Torneo Inicial 2012, 3-1 en la Bombonera con goles de Silva y Paredes (por duplicado), Mirabaje para San Lorenzo, había sido el último triunfo oficial en este clásico tan codiciado por el hincha de Boca. La victoria tardó tanto en volver por la sinergia de las malas campañas, falta de identidad y personalidad poco acorde para disputar finales. Cuando nos referimos a la personalidad nadie dice que los jugadores no transpiren o no sientan la camiseta, sino que hablamos de personalidad para jugar al fútbol. Si se ganan partidos de una determinada manera, las finales se deben ganar por la misma senda de aquel ideal futbolístico (nadie trabaja en la semana para echar todo a perder en los compromisos donde abunda el dramatismo y sacuden los nervios); es por eso que a Boca le pesó las finales perdidas ante Independiente del Valle y Rosario Central (semifinal y cuartos de final, respectivamente), porque de esos 270 minutos, solo jugó como se debe los últimos 45. Si Boca le ganó bien a San Lorenzo en el Bajo fue porque tuvo lucidez para desarrollar el planteo de Guillermo y porque sobre el final tuvo la callosidad para no torcer el rumbo.
Los mellizos decidieron cambiar: la vuelta de Gago por Centurión quitaba desequilibrio, velocidad y llegadas por las bandas, pero otorgaba atributos como más gente para la presión detrás de la línea de la pelota, buena lectura para la posesión, más corte en el medio, inteligencia para romper líneas. Con tres hombres en el centro más Tévez delante de ellos, la idea es clara: jugar por el centro, pero romper por afuera; y para eso fue fundamental Peruzzi con sus proyecciones por sorpresa; Pavón, aunque nunca finalizó bien lo bueno que comenzó; y esta vez pasó desapercibido lo de Fabra por el lado izquierdo. La tenencia de Boca es armoniosa, pausada: para eso Gago decide hacia dónde jugar, y luego la jugada prospera según las decisiones finales. Fue una gran noticia la vuelta de Gago porque solo un jugador de su estampa puede volver después de siete meses y ser tan determinante, y es porque para su juego lo físico no es tan rigoroso, sino que prepondera lo mental: hacia donde darle dirección a la jugada, cómo hacer eso tan importante para el fútbol (lo principal), que es darle la pelota a un compañero. Por eso hizo la carrera que hizo: porque lo mejor que hace es lo más importante, e increíblemente lo más sencillo (tal vez porque él lo hace sencillo).
Entonces, con orden táctico, destreza para sorprender con algún pase al vacío o juntar tres jugadores en un rondo circunstancial que haga florecer la tenencia del balón, Boca encontró en un pase riquelmeneano de Tévez un golazo de Benedetto, que cabe destacar, ya no es un nueve que hace goles y cumple, sino que es más bien un crack que inventa tantos que cualquier jugador en su puesto debe soñar a la noche mientras duerme, pero le es difícil de concretar. Y es noticia el 2-0 de Bou no solo porque el centrodelantero de recambio dice presente, sino porque si bien el gol surge del error ajeno, aunque no parezca, eso es puro trabajo. Como diría Arrigo Sachi (experto en equipos que presionan en campo contrario), los errores ajenos son también logros propios, porque viendo el punto más minucioso de la jugada, esos errores son generados por uno.
Con el gol de Belluschi a segundos de irse al vestuario volvieron los malos recuerdos, los de los vicios, las desconcentraciones (la última línea sale mal y lo dejan habilitado), y para el rival iba a ser un punto de inflexión, ya que le era importantísimo descontar antes del segundo tiempo. Y parecían volver los vicios cuando se vio que en los segundos 45 minutos Boca no era el mismo equipo, ya no rodeamos tan bien a Gago, ya no estaban las juntadas colectivas que daban oxígeno, sino que cuando había que atacar nos faltaba aire, y San Lorenzo crecía con el tiempo, no por implementar un juego abrumador sino por su potencial ofensivo, porque Belluschi llevaba la pelota, Blanco aparecía de un lado, Cauteruccio por el otro, Ortigoza empujaba por el centro, y Boca se estaba quedando. Y nos amenazaban vicios que nos turbaban el alma: no liquidar el partido (primero Pablo Pérez, luego un insólito pase de Bou cuando Pavón podía quedar mano a mano con Torrico) y dormirse en la mitad de la cancha (donde se ganan los partidos, Bentancur y Pérez ya no estaban finos). Pero se tuvo prestancia para aguantar cuando se tuvo que hacerlo. Para eso se necesitó suerte: si Cauteruccio en vez de reventar el travesaño reventaba la red, y en la que tapa Sara hubiese tenido un mejor control, no se sabe que hubiera ocurrido, pero al rededor de esas imperfecciones también sobresaltan aciertos defensivos del xeneize para proteger la ventaja.
