Milei y Macri, ¿harán la "fusión"?
La buena imagen que ostenta el Presidente Milei en las encuestas es un indicador del despertar y maduración de la sociedad argentina: ya dejó de ser "piantavotos" prometer ajuste y austeridad. Gran parte del electorado valora el esfuerzo por ordenar las cuentas públicas y comprende que no es cierto que con la macroeconomía no se come: el orden fiscal representa las bases para el progreso futuro.
Al igual que como ocurrió en Estados Unidos con el triunfo de Trump, la agenda woke ha sido derrotada: a la mayoría de los argentinos ya no les interesa que exista el INADI o que el Banco Central lance comunicados con lenguaje inclusivo, sino que les importa poder prosperar y cuidar a sus familias.
A pesar de esto, hay alarmas en la democracia republicana que deben seguir alertas: es importante vencer a la agenda de la nueva izquierda, pero el hecho de estar a la derecha no necesariamente hace correcto todo el contenido que emana de ella. ¿Hay algún punto en común entre Javier Milei y Cristina Kirchner? Más allá de sus abismales diferencias, los azotes verbales al periodismo, la candidatura de Lijo como ministro de la Corte Suprema y la lamentable falta de quorum en el proyecto de ficha limpia entablan puntos de conexión entre ambos. De allí surge la necesidad de complementar lo que está siendo este buen gobierno de La Libertad Avanza con lo positivo a rescatar del paso de Macri por la Casa Rosada. Una "síntesis", en términos hegelianos.
El gobierno de Mauricio Macri fue ideológicamente cobarde. No dio la batalla por las ideas, como por ejemplo borrar los símbolos partidarios peronistas de los espacios y edificios públicos tal como lo está haciendo la administración libertaria. Lo que resulta intachable del actual presidente de PRO es su compromiso por los valores republicanos, con su consecuente respeto hacia las instituciones. El liberalismo no encarna solamente un plan económico, sino una filosofía de vida donde la república es su principal garante. Claramente Javier Milei no es un líder antidemocrático, pero la confianza en las instituciones, aspecto clave para el futuro del país, pasa también por el modo en que el Presidente se relaciona con ellas y las expectativas generadas en torno al respeto por las reglas del juego, siendo una justicia con funcionarios eficientes y provos una cuestión central. Es muy acertado reivindicar las figuras de próceres como Roca, Alberdi y Sarmiento, pero no así la de Menem, uno de los más grandes corruptos de la historia argentina.
Urge la necesidad de una alianza entre LLA y PRO no solamente por la competencia electoral, sino porque en clave de la dialéctica de Hegel, la síntesis entre ambas fuerzas fortalecerá al gobierno: en la fase de tesis, el gobierno propone soluciones para los argentinos; en la antítesis, estas son efectivas, pero hay ciertos aspectos que provocan reticencias, como la posibilidad de nombras jueces supremos por decreto; en la síntesis, los cuadros de Macri pueden darle a Milei esa faceta institucional de la que a veces carece. Hoy la oposición no tiene un plan que anteponer al del oficialismo, sino que tan solo ofrece oponerse por cuestiones dogmáticas e infundadas. Todo parece indicar que proyectos centristas como el de Rodríguez Larreta van a naufragar en el intento. El gobierno tendría que hacer las cosas demasiado mal para perder las próximas elecciones. A veces para no tropezar hay que dejarse ayudar: las suspicacias de Karina Milei y Santiago Caputo a incorporar dirigentes del macrismo tanto en las estructuras ministeriales como en un interbloque legislativo no parecen ir en esta última sintonía.
Tomás Racki. Politólogo.
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