martes, 29 de diciembre de 2020

VOLVIERON PEORES

"Lo que no nos mata, nos hace más fuertes", dijo alguna vez Federico Nietzsche. Para surcar los mares, el hombre inventó el barco; para volar los cielos, hizo el avión; para evitar distintos peligros, se creó la ciberseguridad; y entre otros inventos que potenciaron la capacidad de supervivencia del ser-humano, para los virus la ciencia fue capaz de crear las vacunas. La vida muchas veces nos presenta desafíos inesperados, y en muchas ocasiones la imprevisibilidad del acontecimiento es más potente que sus efectos. Probablemente nadie en el 2019 hubiera esperado un 2020 de pandemia, confinamientos y una carrera maratónica en tiempo récord por conseguir una vacuna esperanzadora. La sorpresa ante la aparición de este enemigo invisible probablemente haya sido más atroz que su poderío natural: muchos sistemas de salud poco preparados para recibir caudales de enfermos; cuarentenas eternas e improvisadas cuyas consecuencias generaron más problemas que soluciones; y un pánico inicial aterrador que desató una incoherente epidemia de salud mental: las imágenes de la desesperación por vaciar las góndolas del supermercado y agotar el alcohol en gel presenciando una guerra imaginaria quedarán en el recuerdo como anécdotas difíciles de explicar. Desgraciadamente más de un millón de personas fallecieron en el mundo a causa de la pandemia, pero los que no se contagiaron y los que sí pero en su gran mayoría pudieron recuperarse harán cumplir la vieja frase del filósofo alemán: una próxima pandemia encontrará al mundo más preparado, sin entrar en pánicos absurdos, con sistemas sanitarios más robustos, con la ciencia más avanzada que nunca y con estrategias sanitarias más expertas. 
 Más allá de esta experiencia a nivel mundial que afectó la salud y las economías de todo el globo, la Argentina siempre es un lugar en el mundo que nunca deja ser particular: seguimos siendo de los pocos países en el mundo incapaces de dominar la inflación, y teniendo recursos para volver a ser la potencia sudamericana que en algún momento producía alimentos para todo el mundo y era el mayor exportador de manufacturas de la región, seguimos tropezando con los mismos problemas que nos azotan desde hace varias décadas. Si el 2001 fue una experiencia que pudo habernos hecho más fuertes, los indicadores similares de este 2020 nos devuelven a aquellos sufrimientos, tal vez diciendo que si no nos fortalecemos de una buena vez, seguiremos sufriendo. 
 La fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner ganó en el 2019 como una coalición que reunió a todo el peronismo: a la ex presidente no le alcanzaba con La Cámpora, y debió recurrir al massismo y la figura de Fernández para dar una muestra de moderación y captar votantes disgustados con el kirchnerismo pero que veían con buenos ojos una alianza de todo el peronismo. "Vamos a volver mejores", fue una frase que quedó inmortalizada en la campaña. Eso significaba que venía un peronismo más republicano, no contaminado por las aspiraciones autocráticas del camporismo, sin ejecutar asociaciones ilícitas, con respeto por la división de poderes y la democracia. Aunque unir a todo el peronismo y a las organizaciones sociales fue una gran estrategia electoral para la vuelta al poder de la centro-izquierda, para ejercer la gobernación la coalición gobernante se muestra poco cohesionada y totalmente apócrifa: el verdadero poder se encuentra en el Instituto Patria, donde se apunta contra los funcionarios "albertistas" y se dirige el rumbo del gobierno mientras La Cámpora sigue conquistando lugares en áreas clave y próximamente en territorios bonaerenses. El cuarto gobierno kirchnerista es una continuación de los anteriores, y la coalición cuenta con un actor de veto que condiciona al resto: el kirchnerismo, quien tiene la legitimidad porque es la fuerza que armó las listas y tiene la mayoría de los votos es la fuerza política que tiene el poder por encima del resto de sus socios. 
 El gobierno y especialmente la figura del presidente tuvieron un momento peculiar que marcó un ante y un después, y este fue el momento en donde se decidió comenzar con la cuarentena: por aquel entonces la opinión pública respaldaba la medida y la imagen de Alberto Fernández volaba: el mensaje fue percibido por la gente de forma positiva, considerando a Fernández como un líder comprometido, dispuesto a trabajar con una figura de la oposición como Rodríguez Larreta, independiente de la figura de la vicepresidente, y además, la cuarentena parecía ser acertada de acuerdo a lo que ocurría con la pandemia en Europa. Sin embargo, a medida que continuaba el confinamiento la imagen del presidente cayó rotundamente, y no es producto de la casualidad: la pandemia no hizo más que dejar al descubierto las pretensiones autoritarias del kirchnerismo y de su líder, sumado a una crisis económica profunda de la que costará mucho recuperarse.
 Sin dudas, desde la finalización de la última dictadura no se había visto un gobierno que abuse de tal forma del poder: la cuarentena violó las garantías y derechos constitucionales, impidiendo a los ciudadanos la libre circulación dentro y entre las provincias (siendo el caso de Formosa el más emblemático, donde el eterno gobernador Insfrán cerró de forma inédita las fronteras impidiendo a muchos formoseños ingresar a sus domicilios): un informe de la ONG Correpi afirma que hubo más de 90 muertos por violencia policial a causa de no cumplir con la cuarentena, castigando a personas por realizar actividades sin evidencia científica que indique que provoquen contagios, convirtiendo la cuarentena en un estado de sitio no declarado, evidenciando situaciones absurdas, como la policía hostigando a una señora por tomar sol; o helicópteros de la gendarmería persiguiendo a un deportista que practicaba remo; mientras que en provincias gobernadas hace muchos años por el peronismo se secuestraron y ejecutaron personas por no respetar el confinamiento. Muchas familias fueron separadas en casos donde circunstancialmente un integrante se encontraba en otra provincia, rememorando aquellos tristes recuerdos del Muro de Berlín. Y de forma totalmente antagónica, la política dirigida hacia los delincuentes fue sumamente abolicionista, liberando miles de presos, quitándole las pistolas táser a los policías, teniendo una mirada intermitente sobre las usurpaciones de terrenos (donde se vieron involucrados funcionarios del gobierno), concluyendo en que al delincuente se lo debe tratar como a una víctima y a la gente reprimida por la cuarentena como a un delincuente.
 Por otra parte, las clases fueron interrumpidas de forma indefinida, y muchos jóvenes perdieron todo tipo de vínculo con la educación, comprometiendo su futuro laboral en una Argentina donde el 63% de los chicos son pobres; y se le prohibió a mucha gente otro derecho indispensable, como es el trabajo, a partir del cual se reproduce la subsistencia. Es decir, se obligó a los argentinos a dejar de producir, convirtiendo a muchos en rehenes del Estado, ya que la subsistencia pasó en muchos casos por los subsidios y planes de emergencia otorgados por el gobierno, incrementando la gente que depende del Estado y no trabaja en el sector privado. Además, este control social y su impacto en la economía también fue perverso desde el punto de vista del capital: mientras muchas empresas no podían producir y por lo tanto no tenían ingresos, se las seguía obligando a pagar impuestos y se impuso la doble indemnización por despidos. Sin un rumbo claro, con una economía que ya venía de dos años en recesión, las medidas restrictivas, además de implicar delitos de lesa humanidad como vulnerar libertades individuales, significaron que la Argentina esté entre los países cuya economía más cayó en el 2020, destruyendo lo poco que quedaba en pie. 
 "Entre la salud y la economía, me quedo con la salud": ese fue el ícono del relato de la cuarentena: cuando esta ya se hacía demasiado larga y la realidad no daba resultados, se buscó a estos a través de la épica: las filminas que exponía Alberto Fernández comparaban a la Argentina con otros países jactándose de tener una menor cantidad de muertos y contagios, a través de un relato donde el Estado cuidaba a la gente y todo debía pasar por sus lineamientos, como si dar lugar a la libertad y al cuidado individual que practicaban países como Brasil o Suecia fuese sinónimo de conducir a la muerte y a la explosión de los contagios. Mientras la imagen del presidente seguía cayendo, la realidad y los datos mataban al relato: países que nunca tuvieron cuarentena como Brasil, al que se lo catalogaba como el ejemplo que no se debía seguir, terminó teniendo un menor número de muertos por millón de habitantes que Argentina, con una economía despegando, y sin desatender otros ámbitos olvidados por la infectocracia argentina, como enfermedades crónicas que a pesar del coronavirus no podían dejar de atenderse, y por supuesto, la salud mental y educación de la población.
 Y para dejar de tener dudas sobre la falta de veracidad de los dichos acerca de que el kirchnerismo volvió para hacer las cosas mejor, solo hace falta observar la falta de valores republicanos del oficialismo: no solamente por la implantación de una dictadura sanitaria donde en su comienzo hizo funcionar a medias al poder legislativo y judicial, sino por la persistente obsesión de Cristina con este último y su penetrante avance sobre los jueces que tienen sus causas. Las instituciones implican un conjunto de reglas del juego que los actores deben respetar, y cuando estas necesitan ser incumplidas para cumplir los objetivos, los actores con ideologías autoritarias suelen traspasar su arena correspondiente para modificar las reglas de la arena donde se disputan sus intereses otros actores: así ocurrió cuando se intervino ilegalmente la cerealera Vicentín, siendo este un asunto entre privados y homologado por la justicia, y donde una buena respuesta de esta impidió el avance del Poder Ejecutivo sobre una arena que no le correspondía, violentando instituciones como lo son un concurso de acreedores, y un derecho básico y fundamental, como es la propiedad privada.
 Las promesas de llenar la heladera, lejos de cumplirse, siguen lejanas, empeorando los indicadores heredados, e incluso los logros que se le contaban a la anterior gestión: se eliminaron los trámites del Estado en forma virtual y transparente; se cerró el aeropuerto del Palomar, que con sus vuelos low-cost había democratizado el transporte aéreo, priorizando los intereses de los sindicalistas por sobre los de la gente: el kirchnerismo necesita de una épica, y en esta se encuentra Aerolíneas Argentinas, la aerolínea "de bandera", que trajo la vacuna rusa porque se necesitaba de una epopeya, por más de que su vuelo sea más costoso que el de un vuelo de carga común. Y en esa épica, se encuentra el combate a la "opulencia" de la Ciudad de Buenos Aires: sin respetar el consenso fiscal realizado entre Macri y los gobernadores, el Ejecutivo y luego el Congreso avanzaron de forma discrecional y arbitraria sobre los fondos de coparticipación de un distrito de mayoría opositora, quebrantando el federalismo y la autonomía porteña. Alexis de Tocqueville, estudioso de las democracias, tenía una preocupación sobre los pueblos democráticos: pensaba que estos pueblos amaban más la igualdad que la libertad, y que si no podían obtener la primera en la democracia, estarían dispuestos a obtenerla en la servidumbre. Otorgarle atribuciones al poder central para quitarle a los que poseen más riqueza hace peligrar la democracia, en el caso de la Argentina, una democracia republicana y federal, y que con estos vicios puede terminarse volviendo una tiranía autoritaria y feudal. Mientras tanto, se siguen tomando medidas que cambian las reglas del juego y no hacen más que generar más pobreza: impuestos como el que grava las grandes fortunas, que implica una doble imposición y resulta ser inconstitucional, alejan a futuros inversores, aumentando la desconfianza y disminuyendo las oportunidades de generar riqueza y por lo tanto más empleo: en una Argentina esquizofrénica, se combate la riqueza por parte de funcionarios ricos con dietas de privilegio, promoviendo que el mejor negocio nunca será emprender, sino obtener un cargo público.
 Con la cuarentena terminada por sus evidentes fracasos y la presión social, se cierra un 2020 donde con varias vacunas a la vista, la pandemia va en camino a su culminación, y se avizora una recuperación luego de un año de crisis a nivel mundial (aunque la caída no fue tan brusca como en el caso argentino): con los precios de las materias primas en alza y una disminución en las tasas de interés que traerá aparejada una mayor liquidez en los mercados internacionales, se espera que la Argentina tenga un rebote en el 2021. Aunque las dudas son abundantes: ¿Será tan solo un rebote, para luego volver a una recesión, siendo parte de los ciclos económicos que atraviesa la Argentina desde mediados del siglo XX?¿Guzmán aplicará un programa ortodoxo para disminuir el déficit fiscal, corregir las tarifas para evitar una crisis energética y tener un rumbo claro, o por lo contrario se seguirán los lineamientos camporistas, abusando del gasto público, de la emisión monetaria, comprometiendo los derechos de propiedad, aumentando impuestos, perpetuando los conflictos sin salida?¿Un aumento de la actividad económica que eleve la velocidad de la circulación del dinero sumado a un similar nivel de oferta monetaria hará explotar la inflación que se encuentra reprimida, profundizando la brecha cambiaria y generando un estallido social? Por el momento, las experiencias de este año y la negativa a reconocer al gobierno de Maduro como una dictadura frente a un mundo que la denuncia de forma casi unánime, dan indicios de una única certeza: volvieron peores. 

