jueves, 30 de abril de 2020

EL MITO DEL NEOLIBERALISMO

La crisis del petróleo de 1973, producida luego de que los integrantes de la OPEP decidieran subir estrepitosamente el barril de crudo, implicó el fin de una era, aquella de los llamados Estados de Bienestar iniciados luego de la calamitosa crisis económica del "crack" de 1929. Una producción en masa basada en gran parte en la alta provisión de energía se vería frenada por los altos costos de la energía, mientras que el alza del precio de la misma agitaría aún más el problema inflacionario en estados con un gasto público cada vez más insostenible. Aquel quiebre fue el que daría lugar al "consenso de Washington" en 1989 y a la etapa "neoliberal" de reducción del estado en todo el planeta, con el objetivo de eliminar el problema del déficit fiscal, el alto endeudamiento y la inflación.
 El término "neo" quiere decir "nuevo", por lo que es apropiado hablar de neo-liberalismo para referirse al final de una intervención total del estado en la economía para retomar el liberalismo económico con las particularidades propias del contexto: una producción atada a la demanda, sin acumular stock; un mayor capital financiero; sumados a una mayor desprotección de los trabajadores (hoy la Argentina padece lo contrario, insostenibles costos laborales) y mayores impuestos regresivos. Sin embargo, el término "neoliberal" ya no es utilizado de manera tal de referirse a la historia sino de forma peyorativa. Desde las entrañas de la izquierda más intransigente y reaccionaria urge hablar del neoliberalismo como un insulto a aquellos que se oponen a modelos populistas y demagógicos. Y muchas veces el término sirve como excusa para encontrar un "chivo expiatorio", un culpable a todos los males que ocurren, y de esa forma desligarse de una autocrítica que sería destructiva para los intereses de determinados modelos estatistas.
 La viceministra de educación, Adriana Puiggrós, declaró en su cuenta de Twitter el pasado 22 de abril que "El coronavirus infectó sociedades humanas enfermas de neoliberalismo. La destrucción llevada a cabo por el capitalismo financiero liberó el virus. El irrefrenable impulso de los dueños del capital produce una espiral que se retuerce engullendo a la sociedad". Lo argumentado por la viceministra es muy parecido a lo sostenido por Vladimir Lenin en su obra "El Imperialismo": el líder del partido Bolchevique sostenía que el imperialismo sería la fase mas monstruosa del capitalismo, que conduciría inevitablemente a una revolución proletaria y a una caída del mundo capitalista. Esta etapa se caracterizaría por el dominio mundial de los grandes imperios económicos y entre ellos estaba el reino del capital financiero, absorbiendo y monopolizando distintos mercados, llevando a que el mundo se vuelva dependiente de las naciones mas poderosas. Llamar como "destrucción" a lo realizado por el capital financiero, así como intuir que los dueños del capital "engullen" a la sociedad, hacen del tweet una declaración con estrechos parentescos leninistas. Dirigirse a la historia de forma ciega y tendenciosa puede concluir en errores estrepitosos ya cometidos anteriormente: quitarle el capital a los capitalistas como ocurrió en el modelo soviético (y como ocurre actualmente en Cuba y Venezuela) trajo aparejados innumerables problemas que los modelos con mayor libertad económica no padecen.
