miércoles, 11 de diciembre de 2024

Opinión: En busca de una síntesis virtuosa

Milei y Macri, ¿harán la "fusión"?

Habiéndose cumplido un año del mandato de Javier Milei, el gobierno tiene muchos logros en su haber, hecho que lo catapulta como un gobierno aceptable para la mayoría del pueblo argentino, que cada vez se convence más acerca de que votar cuadros nuevos y que vienen de afuera de la política fue una fórmula efectiva. Los asuntos más urgentes de la ciudadanía caminan por un sendero de esperanza. En materia económica, los argentinos hemos pasado de tener un sufriente 25% de inflación mensual a un 2,5%, que de seguir a la baja como todo parece indicar, pasaríamos a tener dígitos de inflación normales como en el resto del mundo. El riesgo país también ha experimentado una baja sustancial, pasando de los 2000 puntos a 750. En materia de relaciones internacionales, el gobierno de Milei puso a la Argentina del lado correcto de la historia junto a las democracias occidentales como Estados Unidos e Israel, tal como supo hacerlo en su momento el gobierno de Cambiemos. En el Ministerio de Capital Humano se les ha quitado el poder a los gerentes de la pobreza, terminando con los piquetes y también con la extorsión hacia los beneficiarios. Una vez más, de la mano de la gestión de Patricia Bullrich en Seguridad, se ha aplicado un cambio de paradigma, donde las víctimas dejaron de ser los delincuentes, y estos últimos pasaron a ser tratados como tal, estando a la vista los resultados: el 2023 cerró con una cifra de 4,4 homicidios cada 100.000 habitantes, mientras que en este 2024 se proyecta terminar con 4,0 puntos de este delito por el mismo número de habitantes. El polvorín de Rosario está lejos de solucionarse, pero la mayor presencia de fuerzas federales ha reducido la incidencia de la criminalidad organizada.
 La buena imagen que ostenta el Presidente Milei en las encuestas es un indicador del despertar y maduración de la sociedad argentina: ya dejó de ser "piantavotos" prometer ajuste y austeridad. Gran parte del electorado valora el esfuerzo por ordenar las cuentas públicas y comprende que no es cierto que con la macroeconomía no se come: el orden fiscal representa las bases para el progreso futuro. 
 Al igual que como ocurrió en Estados Unidos con el triunfo de Trump, la agenda woke ha sido derrotada: a la mayoría de los argentinos ya no les interesa que exista el INADI o que el Banco Central lance comunicados con lenguaje inclusivo, sino que les importa poder prosperar y cuidar a sus familias. 
 A pesar de esto, hay alarmas en la democracia republicana que deben seguir alertas: es importante vencer a la agenda de la nueva izquierda, pero el hecho de estar a la derecha no necesariamente hace correcto todo el contenido que emana de ella. ¿Hay algún punto en común entre Javier Milei y Cristina Kirchner? Más allá de sus abismales diferencias, los azotes verbales al periodismo, la candidatura de Lijo como ministro de la Corte Suprema y la lamentable falta de quorum en el proyecto de ficha limpia entablan puntos de conexión entre ambos. De allí surge la necesidad de complementar lo que está siendo este buen gobierno de La Libertad Avanza con lo positivo a rescatar del paso de Macri por la Casa Rosada. Una "síntesis", en términos hegelianos. 
 El gobierno de Mauricio Macri fue ideológicamente cobarde. No dio la batalla por las ideas, como por ejemplo borrar los símbolos partidarios peronistas de los espacios y edificios públicos tal como lo está haciendo la administración libertaria. Lo que resulta intachable del actual presidente de PRO es su compromiso por los valores republicanos, con su consecuente respeto hacia las instituciones. El liberalismo no encarna solamente un plan económico, sino una filosofía de vida donde la república es su principal garante. Claramente Javier Milei no es un líder antidemocrático, pero la confianza en las instituciones, aspecto clave para el futuro del país, pasa también por el modo en que el Presidente se relaciona con ellas y las expectativas generadas en torno al respeto por las reglas del juego, siendo una justicia con funcionarios eficientes y provos una cuestión central. Es muy acertado reivindicar las figuras de próceres como Roca, Alberdi y Sarmiento, pero no así la de Menem, uno de los más grandes corruptos de la historia argentina.
 Urge la necesidad de una alianza entre LLA y PRO no solamente por la competencia electoral, sino porque en clave de la dialéctica de Hegel, la síntesis entre ambas fuerzas fortalecerá al gobierno: en la fase de tesis, el gobierno propone soluciones para los argentinos; en la antítesis, estas son efectivas, pero hay ciertos aspectos que provocan reticencias, como la posibilidad de nombras jueces supremos por decreto; en la síntesis, los cuadros de Macri pueden darle a Milei esa faceta institucional de la que a veces carece. Hoy la oposición no tiene un plan que anteponer al del oficialismo, sino que tan solo ofrece oponerse por cuestiones dogmáticas e infundadas. Todo parece indicar que proyectos centristas como el de Rodríguez Larreta van a naufragar en el intento. El gobierno tendría que hacer las cosas demasiado mal para perder las próximas elecciones. A veces para no tropezar hay que dejarse ayudar: las suspicacias de Karina Milei y Santiago Caputo a incorporar dirigentes del macrismo tanto en las estructuras ministeriales como en un interbloque legislativo no parecen ir en esta última sintonía.

