sábado, 24 de diciembre de 2016

LA INDUSTRIALIZACION QUE LLEGA AL FUTBOL

 En los últimos años se hizo común un fenómeno que responde a la chequera del más fuerte: que jugadores con todavía mucho andar en sus recorridos, pasen a jugar al fútbol chino. Figuras internacionales como Ramires, Oscar, Jackson Martínez, entre otros. Ahora Tévez seguiría sus pasos, y se habla de Ponzio y Gago recibiendo ofertas de los orientales.
 China cuenta con un caudal de recursos tan grande como su población, debido al amplio abanico de industrias que lo hacen una de las mayores potencias del mundo.
 Pero tampoco hay que olvidar a Estados Unidos, que hace lo suyo incorporando a figuras como Gerard, Pirlo, Lodeiro, entre otros nombres. Enriquecer las filas de los equipos de la MLS puede ser un buen paso para crecer en lo futbolístico, deporte que siempre estuvo detrás de los preferidos por la audiencia pero que creció mucho los últimos años. Está de más decir lo llenos que se encontraron los estadios la última Copa América, y es algo que tiene que ver también con su cultura: donde hay espectáculo, el americano va. Pensándolo bien, pagar sueldos altisonantes para futbolistas que se encuentran en el final de su carrera no es un gran rédito deportivo, pero que Lampard, Pirlo y Gerard culminen sus tiempos en el país norteamericano es una forma de comenzar el boom con el fútbol.
 Antes, los buenos rendimientos traían un sueño deportivo: llegar a la elite, ir a Europa. Hoy en día, un chico de 20 años (como se habla de Pavón y Driussi) tiene entre sus posibilidades emigrar al fútbol chino, de una liga poco competitiva. Está claro que literalmente, los jugadores se compran: ya no se los seduce con lo futbolístico, sino que se habla de números. El fútbol siempre fue una manera de salvar la vida de una familia, pero en estos tiempos, en la prosperidad de una carrera, ya no se busca la gloria sino la ambición.
 Es provechoso recordar la entrevista de Alejandro Fantino con Ricardo Darín, cuando el actor le menciona que rechazó una oferta de Hollywood porque no le gustaba el papel que debía protagonizar, cuando los números que se barajaban eran sorprendentes. El actor dejó en aquel programa pretextos como no ir en busca de más dinero aunque se tenga la posibilidad, ya que para él una buena vida se vive con lo necesario, que no tiene sentido ir en busca de más. Sin duda son hechos que hacen de Darín una personalidad ejemplar y particular, pero está claro que la sorpresa del conductor y lo particular de sus palabras se producen porque no es lo común en una persona, y el dinero logra que, por ejemplo, Oscar, de 24 años, con un enorme talento, deje de lado todos los sueños que cualquier futbolista podría tener por los sueños adinerados que tal vez podría tener cualquier ser humano, con el anhelo de ser multimillonario.
 A mi entender, los objetivos tienen una cara material y otra emblemática, todos soñamos, por un lado, con comprar nuestro auto o nuestra casa, y por el otro, mejorar como profesionales. Uno no puede juzgar las decisiones de los que, a diferencia de Darín, teniendo mucho más de lo necesario optan por tener todavía muchísimo más, pero sacrificando lo deportivo, favoreciendo a la política expansionista china y estadounidense, que busca crecer en el fútbol. ¿Será que el sentido de una carrera va por el lado de lo económico y la billetera puede lograr que a larga países que nunca fueron potencias futbolísticas lo logren a través de su poderío financiero? Tévez dejó la posibilidad de ser uno de los máximos ídolos de Boca por salvar a los hijos de sus tatara nietos (sus tatara nietos seguro estén salvados), seguramente buscando la opción que lo haga más feliz. Uno no está en la piel de los demás como para juzgar sus decisiones, menos teniendo en cuenta de que se habla de la felicidad, algo que tal vez aún no sepamos bien cómo se consigue.

lunes, 19 de diciembre de 2016

BOCA 4 COLON 1: ¿UN RUMBO INSEGURO?