domingo, 20 de diciembre de 2020

POESIA: LA ESPERA DEL PLACER


Por la ventana observé

De su belleza desperté

El carmesí me cautivó

Como un demonio me asaltó

 

El terror me invadió, y mi cuerpo tembló

Salir a hablar no podía, aunque mi amigo se paró

Con él conquistar América quería

Y en las costas desembarcar

 

Las tropas no podían

Entrar en una batalla sin igual

La desesperación triunfó, ante la antipatía de costumbre

Sólo no podía, sentarme y observar

 

Tantas puertas tocaba

Tantos caminos se cerraban

La soledad ahuyentaba

La pasión hecha realidad

 

La paloma mensajera iba

Y el sobre nunca volvía

Mientras mi amigo duro estaba

Mi poca paciencia no lo calmaba

 

El sueño de tener, la contención de un bebé

Sin detestar, de forma incondicional

Con solamente amar, sin imaginar

Con tan solo desear, sin inventar

 

La imaginación ayudaba, a los sueños navegar

Por los mares peligrosos, de una fantasía sin acabar

Las manos pronto calmaron, la ansiedad que tanto aumentó

El roce en la piel, hizo llegar el placer

 

Un momento de furor

Unos minutos de imaginación

Los sentimientos calmaron

Para seguir en la eterna espera

De aquello que observé

 

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

CUENTO: HASTA LUEGO, ARGENTINA

Cuando el mundo fue creado, 10 emanaciones de energía dieron lugar a la creación: estas fuerzas expansivas se depositaron en 10 recipientes, una en cada uno de ellos. Fue tal la potencia del acto, que aquellos contenedores se rompieron: de la energía en ellos depositada el universo fue creado, y de no poder contener el poder emanado, el bien y el mal escaparon del control del mundo. En un punto minúsculo del universo se encuentran los seres humanos, donde se manifiesta esta fuerza dicotómica: el bien y el mal se expresa en cada movimiento de ellos, siendo el único ser viviente donde el mal prolifera, lo cual a su vez es bueno, ya que el humano es el único ser vivo de la creación con una inteligencia superior. La dicotomía entre el bien y el mal hace al mundo tan imperfecto, que la creación es perfecta.
 Como efecto colateral de la fuerza expansiva de las emanaciones creadoras, surgen dimensiones inconexas con el mundo humano: en una dimensión donde solamente existe el mal, los demonios habitan un infierno inconmensurable para el entendimiento de la mente humana.
 Los demonios se masacran unos a otros, y al no existir el bien, no hay culpas, angustias, ni remordimientos: lo que es perverso para el mundo humano es absolutamente normal para los demonios. Los hijos suelen asesinar a los padres (si estos no los matan antes); solamente existe el poliamor, ya que es imposible que una pareja subsista sin que uno de los dos sea infiel con el otro; no existe la moneda como medio de cambio, ya que la única forma de transacción es el robo; y el emperador de los demonios, Rafael, lo es por ser el más poderoso, ya que nadie puede matarlo para quitarle el trono (el único régimen de gobierno es la tiranía, donde el más fuerte gobierna y somete al resto, convirtiendo a todos en esclavos del déspota, que gobierna a mano dura y sin ley). 
 Flafy es el esclavo preferido de Rafael, y hasta ahora es el único que no fue asesinado porque al emperador le fascina la forma de gritar de Flafy cuando a este se le mutilan sus miembros, que luego de unas horas se regeneran para volver a crecer. En este momento, Flafy se dirige al palacio de Rafael para cumplir con su rutina de servir a su amo: para ello todos los días cruza en un bote el lago de lava, donde es algo muy común al paisaje observar riñas de demonios donde el perdedor es sometido a morir calcinado en las altas temperaturas debajo del ring. Las altas temperaturas, el peligro inminente de ser asesinado en cualquier momento, las construcciones precarias y fantasmales rodeadas de árboles petrificados, la niebla espesa  y exuberante, son todas imágenes propias del mundo de los demonios. 
 Llegando al palacio, y sabiendo que Rafael no iba a matarlo porque nunca conseguiría un demonio que grite de forma tan excitante como él, a Flafy se le ocurrió hacerle una pregunta una vez arribado a la enorme estructura imperial para cumplir con sus servicios.
 En el lúgubre ambiente del palacio, Flafy se arrodilló frente a su amo, presionado por la mirada pétrea de sus ojos rojos y la aridez paralizante de su piel. El emperador lo miraba de forma amenazante sentado en su trono.
 -Flafy: "Mi señor, Rafael, le suplico de rodillas hacerle una pregunta".
 -Rafael: "Si no fuera por las sensaciones orgásmicas que me generan tus gritos de dolor y exhaustividad en tus tareas, te mataría. Pero voy a hacer una excepción: adelante, quiero escuchar tu pregunta".
 -Flafy: "Mi señor, tengo mucha curiosidad. ¿Qué se esconde detrás de la gran puerta de oro que hay detrás de su trono?"
 Rafael tomó una llave del bolsillo de su túnica con sus uñas largas y oscuras, y se dirigió a la impactante puerta que llamaba la atención de su sirviente.
 El ruido de las llaves girando en la bocallave genera un eco de incertidumbre en todo el piso. Se escucha el retumbar del chirrido de la puerta como si impactara en la construcción de las grandes columnas. Al abrirse la enorme puerta de lado a lado las nubes de polvo hicieron toser a Flafy, quien estaba impactado por lo que veía: un portal rojo capturaba sus ojos de forma penetrante.
 -Rafael: "Hay otras dimensiones existentes en este universo. Y si bien no podemos ingresar en ellas, estos portales permiten una efímera conexión entre nuestra dimensión y otra, enviando ondas de energía que producen pequeños cambios en la naturaleza de los seres que habitan del otro lado del portal".
 Flafy se arrodilla ante los pies del emperador, con lágrimas en los ojos que muestran agradecimiento por haberle dado a descubrir tal secreto: "Gracias, mi señor, gracias..."
 -Rafael: "Y voy a contarte algo más: en el mundo que observo a través de este portal, hay de todo un poco: lugares donde se vive de forma contraria a la nuestra, lugares que son parecidos a nosotros. Pero hay un lugar que a pesar de poder vivir de forma contraria, la energía proveniente de nuestra dimensión los condenan a vivir como nosotros. Ese lugar se llama Argentina".
 -Flafy: "Mi señor, nosotros los demonios tenemos nuestra naturaleza, no sé que se siente ser distinto y verse afectado por nosotros".
 -Rafael: "Me diste una gran idea: por un día vas a quedarte viendo a los argentinos a través del portal, y vas a llevar una mochila en la espalda: cada vez que veas un efecto producido en la vida de los argentinos a causa de nuestra energía demoníaca, la mochila se va a ir haciendo cada vez más pesada. Así vas a saber qué se siente. Jajajajajaja".
 Flafy comenzó observando el portal detenidamente, estupefacto al ver paisajes inimaginables para el mundo demoníaco, que suele estar poblado de rocas, volcanes, fuego saliendo de orificios del suelo y un cielo rojo como el color de la sangre, plagado de oscuridad: el demonio no podía creer ver escenarios tan hermosos y distintos a los suyos. Se encontraba paralizado ante la elegancia de las montañas, la brisa del viento de los mares, los hermosos campos poblados de vacas y pastizales, y ciudades bellísimas con arquitecturas y edificaciones envidiables. La mochila que llevaba Flafy se sentía totalmente liviana, y si fuese posible el esclavo se quedaría eternamente viendo aquel espectáculo tan distinto a la naturaleza de su especie. Lo mismo sentía al ver las amistades disfrutando la vida, las familias unidas, y la felicidad completamente desconocida para cualquier demonio.
 Sin embargo Flafy comenzó a observar las dificultades que tenían los argentinos para comunicarse, a pesar de vivir en tan agradable lugar (para Flafy, donde en su mundo no existía lo "agradable" ni lo relacionado con el bien, no había palabras para describirlo): su mochila empezó a pesar poco más de dos kilos al percatarse de como una enorme grieta separaba a dos grupos de argentinos que se gritaban, y al estar tan lejos, la grieta les impedía escuchar lo que el otro decía. 
 Flafy pensó que apenas un defecto en la tierra no haría aumentar mucho más el peso de su mochila, y sin preocuparse demasiado, continuó observando el territorio argentino. Al ver cómo un grupo de jóvenes se encontraban inmersos en el efecto de las drogas, Flafy pensó, mientras la mochila aumentaba de peso: "Vaya, pobres, pobres argentinos, que algunos consumen lo mismo que nosotros, cuando tienen tantas delicias que disfrutar". El peso de la mochila aumentaba por primera vez, ante el éxtasis provocado por todas las drogas por consumir, y el polvo de tantos libros que quedaron sin leer.
 Luego de unos minutos, al demonio le resultó familiar una escena en donde un joven asaltaba un negocio; y otro robaba un artilugio mientras escapaba en una moto. La mochila ahora a Flafy le pesaba, mientras en su cabeza rumiaba: "Estos se parecen a nosotros, los hemos endemoniado. No me había imaginado, que había otro infierno en el Conurbano. Pero todavía me queda por ver la gente que se salvó de nuestras garras". 
 Al observar a los argentinos de bien, Flafy también debió soportar un aumento en el peso de la mochila, que ya le estaba generando dolores de espalda: "Que horrible, pobres los argentinos de bien, que trabajan y se esfuerzan, pero sufren para llegar a fin de mes. El que quiere progresar retrocede, y el que retrocede avanza: los que se esmeran son boludos, y el que usurpa es el audaz". 
 Por cada impuesto que veía que tenían que pagar los argentinos, la mochila de Flafy subía un kilo. El demonio ya estaba transpirando del esfuerzo, y comenzaba a preocuparse: "Pobres los argentinos que producen y trabajan dentro de la ley, que llevan una mochila tan pesada como la mía. El que vive bien es un cipayo, y el que le tiene envidia es solidario: una patria de demonios han creado". 
 Aún así, Flafy estaba maravillado con la idea de tener una moneda para realizar transacciones, cosa que no existía en las tinieblas del mundo demoníaco. Pero lamentablemente, el peso de su mochila volvió a crecer, a tal punto que las piernas le temblaban: "Pobres los argentinos, que cada vez que acumulan los billetes, estos ya perdieron su valor. El mérito deja de valer, y su valor se encuentra afuera, a donde quieren escapar". 
 Al ver el sofisticado sistema político argentino, donde Flafy contemplaba la separación de poderes y cómo el pueblo tenía la posibilidad de elegir a sus gobernantes, la mochila se hizo tan pesada que Flafy cayó al suelo aplastado por ella, sintiendo cómo las toneladas le rompían varios huesos: "Pobres argentinos, que tienen a los demonios entre ellos, y por ellos fueron poseídos: idolatran al que les roba, veneran al que les miente, eligen a los que causan sus desgracias". 
 Con serias dificultades para respirar, Flafy gritaba: "Pobres argentinos, que viven en un mundo donde los justos la pagan, y el injusto es amigo del juez. El que estudia y trabaja se muere, y el que roba y mata es la ley". Al percatarse de cómo desde los envidiables inicios de la Argentina las ondas de energía demoníacas fueron endemoniando a los argentinos hasta asemejar su hogar con el infierno, el demonio sabía que ya no aguantaría el peso de la mochila, comprendiendo ahora qué se siente ser distinto y ser afectado por criaturas como él. 
 Antes de que la mochila reviente del peso, Flafy dio su último suspiro con su voz ya baja y apagada, entremezclada con una tos llena de agonía: "... Perdón, argentinos, por transformar su paraíso en un infierno... Por castigar la riqueza y multiplicar la pobreza, por dejar de enseñar y empezar a adoctrinar, por dejar de laburar y empezar a afanar, por mentir en vez de decir la verdad. Hasta luego, Argentina". 
 Rafael ya no sentiría más orgasmos al escuchar los gritos de su sirviente. 