 Tomás Racki. Politólogo.

domingo, 6 de octubre de 2024

Opinión: Llegó el momento de hacer política

El Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que a su vez ha absorbido las funciones del extinto Ministerio del Interior, cumple un rol de equilibrista entre Santiago Caputo y el desorden del Congreso.

Si hay un componente característico de la meteórica carrera política de Javier Milei y el movimiento libertario, es el rechazo hacia la política tradicional. El actual presidente no solo llegó al poder enfrentándose a los partidos políticos tradicionales, sino que lo hizo sin contar con un partido propio. La Libertad Avanza fue un frente construido en poco tiempo, con muchos candidatos pertenecientes a distintos partidos (incluso con pasados en el peronismo), y también con gente que venía de afuera de la política como el propio Milei. En alguna ocasión se le ha escuchado al presidente manifestar que la política le aburre, y que esta no es un fin en sí mismo sino un medio para aplicar las medidas liberales que el país necesita.
 A pesar de esto, el gobierno ha entendido que, sin hacer política, es imposible gobernar. La salida de Nicolás Posse para que Guillermo Francos ocupe la jefatura de gabinete es un antes y un después: se trata de la salida de la tecnocracia, para dar lugar a la negociación política. De hecho, Posse no cumplía con la obligación constitucional de presentarse una vez por mes en el Congreso. Francos no solo se habitúa mensualmente a dar cuenta de la marcha del gobierno en una de las cámaras del parlamento (algo que no debería ser optativo), sino que a partir de su pericia para el toma y daca ha logrado consensos que se plasmaron en logros importantes para el gobierno. 
 La crítica que el sociólogo Max Weber le hacía al gobierno de Bismarck en Alemania era que su gobierno de burócratas había llenado el parlamento con más burócratas, sin liderazgos políticos, que se dedicaban a firmar lo que los técnicos requerían. Un burócrata es quien actúa de acuerdo a la maquinaria, haciendo lo más eficiente posible el desarrollo de la burocracia. Sin embargo, para que el sentido dado a la burocracia persista en el rumbo emprendido, el parlamento necesita de vocación política, voluntades para formar coaliciones, convencer a la sociedad. Allí es donde la política bien entendida resulta estrictamente necesaria. 
 Que Milei se reúna con miembros de distintos bloques parlamentarios define su ingreso triunfal en la negociación política: a nivel técnico, su gobierno tiene los profesionales necesarios, pero sin política, la tecnocracia encontrará un freno en el Congreso, tal como le ocurrió con la primera versión de la ley Bases. No obstante, puede hacerse política con referentes que defiendan ideas en el parlamento, como también con lo más viejo y sucio de la misma. En las últimas elecciones, en La Libertad Avanza han estado presentes elementos de esto último en armados provinciales. Hacer política no quiere decir necesariamente mezclarse con la casta. 
 El trabajo de Karina Milei a nivel partidario ha logrado crear a la Libertad Avanza como partido político, por ahora con el sello requerido por la justicia electoral a nivel nacional y en unas pocas provincias. Tener un partido será un gran avance para el gobierno de cara al futuro, con el fin de que La Libertad Avanza no sea solo una mescolanza y rejunte de distintos sectores, sino un frente con un liderazgo partidario y que conserve una cohesión en cada armado distrital, provincia por provincia. Esto será fundamental para ordenar a la tropa propia: teniendo tan pocos diputados y senadores, si ocurren internas y conflictos puertas adentro, difícilmente los legisladores de LLA puedan avanzar con acuerdos y negociaciones con los demás bloques para aprobar leyes y a su vez frenar los intentos de los "degenerados fiscales". Es como dice el Martín Fierro: "Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera". Sin ordenar a la propia tropa, se hará todo cuesta arriba. Una forma de cohesionar los bloques parlamentarios es a partir de la disciplina partidaria. Pero resulta que sin existir La Libertad Avanza como partido, ¿a qué disciplina responden los legisladores libertarios, si cada uno responde en nombre del movimiento y no hay un partido que los comulgue? En el extinto Juntos por el Cambio había diferentes partidos, pero no había discusión en que el Pro era la fuerza que lideraba la coalición y cuando había diferentes posturas existía una instancia institucional que sentaba a los partidos fundadores de la alianza. Teniendo en frente al numeroso bloque castro-chavista del kirchnerismo, no alcanza con amanuenses que solo hagan lo que Milei les dice, pero tampoco con libertinos rebeldes que dan cátedra del desorden. Se necesitan líderes políticos, y más en las elecciones del 2025 donde Milei no estará en la boleta y los candidatos a legisladores deberán contar con peso propio para ser votados.
 Jaima Durán Barba, con quien el poderoso asesor Santiago Caputo ha trabajado, sabía mucho del arte de ganar elecciones: tener mensajes disruptivos y esperanzadores que atraigan a la gente y sobre todo que no la aburran (el "cambio" de Macri, la "casta" y la "motosierra" mileístas). Pero a la hora de gobernar, hay que hacer política en términos de lograr acuerdos: sin el acercamiento con Macri, Bullrich y el Pro, a quienes anteriormente Milei equiparaba con el kirchnerismo, no solamente habría una parálisis legislativa, sino que probablemente Milei no habría ni siquiera ganado las elecciones. Con vistas a las elecciones del 2025, LLA como partido debe formar políticos de vocación a la hora de ampliar su bloque en el parlamento y usufructuarlo para gobernar y obtener consensos. 
 Hay también ciertas elecciones donde la negociación y los arreglos entre partidos hacen a la victoria. En España, la incapacidad del PP y Vox para formar una coalición decantó en un gobierno del PSOE y Podemos. Mientras que en las últimas elecciones bonaerenses Kicillof se impuso como gobernador electo luego de que las candidaturas de Grindetti y Píparo dividan el voto opositor. De las experiencias se aprende. Cuando se juegue la gobernación de la provincia de Buenos Aires en 2027, donde no hay ballotage, los números de la economía y los mensajes por redes sociales sumarán mucho, pero solamente la negociación política, lo que antes parecía aburrirle al presidente, es lo que permitirá construir una coalición que le gane al peronismo. 

