Había dos atenuantes que se dieron poco antes del compromiso: afuera Jara y Chávez, e ingresaban un Erbes que no parecía ser esa pieza fundamental en el equilibrio para Guillermo como lo era para Arruabarrena, y un Pablo Pérez mirado de reojo, luego del papelón del pasado domingo. Ambos cumplieron con creces, lo que nos lleva a la moraleja siempre tan repetida de que el fútbol da revancha: cuando parecía no estar al 100%, Erbes apoyó a los centrales y distribuyó bien la pelota, para darle un guiño a los mellizos de que lo pueden tener en cuenta como volante central, utilizando la variante mas lógica sin recurrir a un lateral/volante derecho, que pudo acomodarse bien en esa posición en una determinada circunstancia, pero habría que verificar cómo conserva el nivel durante el tiempo en una función que no lo identifica; y Pablo Pérez recuperó la confianza no solo por presionar arriba, juntarse con los compañeros y aportar sencillez a la tenencia, sino también (por no decir sobre todo) pasó el examen y cumplió con la oportunidad gracias a su inteligencia para dejar de lado la vehemencia a la hora de recuperar la pelota, para no ver ninguna tarjeta y para que su faceta de buen futbolista no se vea empañada por su lado oscuro del infortunio de poner el pie sin ningún sentido.
Ajustadas las tuercas que parecían flojas, tuvimos personalidad para sacar pecho como visitante con un juego netamente superior, gracias a que Lodeiro (que se adaptó plenamente a la posición de wing izquierdo, siendo un híbrido entre extremo, enganche y volante por izquierda), Tévez (también adaptado a su posición, la de falso nueve, donde se maneja con suma libertad) y Pavón (que volvió loco a toda la defensa rival, a pura gambeta y velocidad, por derecha e izquierda) se entendieron perfectamente con Meli y Pérez, sin tanta participación de los laterales debido a la peligrosidad de los jugadores rivales.
Una versión distinta se contempló de la mitad de la cancha hacia Orión, con algunos desajustes en el juego aéreo (la especialidad de los paraguas que a su vez fue nuestra debilidad) y la presencia ofensiva de ciertos futbolistas que se potenció con el ingreso de Salas, lo que le dio una gota de incertidumbre al partido, ya que a través de Rojas el Ciclón Paraguayo intentó desbordar por la derecha y tuvo en Domínguez un dolor de cabeza para Peruzzi y la individualidad necesaria para ir al frente. Pero en sus zagueros, Valdez y Mareco, no tuvo la firmeza que se requiere para no dejar huecos que sean aprovechados por la habilidad y despliegue táctico de nuestros futbolistas.
En resumen, se vio un Xeneize copero: con carácter para irlo a buscar y personalidad combinada con compromiso para bancarse la que venga, donde Pavón todavía tuvo el aire para bajar por una de las bandas y ayudar a sus compañeros. Hasta sin Peruzzi (lesionado) y con un penal en contra inventado: Guillermo construyó un elenco con una columna vertebral y que se mantiene estable ante cualquier contexto.
El árbitro Chacón merece un párrafo aparte: una noche nefasta, sin cobrar codazos, inventando penales, con falta de personalidad para acomodar una barrera, hasta con cierta lentitud para cobrar las faltas. Esto es la Copa Libertadores, no es ningún torneo de barrio. Lo que el paupérrimo réferi no entendió, Boca lo procesó de gran manera.