lunes, 8 de septiembre de 2025

Opinión: No alcanza con ser los menos malos

Con la contundente victoria en la Provincia de Buenos Aires, Kicillof se encolumna como el principal líder de la oposición. Como era de esperarse, los mercados reaccionaron mal.

Anteriormente a la reforma constitucional de 1994, el sistema de voto indirecto en la Argentina, similar al de los Estados Unidos, menguaba la desmesurada influencia electoral que tiene hoy la provincia de Buenos Aires. Con aquel sistema, Buenos Aires tenía 144 de los 600 electores presentes en el extinto colegio electoral, lo que le daba una representación del 24% de los votos necesarios totales. Luego de la reforma, el voto pasa a ser directo, lo que ocasiona un alza de dicho porcentaje: habiendo más de 35 millones de electores habilitados para votar, los electores bonaerenses son más de 13 millones, representando más del 37% del total de votos. Es decir, a partir de 1994 la influencia a nivel electoral de los bonaerenses crece del 24% a más del 37%. Es por eso que se conoce a las contiendas en tal provincia como "la madre de todas las batallas". 
 Este año hemos visto un experimento novedoso: se desdoblaron las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires por primera vez después del 2003. Al igual que como ocurrió con la Ciudad de Buenos Aires, votar únicamente por categorías provinciales evita un efecto de arrastre de los candidatos a nivel nacional. Es decir, se presupone que en principio el desdoblamiento ejerce un efecto de "provincializar" la elección, poniendo el foco en aspectos locales. Sin embargo, en la práctica no suele suceder de tal manera: aunque se hayan votado cargos legislativos provinciales y municipales, la elección se nacionaliza: estas elecciones de medio término son una suerte de plebiscito de ratificación del rumbo del gobierno de Milei y del intento por llevar la gestión libertaria a la provincia de Buenos Aires en 2027. 
 El escándalo de las presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad planteó inevitablemente una disyuntiva que compromete la performance del gobierno: el rumbo de estabilización económica no pudo ser más influyente que la posible deshonra (por ahora presunta) propia de la casta política que LLA venía a combatir. La abultada diferencia en toda la provincia y en secciones electorales populosas como la primera y la tercera indican que el enfriamiento de la economía producto del alza en las tasas de interés y la polémica de los audios que manifiestan la existencia de sobreprecios fueron los asuntos que marcaron la agenda en el último tiempo. El gobierno llegó a esta elección clave perdiendo la capacidad para instalar temas en la discusión pública: el kirchnerismo fue muy hábil para enarbolar banderas de causas nobles como son los jubilados y la discapacidad, de forma embustera y falaz, pero muy efectiva. Gracias a la baja de la inflación, el poder adquisitivo de jubilados y pensionados sufrió mucho menos que durante la gestión de Alberto Fernández, y la oposición reclama aumentar presupuestos que para financiarlos posiblemente haya que acudir a la emisión monetaria. Sin embargo, la estrategia de colocarse ficticiamente del lado de sectores vulnerables, no por ser traicionera deja de ser eficaz.
 Por otra parte, también se presentaba una gran disyuntiva para el peronismo: esta elección demuestra si es más fuerte el rechazo al penoso gobierno de Kicillof o el aparato de los intendentes. El gobernador de la provincia acertó en desdoblar las elecciones, posicionándose ahora como el líder del peronismo por sobre CFK y Massa. La capacidad de movilización de los intendentes sumado a la habilidad para instalar temas en la agenda pública fueron las dos herramientas determinantes: la alianza de Kicillof con los jefes municipales lo vuelve un líder autónomo del control de CFK y La Cámpora.
 El acuerdo con PRO sin dudas le permite a LLA tener mayor capilaridad en las localidades donde todavía no tiene una estructura partidaria consolidada. Si bien la derrota es un golpe duro para el gobierno de Milei, es interesante observar la fisonomía de la próxima legislatura bonaerense: en la Cámara de Diputados, LLA pasa de tener 24 a 31 legisladores, y el peronismo pasa de 38 a 39; mientras que en el Senado los libertarios crecen de 12 a 15 senadores, y el bloque oficialista pasa de 21 a 24. El peronismo ganó la elección, pero LLA deja un piso interesante sobre el cual construir. Si el armado político libertario continúa sumando residuos del peronismo que poco tienen que ver con las ideas por las que ha luchado Milei, se despilfarran las posibilidades de cuidar las bancas violetas. La alianza con PRO le da la posibilidad a LLA de sumar gente honorable como Jimena De La Torre (vetada por Karina Milei), en lugar de ex kirchneristas como Ramón Vera.
 De cara a octubre, donde se juega la gobernabilidad en el Congreso de la Nación, Milei debe recuperar el control de la agenda, y deshacerse de lo que puede decepcionar a sus votantes. Los votos en blanco se han transformado en una tercera fuerza política: en esta última elección votó el 65% del padrón bonaerense. Convencer a ese 35% desencantado con la política es tan importante como bajar la inflación si se quiere triunfar en un distrito que es históricamente reacio a fuerzas no peronistas. De avanzar en la justicia la causa de las presuntas coimas en la ANDIS, Javier Milei deberá refundar áreas de su gabinete incluso si la necesidad de una depuración alcanza a su hermana: si miembros del gobierno quedan pegados a la corrupción, no puede defenderlos al igual que lo hace la casta. En 2021, en referencia a la extinta coalición Juntos por el Cambio, Esteban Bullrich dejaba unas sabias palabras: "Hoy somos la opción menos mala, tenemos que volver a ser la mejor". Esa frase debería ser un eco que retumbe en las filas libertarias. 