 No es casualidad que hace tres encuentros Boca venga marcando de a cuatro, que en muchas ocasiones Gago haga mover la pelota simétricamente, que ante la salida de Bentancur ingrese Centurión y el problema se transforme en una solución, que Boca vaya hacia delante con la fuerza de una estampida de 100 elefantes, con los laterales pasando como locomotoras, animándose a poner gente en campo contrario, con un poder de gol irrefutable, con individualidades como la gambeta que hagan a lo colectivo de una asociación tajante, todo sepultado bajo un Tévez que figura en el medio de la escena, con un equipo que gira al rededor de él. Y cuando un fuera de serie como Carlitos se siente cómodo, se produce un juego que es capaz de arrollar a cualquier rival. Justo ahora, que volvió Gago, que Boca está puntero, que se encontró el sistema ideal, que los hinchas y los jugadores se identificaron con una forma de jugar, que encontró su nivel, se quiere ir. Y aunque parecía todo color de rosas, los próximos seis meses inevitablemente serán una incógnita.
 Cuando volvió aquella tarde del 2015, era para quedarse. Cuando volvió Riquelme lo hizo para quedarse, cuando volvió Palermo lo hizo para quedarse. Pero cuando volvió Tévez, duró un año y medio: ¿se arrepintió de hacer semejante locura?, ¿No le dio más el alma como para soportar el mundo Boca y este país de locos como sí pudieron hacerlo Román u otros ídolos? Cada persona es distinta, pero es innegable que es un sismo desilusionante, que no va a terminar siendo el ídolo que todos soñamos con ver levantando una Libertadores en su segundo ciclo, pero nadie le va a quitar el cariño de la gente y el agradecimiento por haber vuelto, aunque haya sido una vuelta fugaz como los toques de esta máquina de fútbol que inventó Guillermo y que le faltará su eslabón fundamental. Desde la humildad de cada uno, habrá que pensar qué se hizo mal para que un ídolo que dejó el primer mundo para volver a su casa tenga ganas de irse a China, a la otra punta del planeta. Tal vez cuando vemos temas puntuales de logística, como que el ingreso de los socios adherentes se vio demorado porque no funcionaban los molinetes, uno entiende lo loco que estaba para volver al tercer mundo y que tenga ganas de irse.
 Históricamente, Boca siempre se destacó por ser sólido en defensa y contar con futbolistas aguerridos, mientras que el gol siempre estaba en algún Palermo, Guillermo, Delgado, Cabañas, Manteca Martínez, Rojitas, entre otros. Este equipo es un Boca que da vuelta la historia: tiene a todos sus hombres comprometidos con el área rival, tiene volantes centrales de mucho juego y que manejan la pelota con clase, y si tiene una falencia es en el aspecto defensivo, donde con muy poquito, Colón lo puso al nueve de cara al arco de Werner ganándole las espaldas a los centrales en más de una oportunidad, cuando el elenco de Santa Fe fue a la Bombonera a que no le hagan más goles y estaba siendo notoriamente superado. Pero si hay algo que hace distinto a este equipo que disfruta y goza de la pelota en su poder es Tévez, y sin él Boca tiene dos aspectos a solucionar, solo que este último parece casi imposible de resolver, por el simple hecho de que es alguien que no se puede reemplazar.
 Aunque él se declare inconcluso con su destino, Guillermo diga que lo esperan en enero, la gente lo despidió el domingo 19 de diciembre en la Bombonera, mientras él hizo disfrutar a la gente de su alma de potrero y talento que lo disparó hacia la cima del fútbol, ese deporte que lo hizo llorar de alegría muchas veces, pero que también lo tuvo cabizbajo, deshilachado hasta el hartazgo, casi ni sabiendo porqué deseó volver al lugar de donde quiere irse y sufre por sus hijas. Pero esas lágrimas que se vieron al dejar el campo de juego son extrañas, seguro solo él las comprenda: ¿serán de dolor por dejar Boca, traicionando el instinto que lo hizo volver?, ¿serán de emoción por el cántico de la gente? Lo único que puede explicarse con certeza a través de algo tan abstracto como son las emociones de una persona es que todos las tenemos, pero solo unos pocos pueden generarlas en los demás sin planear nada, simplemente siendo como es uno. Se ganó al mundo entero con su fútbol y carisma, se ganó la capitanía del Corinthians siendo un pendejo, salvó del descenso a un club humilde que solo rezaba para que ocurra un milagro, cruzó de una vereda a la otra en Manchester, desembarcó con la 10 en Italia y en poco tiempo se ganó a la complicada afición italiana; y volvió para la Argentina llenando un estadio solo para verlo con la azul y oro, que luego lo despidió con ovaciones no por haberle hecho dos goles a River y salir campeón en 2015, sino por el simple hecho de lo que genera, de lo que nos generó, de que es Carlos Tévez y aunque no vuelva al club de sus amores o se retire del fútbol, siempre va a estar presente en el corazón de cada uno, no por la devoción que genere un ser humano de carne y hueso, sino por lo que nos hizo sentir, en cada punta del planeta, de Brasil a China, y con cada lágrima que vimos caer, del programa de Fantino a su despedida ante Colón.
 En muchos aspectos, el fútbol es como la vida, solo que se produce en tiempos mucho más reducidos. Un ser querido puede durar más de 70 años, un ídolo puede durar muy poco. Pero los clubes nunca mueren, la vida de Boca continúa, la vida de los hinchas continúa, este plantel por el momento continúa, pase cualquier cosa que pase, la historia de la vida continúa, solo que hay hitos que la marcan. El legado de los que siguen, sin tener porqué imitar a nadie pero porqué no aprender las mejores cosas, es seguirla escribiendo.

