Con la contundente victoria en la Provincia de Buenos Aires, Kicillof se encolumna como el principal líder de la oposición. Como era de esperarse, los mercados reaccionaron mal.
Anteriormente a la reforma constitucional de 1994, el sistema de voto indirecto en la Argentina, similar al de los Estados Unidos, menguaba la desmesurada influencia electoral que tiene hoy la provincia de Buenos Aires. Con aquel sistema, Buenos Aires tenía 144 de los 600 electores presentes en el extinto colegio electoral, lo que le daba una representación del 24% de los votos necesarios totales. Luego de la reforma, el voto pasa a ser directo, lo que ocasiona un alza de dicho porcentaje: habiendo más de 35 millones de electores habilitados para votar, los electores bonaerenses son más de 13 millones, representando más del 37% del total de votos. Es decir, a partir de 1994 la influencia a nivel electoral de los bonaerenses crece del 24% a más del 37%. Es por eso que se conoce a las contiendas en tal provincia como "la madre de todas las batallas".
Este año hemos visto un experimento novedoso: se desdoblaron las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires por primera vez después del 2003. Al igual que como ocurrió con la Ciudad de Buenos Aires, votar únicamente por categorías provinciales evita un efecto de arrastre de los candidatos a nivel nacional. Es decir, se presupone que en principio el desdoblamiento ejerce un efecto de "provincializar" la elección, poniendo el foco en aspectos locales. Sin embargo, en la práctica no suele suceder de tal manera: aunque se hayan votado cargos legislativos provinciales y municipales, la elección se nacionaliza: estas elecciones de medio término son una suerte de plebiscito de ratificación del rumbo del gobierno de Milei y del intento por llevar la gestión libertaria a la provincia de Buenos Aires en 2027.
El escándalo de las presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad planteó inevitablemente una disyuntiva que compromete la performance del gobierno: el rumbo de estabilización económica no pudo ser más influyente que la posible deshonra (por ahora presunta) propia de la casta política que LLA venía a combatir. La abultada diferencia en toda la provincia y en secciones electorales populosas como la primera y la tercera indican que el enfriamiento de la economía producto del alza en las tasas de interés y la polémica de los audios que manifiestan la existencia de sobreprecios fueron los asuntos que marcaron la agenda en el último tiempo. El gobierno llegó a esta elección clave perdiendo la capacidad para instalar temas en la discusión pública: el kirchnerismo fue muy hábil para enarbolar banderas de causas nobles como son los jubilados y la discapacidad, de forma embustera y falaz, pero muy efectiva. Gracias a la baja de la inflación, el poder adquisitivo de jubilados y pensionados sufrió mucho menos que durante la gestión de Alberto Fernández, y la oposición reclama aumentar presupuestos que para financiarlos posiblemente haya que acudir a la emisión monetaria. Sin embargo, la estrategia de colocarse ficticiamente del lado de sectores vulnerables, no por ser traicionera deja de ser eficaz.
Por otra parte, también se presentaba una gran disyuntiva para el peronismo: esta elección demuestra si es más fuerte el rechazo al penoso gobierno de Kicillof o el aparato de los intendentes. El gobernador de la provincia acertó en desdoblar las elecciones, posicionándose ahora como el líder del peronismo por sobre CFK y Massa. La capacidad de movilización de los intendentes sumado a la habilidad para instalar temas en la agenda pública fueron las dos herramientas determinantes: la alianza de Kicillof con los jefes municipales lo vuelve un líder autónomo del control de CFK y La Cámpora.
El acuerdo con PRO sin dudas le permite a LLA tener mayor capilaridad en las localidades donde todavía no tiene una estructura partidaria consolidada. Si bien la derrota es un golpe duro para el gobierno de Milei, es interesante observar la fisonomía de la próxima legislatura bonaerense: en la Cámara de Diputados, LLA pasa de tener 24 a 31 legisladores, y el peronismo pasa de 38 a 39; mientras que en el Senado los libertarios crecen de 12 a 15 senadores, y el bloque oficialista pasa de 21 a 24. El peronismo ganó la elección, pero LLA deja un piso interesante sobre el cual construir. Si el armado político libertario continúa sumando residuos del peronismo que poco tienen que ver con las ideas por las que ha luchado Milei, se despilfarran las posibilidades de cuidar las bancas violetas. La alianza con PRO le da la posibilidad a LLA de sumar gente honorable como Jimena De La Torre (vetada por Karina Milei), en lugar de ex kirchneristas como Ramón Vera.
De cara a octubre, donde se juega la gobernabilidad en el Congreso de la Nación, Milei debe recuperar el control de la agenda, y deshacerse de lo que puede decepcionar a sus votantes. Los votos en blanco se han transformado en una tercera fuerza política: en esta última elección votó el 65% del padrón bonaerense. Convencer a ese 35% desencantado con la política es tan importante como bajar la inflación si se quiere triunfar en un distrito que es históricamente reacio a fuerzas no peronistas. De avanzar en la justicia la causa de las presuntas coimas en la ANDIS, Javier Milei deberá refundar áreas de su gabinete incluso si la necesidad de una depuración alcanza a su hermana: si miembros del gobierno quedan pegados a la corrupción, no puede defenderlos al igual que lo hace la casta. En 2021, en referencia a la extinta coalición Juntos por el Cambio, Esteban Bullrich dejaba unas sabias palabras: "Hoy somos la opción menos mala, tenemos que volver a ser la mejor". Esa frase debería ser un eco que retumbe en las filas libertarias.
Tomás Racki. Politólogo. Diplomado en Seguridad Ciudadana.