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.

jueves, 3 de julio de 2025

Opinión: El peronismo, ante una oportunidad inmejorable para reinventarse

Cristina Fernández de Kirchner: presa. La ex mandataria perdió su libertad por robarle a los argentinos.

Los partidos políticos como instituciones son adaptables en el tiempo. Muchas veces hay coyunturas críticas que alteran patrones establecidos, y es menester adaptarse a la nueva realidad con el fin de subsistir en contextos cambiantes.
 Durante la Guerra Fría, un día Mijaíl Gorbachov, al mando de la URSS, decidió aplicar la Perestroika: una serie de reformas económicas y políticas que permitía el desarrollo de la propiedad privada. Aunque el fin declarado públicamente seguía siendo llegar al comunismo, hubo un recalibramiento y reconocimiento acerca de que el modelo soviético estaba a años luz de la calidad de vida capitalista de occidente. 
 En la década de 1970, Deng Xiaoping, presidente chino, acudió al pragmatismo luego de la catástrofe humanitaria provocada por Mao Tse Tung, aplicando una serie de reformas pro-mercado, abriendo la economía china al mundo. Hoy la República Popular China es la segunda economía a nivel mundial, tuvo un cambio cualitativo de dimensiones estrafalarias en la calidad de vida de su población, y es el país con más multi-millonarios del mundo. Todo eso sucedió bajo el mismo partido: el Partido Comunista Chino. Es decir, el comunismo chino aprendió de la historia, y sin cambiar de nombre, abrazó el capitalismo.
 Ante el nuevo escenario político presentado ante la irrupción de Milei como presidente, los partidos argentinos tienen la necesidad imperiosa de re-perfilarse: el PRO como aliado parlamentario (¿y electoral?) del gobierno; la UCR ante escenarios favorables en provincias como Santa Fe puede pactar condiciones con LLA, pero no a nivel nacional y distritos como la CABA donde el radicalismo cosecha apenas un puñado marginal de votos. Y el principal partido de la oposición, el PJ, está ante una gran oportunidad de definir qué tipo de oposición va a adoptar ante un hecho histórico y de lo más trascendental de los últimos tiempos: la ratificación de la condena y prisión de CFK. 
 El núcleo duro de fanáticos kirchneristas que se moviliza en apoyo a una delincuente detenida probablemente sea eso: un piso mínimo de votantes que siempre tendrá el kirchnerismo a pesar de lo que sea que pase, pero que no le alcanzará para imponerse en las elecciones. Con CFK fuera de toda competencia política, el peronismo tiene dos alternativas predominantes: por un lado, que Kicillof tome la batuta convirtiéndose en el líder del kirchnerismo, donde los ideales que hicieron que se estanque la economía argentina desde el año 2012 no difieren demasiado del kirchnerismo duro y La Cámpora; y, por otro lado, aferrarse a la oportunidad inmejorable de asumir que Milei está estabilizando la economía, que el kirchnerismo ha cometido errores garrafales, y que el mejor camino es transformarse en una oposición razonable y más afín al peronismo alejado del castro-chavismo, donde pueden urgir nuevos liderazgos en intendentes y gobernadores no kirchneristas. Es decir, realizar una suerte de Perestroika dentro de sus propias filas. 
 Plantear en el eje del relato a Cristina como una líder proscripta y víctima de un "partido judicial", cuando los hechos de corrupción están empíricamente demostrados y la condena y su posterior ratificación se dieron de acuerdo a todos los procedimientos legales correspondientes, vuelve al peronismo un partido completamente elitista: su misión pasa por salvar a una delincuente multimillonaria, muy lejos de los problemas reales del pueblo argentino. En cambio, si se despega del kirchnerismo y las ideas de La Cámpora (que no disienten demasiado con Kicillof, aunque estén enfrentados por cuestiones de cargos y lugares en las elecciones), tiene la oportunidad de proyectarse como un partido renovado y que mire hacia delante, como lo hicieron los gobernadores peronistas que firmaron el Pacto de Mayo. 
 El enfrentamiento entre Kicillof y La Cámpora no es ideológico, sino que es únicamente por una cuestión de protagonismo. No hay que olvidar que Kicillof viene llevando una gestión horrorosa en la Provincia de Buenos Aires, condenando a este distrito a ser el más peligroso del país, al contrario de una gestión en seguridad a nivel nacional que muestra logros destacables. Los dos objetivos más fastuosos del gobierno de Milei, la macroeconomía y la seguridad, son lo opuesto a lo que representa la desastrosa gestión de Kicillof en su momento como ministro de economía y ahora como gobernador bonaerense.
 El peronismo nunca fue una fuerza lineal en los hechos, sino que ha mutado más de una vez: en 1950 Perón aplicó un plan ortodoxo una vez que el Primer Plan Quinquenal mostraba claros signos de agotamiento; y en los 90´ se inclinó por medio de Menem a las privatizaciones y a la independencia del Banco Central. Hoy, con Cristina presa, el peronismo puede dejar atrás al kirchnerismo y separarse de sus ideas y de la demostrada y repudiable corrupción que los une. El partido, al igual que el Partido Comunista Chino, no cambiará de nombre, pero una renovación de ideas que se adapten a la coyuntura histórica puede hacerlo cambiar de realidad. Si en cambio sigue abrazándose a Cristina, tendrá todo el pasado por delante. 