lunes, 9 de noviembre de 2020

CUENTO: EL TROGOMETRO

En la galaxia Pacificus, a 200.000 millones de años de la Vía Láctea, solamente hay un planeta con vida: en el planeta Trogomatia, existen millones de especies llamadas Trogomitas, que no poseen  ni una forma bípeda ni cuadrúpeda; tampoco tienen forma de ave, ni de pez, ni de pulpo, ni de larva; no tienen una composición gelatinosa; ni forma de insecto o de hongo. Son especies completamente diferentes a las terrícolas, y es prácticamente imposible medir su tamaño: en las dimensiones del planeta Tierra, estos seres serían microscópicos, pero trasladando a los humanos a la dimensión del planeta Trogomatia, los humanos serían tan solo un metro más altos. Estos desniveles son debido a la distorsión que implica el traslado de una galaxia a la otra. 
 Todavía resulta imposible determinar la forma de respirar de los Trogomitas, que resulta ser tan extraña como la definición de la forma física de su cuerpo. A pesar de tal desconocimiento, lo que se sabe de ellos es que gozan de una organización sumamente armónica y avanzada. 
 Poseen un sistema de gobierno que implica que los Trogomitas más capaces y con mejores intenciones se encarguen de la administración de la cosa pública; todos tienen trabajo, ya que nadie se queda sin la posibilidad de aprender y aportar a donde se piensa que se puede ayudar; cada Trogomita trabaja en lo que lo apasiona, y se especializa en lo que más le gusta, por eso todos trabajan y en sus trabajos son muy eficientes, a tal punto que ningún empleador Trogomita le dice que no a alguien que quiera empezar a trabajar en su emprendimiento. Hay Trogomitas exitosos, otros que viven bien pero no tienen tanto, pero nadie siente resentimiento por ningún otro, ya que para los Trogomitas, no existe el robo ni el impuesto a las fortunas, sino solo competir para ser más eficiente. Cada uno tiene lo que se merece de acuerdo al mérito de su trabajo, y al que le falta algo solo tiene que trabajar mejor para conseguirlo. Pero más allá de su organización política y económica, hay un componente de su organización social al que los Trogomitas le dan casi la totalidad de su atención: el Trogómetro.
 El Trogómetro es una unidad de medida, sumamente compleja para el entendimiento humano, que mide la felicidad de los Trogomitas. Este instrumento planetario, al alcance de toda la sociedad Trogomita, se encuentra sumamente ligado a la natalidad: es muy probable que cuando aumentan los niveles de la población Trogomita, aumente el nivel del Trogómetro, lo cual es un motivo de festejos y alegría en todas las calles del planeta Trogomatia.
 Si la demografía experimenta una expansión, quiere decir que hay muy buen vínculo entre los Trogomitas; en su mundo reina la paz y el amor, y estos se multiplican al multiplicarse la cantidad de familias. Solo existe la monogamia entre los Trogomitas, y cuando Trogomitas Alfa llegan a un determinado desarrollo deben buscar un Trogomita Omega de acuerdo a la atracción sensorial. Cuando un Trogomita Alfa comienza un vínculo con un Omega, significa que cada uno abandonará su hogar para formar uno nuevo, aumentar su nivel de felicidad y generar una descendencia que haga exactamente lo mismo, transmitiendo los ideales de la paz del planeta Trogomatia. 
 La forma de un Trogomita Alfa de conectarse con un Trogomita Omega una vez alcanzado el desarrollo adecuado es a través del Túnel Trogometral: es un lugar inmenso, sumamente oscuro, donde el Trogomita Alfa ingresa sin ver nada. Al caminar se percata de la existencia de distintas luces, y siguiendo cada luz esta lo lleva al encuentro de un Trogomita Omega. Una vez realizado el encuentro, el Alfa debe introducir su trompa en el cerebro del Omega: si hay atracción sensorial, es motivo de alegría y festejo en las familias, ya que indica la inminente construcción de un hogar, el crecimiento de la natalidad y un buen indicador del Trogómetro; si no hay atracción sensorial, el Alfa continúa su búsqueda. 
 Todo funcionaba a la perfección en Trogomatia, y el Túnel Trogometral era tan infalible, que el Trogómetro no paraba de crecer. La demografía estaba en auge, la felicidad también. Sin embargo, un día todo cambió: en el Trogómetro comenzaron a bajar los indicadores. 
 Los Trogomitas especialistas en el tema, preocupados en gran medida, comenzaron a estudiar la situación hasta que dieron en la clave de lo que estaba sucediendo, y las expectativas no eran nada buenas: diagnosticaron que los niveles del Trogómetro seguirían bajando. El problema estaba en los Trogomita Omega: un día estos dejaron de aceptar a los Alfa como condición para construir un hogar y desarrollar sus vidas, y se pusieron sumamente restrictivos, con el objetivo de cambiar su rol en la estructura social y hacerse cada vez más predominantes: exigieron mucho más tiempo para construir el hogar, sin aceptar que una vez verificada la atracción sensorial, la unión sería inminente; empezaron a cobrar impuestos a los Alfa para introducir su trompa en el cerebro de los Omega; y lo que hizo decaer rotundamente la natalidad, y por lo tanto la felicidad y el Trogómetro, fue el cambio en las reglas del juego del Túnel Trogometral: al alcanzar la luz, muchos Alfa empezaron a ser rechazados por los Omega (no era posible la comprobación de la atracción sensorial, pero tampoco el más mínimo atisbo de comunicación). Esta onda expansiva de rebelión se extendió por todos los Omegas.
 Estas medidas rebeldes de los Omega hicieron que comenzara a caer la demografía, pero lo que hizo caer los indicadores del Trogómetro por los suelos fueron distintas revoluciones de mayor nivel acontecidas en manos de los Omegas: estos dejaron de asistir al Túnel, siendo las luces a la vista de los Alfa cada vez menos; y muchos de los que habían construido un hogar comenzaron a irse de él, e incluso muchos Omegas asesinaron a sus hijos antes de que nacieran. Esta onda expansiva de manifestó también en el lenguaje, donde los Omegas cambiaron muchos de los símbolos necesarios para comunicarse con tal de que el nuevo sistema lingüístico los empodere.
 La conspiración de los Omegas se hizo tan grande, que el planeta tuvo que dividirse en dos circunscripciones completamente separadas: por un lado, los Alfa, y por otro lado, los Omega. El Trogómetro, que estaba del lado de los Alfa, no subía, ya que sin los Omega los Alfa no podían reproducirse, entonces muchos Alfa comenzaron a hacer viajes hacia el ahora sector Omega, buscando traer Trogomitas de aquel lado para construir hogares que hagan levantar la demografía.
 Los Alfas fueron ignorados, despreciados, ninguneados. A muchos se les exigía el pago de impuestos muy altos, imposibles de abonar. Después de años de caída libre, la crisis llegó a tal punto que el Trogómetro dio 0. La especie de los Trogomitas dejó de existir, y el planeta Trogomatia quedó desolado. Los tiempos de paz, cordialidad, felicidad, amor entre Trogomatias Alfa y Omega y la figura de la familia habían quedado muy lejos. 

viernes, 16 de octubre de 2020

EL 12 DE OCTUBRE: UN NUEVO MOVIMIENTO SE GESTA EN LA ARGENTINA

En 1789 el rey Luis XVI convocó a los Estados Generales ante la crítica coyuntura bélica y financiera que atravesaba Francia en aquel entonces. Al borde de la quiebra, y perdiendo la guerra histórica con Austria por los territorios de Alsacia y Lorena, el monarca requería de forma urgente aumentar los impuestos. Los representantes del pueblo presentaron ante los Estados Generales las quejas y protestas de la plebe, unida con la burguesía: el malestar del pueblo llano transformó el vínculo entre gobernantes y gobernados: con la caída del Antiguo Régimen, en los Estados modernos ya no habría lugar para la figura del súbdito. De ahora en más la emergente figura del ciudadano implicaría un compromiso de la clase gobernante para con las demandas de este. La Revolución Gloriosa ocurrida en Inglaterra (1688) tiene una analogía importante con lo acontecido en la Revolución Francesa: movimientos como los Levellers condujeron al derrocamiento de la dinastía de los Estuardo, promoviendo el fin del absolutismo monárquico y el respeto hacia las libertades individuales, como la libertad de pensamiento, libertad religiosa, y la propiedad privada.
 Vivir en la modernidad se concierta con la idea de la representación. Por la falta de representatividad de los políticos hacia los ciudadanos hoy surgen los "outsiders" de la política: Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boris Johnson, aparecieron como alternativas que supieron cómo canalizar y re-conducir el descontento de la población. 
 En la Argentina el "que se vayan todos" del 2001 no alcanzó para modificar la política tradicional: el peronismo y el radicalismo (con la sumatoria del macrismo en forma de coalición) siguen disputándose la hegemonía electoral. Pero desde 1945 el peronismo conservó una hegemonía muy difícil de arrebatar: las calles siempre fueron del movimiento creado por el difunto coronel, producto de masas que vieron en el líder carismático la concesión de un Estado de Bienestar en el corto plazo. 
 Desde el 2019, una vez consumada la derrota catastrófica que hizo saltar el dólar por los aires y vaticinar un nuevo gobierno kirchnerista, un nuevo movimiento empezó a gestarse: es de una gran ingenuidad creer que las grandes convocatorias de aquel año se dieron con el objetivo de clamar por la figura de Macri, un político que se observa como respetuoso de las instituciones pero que no cambió ni supo cambiar los problemas estructurales de la economía. Entre militantes macristas y radicales se sumaron votantes apartidarios que no se identifican con Macri, sino con una república libre de corruptos, donde se valore la meritocracia y los valores de la libertad. 
 El 2020 sin dudas será recordado (tal vez junto con los próximos años) como el año de las protestas y manifestaciones auto-convocadas, con un gran componente de la clase media (el sector social más castigado) sumado al resto de las clases sociales. Estas convocatorias, como la masiva concentración en distintos puntos del país en este 12 de octubre, se dan en un contexto de crisis de la política: la gente ya no cree en los políticos, ni en la justicia, ni en su moneda. La convocatoria en el día de la diversidad cultural se dio en el marco de una diversidad de reclamos: el miedo al coronavirus resulta ser insignificante en comparación al miedo que implica la imagen de Venezuela. En un globo publicitario con las banderas argentinas y venezolanas que volaba por encima de la Plaza de la República figuraba una clara consigna: "Venezuela y Argentina libres". Gran parte de la Argentina ya no está dispuesta a pagar altos impuestos que financian al aparato burocrático del Estado que beneficia en gran parte a la clase política; tampoco quieren perder sus libertades en nombre del delirio de la cuarentena eterna; ni quiere mirar por la televisión mientras cumple con el inconstitucional encierro cómo la vicepresidente desplaza a los jueces que deben juzgarla. La gente no quiere seguir viviendo en la mediocridad ni ser Venezuela.
 Las masivas concentraciones que empezaron en el período electoral del año anterior fueron un aviso que la coalición triunfante no fue capaz de descifrar: el nuevo movimiento gestante en la Argentina demuestra que la participación ciudadana no termina en el momento de colocar el voto en las urnas, sino que se presenta una participación activa de la ciudadanía en las calles, sin liderazgos y de forma espontánea. Las palabras de Santiago Cafiero negando que los manifestantes representen al "pueblo" es desconectarse de forma total de los reclamos ciudadanos: la clase política argentina que nos gobierna no comprende que el Antiguo Régimen ya terminó, y si los gobernantes no representan a la gente, esta va a manifestarse. 
 Que sólo los propios merezcan llevar el nombre de "pueblo" es una vieja consigna del populismo: para que el líder encarne a la masa, y esta le tenga devoción, hace falta definir quienes son el pueblo (los que idolatran al líder, los que apoyan la cuarentena, el Estado "presente" y los matones de Quebracho que fueron a la Quinta de Olivos) y el anti-pueblo (los que valoran el mérito, los que piensan distinto, los anti-cuarentena y oligarcas cipayos, que se oponen al modelo venezolano), ignorando que el verdadero Pueblo incluye a toda la heterogeneidad presente que se encuentra bajo el territorio nacional. Hoy el "anti-pueblo" tiene la calle, y al peronismo/kirchnerismo le molesta mucho. No son manifestantes en nada parecidos a los de las revueltas en Chile, envalentonadas por células castro-chavistas, barrabravas y agresores golpistas. Son manifestantes que representan los valores de la república y respetan la democracia, y creen en sus manifestaciones ante la desesperanza de no poder creer en la clase dirigente. Hoy los outsiders como Milei y Espert crecen en las encuestas, y muchos votantes de Alberto Fernández que no representan el núcleo duro del kirchnerismo están arrepentidos de haber confiado en la vuelta del populismo. Mientras siga gobernando la agenda de Cristina y Alberto Fernández no logre escuchar el descontento popular, el gobierno va camino a perder valor más rápido que el peso frente al dólar: se cumplirá la filosofía del inglés John Locke, quien escribía en el contexto de la Revolución Gloriosa: si el gobierno rompe el lazo de confianza que entabló con la sociedad y no cumple con los motivos de su institución, el pueblo tendrá derecho a disolverlo para defender su vida, sus propiedades y libertades. Esa oportunidad se verá en 2021 y 2023, cuando, en contra de las usurpaciones a la propiedad privada; la doctrina abolicionista de los jueces; y el estatismo proto-venezolano (que empieza a tomar forma con vaivenes en la política exterior e instituciones financiadas con los impuestos que pueden llegar a coartar la libertad de expresión), este republicanismo masivo, libre y popular se manifieste en las urnas. 

