lunes, 23 de julio de 2018

BOCA Y UN MERCADO DE PASES QUE CUMPLE LAS EXPECTATIVAS

Luego del período mundialista, es momento de enfocarse en los clubes nuevamente, en su pretemporada, sus respectivas bajas e incorporaciones, y de volver a las épocas futboleras tradicionales, expulsando el chip del torneo entre países donde hasta activan el modo fútbol los que poco entienden de este deporte. Después de consagrarse bi-campeón del torneo doméstico, Boca apunta todos sus cañones a la Copa Libertadores, el campeonato que es la máxima ilusión de los hinchas xeneizes y por el que Angelici se juega la imagen de su doble gestión. 
 Boca no tuvo idas importantes: Magallán, quien parecía a punto de emigrar a los Países Bajos, va a seguir siendo el segundo marcador central, y Pavón, quien seguro sea el primero en irse el próximo semestre, sigue en la institución. Un equipo que obtuvo dos campeonatos y que mantuvo su columna vertebral, además de recuperar a Gago y a Benedetto (a pesar de que no podrá contar por seis meses con Fabra) no tiene grandes necesidades de reforzar el plantel, pero Boca es un mundo aparte, ya que debe soportar la ansiedad por conseguir su máxima obsesión, y esa ansiedad le genera la compulsión de salir al mercado. 
 Analizando las incorporaciones del club de la ribera, puede decirse que cumplió con las expectativas. Ahora el desafío será, sobre todo para Guillermo, administrar bien las piezas y acoplarlas para formar un buen equipo, teniendo la tarea de perfeccionar la regularidad en el juego y pulir los desajustes en las pelotas detenidas como mayores desafíos, sin olvidarse de que lograr una buena convivencia entre tantas figuras es indispensable: la armonía siempre es el primer recurso para producir una gran obra. 
 Mauro Zárate es, sin lugar a dudas, la bomba del mercado, la figura descollante para que el plantel de un salto de calidad. Boca no lo contrata por la necesidad de ocupar un puesto en el ataque, porque si hablamos de delanteros, Boca tiene material de sobra. La necesidad es aumentar cualitativamente la capacidad goleadora, teniendo un buen competidor para Tévez y otros futbolistas. El ex Vélez se encuentra con una oportunidad única en su carrera, donde cabe resaltar que, a diferencia del conjunto de Liniers, ya no es el dueño del equipo que se lleva todas las responsabilidades, sino que será uno más que deberá ganarse el puesto, siendo mucho menos que jugadores como Carlitos en cuanto a su pasado en el club. Si se quiere ganar el trofeo continental es menester contar con hombres, no solo por la experiencia sino por lo que pueden rendir, y Zárate es uno de esos jugadores que cualquiera querría incorporar para elevar la calidad de un equipo. Todo lo que debió soportar producto de una sociedad enferma, que toma como un pecado capital un acto de profesionalismo, es decir, brindar sus servicios donde le paguen más y sienta que tiene más para dar, es el símbolo de una inmadurez que solo es comparable con el escándalo que significó la ida de Higuaín del Napoli a la Juventus, donde la línea que separa al norte del sur italiano trasciende a lo futbolístico. No se puede negar el error de Zárate en haber declarado que en la Argentina solo jugaría en Vélez, pero es inexplicable la cacería que se encomendó por su cabeza. 
 Las compras de Villa e Izquierdoz son el resultado de errores en mercados anteriores: sus llegadas no podrían explicarse sin el inconformismo para con Espinoza y Vergini, que ahora están un escalón más abajo. Villa es un futbolista desconocido en nuestro fútbol, pero por su edad Boca está asegurándose el futuro para cuando venda a Pavón, y teniendo en cuenta los antecedentes de casos similares, como los de Barrios y Fabra, el xeneize por lo general acierta cuando se inclina por una apuesta del fútbol colombiano. 
 Mientras que Izquierdoz es un zaguero conocido por Guillermo y que aporta jerarquía, pero no todos ven con buenos ojos la inversión que hizo Boca por él. La realidad es que Boca, por más de que sea el equipo más fuerte del país en términos económicos, no puede traer a quien quiera. Es imposible que Boca traiga a un central como Otamendi. Izquierdoz es la posibilidad más factible de los mejores defensores que pueden traerse. ¿Si con tanto dinero se pudiera traer otro central mejor, a quién se hubiese traído? Las respuestas no abundan. 
 Luego de haber concretado los pases de estos tres futbolistas, Boca no parece retirarse del mercado, ya que va en busca de Olaza, y tal vez algún arquero. El primer interés (como cualquier incorporación) le quita posibilidades de mostrarse a algún juvenil que juegue como lateral, lo que ya no es una novedad en Boca, pero las necesidades de conquistar campeonatos son más fuertes que proyectar juveniles a largo plazo. Por otro lado, un arquero que compita con Rossi vendría a jerarquizar el puesto, pero no para sacar al ex Defensa y Justicia de los tres palos, sino para intentar ganarse un lugar, ya que desde un sano juicio, Rossi podrá no ser un arquero que salve partidos, pero desde que llegó a Boca cumplió su tarea aceptablemente. 