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.

miércoles, 21 de mayo de 2025

Opinión: Cambio de época

Cada vez que hay un temporal, los bonaerenses sufren inundaciones. En la Ciudad de Buenos Aires, hace mucho tiempo que esas tragedias han dejado de ocurrir. Tan solo la Avenida General Paz separa ambas realidades.

En 1995, Mauricio Macri ganaba su primera elección para ser Presidente de Boca. Lo que vendría después sería la época dorada del club: el xeneize ganó cuatro Copas Libertadores, dos Copas Intercontinentales, además de ganar campeonatos locales y profundizar la paternidad con River. Ningún hincha ni socio de Boca olvidó ni olvidará esos años de gloria, pero más allá de historias pasadas, lo que manda en el presente es la coyuntura: Riquelme, quien como jugador le dio tantas alegrías al club presidido por Macri, un día se convirtió en el verdugo de este último. Después de muchos años, en 2019 la comisión directiva dejaría de estar comandada por el macrismo luego de que Boca perdiera varias series mano a mano frente a River. 
 Algo similar parece suceder en la Ciudad de Buenos Aires. Desde el arribo del PRO al poder en 2007, muchas transformaciones han beneficiado a los porteños en la Ciudad. Tan solo basta mirar un poco más allá de la General Paz y ver cómo en La Matanza y Avellaneda la gente sufre inundaciones que no ocurren en la capital. El metrobus, la línea H de subtes, la bicisenda, dieron un giro cualitativo en lo que respecta a la movilidad. Desde la creación de la Policía de la Ciudad en 2016, la seguridad en sus dimensiones objetiva y subjetiva han mejorado de forma superlativa, alcanzando mínimos históricos en la tasa de homicidios. Más allá de estos y otros cambios que impulsaron al PRO como una fuerza política ligada al cambio y a la esperanza, nada es para siempre. 
 Así como en su momento había un electorado que se mostró cautivado por el partido comandado por Macri después de las malas experiencias con los partidos políticos tradicionales, algo similar ocurre en tiempos actuales con LLA: después de gobernar 18 años la Ciudad y no haber podido evitar que a nivel nacional volviera el kirchnerismo, el PRO ha dejado de ser algo nuevo, cuyas ideas representan un ideario novedoso, y hoy los libertarios enarbolan la bandera del cambio y el futuro. 
 Fue tan importante la elección legislativa de la Ciudad, que muchos cuadros importantes han "bajado" del Congreso Nacional para pelear por un lugar en la Legislatura porteña. Esto se debe a dos motivos. Por un lado, la Ciudad es, a pesar de tener dimensiones más pequeñas, una de las provincias más importantes de acuerdo a su población y tamaño de su economía. Y, además, es una vidriera interesante para proyectar carreras políticas hacia el gobierno nacional: dos Jefes de Gobierno porteños, De La Rúa y Macri, luego fueron Presidentes de la Nación. Por esto último es que era inevitable que la elección se planteara en términos nacionales. 
 El desgaste del PRO y el decantamiento del electorado no peronista y del centro a la derecha por LLA se vincula con una doble coyuntura. En un primer contexto, hace años tiene lugar un leve retroceso en cuanto a los logros conseguidos por el partido amarillo en la Ciudad: hubo complicaciones de una sobre-gestión en el segundo mandato de Rodríguez Larreta, primero queriendo controlarlo todo durante el fascismo sanitario de la cuarentena y la pandemia y luego, por ejemplo, construyendo bicisendas donde no correspondía, transformando un logro en un problema; mientras que hay una crisis de falta de gestión en el gobierno de Jorge Macri, con un aumento de la inseguridad, deficiencias en los servicios de limpieza, y un desorden de tránsito caótico que por momentos transforma las calles en una selva. Sin demasiadas propuestas, y con tan solo la idea de replicar la "motosierra" y baja de impuestos en la Ciudad de Buenos Aires, a Adorni le alcanzó para ganar la capital y destronar a PRO. La sensación de necesitar achicar el Estado y aliviar la carga impositiva también en la Ciudad de Buenos Aires entonó a LLA como el partido del cambio, desplazando de ese lugar a un PRO que tampoco parece tener figuras que hereden el liderazgo de Macri: la disolución de Juntos por el Cambio dejó a su partido sin figuras como Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, y sin el apoyo del radicalismo y la CC-ARI, a tal punto que hoy en la Legislatura porteña el partido de los Macri tiene tan solo unos pocos diputados. Teniendo una representación política atomizada en la Legislatura, los consensos necesarios para impulsar leyes serán más arduos.
 El cataclismo de JxC es la segunda coyuntura que explica el resultado histórico de estas elecciones de medio término: como se dijo anteriormente, la Ciudad es un buen "trampolín" para ser gobierno nacional, y la experiencia del gobierno de Cambiemos decepcionó ideológicamente a su electorado. Hay muchas banderas que definen hoy por hoy al pensamiento de la derecha, pero podemos a simple vista encontrar dos elementos principales como lo son el orden macroeconómico y el orden público. Un poco por presión de los otros miembros de aquella coalición, y un poco por impericia, Macri no supo como presidente alzarse con esas banderas que hoy tan bien portan Milei y su gobierno. 
 Como bien remarca el politólogo Agustín Laje, mientras la derecha hacía cuentas, la izquierda contaba cuentos, y a la gente le divierten más los cuentos que hacer cuentas. El gobierno de Cambiemos dejó pasar el tren que no suele pasar más de una vez, no supo enquistar una narrativa, y las buenas épocas de una gran gestión en la Ciudad han concluido como parte de un tiempo lejano. Hoy el tren pasa para que suban otros pasajeros. Ya ni Macri ni Cristina (que ni apareció en la campaña de Santoro) ocupan la centralidad que antes conservaban. Hay un cambio de época.

