En la profundidad de una selva donde sólo habita vida silvestre y vegetación, lejos de la civilización y del clima contaminado de las ciudades cosmopolitas, una comunidad de animales se organiza para que a nadie le falten los recursos que brinda la naturaleza. Los monos son la especie más avanzada e inteligente, y en la zona más exclusiva de la selva, pasando un pantano y distintos ríos es donde se encuentra el mercado de frutas: un sistema de intercambio donde todos salen ganando, ya que los monos son los que trabajan recolectando las frutas, y cada uno luego vende los frutos que recolectó a otros animales a cambio de servicios que estos ofrecen. El mercado es una gran cueva con distintos pisos de altura, donde en cada rincón hay troncos de árbol donde los monos guardan sus frutas que esperan ser vendidas. Los osos hormigueros son grandes clientes: ellos compran frutas a cambio de comerle a los monos las hormigas que caminan por su pelaje.
Lejos del mercado, distanciado por múltiples ríos, cascadas y pantanos muy peligrosos, habita una comunidad de monos nómades que aspiran a llegar al mercado de frutas para hacerse de un puesto donde negociar sus frutas recolectadas. Polimeko es un joven mono que presenta grandes habilidades: es ágil para trepar, rápido para desplazarse, perspicaz para captar peligros y oportunidades, y además tiene una corpulencia admirable para entrenarse día y noche: nadie duda de que puede ser capaz de triunfar en el mercado de frutas, recolectando todas las mejores frutas posibles para venderlas a los clientes más exclusivos de toda la selva.
Polimeko forma parte de una camada jóvenes monos que apuntan a llegar al mercado de frutas para seguir desarrollándose como homínidos: en la parte de la selva donde viven no hay tantos recursos y especies de animales; en cambio en el mercado de frutas los espera toda una vida de relaciones intra-especie y habilidades nuevas por delante.
Polimeko nunca pensó que un día se despediría de sus amigos tan rápido:
-Polimeko: creo que ya estoy maduro para ir al mercado. Me motiva mucho este desafío.
-Parmánado: yo también estoy muy emocionado. Mañana por la tarde voy a estar llegando al mercado de frutas. No veo la hora de llegar.
-Polimeko: ¿Pero cómo?¿Mañana a la tarde? El mercado de frutas está muy, muy lejos... No vas a poder escalar las montañas, viajar en las lianas, saltar las aguas tan rápido.
-Parmánado: No, Polimeko. No voy a tardar más de un día porque voy a cruzar el pantano con los cocodrilos, ya tengo todo arreglado.
-Polimeko: Ha, cierto, vos eras amigo de esos...
Al oír la conversación se acercan otros monos, que cuentan cómo van a llegar al mercado.
-Sermónodo: Mira vos. A mí me va a llevar nada más que dos horas. Me lleva un águila volando. Es una amiga de mi primo.
-Queráclato: Yo voy a estar llegando a la madrugada. Me lleva una manada de elefantes, amigos de mis padres. Corriendo son más rápidos que una gacela. Y allá en el mercado ya tengo todo el puesto instalado, voy a laburar con mi hermano que está allá hace un año.
-Sermónodo: ¿Y vos Polimeko, cómo vas a llegar?
-Polimeko: Y no sé, qué se yo. Yo iré por mi propia cuenta.
-Queráclato: Estás loco, es re lejos. No vas a llegar más. Aparte es peligroso, mirá si te morís de hambre en el camino.
-Parmánado: Bueno Polimeko, pensalo, capaz más adelante se presenta una oportunidad para llegar. Vos sos el más capaz de todos nosotros pero no hagas cagadas, si te mandás solo tal vez nunca llegues. Yo parto mañana, seguro en algún momento nos veremos allá.
Había llegado el día de mañana y Polimeko quería partir sea como sea al igual que sus amigos. Al fin y al cabo, él era el mono con más habilidades, no podía quedarse atrás mientras todos sus amigos llegaban al mercado de frutas.
Polimeko emprendió el camino hacia el futuro que él tanto esperaba: convertirse en un exitoso mono en el mercado de frutas. Para ello debía cruzar toda la selva.
Al llegar a un pantano lleno de cocodrilos, Polimeko sintió que le temblaban las piernas: si se metía a nadar, un cocodrilo se lo podía comer. Pero Polimeko recordó cómo su amigo Parmánado iba a llegar por el pantano gracias a los cocodrilos, así que se atrevió a consultarle a un cocodrilo mientras un pajarito le limpiaba los dientes:
-Polimeko: Señor, disculpe, yo tengo que llegar al mercado de frutas, alguno de ustedes podría...
-El cocodrilo: ¿que hacés acá nene, a vos quién te conoce? Te van a comer vivo.
-Polimeko: Pero un amigo mío...
-El cocodrilo: Ha, sí, ese mono que pasó hace un rato. Ese es amigo del jefe, a ese lo ayudamos. Pero a vos no te conoce nadie, no tenés nada que hacer acá.
Polimeko no se desilusionó y decidió escoger otro camino: eligió llegar por la zona de los montes.
Escalando una montaña Polimeko vió un águila que volaba cerca. Polimeko pensó que tal vez una de esas lo ayudaba a subir, pero cuando vio cómo el pájaro se aproximaba de forma amenazante, Polimeko se inclinó para atrás y aunque cayó al suelo muy adolorido, hubiese sido peor quedarse arriba mientras era desgarrado por las garras del pájaro.
-Polimeko: casi me mata esa conchuda. Pero safé. Si no se puede llegar por los montes y los pantanos lo voy a hacer por el llano, aunque tarde más. Yo voy a llegar.
Polimeko pasó días caminando sin parar, pensando en sus amigos que con la ayuda de otras especies ya habían llegado y estaban trabajando en el mercado. Los otros monos no tenían las condiciones físicas de Polimeko, pero con la mano que le daban otros animales, todo se hacía más fácil.
Un día Polimeko no dió más de caminar. Cayó desplomado, mientras un león pasaba por al lado suyo, y el pobre mono pensaba qué bien le vendría que un felino tan fuerte le de una mano, una simple ayuda que le permita llegar.
Polimeko no pudo llegar al mercado de frutas. A pesar de sus grandes habilidades, el camino era muy largo y duro para hacerlo por sus propios méritos. Polimeko tenía todo para triunfar, pero pereció por el simple hecho de no conocer a nadie.