Tomás Racki. Politólogo.

martes, 23 de julio de 2024

Opinión: La libertad no restringe derechos

La posibilidad de convertirse en SAD es una interesante oportunidad para muchos clubes del fútbol argentino. Al igual que como ocurre con el RIGI, sectores de la oposición sienten rechazo hacia propuestas donde puedan hacerse negocios,

En su famosa obra Leviatán, el filósofo Thomas Hobbes explica lo que es un derecho: es el poder, la capacidad de una persona de hacer determinadas acciones. Para proteger el derecho a la vida, la ley pena el asesinato. Para cuidar el derecho a la propiedad, el Estado reprime los robos. La línea que separa el cumplimiento de un derecho propio del de un otro puede ser muy delgada: si creemos que cuando hay una necesidad nace un derecho, el financiamiento de esas necesidades por parte del Estado probablemente tendrá costos incalculables. Esos costos siempre alguien los paga, y en contra de su voluntad: nada en este mundo es gratis.
 La libertad, junto a la vida y la propiedad, es el derecho más importante que una persona puede tener, y que el Estado debe su existencia para garantizar. Son, de acuerdo a la filosofía iusnaturalista, tres derechos naturales, preexistentes al Estado. Y es por medio de la libertad, que se abren las puertas para decidir qué derechos debemos adquirir y cuáles no. Nadie sabe mejor que uno mismo qué es lo que necesita, y qué recursos destinar para ello. El hecho de obtener beneficios económicos extraordinarios para ciertos actores de la economía amplía no solo los derechos de estos últimos, sino de toda la comunidad que saldrá beneficiada: para el consumidor, que tendrá una mayor oferta; y para los nuevos puestos de trabajo, donde nuevos trabajadores percibirán un salario a cambio de sus funciones.
 El recordado plan kirchnerista del Fútbol Para Todos pretendía que la televisación del fútbol argentino sea accesible para toda la población. Sin embargo, aquello obligaba a todos los contribuyentes a financiar un programa de transmisión de partidos sin preguntarles su opinión, y haciendo más pesada la carga del Estado con todo lo que ello implica. La mejor manera de defender el derecho a ver fútbol y los derechos de la comunidad en forma genérica es que cada ciudadano decida por sí mismo qué desea consumir y qué no, accediendo a tal derecho con recursos propios, sin afectar los derechos de los demás (relegando al Estado a funciones básicas como la salud y educación públicas). Eso tiene lugar en una economía que funciona, donde la oferta genera su propia demanda sin intervenciones del Estado que resultan ser distorsionadoras para el mercado. Además, cuando desde el Estado se busca universalizar un servicio haciéndolo accesible para todos, no solo resultan un problema los costos ya mencionados, sino que tal situación es permeable a la manipulación política de la población: Fútbol Para Todos funcionaba como un mecanismo de difusión de propaganda política, lo cual significaba que el gobierno de aquel entonces terminaba utilizando dinero de los argentinos para beneficio propio.