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.

miércoles, 9 de abril de 2025

Opinión: La personalidad al poder

Karina Milei y el águila de La Libertad Avanza. "El Jefe" maneja a su disposición al partido gobernante, a tal punto de expulsar a referentes valiosos como Ramiro Marra.

Los partidos políticos son instituciones claves del andamiaje democrático, casi como la moneda lo es a la economía: son las estructuras institucionales mediante las cuales los candidatos se postulan a los cargos públicos. Como toda institución, tienen normas que hacen a su funcionamiento: existen partidos institucionalmente débiles, otros que presentan una institucionalización más sólida. Si bien se tiende a que los partidos competitivos busquen capturar todo tipo de votantes, se supone que un partido político representa un tipo de ideas existentes en sectores de la sociedad. Los partidos no suelen competir solos, sino que buscan aliarse con otros portadores de ideas afines para incrementar las chances de llegar al poder y sostenerse en él. La estabilidad en la competencia partidaria es importante para consolidar políticas a largo plazo y cohesionar a las fuerzas políticas que integran las alianzas. 
 Teóricamente, mientras más institucionalizado está un sistema de partidos, con patrones de competencia partidaria claramente estructurados, prevalecen los partidos políticos en desmedro de los personalismos. No obstante, en uno de los sistemas partidarios más estructurados del mundo, como el estadounidense, emergió la figura de Donald Trump. No es que las figuras políticas no existan cuando el funcionamiento partidario se encuentra firmemente consolidado. Los liderazgos dentro de cualquier tipo de partido son fundamentales para la raigambre social del mismo. Pero una cosa es un liderazgo fuerte, que impulsa a la institución dentro de las masas (como Churchill, Bush, Merkel), y otra es el personalismo, donde este se vuelve más importante que el partido en sí mismo. En este último caso, todo pasa por la figura del líder, volviéndose este último una institución en sí misma. A la hora de establecer alianzas, es imprescindible sacrificar algo de protagonismo para coexistir junto a otras figuras partidarias que compartan ciertos valores y creencias.
 En la Argentina tenemos una gran tradición personalista: luego de la sanción de la ley Sáenz Peña, en la UCR, el primer gran partido de masas argentino había dos corrientes: la personalista y la antipersonalista, siendo la primera la que tomaría el protagonismo a partir de la figura de Hipólito Irigoyen. Luego vendría el peronismo, donde la persona de Perón sería quien dirija el movimiento, y este estaría por encima del partido. El PJ siempre fue un rejunte de partidos provinciales (el PJ en cada una de las provincias junto con intendentes y gobernadores) con un liderazgo nacional. Este liderazgo seguiría teniendo en la cúspide al apellido Perón aún después de la muerte de su fundador, ya que, sin la presencia del difunto general, su apellido siguió presidiendo el partido a nivel nacional a través de su viuda, María Estela Martínez de Perón. Hoy ese rol lo ocupa Cristina Fernández de Kirchner, a pesar de estar condenada por la justicia.
 El polo no peronista ha virado entre el radicalismo, el macrismo (tal vez republicanismo sería una mejor caracterización para el PRO, pero se impone la tradición personalista argentina) y ahora el libertarismo. La Libertad Avanza es un partido que fue fundado en el seno del poder: cuando Milei se impone en las urnas, LLA era un frente compuesto por varias fuerzas políticas, pero no existía LLA como partido político propiamente dicho. ¿Y cómo urge el proceso de institucionalización del partido fundado por los hermanos Milei? A partir del férreo personalismo de Karina Milei.
 Cuando un partido se institucionaliza mediante un liderazgo omnipresente, las normas de funcionamiento son sólidas, porque estas se encarnan en el liderazgo de la persona que comanda el espacio. El problema es que el personalismo deja una incógnita sobre qué será de la institución una vez que ese liderazgo deje de prevalecer, y que tampoco deja demasiado lugar a que surjan más liderazgos útiles dentro de la estructura partidaria. Ramiro Marra, uno de los fundadores del espacio de LLA en la Ciudad de Buenos Aires, era un referente importante, y fue echado del partido por Karina a causa de diferencias entre ambos. El verticalismo no es únicamente peronista.
 Hoy la figura de Marra decantó en otra alianza que competirá por separado en la Ciudad, y probablemente le quitará votos a LLA. La decisión de Karina Milei de impedir la coexistencia de distintas figuras con ciertas diferencias puede terminar en una muy mala jugada electoral. 
 El PRO, que debe cuidar su bastión electoral (la Ciudad), estalló en pedazos, y si bien Macri preside el partido, los halcones de Bullrich migraron a LLA, y Rodríguez Larreta, quien era tal vez la figura más importante del PRO después de Macri, hoy compite en otro espacio alejado de la convicción de su partido de apoyar a LLA en las reformas que el gobierno cambiemita dejó pendientes. En estas atípicas elecciones de legisladores capitalinos, el protagonismo de ciertas figuras pesa más que su afinidad ideológica para concordar en un mismo espacio: el polo no peronista/no kirchnerista porteño encontrará más de cinco listas distintas frente a un Leandro Santoro con la posibilidad aritmética de triunfar en un distrito históricamente adverso para el kirchnerismo. Incluso el MID de Oscar Zago, de ideas afines a LLA (de donde fue expulsado) y a PRO, terminó yendo por separado.
 Cuando María Eugenia Vidal sostiene que "el candidato es el proyecto", le da una tónica menos personalista a la competencia, por lo menos dentro de su lista. Sin embargo, la atomización partidaria en las elecciones porteñas plasma que por momentos parece haber tantos proyectos como candidatos, y que en estos impera resguardar un liderazgo autónomo antes que sacrificarlo por un proyecto común donde convivan distintos referentes. Finalmente, el único personalismo que logra no balcanizar su oferta una vez suspendidas las PASO en la Ciudad es el kirchnerismo, con la lista de Santoro como principal beneficiaria de este río revuelto. Dato importante a tener en cuenta: mientras CFK logra mediante la jefatura del PJ retener en Unión por la Patria a sus distintos sectores aún en el peor momento de la alianza, la autoridad de Karina Milei expulsa referentes de su espacio en vez de sumarlos. A la hora de contar los votos, no ganará el espacio con más pureza ideológica ni con más lealtad al líder, sino quien más votos recibe. 

