repertorio. El cambio de Buffarini por Nández sí le trajo complicaciones a Guillermo: si bien el ex San Lorenzo está acostumbrado a jugar como volante desde sus inicios, no encuentra la posición en esa zona. Buffarini es un hombre hecho para jugar sobre el carril derecho, pero ese era un campo ocupado por Jara y Pavón, por lo que debía jugar por una zona más céntrica, y no pudo adaptarse, por lo que la ausencia del uruguayo fue un padecimiento.
 La estrategia del local para que manejen la pelota los centrales de Boca, es decir, los jugadores de campo que menos daño pueden hacerle, fue exitosa en lo defensivo (ya se dijo anteriormente que ofensivamente le faltaron recursos). Significó un trauma para el xeneize porque Reynoso no tuvo ductilidad para hacerse el eje y romper líneas, Tévez estaba bien tomado y Pavón claramente no estaba en su noche. Donde sí había fútbol era por donde jugaban Cardona y Fabra: el 10 se entendió a la perfección con el lateral para, con el tiempo y la fuerza justa, darle vía libre por la franja izquierda como si fuera una autopista. Pero Boca no supo explotar la banda izquierda como debió haber hecho. Si hay que resaltar algo en Boca no fue lo grupal en lo absoluto, pero sí lo individual: cuando no se alinean los planetas para rotar la pelota con fluidez, puede aparecer de forma aislada una acción individual, y así fue con Cardona y Tévez, jugadas que terminaron en palo y travesaño.
 Como Alianza Lima no lo exigía demasiado a Boca, y el conjunto de la ribera no era lúcido para el protagonismo, el cero en los arcos le quedaba moteado al encuentro, pero el cansancio hizo que con el tiempo ambos manifiesten desórdenes que alzaron un poco el nivel de incertidumbre.
 ¿Era un partido para que entren Bou o Abila? Llegado un momento, el contexto daba como para que Boca tenga una referencia en el área y pruebe por arriba, pero los mellizos no quisieron traicionar el manual. Es una decisión respetable. Y ante el poco brillo de la mitad de cancha en delante, se lucieron los de tareas que suelen pasar más desapercibidas: lo mejor fue el esfuerzo y el orden de Barrios y Vergini.