Como marca "La República" de Platón, los ideales de la sociedad deben ser potenciar las virtudes y neutralizar los vicios. Nuestras virtudes estuvieron en poner la pelota contra el piso en el primer tiempo y robustecerse en el complemento, mientras que gracias a eso, los vicios permanecieron opacos.
lunes, 28 de noviembre de 2016
lunes, 21 de noviembre de 2016
BOCA 1 ROSARIO CENTRAL 1: HAY QUE CORRER EN EL BUEN SENTIDO
Como tuve que hacer en el triunfo de Argentina por 3-0, nuevamente tengo la desgracia de referirme a temas que genera el fútbol sin que pertenezcan a él, y no poder hablar de lleno acerca del deporte que más nos apasiona a todos los argentinos (¿será así nuestra idiosincrasia, que generamos un show descontrolado producto de una demagogia insaciable?). En este caso, quiero citar a Arrigo Sachi, donde en su libro "Fútbol Total" nos dice que antes de un buen futbolista es menester ser un buen profesional. Los mejores del mundo como Guardiola, Mourinho, el mismo Sachi, han tenido episodios problemáticos con estrellas mundiales por su mala conducta, y eso es porque tienen la personalidad y la buena conducción para manejar planteles: para ellos el fútbol es cosa seria, y si algún dirigido estaba falto de responsabilidad con el club, le faltaba el respeto a sus compañeros o a los rivales, Pep, por ejemplo, lo invitaba a comer, y si la situación no cambiaba, ese jugador debía marcharse, llámase Samuel Eto´o o Zlatan Ibrahimovic.
Si Coudet desea ser un buen técnico debe aprender ellos, hacer algo con el excremento de profesionalismo y valores humanos de Teófilo Gutiérrez, que ni siquiera le tiene respeto a los hinchas de Central (ya no juega más en River, ahora en la camiseta tiene bastones y no una banda), que le falta respeto a los rivales, que no es ni inteligente para ser consciente del caos que generó y cuando se va a las duchas sigue provocando, que tiene antecedentes de "patoterito" nivel avanzado llevando armas de juguete en el bolso; en síntesis: una verdadera basura que viene de Colombia a traer más porquería de la que ya hay en nuestro fútbol (vino de Europa: ¿lo habrán echado?), un irresponsable que deja con 10 a sus compañeros y le falta el respeto a todos. Ahora bien, lo que hicieron los jugadores de Boca fue entrar en un juego que nos demuestra que pasan estas cosas debido al subdesarrollo de nuestra mentalidad como sociedad: al final, le dimos el gusto de salir perjudicados, cuando hubiera sido mejor cerrarle la boca a goles estando con un hombre más; y que así quede aún más expuesto, que sus actos nefastos le produzcan infelicidad. Y Centurión querido, si te vas a ganar una expulsión que valga la pena, no le des un empujoncito... ni siquiera tuvimos viveza para eso, por más morbo que suene.
Hablando un poco de fútbol, vale y mucho la pena volver a hacer referencia al maestro italiano mencionado anteriormente, quien introdujo un cambio cultural en el fútbol de su país: además de que empezó a fomentar la marca en zona y dejar de utilizar la individual, desarrollar tácticas ofensivas y dejar de hacer hincapié en el famoso catenaccio, también se esmeró en algo clave: primero estaba lo colectivo y luego lo individual, y la técnica debía adquirirse en el juego y no como un mecanismo ajeno a ello. Y vale la pena agregar algo más: los rondos los entrenaba con pleno movimiento antes de recibir la pelota, porque en plena posesión era contraproducente que sus jugadores se habitúen a estar quietos, necesitaba movilidad para que así sea en el partido. Si Boca no juega bien es porque tiene jugadores dotados técnicamente pero aparecen de forma aislada: lo mejor del xeneize fueron las arremetidas provistas de anarquía (el esfuerzo de Benedetto, las corridas de Fabra, las ganas de Tévez, el corner olímpico de Pavón), pero cuando es hora de hacer circular la pelota es un equipo pálido, que no genera nada, y eso es porque no hay ideas, los receptores están quietos y el portador no tiene una ayuda fructífera. Central es un equipo distinto: llegan jugadores corriendo al vacío (no es lo mismo recibir la pelota en movimiento que estando parado), hay triangulaciones, cambios de frente; por lo menos hasta quedarse con 10, donde luego se cuidó y salio a esperar algún error en el fondo de Boca.
Otra cosa que Sachi manifiesta en su escrito es que primero se juega al fútbol con la cabeza y luego con los pies, que estos no son nada más que un procedimiento para llevar a cabo lo que hace la mente. Si hay alguien que comprendía eso a la perfección era Riquelme, alguien que no vendría nada mal en este momento: Fabra puede ir hasta el fondo dejando en el camino a tres jugadores alguna jugada, pero no puede hacerlo todo el partido, no se puede depender todo el tiempo de que alguien se inspire y pasar la pelota de forma inofensiva dejando correr el tiempo; eso no es una buena posesión del balón. Y otro dilema que sigue sin ser resuelto es la superpoblación en determinados puestos y la escasez de personal en otros: trajimos a Barrios y a Pérez (casi olvidándonos de que Gago estaba en el plantel) y no tenemos recambio para Pavón o Centurión (sigue entrando Zuqui para jugar en esa posición, ¿y a Solís para que lo compraron?); y ocurren cosas como las de ayer, ya que era un partido para Gago pero optamos por Sebastián Pérez (a veces, cuando hay mucho para elegir, no puede elegirse bien), que no pudo cambiar la ecuación.