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.

domingo, 9 de febrero de 2025

Opinión: Por qué hay que construir más cárceles

Mientras Kicillof vive en una realidad paralela, en las descuidadas calles del conurbano bonaerense los balazos hacen recordar al Far West.

Diferentes exponentes del kirchnerismo nos han acostumbrado a escuchar que se debe tener un "Estado presente". Así es como se ha vivido muchos años soportando cómo agentes estatales se entrometían en asuntos entre privados. Ya sea para controlar precios, expropiar empresas, y, entre otras cuestiones, cómo olvidar cuando durante la pandemia los agentes gubernamentales creyeron que tenían autoridad para decirle a la ciudadanía qué, cómo y cuándo realizar diferentes actividades de la vida diaria. Teniendo en cuenta este tipo de espantos, el "Estado presente" resulta invasivo, violento y autoritario. 
 Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Qué es el Estado propiamente dicho? Una de las definiciones de la estatidad por excelencia la da el sociólogo Max Weber, quien define al Estado como el monopolio legítimo de la fuerza. Esto quiere decir que la fuerza coercitiva es lo que hace a que una nación sea un Estado Nacional, ya que sin militares y policías que custodien las fronteras y el orden interior, los estados no tendrían capacidad para hacer cumplir la ley, integrar a su población y mantener su territorio, elementos que dan sentido al sentimiento de pertenencia a una nación. Pero que el monopolio de la fuerza sea legítimo implica que la sociedad lo acepta como tal: la violencia legalizada pertenece al Estado porque este debe repeler amenazas y usar aquella en nombre de la ley, y no para otros motivos. 
 En otras palabras, el Estado como monopolio de la violencia legítima existe para garantizar el orden, y este último comprende a la asociación voluntaria y armoniosa entre los individuos. Sin orden, no hay progreso: en un territorio donde afloran los robos y se hace justicia por mano propia, el progreso se vuelve utópico. Curiosamente, la ideología kirchnerista concibe la utilidad del Estado en asfixiar de impuestos al contribuyente, regalar jubilaciones, transmitir partidos de fútbol por la televisión abierta, perseguir al que compra dólares o piensa distinto a partir de las diferentes estructuras burocráticas estatales, pero no utiliza la fuerza del Estado para los motivos por los cuales este fue concebido: controlar las fronteras, y prevenir y reprimir los delitos acontecidos en zonas donde la policía parece estar ausente. En esto último pisa fuerte el rol de los estados subnacionales, los cuales poseen fuerzas policiales y sistemas de justicia propios. 
 El sistema penitenciario es una herramienta primordial para el principio bien entendido de la estatidad: aquellos infractores del orden que cometen delitos tipificados en el código penal deben ser detenidos en un establecimiento para delincuentes a través de sus respectivas condenas, para así poder garantizar el cumplimiento de la ley en el territorio.