 En la Argentina nos hemos acostumbrado a vivir en una ficción, y esta misma ha tergiversado la realidad haciéndonos creer que vivimos rodeados de un paraíso de derechos, cuando es todo lo contrario: se suele creer que vivir con tarifas subsidiadas es brindarnos el derecho a acceder a la electricidad y el gas, cuando al ocurrir esta situación implica que somos tan pobres que somos incapaces de pagar el verdadero valor de la tarifa por nuestros propios medios, volviéndonos dependientes del Estado; un empleado en blanco no tiene el derecho a decidir si desea sindicalizarse o no, ya que el modelo corporativista obliga a los trabajadores a pagar una cuota sindical aunque vaya en contra de su voluntad; un club de fútbol que juega en la primera división no tiene derecho a transformarse en una sociedad anónima deportiva, por más de que así lo quieran sus socios; los sectores exportadores no tienen el derecho a disfrutar del fruto de su trabajo, porque las retenciones los obligan a pagar impuestos que van en contra de su productividad y el cepo cambiario los condena a liquidar a un dólar oficial muy lejano al precio de mercado. Si nos guiamos por la definición de lo que es un derecho, el modelo que rige en nuestro país los restringe, muy lejos de poder ampliarlos. 
 Louis Althusser, reconocido autor marxista, tenía la teoría de que la estructura (económica) reproduce a la estructura (se reproduce a sí misma): de acuerdo a sus escritos, el modelo capitalista genera pensamientos y acciones que lo hacen reproducirse a sí mismo, impidiendo que los proletarios vean la explotación y se rebelen contra ella. Tomando esta idea, ¿Qué estructura se reproduce en la Argentina? Seguimos teniendo represiones a la libertad de elección bajo el mantra de que se deben ampliar derechos (lo cual es contradictorio), faltas de libertades justificadas en sentimientos de culpa hacia lo que se vincula con los negocios bien habidos. Seguimos atados a estructuras arcaicas que en muchos casos impiden ver el beneficio que podría obtenerse quitando la obligatoriedad de la cuota sindical, así como abrir el juego a que los clubes que así lo decidan puedan dejar de ser sociedades civiles sin fines de lucro. Inculcar la falsa idea de gratuidad en servicios públicos deja de ser otorgar derechos cuando implica aumentar desmesuradamente la presión impositiva sobre el sector privado, ofreciendo desde el Estado un servicio que podría ofrecer el mercado en una mejor forma y abundancia, con clientes capaces de contratarlo en forma particular.
 Cuando se pone el grito en el cielo contra la posibilidad de que los clubes puedan convertirse en sociedades anónimas deportivas, se argumenta falazmente que el capitalismo va a robarse el fútbol, o que eso no tiene que pasar porque el fútbol es de los hinchas. ¿Acaso los hinchas no disfrutan el fútbol en las mejores ligas del mundo donde casi todos los clubes son manejados por grupos empresarios? Para muchos clubes argentinos que tienen dificultades para retener o contratar jugadores, o que no cuentan con instalaciones deportivas adecuadas, la llegada de capitales privados sería un alivio. 
 El fútbol es un producto capitalista por excelencia: mueve infinidades de negocios, de contratos multimillonarios, y las inversiones logran que el producto sea cada vez mejor, teniendo un fútbol de mayor calidad. Y está bien que así sea, porque si se ha convertido en un gran producto, es porque la gente lo ha elegido por encima de muchos otros deportes. Que los socios tengan la libertad de poder optar por seguir con el modelo vigente o que sus clubes pasen a ser gerenciados por grupos empresarios amplía derechos, no los restringe. Si suele decirse que donde hay una necesidad nace un derecho, ¿Por qué no se respeta el derecho de los socios de clubes que sienten la necesidad de convertirse en sociedades anónimas deportivas? 