viernes, 25 de septiembre de 2020

¿ES POSIBLE CRECER SIN EL MERITO?

El presidente Alberto Fernández ha manifestado públicamente que "lo que nos hace evolucionar o crecer no es verdad que sea el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años". La palabra mérito se ha instalado en el debate público: mientras la meritocracia sigue siendo un valor a perseguir por gran parte de la sociedad, por otro lado se propone el término como un antagonismo a la solidaridad y al bien común: el Papa Francisco también cuestionó la idea del mérito, declarando que "quien busca pensar en el propio mérito, fracasa".
 Las palabras del presidente no pueden entenderse a través del enunciado sin penetrar en su enunciación: aquellos que analizan los discursos políticos nunca dejan de descifrar el mensaje implícito que lleva dentro todo enunciado, es decir, la enunciación, que canaliza a través del enunciado un mensaje que conecta a la lengua con el lenguaje, al idioma con la capacidad de expresar una idea comunicativa a través del mismo. En la jerga de los discursos políticos, la estrategia comunicativa suele apuntar a distintas voliciones: hablarle a los propios; persuadir a los indecisos; y confrontar con un "ellos". 
 Siendo el jefe de Estado, el Jefe Supremo de la Nación, como reza nuestra carta magna, la palabra de un presidente es el mensaje de la cúspide de la burocracia estatal hacia todos los argentinos, pero también es una expresión del lineamiento de la Argentina de cara al exterior: inversores que miran con atención el rumbo argentino, líderes de otras latitudes que observan el modelo de país que la Argentina impulsa. 
 La palabra del presidente Fernández se encuentra más devaluada que nuestra moneda: no solo por todas sus declaraciones anteriores al flamante pacto con Cristina Fernández de Kirchner, sino también por cómo se ha comportado desde su asunción como presidente: de ser un líder que viene a cerrar la grieta y unir a todos los argentinos, se ha transformado de forma inconcebible en el hijo pródigo de la vicepresidente, ensanchando aún más las divisiones en la sociedad. Confrontando al mérito, sus palabras castigan al último gobierno, pero el recorte "como nos han hecho creer en los últimos años" no puede entenderse sin referirse a todo aquel que cree en la meritocracia, es decir, en un sistema donde se premie el mérito. La enunciación de su discurso apunta contra el que cree en progresar mediante el ingenio; obtener mejores salarios gracias a la capacitación; poder comprarse un buen automóvil mediante el esfuerzo. Y el otro destinatario importante de su discurso es el público a convencer: hay un claro intento de persuadir, de marcar un "camino" que no es el de la meritocracia. 
 Ese "ellos" es la gran parte de la clase media que con sus impuestos sostienen al sector improductivo y mantenido por el Estado, donde muchos de esa clase media, que ha triunfado gracias a sus propios méritos, vive en la Capital Federal y no vota al peronismo: ¿Será por eso que desde el gobierno se confronta tanto contra el mérito y la opulencia porteña?
¿Qué pensarán sobre estas palabras todos los argentinos que piensan en abandonar el país, porque no avizoran un buen futuro?¿Qué estarán evaluando al escuchar que no se cree en el mérito, todas las empresas que podrían irse del país como muchas que ya lo hicieron?¿Si no se crece con el mérito, entonces cómo se crece?
 El titular del poder ejecutivo no contempla la gravedad de sus dichos, que expresan que, por ejemplo, las miles de pymes que debieron bajar las persianas a causa de la cuarentena (no por no haber hecho los méritos suficientes para lograr éxitos económicos, sino por la imposibilidad de trabajar, que es el medio para lograr el mérito) tomaron una mala decisión en apostar por el riesgo de un emprendimiento y dar trabajo, ya que pidiendo subsidios posiblemente les habría ido mucho mejor. ¿Qué le está diciendo el presidente a más de la mitad del país que vive del Estado? Si el gobierno no cree en el mérito, entonces no hay intenciones de reducir los planes de emergencia progresivamente, y que la gente pueda ganarse la vida por sus propios medios. 
 El mensaje no deja de ser destructivo y también auto-destructivo: si no se evoluciona gracias al mérito, entonces el presidente tampoco debió haber llegado a ocupar el máximo cargo que puede ocupar cualquier argentino de forma meritocrática. ¿Será por eso que tenemos diputados que aparecen besando senos en el medio de una cesión legislativa, promoviendo una clase política que se acomoda mediante redes clientelares sin fomentar que los más capacitados o comprometidos para la causa pública lleguen a ocupar escaños? 
 Las ideas del Papa Francisco y el Presidente no se contradicen con la idea de no respetar la propiedad privada y ocupar tierras que tienen propietarios que las han adquirido en buena ley: si las cosas no se consiguen con el mérito, entonces nada es de nadie, todo es de todos, porque nadie se merece lo que tiene. Las roturas de silobolsas, cuyo contenido es producto del trabajo, esfuerzo e inversión de propietarios que trabajan el campo y aportan las divisas que el país necesita, también parecen permitidas en el país en donde el mérito no vale nada, solo vale ser agredido, porque el que es productivo para el Presidente no hace evolucionar a la sociedad. Sin el mérito, no existirían los Bill Gates, ya que sin recibir beneficios por hacer un aporte tan importante para toda la humanidad, entonces sería mejor quedarse sentado sin hacer nada, esperando tan solo a recibir un plan social o buscar dinero a través de medios ilícitos. El mérito es Marcos Galperín, argentino que creó una empresa que cotiza en NASDAQ, y que le sirve en su vida cotidiana a muchos argentinos y otros habitantes sudamericanos: hoy el creador de Mercado Libre se encuentra en Uruguay, ya que en su país sus méritos son despreciados, y se considera ejemplar la mafia de Moyano.
 En su libro sobre la ética, Aristóteles nos hace reflexionar sobre que la virtud es el punto medio; y la justicia es virtud, por lo tanto, no puede haber justicia donde hay escasez, ni donde hay exceso. Pero la justicia, invita el ateniense, es proporcional al mérito: cuando se le da de más a alguien que hizo menos, no hay justicia, porque hay exceso; y cuando se le da menos a alguien que hizo más, tampoco hay justicia, porque hay escasez. Lo contrario al mérito es la injusticia: vivir sin que importe el mérito es vivir en una sociedad más injusta, a pesar de que nos traten de convencer de que repartir la riqueza es hacer justicia social.
 Es injusto que chicos que tienen derecho a aprender y a estudiar no tengan clases, y es injusto que se les regale el pase de año sin aprender los contenidos requeridos; no es justo tampoco que un policía y un médico que salvan vidas ganen miserias, mientras hay funcionarios con cargos públicos ganando fortunas sin haberse esforzado por triunfar económicamente; y nunca va a ser justo que se castigue al exitoso premiando al que vive de dádivas, como si el mérito fuera un pecado. Si el pecado es no ayudar al prójimo, entonces es importante que la clase política de el ejemplo, enseñando al que necesita ayuda a dejar de necesitarla por siempre. 
 En una sociedad meritocrática, y por lo tanto más justa, probablemente estaríamos ante un país con menos pobreza, y más pujante: se le daría un valor realmente importante al estudio, sin gremialistas que son obstáculos para que haya clases normalmente, y sin una cuarentena eterna que tiene como última de sus prioridades la vuelta a clases, comprometiendo el futuro de los argentinos generando una catástrofe educativa; no habría listas sábana que obligan al votante a votar una gran cantidad de diputados que no conoce y que no son los más aptos para ocupar un lugar en la representación del pueblo (se plantearía, por ejemplo, una reducción del número de parlamentarios como lo hace Italia, y se estudiaría implementar un sistema electoral de boleta a lista abierta, donde el elector elije a su gusto los candidatos, teniendo un mayor conocimiento sobre a quién se vota, prevaleciendo la calidad por sobre la cantidad); no se aplicarían ideas que aumentan los impuestos sobre el trabajo y la producción para financiar a un sector público insostenible, viendo a la riqueza y al capital como oportunidades para crecer y no como enemigos a combatir; y por último, se valoraría el mérito, que, a pesar de lo dicho por Fernández, es lo que siempre hace progresar a una sociedad: es la perseverancia por crecer, por superarse para desde el progreso personal hacer un mundo mejor para todos. Las ideas del colectivismo y la igualdad forzada es lo que nos impide desarrollarnos: son las ideas que desincentivan el crecimiento económico, que logran la igualdad de todos en la suma pobreza al no dejar lugar a la prosperidad individual. Esta prosperidad no se trata de quitarle oportunidades a otro, sino sacarle el jugo a las propias oportunidades: quien no se destaca como individuo haciendo uso de sus virtudes, jamás puede alcanzar el bien supremo que está por encima de todos los bienes, que es la felicidad (otra enseñanza aristotélica). Así es como surgieron los inventos de los mencionados Gates y Galperín, como muchos otros que han triunfado haciendo progresar a la humanidad.
 Alguna vez en la Argentina se valoró el mérito: ese fue el país de nuestros padres o abuelos inmigrantes, que vinieron a hacer la América: construir un país con valor y sacrificio, permitiendo a su descendencia tener la posibilidad de ser profesionales. Hoy en día ya no se ve a la Argentina como una tierra de oportunidades: los descendientes de los que una vez vinieron a que se premie su esfuerzo hoy quieren irse, a un lugar a donde el mérito se valore.