 Una política de Estado seria para la seguridad debe contemplar ambas aristas con símil importancia: la prevención para evitar el delito, y la represión para restablecer el orden una vez que el delito ya fue consumado. El área social es vital a la hora de lograr la prevención a través de una correcta socialización: es menester trabajar para luchar contra subculturas violentas y marginales para que recuperen centralidad símbolos como la familia, la escuela, la religión. Reparar el tejido social destruido probablemente costará mucho tiempo y trabajo. La socialización de muchos jóvenes que salen a delinquir armados (y probablemente bajo los efectos de sustancias prohibidas) ha fracasado, y mientras debe efectuarse empeño para que futuros jóvenes no caigan en ese mismo abismo, las fuerzas coercitivas del Estado tienen el deber legal y moral de detener a los delincuentes que se encuentran libres mientras la gente honesta vive encerrada. Para estos ya no cabe la intención de socializarlos, porque como se ha dicho anteriormente, su socialización ha fracasado. Para los que han caído en la criminalidad se debe trabajar en su re-socialización, también llamada prevención a nivel terciario, y esta tiene lugar en el sistema penitenciario: mientras cumplen su debida condena en la cárcel, el trabajo social debería apuntar a que estas personas que ya han delinquido no vuelvan a hacerlo el día que hayan cumplido con su condena. Para lograrlo, no alcanza con utilizar más tecnología para la prevención y la interceptación del delincuente y que este sea detenido, sino que se precisa tener un sistema penitenciario en condiciones. Actualmente, en la Provincia de Buenos Aires las cárceles presentan sobreocupación, con estimaciones que indican que los reclusos duplican a la capacidad de alojamiento de los penales. A su vez, no puede cumplirse una condena si esta no existe: se calcula que cerca de la mitad de los presos bonaerenses no tiene condena firme. 
 El país, y especialmente la provincia gobernada por Kicillof, cuenta con cárceles en mal estado y que no dan abasto para detener a todos los delincuentes. Muchos jueces liberan rápidamente a los malandras por profesar una ideología abolicionista, pero también es cierto que las comisarías y los penales tienen mayor cantidad de detenidos que capacidad para alojarlos. Esto provoca que, en primer lugar, los jueces con ánimos de liberar reos tengan herramientas para justificar su dañina decisión, y, en segundo lugar, que los presos no logren re-socializarse durante su condena o prisión preventiva.
 El tratamiento de las leyes de reiterancia (impide al juez liberar al detenido que ya ha delinquido más de una vez), de ley anti-mafia (colectiviza la pena para todos los integrantes de una asociación ilícita sin importar su rol), y de baja de la edad de imputabilidad (el deterioro del tejido social lleva a que se delinca a una edad cada vez más temprana) son una excelente noticia. El problema es que seguiremos ante el mismo inconveniente: ¿Dónde se detendrán a todos los nuevos detenidos cuando no hay más espacio en un sistema penitenciario que ha quedado vetusto?
 Con el fin de que el Estado cumpla su función de monopolio de la fuerza, debe prevenir y reprimir el delito. En áreas calientes como el conurbano bonaerense, la descentralización de la seguridad de la Provincia para que cada municipio tenga sus propios centros de monitoreo y recursos policiales y tecnológicos óptimos como en la CABA es de imperiosa necesidad. Pero sin construir más cárceles, los delincuentes seguirán circulando, y aquellos en los que se ha fracasado en su socialización no podrán re-socializarse. Sin nuevas cárceles, el Estado seguirá ausente. 

Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana. 

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Opinión: En busca de una síntesis virtuosa

Milei y Macri, ¿harán la "fusión"?