viernes, 16 de diciembre de 2016

NO PODEMOS EMBARRAR LA CANCHA DE ESTA MANERA

 La tecnología es una variante para el progreso desde cualquier punto de vista, no solo desde el siglo que nos toca vivir, sino desde que se inventó la televisión a color o la fotografía, y así como se puede pedir la utilización de la boleta electrónica, uno nunca intenta conformarse y busca progresar en cualquier aspecto que nos depare la vida. Cuando en el Mundial de Brasil 2014 se implementó el ojo de halcón, la medida estaba para el aplauso porque acabó con una injusticia como es la de no convalidar un gol cuando la pelota ingresó en su totalidad o cobrar un tanto ilegítimo, jugadas muy minuciosas que deben ser sentenciadas en menos de un segundo y muchas veces está fuera del alcance de la vista de un árbitro o juez de línea. Pero decimos que es justo y soluciona un problema porque no cambia la esencia del juego, al instante el árbitro recibe una señal de un dispositivo. Se cobran los goles que son, se sigue el juego cuando no lo son, no afecta el tiempo neto del partido, es realmente una mejora sustancial que facilita el arbitraje sin entorpecer el desarrollo.
 No hay que decirle que no a los progresos; no nos olvidemos que el fútbol estuvo muchos años sin jugarse con tarjetas, lo que hoy sería algo inaudito; y menos decirle que no a la tecnología, que hoy en día nos marca el camino del futuro. Tampoco se azotan las nuevas introducciones al reglamento, como el pase atrás cuando se saca del medio, entre otras cosas que no alteran el producto (que quizás tampoco lo mejoren). Pero otra cosa muy distinta es generar injusticia para los espectadores, donde no se puede creer el bochorno que hay que contemplar parando el juego más de tres minutos, además de retrotraer una jugada que los jugadores ya dan por terminada. No es injusto que se cobre un penal que lo fue, pero sí es un injusto hacer del juego una maquinaria de videos y una paciencia desmesurada.
 Además, queda expuesto la poca importancia que le da la FIFA a la competencia continental más importante de todas. Tal vez Infantino de por sentado que el Real Madrid tenga un 95% de chances de alzarse con el trofeo y que su pálido festejo consista en un apretón de manos entre Zidane y Cristiano Ronaldo, similar a la competencia del 2014 o la que conquistó el Barcelona el año pasado, pero aún así no hay que olvidarse de que es el Mundial de Clubes, la continuidad de una Copa Intercontinental que fue la gloria de varios equipos sudamericanos y hasta europeos. Aunque ahora en Zurich no le den importancia y lo usen de torneo fetiche para andar haciendo ensayos paupérrimos, es un torneo que es y seguirá siendo importante aunque no lo quieran. No hubiera estado mal probar este menoscabo recurso en un torneo sub-17, pero no, la soberbia seguro guió su instinto para implementarlo en una competición de semejante magnitud.
 Además de pensar en los futbolistas que seguramente reclamen la poca pericia de los árbitros en determinadas situaciones (de hecho estos inventos aparecen por malos rendimientos de los jueces, que en principio deberían ser el único parámetro para arbitrar las acciones), como el caso del papelón en la final de la Copa Argentina entre Central y Boca, también hay que pensar en que la gente paga una cuota o una entrada para ver un espectáculo, en este caso el certamen que se disputa en Japón, y a cambio les están devolviendo basura, demoras como si fuera un partido de rugby, cuando una de las cualidades que diferencia este deporte de los demás es la fluidez. Reitero lo dicho anteriormente: no le quitemos al fútbol la esencia que lo hizo el deporte más popular del planeta.
 Entra la FIFA y la AFA (con gran complicidad de la agencia de deportes cordobesa) vivimos en una sola semana dos verguenzas de nivel atómico, con un fallido invento tecnológico mal implementado, en forma desubicada y desvirtuando el desarrollo de partidos trascendentales, y una final de Copa Argentina que no se merecía esa porquería de campo de juego. Y menos se merece la gente escuchar que el campo está siete puntos, cuando está aplazado, y no tendría que estar ni ocho ni nueve puntos, sino diez. Es una final, ¿de esta forma quieren generar nuevos recursos transmitiendo el fútbol argentino en el exterior? Así no se puede reconstruir nada, en ninguno de los dos organismos, con tan poca seriedad.
 Y no me parece mal hacer un punto aparte sobre las resoluciones de los árbitros ante esta medida en el Mundial de Clubes: pueden quedar tan ridículos como se dice, pero ellos son empleados de la FIFA y cumplen órdenes. Dejemos de echarle la culpa a los cuatro de copas, y vayamos a los verdaderos culpables.