viernes, 11 de septiembre de 2020

LA NUEVA GRIETA INSTALADA POR ALBERTO FERNANDEZ

La Argentina es un país al que nunca en su historia le han faltado grietas y divisiones: la unificación de la Confederación Argentina con Buenos Aires por medio del Pacto de San José de Flores y la instauración definitiva de una república federal luego de la Batalla de Pavón en 1861 fue la culminación de múltiples guerras civiles, donde la violencia, los fusilamientos y la necesidad de organizar un territorio nacional que recién empezaba a consolidarse hicieron correr mucha sangre. La división entre unitarios y federales dividía a la Argentina en cuanto a cómo sería la organización política de su territorio. Aquellos años llevaron a Domingo Sarmiento a escribir el "Facundo, civilización y barbarie", retratando las dos Argentinas que se encontraban en aquel entonces: una predominantemente rural, bajo el poderío de los caudillos, poco desarrollada y donde la violencia era el foco de resolución de los conflictos; mientras que había otra Argentina en las zonas urbanas, con respeto a la propiedad privada, con la religión como elemento educador y civilizatorio, y donde una economía más avanzada, producto de la cultura europea, distinguía a las ciudades de la pobreza del campesinado. Luego, a finales del siglo 19 vinieron las divisiones entre la plebe y la oligarquía, donde el fraude de los conservadores y los levantamientos armados de la Unión Cívica Radical mandaban en el escenario político de aquella época. En 1945 el peronismo cambió la política argentina para siempre, y en sus distintas variantes, el peronismo y el antiperonismo nos acompañarían hasta el día de hoy, con el kirchnerismo y antikirchnerismo en su forma moderna. Hoy la grieta acumula un nuevo canal de expresión, que no es más que reavivar una grieta antigua, propia de las guerras civiles del pasado: la riqueza de la Ciudad de Buenos Aires contra el resto del país. ¿Cuanto de lo que decía Sarmiento en aquel entonces, nos sigue sucediendo en la realidad? Seguimos teniendo un país con una capital rica, con índices de desarrollo superiores al resto del país en su conjunto, cuyo contraste es la Provincia de Buenos Aires, donde la inseguridad y la pobreza presentan una realidad calamitosa. 
 La grieta que instaura el presidente Alberto Fernández es desconocer la raíz del problema, la causa de tal desigualdad: mencionar que le da "pudor" y "pena" tener una Ciudad de Buenos Aires tan "opulenta", casi de forma premonitoria a la quita de un punto de coparticipación que se le realiza a la Ciudad de forma arbitraria y autoritaria para solucionar el conflicto policial bonaerense, es un síntoma de la otra epidemia que nos asola: es la romantización de la pobreza, y el desprecio por el éxito, que hace que la "pena" sea hacia el desarrollo y no hacia el atraso y la decadencia. 
 Alberto Fernández podría hablar de los sistemas feudales que funcionan hace muchos años en el sur y norte del país, sin embargo, lo que le causa pena es un distrito federal que ha hecho las cosas bien para tener un nivel de desarrollo próspero. En el sistema feudal se debía trabajar la tierra para el señor feudal a cambio de protección, ya que la aristocracia era la que tenía las armas para la defensa. En este sistema feudal del interior del país, muchos habitantes de Formosa, Santa Cruz, San Luis, entre otros feudos provinciales, siguen votando al peronismo para poder vivir del Estado, con cargos públicos o subsidios. Los feudos provinciales no generan riqueza: hay más empleo público que privado, y los porcentajes de pobreza son significativamente altos. Este aparato clientelar se sostiene mediante la coparticipación, ya que estas provincias no generan sus propios recursos. 
 La Ciudad de Buenos Aires es una de las provincias (y no debe causar ningún "pudor" llamarla de esa manera, ya que es una Ciudad-Estado con el mismo rango que el resto de los distritos federales del país) que más aporta al sistema de coparticipación federal de impuestos (representando el 18,6% de la economía argentina), y paradójicamente, es la más perjudicada: recibe un 68,92% menos de lo aportado. Formosa, una de las provincias más pobres, es la más beneficiada, recibiendo un 465% más de lo que aporta, siendo un claro ejemplo de la ineficiencia, clientelismo y decadencia del peronismo feudal del interior del país, aunque Alberto Fernández haya destacado a Gildo Insfrán como un gran gobernador en un acto público celebrado hace unos meses. 
 La desigualdad que sigue vigente en la Argentina no puede entenderse sin la mala administración de los recursos y mal manejo de la coparticipación federal, que sostiene a provincias que no tienen punto de comparación con el desarrollo alcanzado por la Ciudad de Buenos Aires, lo cual queda expuesto en el conflicto con la policía bonaerense: en la Provincia de Buenos Aires un suboficial ganaba como sueldo mínimo menos de 40.000, mientras en la Ciudad los sueldos de un suboficial son de un mínimo de 60.000, con buen equipamiento y condiciones laborales aceptables. El gobierno de Macri había aumentado la coparticipación recibida por la Ciudad a un 3,5% producto del traspaso de la policía federal para crear la nueva Policía de la Ciudad, ejerciendo el derecho de la Ciudad como distrito autónomo a administrar sus propias fuerzas de seguridad sin depender de las fuerzas federales, porcentaje que le sigue dando a la Ciudad mucho menos de lo que aporta a la administración federal. 
 Mientras en la Argentina se siga con una mentalidad que castiga a la prosperidad y el desarrollo, como el nuevo impuesto a las grandes fortunas, o solucionar problemas de una provincia que no pudieron solucionar más de 30 años de peronismo quitándole recursos a la Ciudad de Buenos Aires, la civilización y la barbarie seguirán dividiendo a los argentinos: la civilización de una ciudad de estándares europeos, con una clase media altamente consolidada, con la inseguridad en caída año a año, que le presta sus servicios a millones de bonaerenses y ciudadanos del interior que viajan a la Ciudad a atenderse, estudiar y trabajar debido a las deficiencias de sus provincias (que no deja de tener un índice de 20% de pobres, que son la otra realidad de la "opulencia" tan denostada); y un conurbano pobre, con pisos de barro, escuelas que se caen a pedazos y la infaltable barbarie del delito callejero y la mafia de las altas cumbres de la política. 
 Para tener un país más federal, se deben generar oportunidades en el resto del país, terminar con los caudillos provinciales, que no se dependa únicamente de la Ciudad para realizar las actividades que realizan los cuatro millones de argentinos que entran a territorio porteño todos los días. Pero sin castigar a la Ciudad, sino siguiendo sus pasos, sin dividir a los argentinos generando odio entre compatriotas de distintas jurisdicciones, pero de la misma Nación. Nuestra Constitución Nacional establece en su artículo 75 que la coparticipación federal de impuestos será "equitativa, solidaria, y dará prioridad al logro de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional". Hasta el momento, su uso se realizó de forma discrecional, sin sancionar una ley convenio estipulada en la misma constitución, y donde comportamientos como los del presidente no demuestran intenciones de tener un país más igualitario, sino igual de pobre. Como diría Aristóteles en su Ética, la justicia es la igualdad, pero siempre en proporción al mérito del que recibe. Los porteños no tienen porqué pagar la ineficiencia y despilfarro de recursos de otras jurisdicciones, donde el mal manejo de la coparticipación no ha hecho más que ensanchar la desigualdad de dos Argentinas diferentes, ahora incrustadas en una nueva grieta, expresada  también en palabras del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, quien manifestó que los porteños son "terribles" e "insoportables". La judicialización del conflicto será la nueva versión de la disputa entre el desarrollo y el subdesarrollo parasitario y feudal de muchos mandatarios peronistas, que no supieron generar riqueza en tantos años gobernando La Matanza, lamentándose del éxito porteño, aunque vivan en los opulentos edificios de Recoleta. 

viernes, 28 de agosto de 2020

CUENTO: EL MERCADO DE FRUTAS

 En la profundidad de una selva donde sólo habita vida silvestre y vegetación, lejos de la civilización y del clima contaminado de las ciudades cosmopolitas, una comunidad de animales se organiza para que a nadie le falten los recursos que brinda la naturaleza. Los monos son la especie más avanzada e inteligente, y en la zona más exclusiva de la selva, pasando un pantano y distintos ríos es donde se encuentra el mercado de frutas: un sistema de intercambio donde todos salen ganando, ya que los monos son los que trabajan recolectando las frutas, y cada uno luego vende los frutos que recolectó a otros animales a cambio de servicios que estos ofrecen. El mercado es una gran cueva con distintos pisos de altura, donde en cada rincón hay troncos de árbol donde los monos guardan sus frutas que esperan ser vendidas. Los osos hormigueros son grandes clientes: ellos compran frutas a cambio de comerle a los monos las hormigas que caminan por su pelaje. 
 Lejos del mercado, distanciado por múltiples ríos, cascadas y pantanos muy peligrosos, habita una comunidad de monos nómades que aspiran a llegar al mercado de frutas para hacerse de un puesto donde negociar sus frutas recolectadas. Polimeko es un joven mono que presenta grandes habilidades: es ágil para trepar, rápido para desplazarse, perspicaz para captar peligros y oportunidades, y además tiene una corpulencia admirable para entrenarse día y noche: nadie duda de que puede ser capaz de triunfar en el mercado de frutas, recolectando todas las mejores frutas posibles para venderlas a los clientes más exclusivos de toda la selva. 
 Polimeko forma parte de una camada jóvenes monos que apuntan a llegar al mercado de frutas para seguir desarrollándose como homínidos: en la parte de la selva donde viven no hay tantos recursos y especies de animales; en cambio en el mercado de frutas los espera toda una vida de relaciones intra-especie y habilidades nuevas por delante. 
 Polimeko nunca pensó que un día se despediría de sus amigos tan rápido:
 -Polimeko: creo que ya estoy maduro para ir al mercado. Me motiva mucho este desafío.
 -Parmánado: yo también estoy muy emocionado. Mañana por la tarde voy a estar llegando al mercado de frutas. No veo la hora de llegar.
 -Polimeko: ¿Pero cómo?¿Mañana a la tarde? El mercado de frutas está muy, muy lejos... No vas a poder escalar las montañas, viajar en las lianas, saltar las aguas tan rápido. 
 -Parmánado: No, Polimeko. No voy a tardar más de un día porque voy a cruzar el pantano con los cocodrilos, ya tengo todo arreglado. 
 -Polimeko: Ha, cierto, vos eras amigo de esos...
 Al oír la conversación se acercan otros monos, que cuentan cómo van a llegar al mercado.
 -Sermónodo: Mira vos. A mí me va a llevar nada más que dos horas. Me lleva un águila volando. Es una amiga de mi primo.
 -Queráclato: Yo voy a estar llegando a la madrugada. Me lleva una manada de elefantes, amigos de mis padres. Corriendo son más rápidos que una gacela. Y allá en el mercado ya tengo todo el puesto instalado, voy a laburar con mi hermano que está allá hace un año.
 -Sermónodo: ¿Y vos Polimeko, cómo vas a llegar? 
 -Polimeko: Y no sé, qué se yo. Yo iré por mi propia cuenta.
 -Queráclato: Estás loco, es re lejos. No vas a llegar más. Aparte es peligroso, mirá si te morís de hambre en el camino. 
 -Parmánado: Bueno Polimeko, pensalo, capaz más adelante se presenta una oportunidad para llegar. Vos sos el más capaz de todos nosotros pero no hagas cagadas, si te mandás solo tal vez nunca llegues. Yo parto mañana, seguro en algún momento nos veremos allá.
 Había llegado el día de mañana y Polimeko quería partir sea como sea al igual que sus amigos. Al fin y al cabo, él era el mono con más habilidades, no podía quedarse atrás mientras todos sus amigos llegaban al mercado de frutas.
 Polimeko emprendió el camino hacia el futuro que él tanto esperaba: convertirse en un exitoso mono en el mercado de frutas. Para ello debía cruzar toda la selva.
 Al llegar a un pantano lleno de cocodrilos, Polimeko sintió que le temblaban las piernas: si se metía a nadar, un cocodrilo se lo podía comer. Pero Polimeko recordó cómo su amigo Parmánado iba a llegar por el pantano gracias a los cocodrilos, así que se atrevió a consultarle a un cocodrilo mientras un pajarito le limpiaba los dientes:
 -Polimeko: Señor, disculpe, yo tengo que llegar al mercado de frutas, alguno de ustedes podría...
 -El cocodrilo: ¿que hacés acá nene, a vos quién te conoce? Te van a comer vivo.
 -Polimeko: Pero un amigo mío...
 -El cocodrilo: Ha, sí, ese mono que pasó hace un rato. Ese es amigo del jefe, a ese lo ayudamos. Pero a vos no te conoce nadie, no tenés nada que hacer acá.
 Polimeko no se desilusionó y decidió escoger otro camino: eligió llegar por la zona de los montes. 
 Escalando una montaña Polimeko vió un águila que volaba cerca. Polimeko pensó que tal vez una de esas lo ayudaba a subir, pero cuando vio cómo el pájaro se aproximaba de forma amenazante, Polimeko se inclinó para atrás y aunque cayó al suelo muy adolorido, hubiese sido peor quedarse arriba mientras era desgarrado por las garras del pájaro.
 -Polimeko: casi me mata esa conchuda. Pero safé. Si no se puede llegar por los montes y los pantanos lo voy a hacer por el llano, aunque tarde más. Yo voy a llegar.
 Polimeko pasó días caminando sin parar, pensando en sus amigos que con la ayuda de otras especies ya habían llegado y estaban trabajando en el mercado. Los otros monos no tenían las condiciones físicas de Polimeko, pero con la mano que le daban otros animales, todo se hacía más fácil.
 Un día Polimeko no dió más de caminar. Cayó desplomado, mientras un león pasaba por al lado suyo, y el pobre mono pensaba qué bien le vendría que un felino tan fuerte le de una mano, una simple ayuda que le permita llegar. 
 Polimeko no pudo llegar al mercado de frutas. A pesar de sus grandes habilidades, el camino era muy largo y duro para hacerlo por sus propios méritos. Polimeko tenía todo para triunfar, pero pereció por el simple hecho de no conocer a nadie.