Habiéndose cumplido un año del mandato de Javier Milei, el gobierno tiene muchos logros en su haber, hecho que lo catapulta como un gobierno aceptable para la mayoría del pueblo argentino, que cada vez se convence más acerca de que votar cuadros nuevos y que vienen de afuera de la política fue una fórmula efectiva. Los asuntos más urgentes de la ciudadanía caminan por un sendero de esperanza. En materia económica, los argentinos hemos pasado de tener un sufriente 25% de inflación mensual a un 2,5%, que de seguir a la baja como todo parece indicar, pasaríamos a tener dígitos de inflación normales como en el resto del mundo. El riesgo país también ha experimentado una baja sustancial, pasando de los 2000 puntos a 750. En materia de relaciones internacionales, el gobierno de Milei puso a la Argentina del lado correcto de la historia junto a las democracias occidentales como Estados Unidos e Israel, tal como supo hacerlo en su momento el gobierno de Cambiemos. En el Ministerio de Capital Humano se les ha quitado el poder a los gerentes de la pobreza, terminando con los piquetes y también con la extorsión hacia los beneficiarios. Una vez más, de la mano de la gestión de Patricia Bullrich en Seguridad, se ha aplicado un cambio de paradigma, donde las víctimas dejaron de ser los delincuentes, y estos últimos pasaron a ser tratados como tal, estando a la vista los resultados: el 2023 cerró con una cifra de 4,4 homicidios cada 100.000 habitantes, mientras que en este 2024 se proyecta terminar con 4,0 puntos de este delito por el mismo número de habitantes. El polvorín de Rosario está lejos de solucionarse, pero la mayor presencia de fuerzas federales ha reducido la incidencia de la criminalidad organizada.
 La buena imagen que ostenta el Presidente Milei en las encuestas es un indicador del despertar y maduración de la sociedad argentina: ya dejó de ser "piantavotos" prometer ajuste y austeridad. Gran parte del electorado valora el esfuerzo por ordenar las cuentas públicas y comprende que no es cierto que con la macroeconomía no se come: el orden fiscal representa las bases para el progreso futuro. 
 Al igual que como ocurrió en Estados Unidos con el triunfo de Trump, la agenda woke ha sido derrotada: a la mayoría de los argentinos ya no les interesa que exista el INADI o que el Banco Central lance comunicados con lenguaje inclusivo, sino que les importa poder prosperar y cuidar a sus familias. 
 A pesar de esto, hay alarmas en la democracia republicana que deben seguir alertas: es importante vencer a la agenda de la nueva izquierda, pero el hecho de estar a la derecha no necesariamente hace correcto todo el contenido que emana de ella. ¿Hay algún punto en común entre Javier Milei y Cristina Kirchner? Más allá de sus abismales diferencias, los azotes verbales al periodismo, la candidatura de Lijo como ministro de la Corte Suprema y la lamentable falta de quorum en el proyecto de ficha limpia entablan puntos de conexión entre ambos. De allí surge la necesidad de complementar lo que está siendo este buen gobierno de La Libertad Avanza con lo positivo a rescatar del paso de Macri por la Casa Rosada. Una "síntesis", en términos hegelianos. 
 El gobierno de Mauricio Macri fue ideológicamente cobarde. No dio la batalla por las ideas, como por ejemplo borrar los símbolos partidarios peronistas de los espacios y edificios públicos tal como lo está haciendo la administración libertaria. Lo que resulta intachable del actual presidente de PRO es su compromiso por los valores republicanos, con su consecuente respeto hacia las instituciones. El liberalismo no encarna solamente un plan económico, sino una filosofía de vida donde la república es su principal garante. Claramente Javier Milei no es un líder antidemocrático, pero la confianza en las instituciones, aspecto clave para el futuro del país, pasa también por el modo en que el Presidente se relaciona con ellas y las expectativas generadas en torno al respeto por las reglas del juego, siendo una justicia con funcionarios eficientes y provos una cuestión central. Es muy acertado reivindicar las figuras de próceres como Roca, Alberdi y Sarmiento, pero no así la de Menem, uno de los más grandes corruptos de la historia argentina.
 Urge la necesidad de una alianza entre LLA y PRO no solamente por la competencia electoral, sino porque en clave de la dialéctica de Hegel, la síntesis entre ambas fuerzas fortalecerá al gobierno: en la fase de tesis, el gobierno propone soluciones para los argentinos; en la antítesis, estas son efectivas, pero hay ciertos aspectos que provocan reticencias, como la posibilidad de nombras jueces supremos por decreto; en la síntesis, los cuadros de Macri pueden darle a Milei esa faceta institucional de la que a veces carece. Hoy la oposición no tiene un plan que anteponer al del oficialismo, sino que tan solo ofrece oponerse por cuestiones dogmáticas e infundadas. Todo parece indicar que proyectos centristas como el de Rodríguez Larreta van a naufragar en el intento. El gobierno tendría que hacer las cosas demasiado mal para perder las próximas elecciones. A veces para no tropezar hay que dejarse ayudar: las suspicacias de Karina Milei y Santiago Caputo a incorporar dirigentes del macrismo tanto en las estructuras ministeriales como en un interbloque legislativo no parecen ir en esta última sintonía.

 Tomás Racki. Politólogo.

domingo, 6 de octubre de 2024

Opinión: Llegó el momento de hacer política

El Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que a su vez ha absorbido las funciones del extinto Ministerio del Interior, cumple un rol de equilibrista entre Santiago Caputo y el desorden del Congreso.