lunes, 12 de diciembre de 2016

RIVER 2 BOCA 4: UN JUEGO DE ERRORES Y ACIERTOS

 Una de las epopeyas xeneizes más grandes de la historia, el mejor superclásico del siglo XXI. Veníamos de Boca-River aburridos, cerrados, con pocas emociones, y gratamente el último domingo nos han brindado un espectáculo digno de ver para cualquier neutral, pero no apto para corazones sensibles con peligro de infarto en caso de simpatizar con cualquiera de los dos elencos. Eso es fútbol en estado puro. Se puede decir que los derbys anteriores se jugaron mal porque no se generó un juego adecuado para incomodar en las áreas, pero ahora además del potencial ofensivo de ambos conjuntos hubo numerosos desaciertos defensivos que testimoniaron el histórico marcador. El fútbol es así, caprichoso. Pero no nos olvidemos de que esto es un juego, y los juegos deben ser divertidos: si con desacoples en las dos áreas podemos empacharnos de remates al arco y goles de un lado y otro, que así sea en todos los clásicos del planeta, antes que un partido de ajedrez donde se examina más de lo que se concreta; porque estos partidos son encuentros aparte, son la encarnación de la pasión y la rivalidad, seguro sean lo más hermoso de este deporte: ¿que más podemos pedir que disfrutarlos?
 Vamos a citar a fenómenos del balonpié para enriquecer las líneas.
 Dante Panzeri, que marcó un hito en la historia del periodismo deportivo en la Argentina, manifestó muy sabiamente que el fútbol es la dinámica de lo impensado. Todos creyeron que el asunto iba a girar al rededor de Gago, que Gallardo debía buscar la manera de neutralizarlo y Guillermo la forma en que siga desplegando su aporte colectivo. La realidad estuvo en que el cinco de los mellizos dedicó toda su labor a lo defensivo, fue un volante central clásico de contención, y Boca no comenzó arrollando a sus primos de la mano de su eje de circulación, sino que lo hizo atacando directo, de la mano de Tévez, dependiendo del 10 en todas las maniobras. Si Pavón le ganó las espaldas al chico Olivera fue por pases en profundidad del enganche (hay que aclararlo: Tévez jugó de armador), que hasta transformó contraataques en jugadas de igualdad numérica cambiando velocidad por inteligencia, producto de su desarrollada conducción, porque el primer tanto es una obra maestra del Apache: Boca iba embalado como gran parte del primer tiempo, pero él decidió pensar, paró la bocha, juntó marcas y lo dejó solo a Bou; solo un crack puede hacer esa maniobra riquelmeneana. 
 Pero esto es la dinámica de lo impensado: Gallardo no bloqueó a Gago y a los volantes poniendo una marca encima, sino que los hizo marcar a ellos. La mejor marca de Gago fue D'alessandro, que por momentos le miró el número junto con Pérez y Bentancur, que sufrieron las diagonales de Driussi, los centros al área que no eran por apuro, sino porque River utilizaba al ex (¿actual?) Inter de Puerto Alegre para armar el 2-1 por las bandas y terminar la jugada por el centro. No fue un partido de ida y vuelta constante: primero fue el momento de uno, luego del otro. Ambos dominaron y fueron dominados. Y como se dijo antes, cuando hay muchos goles es porque además de aciertos, hay errores: error de escuelita de Peruzzi en el empate, siesta total de Vergini en el segundo (permítanme traer al artículo a otro genio: Diego Simeone, cuando dijo que el fútbol es un juego de errores). 