Tomás Racki. Politólogo.

martes, 21 de mayo de 2024

Opinión: El Pacto de Mayo, una oportunidad para definir un nuevo sistema de partidos

En el "juego de la gallina", hay dos automovilistas que van directo a estrellarse. El que decide acelerar, no traiciona sus convicciones, pero se estrella. El que gira el volante se salva, pero termina siendo un "gallina" (un miedoso). 
El gobierno fue pragmático al llamar a un consenso en el Pacto de Mayo. Por su parte, el peronismo tiene la oportunidad de sacarse de encima a Kicillof y dar un volantazo pro-mercado.

En la ciencia política, se entiende por sistema de partidos a los patrones de competencia partidaria entre los partidos políticos que realmente tienen posibilidades de definir el rumbo de una elección. Este puede ser altamente institucionalizado, como lo es el bipartidismo estadounidense; débilmente institucionalizado, como lo es el multipartidismo del Perú; o medianamente institucionalizado, como es el caso de la Argentina. El sistema electoral tiene mucha influencia en su conformación, afectando de diferentes formas a la competencia partidaria si aquel es proporcional o mayoritario, y teniendo en cuenta cuáles serán las circunscripciones electorales.
 La historia partidaria argentina ha tenido al PJ y a la UCR como los principales partidos políticos. Sin embargo, el polo no peronista ha mutado de forma a partir de la crisis de 2001, con partidos que se han caído de la competencia y otros que la han protagonizado (por eso el politólogo Juan Carlos Torre ha llamado al polo no peronista como los "huérfanos de la política"). El radicalismo ha dejado de integrar el sistema de partidos, sin ninguna posibilidad de ganar en las elecciones de 2003, 2007 y 2011. La alianza Cambiemos, con el PRO a la cabeza, hizo retornar el bipartidismo. Y la irrupción de La Libertad Avanza ha vuelto a modificar las pautas de interacción partidaria, con un tripartidismo que hoy parece haber dejado de existir, con la disolución de Juntos por el Cambio y el plegamiento de PRO a las filas libertarias. 
 El Pacto de Mayo, además de ser un hito histórico fundamental para sentar las bases del rumbo que la Argentina necesita, es una gran oportunidad para definir los valores y simbolismos que caractericen a las instituciones partidarias de ahora en adelante.
 Tal evento, con tintes refundacionales para la Argentina, aborda cuestiones básicas e incuestionables para cualquier país normal del mundo, como la inviolabilidad de la propiedad privada, hacer un esquema impositivo más razonable, rediscutir el nefasto régimen de la coparticipación federal.
 Este acuerdo político y social a largo plazo expondrá dos partes distintas del sistema político argentino (en definitiva, esto son los partidos políticos: partes de la sociedad): aquellos que defienden el status quo decadente, y aquellos que buscan el cambio y por lo tanto el progreso.
 Aquí es donde será elocuente el rol que ocupará de ahora en adelante la parte del sistema de partidos argentino que ha salido inmune del derrumbamiento de 2001: el peronismo. Esta fuerza política excede lo partidario: es un movimiento, que abarca también a los sindicatos, a los movimientos sociales y a partidos que no son el PJ y se consideran peronistas. Tal como ha ocurrido en los 90´ con el giro que le ha dado Menem, el peronismo ha mutado de forma a lo largo del tiempo. En esta oportunidad, el peronismo se encuentra sin liderazgos fuertes, teniendo en cuenta que su máximo exponente, Cristina Kirchner, hoy no acapara el triunfalismo que ha sabido tener cuando gobernaba, mientras que Sergio Massa ha salido derrotado de la última elección y no parece tener hoy un gran peso específico. De Alberto Fernández ni vale la pena pensar que pudo haber llegado a tener algún tipo de liderazgo. Dado este panorama complejo, el peronismo tiene la gran oportunidad de orientarse en torno a los gobernadores que vendrían a representar el peronismo "clásico", apoyar el Pacto de Mayo y surgir como una oposición razonable que no se oponga a las reformas de Milei y se muestre como una fuerza partidaria despegada de los sindicalistas mafiosos y los delincuentes piqueteros. Si en cambio el peronismo es conducido por Kicillof y lo que queda del kirchnerismo en base a la doctrina de John William Cooke, seguirá siendo el partido que defiende el status quo y se opone fervientemente al progreso, a pesar del engañoso vocablo de "progresismo" con el que estos suelen identificarse. 
 Por otra parte, para consolidar un bipartidismo fuerte, el polo no peronista, hoy gobernando de la mano de La Libertad Avanza, será primordial que arme una coalición competitiva, definida ideológicamente, y que apunte a institucionalizarse de forma robusta. Para equilibrar el sistema ante un peronismo que sea de la forma que sea siempre estará presente, es vital que el PRO, la facción más razonable de la UCR y bloques como el de Pichetto y López Murphy se alíen con La Libertad Avanza para que el sistema de partidos mantenga dos coaliciones sólidas, con políticas previsibles a largo plazo. Para que el polo no peronista llegue a tener el mismo arraigo social que su contraparte y así poder desactivar estructuras extorsivas que muchas veces funcionan como nexos del PJ (punteros, sindicalistas eternos, intendentes que utilizan cajas municipales con fines partidistas), es una ardua tarea definir las reglas que harán funcionar a esa hipotética coalición y mantendrán su funcionamiento institucional independientemente de la coyuntura: cómo aceitar el diálogo entre sus partidos integrantes, si será más o menos personalista en torno a la figura de Milei, si en el Congreso habrá mayor o menor disciplina partidaria de parte de los legisladores, cómo se definirán probables internas, establecer canales de comunicación y financiamiento.
 Quiénes se posicionen de una forma u otra ante el Pacto de Mayo puede ser el preludio de las elecciones de 2025, que conformará un nuevo Parlamento dependiendo de cómo se sitúen distintos actores del escenario político. Desde el 2003, el peronismo (kirchnerismo) ha perdido seis elecciones contando las presidenciales junto a las de medio término: será momento de que el polo no peronista deje de ser solo un "anti" y pase a consolidarse con una identidad propia.