Si hay un componente característico de la meteórica carrera política de Javier Milei y el movimiento libertario, es el rechazo hacia la política tradicional. El actual presidente no solo llegó al poder enfrentándose a los partidos políticos tradicionales, sino que lo hizo sin contar con un partido propio. La Libertad Avanza fue un frente construido en poco tiempo, con muchos candidatos pertenecientes a distintos partidos (incluso con pasados en el peronismo), y también con gente que venía de afuera de la política como el propio Milei. En alguna ocasión se le ha escuchado al presidente manifestar que la política le aburre, y que esta no es un fin en sí mismo sino un medio para aplicar las medidas liberales que el país necesita.
 A pesar de esto, el gobierno ha entendido que, sin hacer política, es imposible gobernar. La salida de Nicolás Posse para que Guillermo Francos ocupe la jefatura de gabinete es un antes y un después: se trata de la salida de la tecnocracia, para dar lugar a la negociación política. De hecho, Posse no cumplía con la obligación constitucional de presentarse una vez por mes en el Congreso. Francos no solo se habitúa mensualmente a dar cuenta de la marcha del gobierno en una de las cámaras del parlamento (algo que no debería ser optativo), sino que a partir de su pericia para el toma y daca ha logrado consensos que se plasmaron en logros importantes para el gobierno. 
 La crítica que el sociólogo Max Weber le hacía al gobierno de Bismarck en Alemania era que su gobierno de burócratas había llenado el parlamento con más burócratas, sin liderazgos políticos, que se dedicaban a firmar lo que los técnicos requerían. Un burócrata es quien actúa de acuerdo a la maquinaria, haciendo lo más eficiente posible el desarrollo de la burocracia. Sin embargo, para que el sentido dado a la burocracia persista en el rumbo emprendido, el parlamento necesita de vocación política, voluntades para formar coaliciones, convencer a la sociedad. Allí es donde la política bien entendida resulta estrictamente necesaria. 
 Que Milei se reúna con miembros de distintos bloques parlamentarios define su ingreso triunfal en la negociación política: a nivel técnico, su gobierno tiene los profesionales necesarios, pero sin política, la tecnocracia encontrará un freno en el Congreso, tal como le ocurrió con la primera versión de la ley Bases. No obstante, puede hacerse política con referentes que defiendan ideas en el parlamento, como también con lo más viejo y sucio de la misma. En las últimas elecciones, en La Libertad Avanza han estado presentes elementos de esto último en armados provinciales. Hacer política no quiere decir necesariamente mezclarse con la casta. 
 El trabajo de Karina Milei a nivel partidario ha logrado crear a la Libertad Avanza como partido político, por ahora con el sello requerido por la justicia electoral a nivel nacional y en unas pocas provincias. Tener un partido será un gran avance para el gobierno de cara al futuro, con el fin de que La Libertad Avanza no sea solo una mescolanza y rejunte de distintos sectores, sino un frente con un liderazgo partidario y que conserve una cohesión en cada armado distrital, provincia por provincia. Esto será fundamental para ordenar a la tropa propia: teniendo tan pocos diputados y senadores, si ocurren internas y conflictos puertas adentro, difícilmente los legisladores de LLA puedan avanzar con acuerdos y negociaciones con los demás bloques para aprobar leyes y a su vez frenar los intentos de los "degenerados fiscales". Es como dice el Martín Fierro: "Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera". Sin ordenar a la propia tropa, se hará todo cuesta arriba. Una forma de cohesionar los bloques parlamentarios es a partir de la disciplina partidaria. Pero resulta que sin existir La Libertad Avanza como partido, ¿a qué disciplina responden los legisladores libertarios, si cada uno responde en nombre del movimiento y no hay un partido que los comulgue? En el extinto Juntos por el Cambio había diferentes partidos, pero no había discusión en que el Pro era la fuerza que lideraba la coalición y cuando había diferentes posturas existía una instancia institucional que sentaba a los partidos fundadores de la alianza. Teniendo en frente al numeroso bloque castro-chavista del kirchnerismo, no alcanza con amanuenses que solo hagan lo que Milei les dice, pero tampoco con libertinos rebeldes que dan cátedra del desorden. Se necesitan líderes políticos, y más en las elecciones del 2025 donde Milei no estará en la boleta y los candidatos a legisladores deberán contar con peso propio para ser votados.
 Jaima Durán Barba, con quien el poderoso asesor Santiago Caputo ha trabajado, sabía mucho del arte de ganar elecciones: tener mensajes disruptivos y esperanzadores que atraigan a la gente y sobre todo que no la aburran (el "cambio" de Macri, la "casta" y la "motosierra" mileístas). Pero a la hora de gobernar, hay que hacer política en términos de lograr acuerdos: sin el acercamiento con Macri, Bullrich y el Pro, a quienes anteriormente Milei equiparaba con el kirchnerismo, no solamente habría una parálisis legislativa, sino que probablemente Milei no habría ni siquiera ganado las elecciones. Con vistas a las elecciones del 2025, LLA como partido debe formar políticos de vocación a la hora de ampliar su bloque en el parlamento y usufructuarlo para gobernar y obtener consensos. 
 Hay también ciertas elecciones donde la negociación y los arreglos entre partidos hacen a la victoria. En España, la incapacidad del PP y Vox para formar una coalición decantó en un gobierno del PSOE y Podemos. Mientras que en las últimas elecciones bonaerenses Kicillof se impuso como gobernador electo luego de que las candidaturas de Grindetti y Píparo dividan el voto opositor. De las experiencias se aprende. Cuando se juegue la gobernación de la provincia de Buenos Aires en 2027, donde no hay ballotage, los números de la economía y los mensajes por redes sociales sumarán mucho, pero solamente la negociación política, lo que antes parecía aburrirle al presidente, es lo que permitirá construir una coalición que le gane al peronismo. 

Tomás Racki. Politólogo.