Ya nos detendremos en porqué Boca fue perdiendo casi todo el partido hasta el último minuto, pero antes vale la pena desmentir otro mito que es una fábula tan fantástica como la del jinete sin cabeza: que porque Tapia salga en una foto con Angelici en el cumpleaños de Tevez se piense que se lo beneficia a Boca. En un partido en donde se perjudicó tanto a Boca con un penal no cobrado como a Atlético por un off-side inexistente, se puede verificar que la sociedad está tan enferma y conspirativa que se habla cualquier cosa sin argumentos.
Guillermo decidió pararlo a Tévez en su posición preferida, detrás del centro-delantero, y si bien Carlitos asistió de gran manera a Abila dejándolo solo frente al arquero y a Pavón con un centro, no demostró estar en óptimas condiciones, porque ya no hace la diferencia desde lo físico, y no tiene tampoco un parentesco con Riquelme como para desnivelar desde lo mental. Pero que sin haber hecho un gran partido haya puesto dos pelotas de gol quiere decir que tiene un potencial por explotar, que se incapacita de revelarlo durante 90 minutos porque todavía no se afirma en el equipo. La indisposición del Apache para construir juego es uno de los principales motivos por los que a Boca le costó jugar en Tucumán, porque debía ser el nexo entre los volantes y los delanteros en un partido que lo tuvo muy lejos a Abila, un delantero que no se parece en nada a Benedetto, de una gran aptitud para asociarse y crear espacios, además de que Barrios no garantizó ser el primer pase para gestar y distribuir con claridad. Era un compromiso donde abundaba la desprolijidad y no se caracterizaba por la precisión.
Atlético Tucumán encontró el 1-0 gracias a una pelota detenida, pero no aportó pruebas para ganar el juicio de ser superior en el encuentro. No generó más tiros libres de riesgo, tampoco buscó los espacios para un contraataque más allá de alguna jugada de Costa por la derecha, y Boca no solo que le arrebató la pelota sino que lo incomodó de tal manera que mereció el empate conseguido sobre el final. Pablo Pérez era el motor de Boca: con Nández tirado sobre la derecha y Tévez sin hacerse dueño del entramado en su posición de enganche, la responsabilidad de abrir caminos para Pavón recaía sobre el ex Newell's, que por momentos lo hizo bien, y por otros pecó de que el xeneize no disponga de demasiadas opciones para llegar moviendo la pelota de un lado a otro, es decir, de no tener las ruedas para que el motor las haga rodar. Pero esta vez sí se sacó frutos de la mano del entrenador: con el ingreso de Reynoso, Boca floreció en intensidad y agresividad a la hora de tener la pelota, y con Bou en cancha, el acumulamiento de hombres fue un recurso bien aprovechado por Pavón para desbordar y centrar, a su vez asistido por el mencionado Reynoso, que le dio a Boca la apertura y manejo del balón que le estaba faltando.
El grito de desahogo de Bou fue un gesto eufórico para decir presente, en una maniobra que delata que los ánimos no están por el piso y que no falta el oxígeno hasta que el árbitro pita el final. No es casualidad que sea el segundo partido consecutivo en donde Boca festeja sobre el final. Contra Tigre sufrió de más por un descuido, pero esta vez fue un avasallamiento sobre el rival hasta dejarlo perplejo.