 Boca no salió del todo armado al complemento, sino que continuaba afligiéndose de un desarrollo que lo ponía en desventaja, sin sentirse cómodo apostando a la réplica cuando venía de victorias jugadas a sus tiempos y con la pelota en su poder. Sin dudas lo que fue un antes y un después fue que Boca comience a tener la pelota: sin D'alessandro, Gago no tuvo ese rombo para armar un bloque, pero se rompió el itinerario de River en su búsqueda hacia Werner, y nació una proeza que quedará grabada en la historia de los libros del club de la Ribera. 
 ¿Cuanto significa lo mental en el fútbol? Mucho, muchísimo. Boca tuvo mentalidad de darlo vuelta, de transformar una jugada aislada en un desmoronamiento defensivo de la última línea millonaria, que tuvo una pobre respuesta de parte de su arquero (otra vez, gracias Cholo por las palabras), pero gracias a una garra urgida desde las venas auriazules de Walter Bou, para dar una pirueta de acróbata que habilite a Tévez a igualar la batalla que muchos daban por perdida. "Cuando a un guerrero se lo tiene en el suelo, es mejor cortarle la cabeza y acabar con él, porque puede levantarse y acabar con vos", tuve la suerte de leerlo en una de las líneas de Roberto Pefumo en Olé, y cuanta razón tenía. Boca fue un guerrero que nunca estuvo muerto. Y para explicar su resurreción podemos traerlo a Román con un broche de oro: "en el fútbol argentino se juega mal porque priorizamos un cinco antes que un diez, se corre y no se piensa". Gallardo dejó a River sin el que piensa, y se dedicó a correr, pero corrió mal, se desordenó tácticamente, y como un año atrás la fatídica lesión de Gago significó un gol de Lodeiro, la lesión de Bou nos hizo volver a los dos extremos para capitalizar el bajón del rival con alma y gambeta, regocijando de una aceleración en tres cuartos, coordinado con un Carlitos que le puso el lustre a una tarde que tuvo a 11 luchadores venciendo a más de 60.000, pero no los venció luchando sino jugando, y el juego lo creó su líder. El argentino es necesitado de líderes, los grupos en sí los solicitan: un jefe es alguien que dictamina y ordena, un líder es uno más, pero que sus compañeros le otorgan el rol de conductor porque sienten que ese líder les marca el camino. Eso es Carlos Alberto Tévez. Eso fue el golazo inexorable que narra la leyenda de alguien que volvió para escribir su historia y la de la mitad más uno del país. ¿Hay alguno que pueda analizarme cómo dios creó el mundo? Yo tampoco puedo explicar lo que hizo el que fue tocado, justamente, por la barita de ese dios. Será que las deidades son indescifrables para el simple ojo humano.
 Esto es el fútbol: disfrutar, sufrir, llorar, creer, esperanzarse, disfrutar, gozar, ser feliz. Palabra a palabra, así fue el desarrollo del xeneize en el superclásico. Pero si Guillermo tiene a Guardiola como uno de sus espejos, que recuerde la obsesividad que hizo llegar al éxito al catalán: hay que estar en cada detalle, y a veces la victoria te enceguece. Somos un equipo, tenemos una columna vertebral, tenemos recambios que engranan con el conjunto, tenemos juego y actitud, pero no hay que creérsela y pensar que todo está perfecto: tal vez por eso para un DT nunca se alcanza la felicidad y el estrés se apropia de sus noches, porque esos aciertos y errores, siempre se buscan convertir en solo aciertos, pero el trabajo es interminable, es imposible llegar a la excelencia anhelada, por eso siempre los ciclos en algún momento se desgastan, por eso Ferguson hay uno solo. ¿Pero porqué mientras tanto no disfrutar ese extenso camino? Vivamos ese abrazo de Guillermo con Werner como alguien y un grupo que lucharon, se esforzaron, y meritaron un objetivo, de tantos otros que vendrán. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