martes, 18 de agosto de 2020

EL 17 DE AGOSTO: EL PEDIDO POR UN PAIS LIBRE Y REPUBLICANO

El 17 de octubre de 1945 miles de personas fueron a la Plaza de Mayo en apoyo a la liberación de un líder que supo cómo persuadir a las masas: durante esa época la radio era un gran instrumento utilizado por la política, y sobre todo por líderes carismáticos que hacían un culto al personalismo. La historia demostraría que el culto a un líder suele terminar avasallando los derechos individuales, como fue el caso del general Perón, quien en aquel 17 de octubre habría logrado dar comienzo al movimiento peronista y legitimar la continuidad de un gobierno de facto y autoritario por medio de las elecciones que lo darían como ganador frente a la Unión Democrática. 
 El 17 de agosto de 2020 se dio en toda la Argentina un reclamo espontáneo y auto-convocado por la gente, con las redes sociales como principal instrumento de convocatoria (ahora a la radio solo le tocaría relatar lo que ocurre, sin ser el principal mecanismo transformador de la realidad), y con la consigna de reclamar por la libertad de los mismos participantes, sin ser guiados por ningún tipo de líder. Es el repudio a los políticos tradicionales lo que moviliza a la gente, que quiere ser la protagonista de la historia y no limitarse a esperar a que sus representantes elegidos por medio del voto actúen por ellos. 
 En este 17, pero de agosto, y del 2020, en memoria de otro general, el que hizo un culto a la libertad, el General José de San Martín, libertador de las guerras de la independencia, distintos mensajes hicieron eco del hartazgo social hacia una clase política que le arrebató a la ciudadanía esa libertad reclamada. Sin centralizarse en un foco homogéneo de reclamos, y de forma pacífica y con los cuidados necesarios en el contexto de la pandemia, las manifestaciones en distintos puntos del país fueron con distintos objetivos: no a la reforma judicial; no a la caída estrepitosa de la economía; no al cierre de escuelas; no a la inseguridad; no al atropello de las instituciones y una cuarentena eterna e injustificada. 
 Después de ver por las noticias las desapariciones y asesinatos de civiles por parte de la policía a causa del simple hecho de no cumplir con el confinamiento, una gran parte de la sociedad canalizó en la convocatoria una forma de expresar un mensaje: ese mensaje es que la sociedad no va a dejar que se pierdan sus derechos tan fácilmente; que no se tolera ser perseguido por las fuerzas de seguridad por pasear un perro o salir a remar en un bote, mientras la vicepresidente avanza con una ley que viola la independencia del poder judicial: como diría Jean Jacques Rousseau, el padre del Contrato Social, una ley debe emanar de la voluntad general, teniendo como fin un objetivo general, porque el único bien existente en un pacto social es el bien común, y cuando las voluntades particulares se distancian de la voluntad general y apuntan a objetivos individuales, la ley pierde la fuerza del pacto que la hace posible. La reforma judicial impulsada por el oficialismo tiene un costo económico totalmente irracional de pagar; beneficia únicamente al kirchnerismo ampliando la cantidad de jueces federales para nombrar magistrados afines al poder y no afecta en lo más mínimo las deudas que tiene la justicia con la sociedad (entre ellas, castigar en forma debida a los delincuentes). La única beneficiada con la reforma es la vicepresidente: la ley no tiene nada que ver con la voluntad general, sino con una voluntad totalmente individual. 
 En un contexto de pérdida de las libertades, el virus es una gran herramienta política para los gobernantes: resulta ser una gran oportunidad para negarle a la gente el derecho de salir y manifestarse, utilizando el recurso de la muerte con la complicidad de muchos infectológos, que ven en la opción de encerrarse una solución maestra, en vez de optar por la responsabilidad ciudadana, el cuidado individual y una cuarentena inteligente para los grupos de riesgo. En años anteriores la ocupación de camas de terapia intensiva estuvieron en un nivel similar; cerca de 30.000 personas mueren por año en la Argentina a causa de neumonía y gripe; millones de personas mueren por año en todo el planeta producto del cáncer; y así podrían nombrarse otras causas de mortalidad iguales o más letales que el coronavirus. Sin embargo, las cifras de la actual pandemia son utilizadas para sembrar el terror e instalar la idea de que todo lo que ocurre es por el bien de la salud. 
 Utilizar las cifras de muertos por el coronavirus se volvió una estrategia política de control social, ejerciendo el control sobre las actividades y horarios de las personas, ignorando las graves consecuencias que la cuarentena trae para otros asuntos vinculados a la salud, además de provocar una catástrofe económica y educativa. 
 A pesar de los pésimos resultados educativos de la Argentina en cada año transcurrido, en todo el 2020 se han mantenido las escuelas cerradas sin ningún intento por aplicar protocolos, lo cual refleja el escenario que se ilustra en este entramado oscuro de la cima del poder: la gente encerrada, sin poder trabajar, con más de la mitad de la población dependiendo del empleo público y subsidios del Estado, y por si fuera poco, un pueblo poco educado. Una proyección a futuro que le da al kirchnerismo un escenario perfecto para pauperizar a la sociedad y salir impune de todas las causas de corrupción. 
 Pero si la gente se manifestó sin un portavoz, es porque la oposición tampoco ejerce un contrapeso suficiente: Rodríguez Larreta ha sido partícipe de cada violación de los derechos y garantías constitucionales, incluso discriminando a los adultos mayores en la Ciudad de Buenos Aires, dictando un decreto que prohibía su circulación por el único "pecado" de ser gente mayor, de forma totalmente arbitraria y sin razonabilidad legal. No es exagerado afirmar que desde el 18 de marzo se produjo un auto-golpe de Estado, usurpando desde el poder ejecutivo nacional a los demás poderes y violando la Constitución Nacional: el presidente dicta decretos a gusto del poder; el poder legislativo se reúne por videoconferencia sin participar ni debatir sobre la pertinencia de la restricción de las libertades; y el poder judicial no funciona más allá de haber fallado en contra de la intervención de Vicentín, no hay un juez que dicte la inconstitucionalidad de los decretos presidenciales que incumplen con el artículo 14 de la ley suprema, y este poder corre el peligro de ser reformado. La utilización dialéctica de la medicina y la amenaza de un virus no pueden ser motivo para la implantación de un gobierno de facto en un país que desea ser libre. Si en el peor momento de la pandemia se empiezan a permitir actividades que antes permanecieron prohibidas con un menor número de casos se debe a dos motivos: nunca debieron haber estado prohibidas, y los que tienen el poder hacen con la libertad de la gente lo que se les antoja, sin ningún control. 
 El virus no sólo trajo una "anormalidad" vinculada a la necesidad de establecer protocolos y cumplir el distanciamiento preventivo junto con todos los cuidados necesarios. La vida completamente anormal que nos toca vivir se asocia también con la criminalización de gente de bien que lo único que desea es salir a trabajar, verse con seres queridos y practicar deportes; donde los asesinatos en medio de abusos policiales producto de no cumplir la cuarentena vislumbran el Estado de Sitio no declarado, es decir, la usurpación ilegal del poder público; mientras que la delincuencia parece ser uno de los trabajos "esenciales" que tienen permiso de circulación. 
 Una sociedad entabla relaciones sociales por medio de un complejo sistema de símbolos que es el lenguaje, y donde muchas veces la clase política ignora que la comunicación no es siempre desde la cúspide gubernamental hacia los representados (con decretos, conferencias de prensa o cadenas nacionales), sino también desde el pueblo hacia el poder: el día de ayer se emitió un mensaje. La sociedad habló, con carteles, expresiones y con su simple presencia y movilización en cada plaza del país, a pesar de que el Presidente haya emitido un decreto que penaliza las reuniones sociales y muchos médicos afines hayan querido asustar con que muchos iban a contagiarse. 
 En este 17 de agosto, en memoria del General José de San Martín se reivindicó la libertad, y se pidió por la verdadera justicia social: no la que le quita a los que supieron generar riqueza honestamente, sino la que es realmente justa: la que debe quitarle la riqueza mal habida a los políticos corruptos para devolvérsela a la gente, la que premie la meritocracia y no a los acomodados en el Estado que ganan sueldos irrisorios, como Zaffaroni cobrando 800.000 pesos de jubilación; ex presidentes y vicepresidentes cobrando pensiones millonarias; y prácticas de nepotismo donde un chico de 20 años que da una imagen patética de aberración del lenguaje gana 180.000 pesos (véase la conferencia donde un funcionario de tal edad dice "les pibis"). Los ideales no fueron los de una "independencia económica" que nos aleja del mundo y amenaza con expropiar empresas, sino los de una independencia de poderes, donde se respete al ciudadano, porque como diría el prócer, "seamos libres que lo demás no importa nada". 