Tomás Racki. Politólogo.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Opinión: Cuiden al Presidente

El Presidente Javier Milei, al estilo de Donald Trump. Las polémicas en las redes sociales hablan de un estilo disruptivo. Muy eficaz, pero también riesgoso.

Federico Nietzsche comentaba que para que aparezcan cosas nuevas, debe haber hombres nuevos. La política argentina ha sufrido una mutación, luego de muchos años de cabalgar permanentemente en un ida y vuelta entre los polos kirchnerista y antikirchnerista. No es que aquel clivaje haya desaparecido, sino que hoy la centralidad se ha volcado en torno al outsider que emergió pomposamente como Presidente en una carrera política meteórica. Hoy la agenda en debate es la de las reformas pro-mercado de la Libertad Avanza, y la política se pronuncia en base a apoyar o no el programa del líder libertario. Lo que dividía a las familias, las amistades, a los bandos políticos traducidos en su fenómeno sociológico, era la figura de Cristina Kirchner. Hoy esa figura central la ocupa Javier Milei, que irrumpió como un auto incrustado en una vidriera. La política es el vidrio estallado en pedazos: se encuentra en una situación atípica.
 El fenómeno libertario, disruptivo como la figura de su líder, ha devuelto esperanzas a los argentinos, dado su carácter proactivo: hoy no se habla solo de oposición al kirchnerismo, sino de propuestas concretas, reformas con un trasfondo filosófico. Allí es donde surge el nuevo eje de discusión que obliga a la política a reinventarse. Pero es en esa disyuntiva donde lo disruptivo de este nuevo fenómeno político puede convertirse en un arma de doble filo. Instalar una agenda con soluciones factibles para arreglar la Argentina con un proyecto de país es formidable. Sin embargo, las tensiones desmesuradas y formuladas para llevarla a cabo hacen correr el riesgo de atrofiar al sistema. 
 En una república, los fines no justifican los medios. En la cultura política de una democracia, el respeto a las instituciones, que vendrían a canalizar las ideas que se buscan implementar, hacen al contenido de fondo. Que desde el gobierno haya una actitud proactiva, capaz de transformar la realidad, es maravilloso. Ahora bien, las formas en donde quien disiente es convertido en un enemigo, pueden hacer derrochar las energías propositivas del Presidente y la esperanza que despierta en los argentinos. La política está llena de curros, maniobras espurias y nidos de corrupción, pero López Murphy está lejos de ser un traidor al liberalismo, y radicales como Martín Tetaz no son parte de una casta. Probablemente muchos gobernadores no hayan querido disolver los fondos fiduciarios provinciales para no revelar sus dudosos orígenes y destinos, pero al mismo tiempo hay mandatarios provinciales que no querían incrementar las retenciones a las exportaciones de economías regionales. Estos últimos tenían motivos para votar en contra de ese punto en particular, y eso no los convierte en traidores. Los medios son la vía para llegar a los fines. En una república, el respeto de un Presidente hacia el parlamento y la justicia (dos poderes del Estado), como también hacia actores importantes de la sociedad civil como el periodismo, es una garantía para efectivizar los principios de la libertad. Así es como lo pensaba Juan Bautista Alberdi, el autor intelectual de la Constitución de 1853, y autor del libro Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina, nombre en el cual se inspiró la ley Bases.
 El círculo que rodea al Presidente, donde están su hermana, Karina Milei, Santiago Caputo y otros funcionarios, tienen que hacer lo posible para cuidarlo de escaladas improductivas, porque cuidando su investidura se cuida a su vez al gobierno. El llamado a acordar un pacto político y social es una excelente idea y noticia. La transversalidad del efecto Milei hace crujir a todos los partidos políticos y sus figuras: entre apoyar o no la agenda pro-mercado que la Argentina necesita, es posible que en un mismo lado y otro se encuentren juntos actores que anteriormente eran irreconciliables (¿Habrá, de un lado de la grieta donde se rechaza la agenda, radicales junto a kirchneristas?). El asunto de cuidar al Presidente para cuidar al gobierno radica en que la grieta pase por exponer a aquellos que defienden el status quo de la decadencia y aquellos que buscan el cambio. Si el gobierno cae en diatribas agraviantes, el clivaje terminará siendo otro: se estará discutiendo si se apoya la Constitución (donde increíblemente buscarán situarse la izquierda y la Cámpora) o si se defiende el personalismo en que puede degradarse la figura del libertario.
 El discurso en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso tuvo tres ejes muy marcados: los logros que lleva el gobierno en su gestión; los defectos de la oposición; y una actitud propositiva de soluciones pensando hacia delante. De los tres, el último es el que más se ha enfatizado. Por primera vez hay un gobierno que genera esperanzas, que aporta soluciones concretas. Para no echarlo a perder es que hay que cuidar al Presidente, dada su naturaleza intrínseca vinculada al conflicto y a la fricción.
 En los momentos en que se han destituído a primeros mandatarios en América Latina han sido comunes algunas características, en casos como los de Collor de Mello en Brasil y Abdalá Bucaram en Ecuador: un "escudo" legislativo débil (gobiernos con minoría en el parlamento), y protestas sociales en rechazo a medidas económicas de corte ortodoxo y liberal (es decir, cuando la izquierda es oposición). Este gobierno no tiene un "escudo" en el Congreso más allá de la alianza que pueda tejerse con PRO, y despierta ansias destituyentes en los sectores de la oposición que estarán al acecho de cualquier traspié para intentar voltearlo. No hay que darles motivos para usar la herramienta del juicio político. Cada vez que el Presidente "pisa el palito" en las redes sociales, los kirchneristas y el trotskismo se frotan las manos. El elemento disruptivo es tentador y arremete con potencia para desactivar estructuras de la política arcaicas y difíciles de derribar, pero puede convertirse en un arma de doble filo.
 No le falta razón a Jorge Fernández Díaz cuando dice que los libertarios tienen dosis de populismo en sangre. No obstante, con este llamado a firmar el Pacto de Mayo, Milei demostró no ser un populista, y que antepone el bien de la patria a cualquier interés personal. Para lograrlo, hay que evitar que una mera afección en los glóbulos blancos degenere en una sepsis terminal. Cuiden al Presidente.