lunes, 16 de julio de 2018

LA PELOTA PARADA, LA CLAVE PARA ROMPER LA PARIDAD

Esta copa del mundo se caracterizó por lo parejo de sus encuentros: a pesar de resultados abultados como el de Rusia 5-0 Arabia Saudita, el 6-1 de Inglaterra a Panamá o el 5-2 de Bélgica al mismo equipo, se ha visto un torneo donde la diferencia de jerarquía en los nombres no se trasladó a la diferencia de capacidades para superar al adversario. Por eso hubo encuentros que en los papeles parecían disparejos, pero en los hechos resultaron entretenidos y llenos de incertidumbre para el espectador: como es el caso del 1-0 de España a Irán y el 2-2 con Marruecos, el 2-1 de Inglaterra a Túnez, el triunfo sobre la hora de Bélgica por 3-2 con Japón, entre otros encuentros que pueden destacarse.
 Con la victoria de Francia sobre Croacia se sentenció un campeonato que tuvo a los equipos como conjunto como los mayores protagonistas, lejos de actuaciones individuales descollantes. Pueden destacarse las individualidades de Hazard y Modric, pero no mucho más de figuras como ellos que rompan por sí mismos la ecuación de un encuentro. Con Messi y Cristiano eliminados tempranamente y sin haber contado con grandes seleccionados, Bélgica floreció por su juego directo, Inglaterra por el dinamismo de su formación, Croacia por el aguante y la voluntad, y Francia, que se coronó campeón, tuvo apenas pinceladas de Griezmann y M'Bappé, aferrándose a lo férreo de su defensa y el oportunismo de la pelota parada.
 Puede contemplarse la paridad en el nivel general del torneo poniendo la lupa en el campeón: fue superior a Argentina y Uruguay, pero en el primero llegó a estar perdiendo y en el segundo la pasividad charrúa fue cómplice del adiestramiento sin desentonar del elenco galo, que no fue muy superior en la semifinal y la final, pero que supo abrir los encuentros de la mano de un gran ejecutante como Griezmann. En la gran final el ganador enseñó más eficacia y contundencia que un fútbol avasallador, que sobre el comienzo sí lo tuvo Croacia, ensimismado por taparle la salida a Francia y abriéndole huecos que no había descubierto ningún otro rival en esta copa del mundo: Pavard perdía constantemente con Perisic, Kanté se vio superado por el tridente Rakitic-Brozovic-Modric, y los atacantes parecían estar muy lejos del resto del equipo. Pero como se dijo anteriormente, la pelota detenida fue el arma del campeón para romper la paridad tanto en la final como en el resto de la competencia, para luego soltarse y hacer que M'Bappé vuele como voló contra Argentina. Fue tal la paridad que emparejó a Francia con el resto que su centrodelantero no conoció el arco contrario ni tampoco participó en las jugadas de ataque, dedicándose en exceso a colaborar en las pelotas detenidas y en la presión sobre los zagueros rivales, a tal punto que el VAR fue más protagonista que Giroud: si en Brasil 2014 la gran novedad fue el ojo de halcón, sin ninguna duda en Rusia 2018 la innovación de la FIFA en el deporte fue esta famosa pantalla, que no podía faltar en la final.
 Muchos pueden sollozar, y con razón, que el VAR destiñe al fútbol como deporte, que paraliza el juego, que aparece por encima de la vista del árbitro generando emociones que se habían pasado por alto, pero tampoco puede negarse que hace justicia, y que Croacia, que no supo marcar en los tiros de esquina ni en los tiros libres cerca del área, merecía que le cobren un penal por una mano. Poniendo todo en la balanza, lo positivo pesa más que lo negativo en esta implementación de la tecnología.
 Este Mundial, donde el campeón está por encima del resto, pero no por mucho, es una invitación a que todos se animen a jugar al fútbol como lo hicieron muchas selecciones: Croacia cumplió el sueño de jugar una final, y equipos como Rusia se animaron a soñar aunque sea un poco. Esto nos da un mensaje a los argentinos: no hace falta tener 11 Messis para ser un gran equipo, pero sí se necesita seriedad y organización, y un técnico como Deschamps, que trabaja ininterrumpidamente desde el 2012 en la selección francesa. Por lo tanto, luego de haber visto una copa del mundo donde la pelota detenida fue más protagonista que las grandes figuras, quién nos dice que, haciendo las cosas correctamente, no podamos soñar en cuatro años, aunque tal vez ya no este el mejor del mundo con nosotros.