 Hasta ahora, la idea mas certera acerca del origen del coronavirus es que tiene su origen en la ciudad de Wuhan, en China, un régimen que no es precisamente comunista, pero que es gobernado de manera totalitaria por un partido llamado de esa manera, que ocultó los primeros casos y sigue escondiendo información sobre sus infectados. Países como Cuba y Venezuela, cuyos líderes han hecho de la lucha contra el neoliberalismo su bandera, tienen casos de coronavirus y debido a sus delicadas situaciones socio-económicos (falta de suministros de higiene), una propagación del virus similar a la que tuvieron países "neoliberales" puede ser excepcionalmente mortífera.
 Por otro lado, descartando que el virus sea producto del "monstruo" del neoliberalismo, tampoco es cierto que todos los males que aquejan a la humanidad sean producidos por este. Si bien es cierto que en la época de los Estados de Bienestar la centralización económica de los estados hizo crecer las economías y amplió los derechos sociales, dicha historia no puede entenderse sin la anterior conquista de derechos políticos y civiles alcanzada en los siglos anteriores, y que el proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones tenía vida corta en el tiempo, ya que ningún país es capaz de satisfacer su mercado interno sin abrirse al mundo. La apertura y desregulación eran inevitables para aliviar a los estados deficitarios que hubiesen contraído "enfermedades" peores si no se aplicaba dicha cura.
 Está de más decir que la apertura no implica un estado ausente: es vital que el estado cumpla con el deber de satisfacer los derechos sociales y encauzar un camino sostenible a partir de medidas que impacten positivamente en el desarrollo, pero este es imposible si no hay libertad económica para que el capital genere trabajo, viendo al inversor y poseedor del capital no como un "oligarca" sino como una oportunidad para generar trabajo.
 Mucho se dice también del capital financiero, que al ser muy volátil se fuga a mercados externos cada vez que resulta conveniente, que no genera trabajo, y si bien la apertura y desregulación implica esos riesgos, ¿Seguiremos pensando que el capital financiero es un demonio cuando ahorremos dinero producto de nuestro trabajo y queramos invertirlo en un plazo fijo, posibilitado porque los bancos, esos seres que muchos los vislumbran como endemoniados, compran títulos de deuda del Banco Central?¿Seguiremos diciendo lo mismo del sistema financiero, cuando una empresa invierte en bonos para luego invertir y generar más trabajo?¿Diremos que el sistema financiero y los bancos son los malos de la película que hay que nacionalizar, cuando a través de un crédito hipotecario muchos trabajadores compran su primera vivienda, y cuando si caen los bancos, que tienen el dinero de la gente, colapsa todo el sistema?¿El monstruo es realmente el neoliberalismo y su capital financiero, cuando la Argentina vuelve a emitir títulos de deuda, necesarios para pagar sus compromisos más urgentes y no caer una vez más en default y echarle otra vez la culpa a los fondos "buitres"? Sin un sistema financiero confiable y un mercado de capitales sostenible no hay país que pueda sostenerse en el tiempo.
 El neoliberalismo y el capitalismo no son los causantes del coronavirus que el mundo socialista piensa, sino que la actividad capitalista, a partir de la investigación científica, es lo que puede encontrar la vacuna y aliviar al mundo de esta pandemia. El día que la clase política argentina deje de atacar la generación de riqueza y deje de tener como chivo expiatorio al neoliberalismo, posiblemente puedan liberarse de sus propios pecados y dejar de hacer justicia social para hacer justicia en serio: el neoliberalismo tampoco tiene nada que ver con la liberación de presos por parte del juez Violini, con fuertes lazos con el justicialismo y la doctrina abolicionista de Zaffaroni.