jueves, 6 de agosto de 2020

EL FRACASO DEL ESTADO, EL TRIUNFO DE LA DELINCUENCIA

En un país en cuarentena, donde se debe tener permiso para circular, donde la libertad es un bien escaso, los delincuentes afloran en cada calle y suburbio del conurbano. El monopolio de la fuerza coercitiva del Estado se concentra en que se cumpla el aislamiento social: la policía vigila que se circule con barbijo, con permisos de personal esencial (como si se pudiera decidir qué trabajo, en tiempos de malaria, es prescindible y cuál no), que no se realicen reuniones, mientras la delincuencia no está en cuarentena: crece a medida que cae la actividad económica, con hurtos, torturas, robos y asesinatos donde la policía no alcanza a vigilar. La fuerza policial es ejercida sobre el trabajador, sobre el que debe trasladarse para ganarse la vida honradamente, mientras el ladrón es liberado con la excusa del coronavirus y posibles contagios en la cárcel, esparciendo el virus del delito por cada rincón de la Argentina. 
 Siguiendo a la filosofía iusnaturalista, la existencia del Estado se explica a partir de la necesidad de los individuos de asociarse para conformar un cuerpo que proteja sus derechos naturales por medio de la ley civil: estos son la vida, principalmente, seguida por la propiedad privada, y la libertad. Debido a la condición defectuosa del hombre para respetar aquellas leyes naturales (arrepentirse de los pecados; pedir perdón; dar las gracias; amar al prójimo como a uno mismo, entre otras) formuladas por la razón natural creada por Dios, que hacen posible la preservación de los derechos naturales, diría Thomas Hobbes, autor del Leviatán, que los hombres entran en un estado de guerra permanente. Para salir de aquel estado de naturaleza, y por lo tanto de guerra, para Hobbes se debe crear el Estado, para garantizar el cumplimiento de los derechos naturales innatos a todo hombre, que existen de forma prevaleciente a cualquier tratado civil. Es el Estado el que por medio de la justicia debe establecer un convenio entre todos los hombres para alcanzar la paz, efectuando el pacto hecho entre los civiles y el soberano mediante leyes, cuyo cumplimiento se garantiza por medio de la jurisprudencia. 
 La falta de justicia, y por lo tanto la inseguridad creciente, son producto del fracaso del Estado. El Estado en sus distintos niveles (nacional, provincial, municipal) ha fracasado en cumplir el principal motivo que compone al pacto social que hace a la soberanía sobre un territorio y su población: el cuidado de los derechos naturales, la vida y la propiedad. Un Estado que no utiliza la justicia para hacer cumplir la ley, sino que la aplica arbitrariamente, descuida la defensa de los ciudadanos y los obliga a ejercer la justicia por mano propia, volviendo al estado de naturaleza del que se debe salir para conformar un Estado. Es tan rotundo el fracaso y la inoperancia estatal, que el hombre debe volver a sus instintos más primitivos, de matar para no ser matado. 
 En distintos pasacalles de la Provincia de Buenos Aires se pueden observar avisos de vecinos organizados, probablemente con armas, que advierten a los delincuentes. Hoy la policía no alcanza (o puede decirse que no funciona, ya que está concentrada en controlar a la gente de trabajo), el Estado está ausente: es la misma gente la que debe actuar, armarse y organizarse para cuidar sus bienes y sus vidas. 
 La ley siempre está objeta a interpretación, y deben ser magistrados idóneos, invita Hobbes, los que deben tener la responsabilidad pública de interpretarla y aplicarla lo mejor posible, para que su literalidad y la asociación de esta con el caso pertinente no se desvíen de su motivación original. El código penal fue diseñado para castigar con el peso de la ley a aquel que ha violado el pacto social y ha infringido un daño, y aquellos jueces y fiscales que lo interpretan de una determinada manera y liberan a asesinos y violadores, o juzgan a vecinos que se defendieron en su legítima defensa, representan la más rancia politización de la justicia en aras de la doctrina zaffaroniana, y no hacen más que desviar la ley de su verdadera propósito: que el Estado proteja el fin en sí mismo de su constitución: la paz social y defensa de sus ciudadanos. 
 Debe entenderse esta "invasión" de jueces mal llamados garantistas, ya que no defienden los derechos y garantías de las víctimas, como una intromisión de la ideología progresista del siglo XXI: este falso progresismo comprende a los criminales como víctimas de un capitalismo salvaje, que delinquen porque el sistema los condenó. Aquella nefasta doctrina multiplica sus seguidores por medio del sistema educativo, ejerciendo un adoctrinamiento que desploma todo pensamiento crítico y aleja a los jóvenes de la cultura del esfuerzo y el sacrificio traída al país por sus abuelos inmigrantes, para acercarlos a la defensa dialéctica de la fauna de los subsidios prebendarios y protección de los delincuentes en favor de la "causa". Aquella ideología que coloniza la educación universitaria queda al descubierto en la alta casa de estudios donde se forman muchos de los abogados que luego son jueces y deben defender la causa pública: en la facultad de derecho de la Universidad de Buenos Aires los movimientos juveniles de izquierda le prohibieron hace unos meses a Sergio Moro, ex juez federal del Brasil, dar una conferencia debido a su rol como juez y luego ministro de justicia de Bolsonaro. En dicha universidad, Zaffaroni es invitado con ánimos y agradecimientos a dictar charlas y conferencias, mientras el pensamiento disidente es lentamente erradicado. 
 Este fracaso de un Estado ausente lleva lentamente a sus ciudadanos de bien desamparados a pensar en nuevos destinos, para llevar la producción y el trabajo a tierras donde realmente se los valore. Creer que  la causa de la delincuencia es el sistema económico es una falta de respeto a la gente humilde que trabaja cada día de su vida con ímpetu y esfuerzo: es esta pobre gente, que debe tomarse colectivos a la madrugada, otros que son jubilados que durante su vida han dado todo por el trabajo, los que terminan sufriendo la inmoralidad de la delincuencia y sus protectores. 
 A la Argentina, además de una gran crisis económica, la asola una gran falta de valores, transmitida por generaciones que nunca han sabido lo que es el estudio y el trabajo, pero que sí se les transmite de padre a hijo la acción de la delincuencia. Los desalmados que utilizan su tiempo para delinquir y no para ganarse la vida dignamente, que invierten en motos, drogas y pistolas para robar, no son ninguna víctima de la sociedad ni del sistema capitalista. Las únicas víctimas son la gente honesta de trabajo, que es asaltada de facto por los delincuentes, y es asaltada, pero de jure, por los políticos que hacen de sus impuestos todo menos garantizar la seguridad, educar en serio para no tener en el futuro generaciones que no saben lo que es ganarse la vida con el trabajo.
 La prioridad del Estado parece ser la reforma judicial para lograr la impunidad, el aborto como una política pública que ponga contenta a toda la generación progre-feminista, pero no invertir en cárceles y en la educación. La atención de los políticos se encuentra en controlar a la gente que desea circular por el suelo argentino, por motivos laborales o por el motivo que sea, e incluso introducirse en la intimidad doméstica de sus habitantes; pero no parece interesarse mucho en controlar a los verdaderos infractores de la ley y el orden. 
 El Estado fracasa hace muchos años y sigue fracasando, por las razones expuestas, y la grieta hoy ya no es política, sino moral: entre aquellos que admiran los escritos de Zaffaroni, y los que desean un país normal, donde se defienda a las víctimas y la justicia sea justicia, porque como dice el tango Cambalache, "... Es lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley...". 

jueves, 23 de julio de 2020

CUENTO: LA ACADEMIA DE ANGELES


En el mundo espiritual de los ángeles, cada ángel espera por su oportunidad para encarnar en un cuerpo humano y empezar su vida en el Mundo Terrestre, para luego volver a morir y regresar al Mundo Celeste, y luego volver a reencarnar y así sucesivamente.  Este mundo de ángeles es como el cielo mismo: está lleno de nubes y las entidades espirituales flotan de aquí para allá.
 La Academia de Ángeles es la institución donde cada ángel portador de un alma debe instruirse para poder encarnar correctamente en un cuerpo. El ángel D44 acaba de ingresar a la Academia, y se siente ofuscado por ello.
D44 no entiende para qué debe hacer semejante sacrificio: se siente frustrado por tener que ir de forma obligatoria a la Academia en la madrugada angelical, cuando podría ser en un horario donde las almas estén más descansadas y rindan mejor; este ángel tampoco entiende porqué debe estar tantas horas en la Academia, ya que desea aprovechar el tiempo para realizar otras tareas; y sobre todas las cosas, D44 no soporta tener que ir revestido del aura espiritual de la Academia, cuando se siente más cómodo con su propio aura. El aura es una especie de esfera que hace sentir placentera al alma del ángel, y todos los ángeles que asisten a la Academia deben revestirse de la misma aura. D44 no soporta tal falta de libertad.
Un día, el Ángel Supremo ingresó al aula de la Academia donde se encontraba D44, y reprimió severamente a todos los que tenían un aura distinta. Sus reproches eran calamitosos. El Ángel Supremo se obsesionaba con que todos estén iguales, sin interesarse en lo absoluto en que tal vez el aura de la Academia no les gustaba demasiado.
Para D44, su fastidio no solo consistía en no poder elegir el aura con la cual revestirse, sino también aquella rutina obligada y coercitiva a la que debía someterse cada día en la Academia: además de tener que ir con pocas horas de descanso, cada vez soportaba menos tener que pararse cada mañana angelical con los otros ángeles, y recitar el Himno Celestial. El Ángel Supremo se creía que todos los ángeles debían sentirse orgullosos por cantar ese himno, y el que no lo cantaba era obligado a hacerlo. D44 no paraba de temblar y sentir terror cuando el Ángel Supremo hacía un control de rutina y revisaba a uno por uno para ver si cada ángel estaba cumpliendo con todo lo ordenado por la Academia angelical. 
 Un día D44 se plantó frente a uno de los ángeles veteranos que daban clases en aquella institución celestial, luego de hacer la reverencia obligada ante cada ángel veterano que se presentaba: “¡Por qué mierda nos obligan a todos a venir acá, nos visten a todos de la misma manera, nos obligan a seguir rituales estúpidos, nos exigen que les tengamos respeto de forma obligatoria a todos los que nos mandan!”
El ángel veterano, que se sorprendió al escuchar tal queja antes de comenzar la clase, respondió: “Son reglas que se deben seguir. Algún día vas a salir de esta Academia, y vas a tener un cuerpo en el mundo terrenal. Te estamos preparando para ello”.
D44 solo sintió más rabia con aquella respuesta. ¿Sirven de algo estas estructuradas y ridículas normas? Obligan a todos los ángeles a tener respeto por Ángeles superiores de forma restringida, sin ganárselo. ¿Tiene sentido obligar a pedir un respeto exagerado a otro sin que este lo sienta? D44 odiaba hasta su propio nombre: no quería ser una combinación de números y letras al igual que todos los ángeles. Quería tener su propio nombre, valerse como individuo, y no ser parte de una masa donde todos eran obligados a ser iguales: usar su propia aura, y no la misma que el resto que iba a esa maldita Academia de Ángeles; no quería pasar la mayor parte del día allí, sino que quería disfrutar de otras herramientas del Mundo Celeste: encima que tenía que asistir a ese lugar gran parte del día, en su tiempo libre lo obligaban a realizar ejercicios que le encomendaban en la Academia.
 Vestirse como otros le dicen, tener control sobre sus horarios y decisiones, obligarle a cantar Himnos y seguir rituales con la excusa de que se le deben tener respeto porque el Ángel Supremo lo dice, sin que el respeto nazca del alma. D44 pensaba que todo era una gran estupidez, y que, al momento de encarnar en un cuerpo, tales rigideces no harían a las almas mejores, sino peores. De hecho, ya estaba ocurriendo: todos los ángeles acataban todas las órdenes por miedo a ser reprimidos, pero en el momento que no los veían, desataban con furia un libertinaje que hasta resultaba peligroso. La pedagogía de inculcarle a cada ángel cómo debía actuar y pensar a veces creaba almas sin pensamiento propio (como si fueran robots), y otras veces creaba un efecto contraproducente: la rebeldía desataba un caos que desestabilizaba todo orden pretendido.  
 Un día el alma de D44 encarnó en un cuerpo humano, y ya en el Mundo Terrestre, sin recordar absolutamente nada de lo que había sido su vida en el Mundo Celeste, se preguntó: ¿Acaso sirve de algo todo lo que nos obligan a hacer, cuando al mundo le faltan tantos valores?