lunes, 2 de julio de 2018

ARGENTINA 3 FRANCIA 4: FINAL ANUNCIADO

Por más de que el resultado registre tres goles argentinos, el encuentro tuvo un claro ganador, que fue superior en todo momento, ante una Argentina que nunca hizo pie y que sufrió la crisis futbolística que no sería posible sin una crisis institucional. Los errores de Sampaoli y la imagen triste de Messi mirando el suelo son los síntomas de una patología estructural. 
 Para analizar los aspectos generales, primero hay que entender lo micro, lo que acarrea este encuentro en particular y lo que fue esta copa del mundo: Sampaoli nunca pudo armar un equipo, no supo administrar los nombres para hacer de ellos una columna vertebral. Venía de ganar ante Nigeria con un primer tiempo más que aceptable, y en vez de ir a lo seguro y repetir los nombres o esquema decidió sorprender con un 4-3-3 con Messi como "falso nueve", la posición en la que se vio su mejor versión en un Barcelona de Guardiola que deslumbró al mundo entero y marcó una época en el fútbol. Pero el entrenador catalán no lo logró por el esquema, sino que el esquema era el marco en el cual se expresaba su idea, donde Messi era el estandarte del lema de que "los grandes futbolistas deben jugar por el centro". Este 4-3-3 de Sampaoli no era la expresión numérica de un largo trabajo y una identidad futbolística, sino que fue un volantazo más, ensuciado por la improvisación con la que se fue a jugar este mundial. Si las cosas no salieron como el entrenador las pensó fue porque no hubo un proceso que las elabore. 
 Lo único que quedó claro del paso de Sampaoli por la selección nacional fue que para él la posesión de la pelota es indispensable, ya que Argentina es hasta el momento el tercer equipo que más tiempo tuvo la pelota en su poder en lo que va de Rusia 2018, pero el problema argentino es qué hacer con ella, cómo hacer para que Messi se sienta cómodo, como hacer para que Pavón o Di María lleguen a una posición neta de ataque en la que puedan asistir o terminar ellos mismos la jugada. Fue tal el desorden y el desconcierto que en un momento Messi se ubicó como volante y Enzo Pérez se paró como centro-atacante. Pero los mayores problemas se vieron sin duda cuando la pelota la tuvo el rival: una defensa mal escalonada y una mitad de la cancha que le miró el número de la camiseta a M'Bappe, que por destreza individual y falencias ajenas tuvo un partido consagratorio para los suyos y que significó una pesadilla para los contrincantes. 
 El fútbol a veces es tan raro que, como dijo Latorre en sus comentarios de la transmisión y en su editorial en La Nacion, hacer goles a veces puede ser más fácil que jugar bien. Di María nos dio el empate, vaya la paradoja, ubicado en una posición impensada. Pero ni siquiera encontrándose con el 2-1 Argentina supo manejar el partido: no se cuidó de los desbordes y centros franceses, y el desequilibrio táctico, sumado a una desventaja técnica (porque hay que reconocer que tal vez Francia tenga mejores jugadores que Argentina) se le sumaron inconvenientes físicos para que sea imposible emparejar la ecuación. 
 La derrota era un final anunciado porque un equipo que llega sin ningún respaldo, con problemas de continuidad de un proyecto futbolístico (Martino se fue luego del papelón de los Juegos Olímpicos, y Bauza duró nada más que ocho meses) que se evidencian en la casi no clasificación a la competencia y en la derrota 0-3 ante Croacia que pudo haber significado la no clasificación hacia esta fase, tarde o temprano tiene que encontrar un final, porque el fútbol, en casos así, tiene bastante lógica. Por eso es lógico que los uruguayos estén orgullosos de su selección aunque quede afuera en los cuartos de final: porque se ve un trabajo serio, donde se denota un respeto de los futbolistas hacia Tabárez y porque hay una estructura que hace posible una renovación, donde tal vez nunca más aparezcan jugadores como Cavani o Suárez pero sí aparecen juveniles como Bentancur, que no entran como los posibles salvadores como debió hacerlo Pavón, sino que juegan respaldados en una estructura sólida.
 Por lo tanto, lo que ocurrió en este mundial es uno de los síntomas de lo que viene pasando en la AFA hace varios años, que podría continuar con una millonaria indemnización a Sampaoli que evidencie una vez más la incapacidad de la dirigencia de llevar adelante un saneamiento institucional y una renovación política que debe empezar por ordenar las cuentas. 
 Ya se terminó la época de los Mascherano, Biglia, posiblemente Higuaín, Di María, tal vez Messi. Jugadores que surgieron de buenas participaciones de Argentina en las juveniles, lo cual hoy por hoy no ocurre. Los nombres que asoman como la renovación son Pezzela, Lautaro Martínez, Pavon, entre otros que puedan mencionarse, pero si no se hacen bien las cosas desde la cúpula dirigencial, por más de que se siga teniendo una buena genética para que aparezcan futbolistas, los resultados seguirán siendo el síntoma de una enfermedad que por ahora parece incurable. Los hinchas expulsados de Rusia son otro síntoma, en este caso extra-futbolístico, que nos enseña que el mundo es el límite a los morbos internos.