lunes, 13 de abril de 2020

LAS DOS CARAS DE ALBERTO FERNANDEZ

En su obra El Político y El Científico, Max Weber contrasta el rol que cumple el político con el del científico. El político es un hombre destacado por tener un discurso demagógico y estimular las prebendas estatales con el fin de conseguir un objetivo: este es ser electo, para lo cual necesita del apoyo de gran parte de las masas no educadas que asimilen el discurso como promesas que serán cumplidas a cambio del voto; el problema del político está en que sabe como atraer a las masas pero no cómo lograr cumplir con sus objetivos para llegar al objetivo máximo, que es ser electo en la próxima elección. Por otra parte está el científico, hombre que no tiene la capacidad discursiva para expresarse ante el público que se debe conquistar, pero conoce el método requerido para que el político cumpla sus promesas y consiga sus objetivos. La principal diferencia entre ambos radica en que uno utiliza el rendidor pero oculto trabajo verídico de la ciencia, y el otro la altisonante pero vaga retórica de la campaña política. Ambos con contradictorios, pero se necesitan mutuamente: el político necesita del científico para gobernar, de lo contrario nunca podrá cumplir con sus objetivos porque no sabrá cómo.
 El gobierno de Alberto Fernández se auto-referenció como un gobierno de "científicos" en contraposici­ón al gobierno de "CEOS" de Mauricio Macri. Si bien no es cierto que cada uno de los gobiernos contenga de forma pura el 100% de aquellas referencias, es cierto que el gobierno actual posee una faceta científica, como también aquella faceta de la política cuyo discurso en sí mismo es vacío de contenido en cuanto se asemeja a la verdad: pero sí es un discurso lleno de un contenido maligno a la hora de sanear las instituciones de la Argentina.
 Desde su llegada al poder Alberto Fernández se ha caracterizado por tener una doble moral: es muy conocida su historia ambigua de haber criticado férreamente a Cristina para luego pasar a decir que "son lo mismo". En esta ocasión es la falsa dicotomía entre economía y salud la que trae un presidente que presenta facetas totalmente dicotómicas: por un lado, el titular del poder ejecutivo se respalda en la ciencia, la estadística y el consejo de profesionales de la salud para prolongar la cuarentena, y, a través de una presentación digna de una clase de la facultad, presenta porqué tal medida es necesaria junto con los buenos resultados que esta está consiguiendo.
 Si bien pueden objetarse ciertas cuestiones de parte de los especialistas (como la carente cantidad de testeos), es innegable que la curva de contagios en la Argentina se ha contenido a comparación de países que atraviesan una situación realmente dramática a causa del colapso del sistema sanitario que provocó el brote del coronavirus. Sin embargo, en la otra cara de la moneda se encuentra el aspecto económico, y de esta dicotomía del presidente resulta ser un aspecto totalmente distinto al de la salud: Fernández no se está respaldando en buenas políticas basadas en la ciencia y está sosteniendo sus medidas a través de una retórica demagógica y poco constructiva para las instituciones tan débiles de la Argentina.
 El jefe de estado pide que no se lo "corra con la economía", argumentando que "de la caída del PBI se vuelve, de la pérdida de la vida no". La pregunta que debe hacerse es: ¿Cómo se vuelve?¿Y a costa de qué?
 Es manifiesto el hecho de que la actual crisis que atraviesa el mundo entero tendrá graves consecuencias y que no es culpa de Alberto Fernández. Lo que debe objetarse es la forma en la que está paliando la crisis:
1) No se está realizando el esfuerzo de parte del aparato elefantástico del Estado para achicar los costos improductivos que tal estructura acarrea. No se realiza el esfuerzo que se hizo en Italia, por ejemplo, donde se aprobó una reforma constitucional para achicar la cantidad de parlamentarios, medida que le ahorrará millones de euros al estado italiano.
2) Al no achicarse el Estado, las medidas de emergencia se resuelven haciéndolo más grande en vez de reasignar partidas: al intentar crear más impuestos, amenazar con intervenir el sistema de salud privado y recurrir a la emisión monetaria de forma descontrolada, no se está pensando en no solo bajar los sueldos de los funcionarios públicos, sino tampoco en achicar toda la estructura ministerial y burocrática que es muy grande e ineficiente, y de esa forma destinar los recursos a inversiones en infraestructura y gastos de capital para invertir en la salud.
3) Se están emitiendo miles de millones de pesos, lo que puede traer aparejado un combo letal: aumento del déficit fiscal y de la inflación.
4) La faceta política del presidente en relación con la cuestión económica quiebra aún más la poca confianza que hay en las instituciones, llamando miserables a los empresarios de cuyo capital depende darle trabajo a los trabajadores que dice defender, amenazando con crear un impuesto confiscatorio de la riqueza desalentando a todo aquel que quiera invertir en la Argentina, y llenando de buenos adjetivos a un sindicalista corrupto como Moyano, responsable de que existan costos laborales insoportables.
 En estos cuatro puntos puede resumirse la faceta política que se contradice con la faceta científica de Alberto Fernández: recuerda a las épocas autoritarias de Perón cuando se llamaba a "colgar" a aquellos que suban los precios, cuando el principal motivo de la suba de precios es la inflación que no deja de subir por la emisión monetaria que financia a un Estado tan grande como insostenible. Y estas instituciones que tan mal le hacen a la economía y viceversa, no son un contrapeso de un poder ejecutivo cada vez mas poderoso, que se presta a la corrupción. No hay un poder legislativo o judicial que funcione durante la emergencia, ni órganos extra-poder, como son la Auditoría General de la Nación o la Defensoría del Pueblo, que controlen y limiten la ineficiencia del poder como debe ser en una república.
 El populismo chavista que expropiaba la riqueza bien habida mientras aumentaba la que se generaba producto de la corrupción, aumentó a tal punto el Estado que la inflación y los precios máximos en Venezuela llegaron al desabastecimiento catastrófico que vive aquel país latinoamericano. Esa falsa lucha de clases socialista se replica de alguna manera en la Argentina, atacando la generación de riquezas y promoviendo clases altas de funcionarios ricos y corruptos, que no controlan los sobreprecios de los productos comprados por el Estado. Si no queremos terminar de la misma manera, es hora de que Alberto Fernández se respalde en la ciencia para la economía de la misma forma en que lo hace para la salud.