Tomás Racki. Politólogo.

viernes, 23 de febrero de 2024

Adelanto de mi libro: El Fascismo Sanitario

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud se define como “... Un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones y enfermedades”, tal como reza el preámbulo del organismo multilateral. Claramente la salud es un fenómeno multidimensional: si nos atamos estrictamente a lo médico, la salud es tantas dimensiones como ramas de la medicina existentes. La salud es infectológica, cardiológica, dermatológica, psiquiátrica, entre otras. Y si utilizamos el concepto de salud como metáfora para describir el estado vital de otras áreas de la vida, que son igual de importantes, podemos decir que hay una salud espiritual, una salud democrática, una salud para la economía, y así podríamos seguir con un sinfín de contenidos. Por lo tanto, el fascismo sanitario es una ideología destructora de la salud. Su gran trampa dialéctica radica en el uso errático y desacertado (adrede) de la concepción de salud.
 El fascismo sanitario consiste en utilizar elementos del fascismo para reducir la totalidad de la vida cotidiana de todos los individuos que componen la sociedad a normas a-culturales e impuestas “desde arriba” para organizar y controlar todos los ámbitos en torno al cuidado del coronavirus. En vez de ser una esfera más de la vida de todos los ciudadanos, esta esfera que compone a la pandemia del Covid se híper-dimensiona, se agiganta y lo captura todo, absorbiendo todas las demás dimensiones de nuestras vidas. Lo que yo llamo “Covid-Centrismo” se vuelve el principal objetivo en todo momento. Todo lo que hacemos, incluso lo que pasa en nuestra intimidad y dentro de nuestras casas, es regulado e inspeccionado por el fascismo sanitario. Un vecino que no trabaja en ningún organismo público y por lo tanto no obedece al Estado municipal, ni provincial ni nacional puede convertirse en el más feroz inspector y denunciador fiel del gobierno. El fascismo sanitario convence, a través del miedo, a que todo aquel que pasa a nuestro lado debe contribuir a la causa, adoptando posturas violentas hacia conductas normales que el fascismo sanitario se encarga de a-normalizar.
 Aunque nadie tenga certezas de que cada uno esté o no contagiado, todos deben ser controlados por si acaso, ya que lo único importante pasa a ser el Covid-Centrismo. No le interesa en lo más mínimo al fascismo sanitario si tu comercio se está fundiendo y tu economía se languidece; si tu salud mental necesita de salir de tu casa; si como ciudadano decidís ejercer tus derechos amparados constitucionalmente y querés hacer uso de tu derecho a la circulación; si tus hijos están creciendo con traumas por no poder ver las caras que se esconden tras un barbijo, y están perdiendo años de educación al no poder asistir a la escuela; si necesitás hacer un tratamiento oncológico pero tan solo te permiten ver a tu médico por videollamada, porque la única salud que importa es la del Covid.
 Así como el fascismo se nutría de una cultura híper colectivista, anti-individualista y anti-racionalista, donde siempre está orgánicamente presente el concepto de la nación en el eje ideológico, el fascismo sanitario hace un culto a la “salud” (el entrecomillado es porque claramente no abarca a la salud como tal, sino a la salud construida y diseñada a medida del modelo instaurado). La comunidad, para el fascismo sanitario, es anteponer ese concepto fabricado de salud a todo lo existente. El individuo que se pasa de individualista y traiciona los valores dados a la comunidad, es un asesino en potencia o directamente un insensible que prefiere hacer su vida de siempre y no cuidar al prójimo. 
