Lo primero que hay que plantearse es por qué se llega a esta situación: porque Boca es un club muy grande, que exige títulos todos los años, y si bien llegar a la semifinal de la Copa ya te atribuye el catálogo de buen equipo, perder con errores tan puntuales, con cierta declinación en determinados lapsos de la serie y ante un equipo novato son atenuantes que dan la sensación de ciclos terminados. Pero vivimos en tierras muy, pero muy resultadistas: Guillermo dijo que a partir del segundo semestre iba a aparecer su equipo, y parecía que con Vergini, Zuqui, Benedetto y Bou alcanzaba para jerarquizar un equipo que faltaba convencer en varios aspectos pero que irreprochablemente llegó a estar entre los cuatro mejores de América. Si con esos cuatro nombres y la gran mayoría con los que recibió el plantel alcanzaban para que sea SU equipo, entonces se hizo una mala lectura, porque aunque lo que se perdió no es poco, una eliminación y dos derrotas no pueden cambiar los planes de tal manera, pareciendo que hay que traer de forma inmediata jugadores de peso como si los que ya están no den garantías.
Si uno está convencido de su proyecto, no te pueden hacer cambiar de parecer dos resultados, por más dolorosos que sean: Orión era un fenómeno y ahora se tiene que ir, Díaz era un indiscutido y ahora no encaja en el equipo, Benedetto y Bou iban a traer goles y ahora hay que buscar otro nueve, ahora hay que armar una defensa sólida con otro zaguero (¿y Vergini?¿para qué vino?), etc. Si el mismo jugador se siente desmotivado y piensa que es momento de cambiar de aire y culminar con el ciclo, como puede ser el caso de Orión, hay que abrirle las puertas y agradecerle por los servicios, pero si el Cata fue titular en ambos partidos y pensaba seguir en el club, es porque ni el que llegó (Vergini) ni el que ya estuvo y quieren repatriar (Tobio) eran mucho más en la consideración del DT. Pero en un país donde la esencia del juego (que necesita mucho de la paciencia y aceptación en las derrotas para bancar un proyecto) queda descartada ante el más puro resultadismo, es complicado: si ganás sos dios, si perdés te tenés que ir, sin escalas.
Además, el que lidera el barco parece querer bajarse: que Tévez se pida una licencia da señales de un declive emocional y un estrés prematuro que tal vez en Europa no le habrían ocurrido, pero como todos saben, jugar acá no es fácil para nadie, y estos síntomas en el líder debilitan más al grupo. El que lleva la bandera es el que debe mostrarse más fuerte en la adversidad.
Por ahora hay más dudas que certezas: los protagonistas de la "renovación" que van a llegar deberían ser nombres de selección, pero todo indica que no se pudieron traer antes de la Copa, y difícilmente lleguen ahora. La realidad es que todo está como las inversiones en el país: iban a llegar en el segundo semestre pero no llegaron; como el equipo que iba a estar para las semis y ahora parece que patearon la pelota para el torneo de agosto. Y la pregunta que hay que hacerse es: ¿si este hipotético nuevo plantel fracasa el año que viene, también va a haber otra renovación? Si se cambia el equipo cada vez que se pierde, no hay continuidad, no hay idea que prospere, y los resultados van de la mano de todo eso. Esperemos que Guillermo elija bien para no tener que volver a cambiar, y que ahora Tévez vuelva siendo el Carlitos de siempre, para no tener que volver a tomarse otra licencia más adelante. Aprender de los errores para no volver a cometerlos. Pero hay un hecho cultural que los nuevos aires que se vengan en nuestro fútbol deberían impregnar: la derrota también es parte del fútbol, y no siempre debe tirarse todo a la basura en ella.