miércoles, 8 de julio de 2020

DEFENDER LA LIBERTAD EMANADA POR LA CONSTITUCION Y EL HIMNO NACIONAL

El asesinato de Fabián Gutiérrez conmovió al país no solo por la muerte misma, sino porque esta es producto del dinero robado a las arcas públicas: si el gobierno de Cristina no hubiese sido tan corrupto a tal punto de esconder las fortunas robadas debajo de la tierra al buen estilo de un pirata que esconde un tesoro, el asesinato nunca hubiese ocurrido. El origen espurio de la fortuna enterrada fue declarado por el mismo Gutiérrez, cuando este declaró como arrepentido en la causa de los cuadernos. Esto no quiere decir necesariamente que Cristina y el gobierno lo hayan mandado a matar, pero sí que el Estado es responsable de no haberlo protegido como corresponde. Lo que sí es seguro es una cosa que ni para el mas enceguecido de los fanáticos puede negarse: el asesinato está íntimamente relacionado con la corrupción kirchnerista. Pero el problema de Cristina y todo el kirchnerismo no es este asesinato: su principal preocupación radica en que la justicia investigue el origen del dinero, y que los medios de comunicación lo informen.
 La intención de los miembros del gobierno de salir impunes de todas las causas y a su vez vengarse de los que los denunciaron y desenmascararon sus maniobras fraudulentas depende en gran medida de neutralizar la división de poderes e incumplir la constitución: esto ocurre simplemente porque en un país con instituciones fuertes y un espíritu republicano la constitución se cumple a rajatabla y el imperio de la ley restringe cualquier asociación ilícita que se quiera implantar desde la cúpula del poder. Es por eso que el kirchnerismo siempre estuvo obsesionado con la justicia, amagando con reformar los miembros de la Corte Suprema, y aspirando a colocar a Rafecas como jefe de los fiscales, como así también quitarle a la justicia el manejo del programa de testigos protegidos, donde muchos arrepentidos han sido protegidos durante el macrismo luego de declarar en causas de corrupción K.
 La pandemia ha sido una gran prueba para reafirmar la deficiencia institucional que opera en la Argentina: no solo no funciona a pleno la justicia, sino que funciona acorde a los deseos del poder: la feria judicial se sigue prorrogando al ritmo eterno de la cuarentena, pero para excarcelar presos y ordenar detenciones de forma imparcial sobre enemigos políticos del oficialismo, la justicia no solo que se activa, sino que lo hace de forma llamativamente rápida. Que la sobrina de Cristina no sea apartada como fiscal de la causa de Gutiérrez sería una arista más de la hegemonía feudal del kirchnerismo en Santa Cruz pero también del quebrantamiento institucional de la justicia a nivel país.
 Que el congreso funcione por videoconferencia es otro honor que se le hace al peronismo, cuando en la época de Perón se dejaba a los pocos diputados opositores que había en el Congreso hablando solos, dejando claro el mensaje de que la palabra disidente poco importaba, y que no merecía ser escuchada. Algo muy similar ocurrió cuando a un senador opositor se le apagó el micrófono cuando se debatía de forma virtual la creación de una comisión investigadora de la deuda de Vicentín, que además, se creó de forma ilegal, sin llegar a los dos tercios necesarios para su concreción.
 No deja de ser curioso que el senado quiera sesionar por videoconferencia, cuando dicha modalidad se presta a este tipo de maniobras, y luego de que en este gobierno se hayan disuelto las Sociedades de Acciones Simplificadas, que permitían crear un emprendimiento de forma virtual en cuestión de horas. En la Argentina donde se premia a los políticos corruptos y llenos de dinero y se castiga al ciudadano de a pie cada vez más empobrecido, la tecnología con buenos fines es menospreciada, y la utilizada para el bien del poder es estimulada y aprobada con creces.
 Pero más allá de la división de poderes, cuestión que caracteriza de forma terminante a un régimen republicano, se encuentran las libertades, ya que sin ellas, la democracia no existe: no hay una forma de gobierno democrática donde no haya libertad de expresión, libertad económica, libertad de culto, libertad de asociación, entre otras libertades en las que se ha basado la constitución de nuestro país, que tiene como cuerpo principal a la constitución de 1853, cuyo autor intelectual, Juan Bautista Alberdi, se inspiró en un modelo de constitución liberal y moderna pensando en un país libre. La libertad se encuentra en la esencia mas profunda de nuestra patria, y así lo demuestra nuestro himno nacional, cuando dice "Oíd mortales el grito sagrado, libertad, libertad, libertad".
 La libertad es algo que le inquieta demasiado a los gobernantes argentinos, porque gracias a la libertad de expresión y a las libertades políticas es que a diferencia de Venezuela, en la Argentina sigue habiendo un periodismo independiente que informa a los ciudadanos sobre todo lo que hace el poder, y hay una oposición que tiene con qué competirle al peronismo en las próximas elecciones. Por esta razón siempre al peronismo le molestó y le seguirá molestando la libertad, y tanto Alberto Fernández como otros miembros del gobierno maltratan a los periodistas, mandan a ensañarlos, escracharlos y hasta intentan detenerlos queriéndolos involucrar en presuntos espionajes ilegales: porque siempre que se cuente la verdad y haya una opinión pública disidente, al gobierno se le hace más cuesta arriba concentrar el poder y salir inmunes de ello.
 El artículo 14 de nuestra constitución nacional dice muy claramente: "Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio, a saber: De trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a sus autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender". En el kirchnerato de la pandemia, los argentinos ya no tenemos libertad para circular, trabajar, estudiar, acceder a los templos religiosos, abrir un comercio, hacer deporte, y ahora la libertad de expresión se encuentra seriamente en peligro a raíz de distintos acosos a periodistas. La constitución es una sola y es la misma con pandemia y sin pandemia, y a través de ella es que los políticos deben entender que son empleados públicos al servicio del ciudadano, y que el ciudadano no debe estar al servicio de ellos.
 Durante esta cuarentena se han violado muchas de las libertades garantizadas por la constitución, y el día que se censure al periodismo y ya nadie tenga acceso a la información, Argentina habrá completado su proceso de "venezolanización" y habrá adoptado la tiranía como forma de gobierno. El deber de los partidos políticos opositores, la prensa y toda la ciudadanía en su conjunto es hacerle honor a las palabras de nuestro himno y defender la libertad, que tanto costó conseguir.

lunes, 29 de junio de 2020

CUENTO: LOS PENSAMIENTOS DE ESTANISLAO

Es una tarde lluviosa en la Ciudad de Buenos Aires, es miércoles por la tarde y esta da para quedarse en casa. Estanislao se encuentra llorando en su cama. Los sollozos agrietan corazones con solo escucharlos. Ese llanto rompe almas va acompañado de la misma frase una y otra vez: “¿Por qué, por qué tiene que pasarme esto? ¡Muéranse, hijos de puta, muéranse!” El hecho de pensar en forma repetitiva cómo lo habían maltratado en el colegio angustiaba cada vez más a Estanislao, que se esforzaba por ocupar su mente en otra cosa, pero no lo lograba.
 Sus padres venían de un duro día de trabajo; Estanislao no iba a preocuparlos contándoles lo mucho que odiaba ir a la escuela y a sus compañeros. Luego de comer con poco apetito y acostarse en la cama, Estanislao se encontraba a solas con la almohada, sin poder conciliar el sueño, preocupado por tener que lidiar mañana con el mismo calvario. No pudo dormir en toda la noche, lleno de bronca y odio pensando en la muerte de alguno de aquellos que le causaban tanto daño. Sabía que el odio lo envolvía como a aquellos seres que despreciaba, pero sus emociones lo tomaron por completo. Una hora antes de que sonara el despertador pudo dormir. Eran 60 minutos escasos en todo el descanso nocturno, pero era mejor antes que ir al colegio sin haber dormido completamente nada.
 En el camino a la escuela Estanislao se entusiasmaba con la fantasía de que Dios le conceda su deseo: que aquel compañero que era el líder negativo del grupo y que lo molestaba haya muerto en algún accidente. Pero sabía muy bien que por imaginarlo el hecho no iba a ocurrir, así como así.
 Al entrar al aula era pura desolación. Estanislao se preguntaba a qué se debía tal escenario. Los mejores amigos de aquel grupo de brabucones lloraban por su amigo: José María, el que se dedicaba a humillar a Estanislao, había fallecido esa misma mañana luego de, a través de esa personalidad tan prepotente, cruzar un semáforo en rojo camino a la escuela. La velocidad de un auto no tuvo piedad.
 Estanislao disimuló preocupación, pero estaba feliz en el fondo. Aquellos que se reían de las estupideces que le hacían ahora estaban tan angustiados como él por la pérdida de su líder.
 Luego de un par de meses las cosas se estabilizaron. José María ya no estaba, pero sus amigos debían tomar la posta del bullyng. Ahora Ricardo y Juan Manuel eran los líderes de un grupo de muchos desalmados por sus acciones, y otros que lo eran por mirar para otro lado. Estanislao volvió a llorar aquella tarde en su casa como lo había hecho hace dos meses antes de la muerte de José María. Había sido muy ingenuo pensando que la pérdida de uno implicaría el fin de su padecimiento.
 Estanislao se vio envuelto de rabia una vez más, e increíblemente, al llegar al aula al día siguiente vio el mismo escenario. Se enteró en el recreo de que Ricardo había sido asesinado la noche anterior en un asalto en su casa, y que Juan Manuel se había suicidado luego de ver a su padre maltratando a su madre. Estanislao ahora no sentía ni tristeza ni felicidad; se sentía sorprendido. Llegó a sospechar que su dicha podía llegar a tener algo que ver con las muertes: era mucha casualidad. Las veces que había sentido tanta bronca por determinadas personas, estas habían muerto a la brevedad. Estanislao no era muy creyente, pero ahora estaba empezando a creer que una mano divina estaba detrás de todo esto.
 Justo ese día un profesor de matemática lo había reprobado en un examen por una causa que Estanislao consideraba injusta. Pensó en la muerte del profesor, en gozar de verlo morir en ese mismo instante delante de sus ojos.
 En el momento en que el docente se encontraba delante del curso explicando un tema en el pizarrón, cayó tumbado en el suelo. Había muerto de un paro cardíaco. Estanislao ahora sí lo creía: sobre sus pensamientos recaía un poder divino de elegir el destino de los demás. Ahora ya nadie podía meterse con él, nadie podía molestarlo.
 Lo primero que hizo una vez enterado de su poder fue pensar en la muerte de su psicoanalista: Estanislao ya no soportaba más a aquel soberbio que muchas veces se consideraba un ser superior a sus pacientes, y que quería convencer a Estanislao de que la culpa de lo que le pasaba era suya. El padre de Estanislao le comunicó esa misma noche que su psicólogo había fallecido por una enfermedad cerebro-vascular.
 Estanislao de repente sabía que era el ser más poderoso del mundo. Pero nadie debía enterarse.
 De todas formas, no había forma de que alguien se entere: Estanislao no debía mover un solo músculo, ya que, con solo imaginarlo, la muerte del otro era inminente.
 Pasados varios años de las primeras muertes causadas por el poder de Estanislao, este había provocado la muerte de todo aquel que lo estorbara, con el único objetivo de ser feliz: había muerto ya más de la mitad del colegio, de su curso y de otros años; muchos familiares molestos también; y no faltaban los decesos de muchos compañeros del club donde hacía diversos deportes.
 El problema de no parar de pensar en las imágenes que le hacían mal siempre fue un problema para Estanislao, pero ahora era una solución: todas las imágenes de bronca con quienes se ensañaba les provocaba la muerte.
 A los 30 años Estanislao se encontró solo, sin nadie a su alrededor. Ya nadie podía molestarlo. Pero tampoco fue feliz. Sus pensamientos nunca dejaron de ser un problema.