 Así como el fascismo era una revolución nacionalista transversal a todas las clases sociales, el fascismo sanitario implica una revolución sanitaria, en tanto todos nuestros hábitos se subordinan a la mano de hierro, pasan a estar envueltos en un barbijo tal como nuestros rostros. Si bien las normas sanitarias contra el Covid fueron aplicadas de igual manera a toda la población (excepto para los políticos que las dictan, tal como se verá en el próximo capítulo), y afecta negativamente a todas las clases sociales, sin dudas significan un terrible castigo y alienación para los ciudadanos más humildes en comparación a los más pudientes. ¿Quién puede tolerar más una cuarentena? ¿Una familia que vive hacinada, en una vivienda con poca iluminación y sin balcón, o una familia que vive en un barrio cerrado, con espacios al aire libre? ¿Quién terminó más perjudicado? ¿Un niño que al no tener computadora y conexión a internet ha abandonado el colegio, o los niños que han podido llevar a su casa maestras particulares, que tienen tantas computadoras como habitantes que hay en sus casas y con conexión a internet las 24 horas? Con tan solo pensar en este tipo de casos, no es muy difícil darse cuenta de que las consecuencias negativas de no haber puesto ninguna restricción habrían sido mucho menores que las que terminaron ocurriendo a causa del fascismo sanitario.
 Este intercambio del concepto de nación por el de salud es muy esclarecedor para entender el fascismo sanitario, partiendo de la argumentación ya señalada de Sternhell, Szajder y Asheri (1994): aquí el nacionalismo total que pauta criterios de conducta que hacen al organismo colectivo pasa a convertirse en un sanitarismo total. En el sanitarismo total, la verdad, la justicia y el derecho sólo parecen existir para servir a los deseos de quienes organizan este colectivo. Aquí la multitud del pueblo no encarna a la nación, sino a la idea de salud construida. Hubo mandatarios que, sin ocultar sus pretensiones fascistas, pensaron que no solo sus mandatos eran la encarnación de la salud, sino que compaginando este último concepto con el del fascismo original, directamente asociaron a esta idea colectivista de lo sanitario con defender los intereses de la nación. Al fascismo sanitario, como a todo tipo de fascismo, le molesta, y por supuesto detesta, las actitudes racionalistas, intelectuales que se apartan del colectivo. Un fascista sanitario no vacilará en lo más mínimo en señalar a aquellos como unos irresponsables, insensibles y egoístas que no les importan los contagios del virus. Como decía Hayek (1946), la única diferencia entre el comunismo y el fascismo es el fin con el que se organiza a la sociedad, pero tienen más en común de lo que se piensa: ambos modelos apuntan a que un líder o Estado omnipresente anule todas las voluntades individuales a cambio de una única voluntad, que maneja los hilos de todo lo realizado en la sociedad.
(Pp. 36-38. Capítulo 1. El Fascismo Sanitario).  

Tomás Racki. Politólogo.