BOCA 4 RACING 2: CON GAGO SOMOS COSA SERIA

 Un párrafo aparte se merece la previa del partido, el homenaje a las víctimas del Chapecoense, un momento en el que seguro todos pensamos lo hermoso que es el fútbol. Ese sentimiento surge porque al fin y al cabo, el deporte trata de compartir: en este caso (en el fútbol), se comparte la pelota. Es decir, cuando le haces un pase a un compañero, se está compartiendo algo, y cuando vas a trabar a un rival, también. Y en un ambiente de colegas, puede vislumbrarse la solidaridad, el sentimiento mutuo, de que el deporte puede unirnos a todos: en este momento, todos somos Chapecoense. Ahora nos toca unirnos en la tragedia, pero si nos unimos en lo organizativo, en hacer cada día un mundo mejor, tal vez podamos combatir la corrupción, ayudarnos entre todos.
 La estrategia de Racing fue la de un equipo del montón que visita la Bombonera: contener las iniciativas locales y salir rápido. La diferencia que distingue a los de Zielinski del resto es que lo hizo de forma espantosa: como dijo su entrenador, salió a jugar mano a mano, olvidando completamente lo que quiere decir una marca zonal, totalmente desincronizado, cautivado por un juego de Boca que iba a la par de Gago. El partido de Tévez lo demuestra: se movió entre líneas, en un hueco enorme que se visualizaba entre el mediocampo y la defensa. Por eso el fútbol es un deporte de equipo: si se va a tomar como referencia al jugador (en este caso Tévez), luego se debería contemplar la pelota, y luego el indispensable compañero: si va Cerro en busca de Tévez, Aued debe hacer la cobertura para que no quede pagando. Eso es tener contacto químico con los compañeros, saber cómo neutralizar al rival si es que ese era el planteo. Racing no tuvo nada de eso.
 Sin dudas la aparición de Gago fue un aire fresco, potenció a los compañeros (hasta a Tévez), y podemos darnos el lujo de deleitarnos con sus pinceladas de fútbol, con toque corto y pase en profundidad. Pero decimos que con Gago Boca es cosa seria porque a través del volante central se generó una comunión colmada de una homogeneidad esplendorosa: Bentancur, de los más cuestionados, encontró un rol: cubrir a Gago, ser su bastón. Indudablemente al pibe le vino bárbaro tener un consagrado a su lado. Además, Guillermo logró que el equipo se mueva en bloque, de manera fina y acaramelada: Peruzzi sale del prototipo medio de laterales, y rompe el molde dejando el costado para aparecer por el centro con una diagonal; Pérez y Tévez concuerdan las sinfonías de Gago para tocar la mejor melodía; arriba es un equipo clásico, con uno por afuera y uno por el centro (mientras Bou engrana de manera fenomenal, habría que ajustar algunas tuercas con Pavón, que mientras todos siguen el mismo ritmo, a veces con su velocidad sale fuera de sí, bailando rock and roll cuando en el boliche todos bailan cumbia cheta); y cuando una serie de combinaciones por el centro pueden hacer que el rival mantenga el ojo puesto en la pelota, puede aparecer Fabra completamente solo pisando el área. Esto es asociarse con los compañeros, sorprender, emplear un fútbol total.
 Cuando de manera fugaz descontó por duplicado Lisandro López, parecía mentira, pero llegaba a la diferencia de un solo gol un equipo que no había hecho nada para merecerlo. Tal vez sí lo había hecho Romero, el único fuera de serie en su equipo, capaz de dormir la pelota como con un guante y rematar al arco por puro ímpetu individual, mientras que Lisandro López, en una posición en la que necesita de los demás para aparecer, apareció en las dos únicas pelotas que le llegaron redondas. Primero porque Romero se lució, y segundo porque Sara se complicó solo. El fútbol tiene estas cosas increíbles: podes estar haciendo un partido perfecto, pero en un instante todo puede cambiar, por eso hay que estar concentrados los 90 minutos, sin chistar.
 El ingreso de Barrios fue un cambio netamente defensivo, y ahí es cuando me pregunté porqué modificar una estructura que venía funcionando más que bien. Tal vez a veces haya que cambiar hasta lo más benévolo, porque cuando las cosas van derechas uno nunca piensa que pueden torcerse, cuando la posibilidad siempre está latente. Si Racing no jugaba a nada por naturaleza, con un hombre más en la zona de contención había nulas chances de que lo haga, es decir, en pocas palabras, había que cerrar el partido. Y hasta en un contexto menos favorable para su aporte (menos favorable porque ya no había distintos recursos para ensamblar un circuito, sino que el equipo ya estaba destinado a cortar pases rivales, interceptar y dormir el trayecto), Gago es la nitidez en su misma esencia: a dos toques, casi sin mirar, de memoria, puso una bocha espectacular.
 A ver si entendemos: cuando el equipo jugaba armoniosamente, a dos toques, se destacó en la fase de la posesión y lideró el ataque en bloque; pero cuando había que jugar en largo, también lo hizo a la perfección. Entiende todo. Solo dos palabras pueden definirlo: Fernando Gago.