Y para finalizar, esta es una cosa que hace de Arrigo Sachi un mentor del balonpié y también hombres como Jurgen Klopp: según ellos, para asistir al estadio la gente paga una entrada o una cuota social, y por eso los equipos deben pensar en ellos y darles espectáculo. No pensaron en eso los jugadores de Boca que fueron al tumulto (pudo haber más de un expulsado si lo disponía el árbitro), y tampoco hacen nada por ello si no corren usando la cabeza, es decir, correr para desmarcarse, tirar una pared, buscar el espacio.
jueves, 17 de noviembre de 2016
MESSI 3 COLOMBIA 0
Antes de comenzar a hablar de lo que fue la epopeya realizada por alguien digno de ser el mejor de todos los tiempos, corresponde dar lugar a la triste situación relacionada con los medios de comunicación y el plantel argentino, otra apenada sinfonía que nos dan para escuchar los podridos accordiones de este maltrecho clima que se vive en el más indecoroso profundo del país. Para empezar, yo no justifico las faltas de respeto (y no debería haber nadie que lo haga), que de algo que trata exclusivamente de fútbol se hable de temas que no tienen ningún escrúpulo para la vinculación. Y a su vez, creo que tampoco se justifica el hecho de no hablar con ningún medio de comunicación, ya que hay muchos que no tienen absolutamente nada que ver. No estoy diciendo que no se condenen las injusticias, porque tal como dijo Platón en su libro "La República", una sociedad no puede funcionar sin reglas, compuestas por un estado de derecho. Las reglas nos marcan lo que debe hacerse y qué no, y por ende concluimos en lo que es justo e injusto. No existe ningún organismo que dicte leyes para los medios, por lo tanto cualquiera está apto para decir la barbaridad que se le ocurra, pero meter a todos dentro de la misma bolsa es caer en el típico cinismo donde cada uno toma partido por sus propias reglas y todos salimos perjudicados. Tal vez si esas reglas generales no existen (además de que no existan legalmente no están incorporadas en nuestra ética y moral) la sociedad debería fomentarlas, pero está anexado el hecho de la reprimenda exagerada, de silbar a un jugador, y así también ocurre en los medios, donde el silbido tiene un poder y una contextura totalmente distinta que lo convierten en un arma brutal. Combatir ese arma castigando a todos no es la solución (sí lo es iniciando acciones legales, como lo hizo Lavezzi), sino que parece más bien una excusa para evitar el contacto con los periodistas, donde muchos de ellos sí realizan una crítica objetiva y de nivel.
Luego del análisis extra-futbolístico (esto es lo que nos da el fútbol argentino hoy en día), cabe recalcar lo que fue el triunfo del seleccionado. ¿Argentina encontró un disposicionamiento táctico favorable? Puede ser. ¿Bauza halló una línea de juego? A medias. ¿El equipo recuperó individualmente el nivel de cada uno de sus nombres? Sí, y eso se debe a que hubo un Homero que encabezó la odisea y contagió al resto.
Fue un partido muy distinto en todo sentido: primero por el rival. Para el potencial con el que cuenta, el elenco de Pekerman emplea un fútbol demasiado austero, previsible, sin explosión ni movilidad ofensiva. Tiene jugadores capacitados para ser sorpresivo: en Cuadrado y James tiene futbolistas capaces de jugar un juego exquisito combinado con talento individual; pero los volantes centrales no los ayudan, los laterales tampoco, y sus intenciones se dilatan en oscilaciones totalmente exteriorizadas de una comunión general. La disciplina defensiva siempre la conserva, pero a veces (casi siempre) en el fútbol se necesita salir de ese molde, y si hubo alguien que rompió el molde en Argentina fue Messi. El astro rosarino generó peligro cuando el arco parecía lejos, cuando lo rodeaban tres rivales, cuando con su sola presencia aminoró al defensa colombiano que se dejó estar en la presión argentina. Pero no solo el rival cambió: el equipo que dirige Bauza tuvo una idea: dársela al diez, como dice la canción. Pero son 11 vs 11, y esa magia debe estar dentro de un contexto que la haga posible: para eso jugó Banega, que no es alguien pueda decirse que habla el mismo idioma pero entiende cuando Messi gesticula.
Estos tres puntos nos dejan festejar la navidad tranquilos, pero aunque sabemos que tenemos el pan dulce, todavía hay que buscar la receta para decorarlo con las mejores frutas: si Messi no hubiera estado en cancha, posiblemente hubiera sido una pálida actuación como se dio antes del primer gol, donde las gambetas de Cuadrado (que escapaba de un medio campo que marcaba mal, en línea) nos preocupaban más que la tabla de posiciones. Pero claramente ese tanto de tiro libre eclosionó en un equipo más calmo, que comprendió que jugando para Messi era posible ganar y jugar mejor: allí nació la esperanza, el camino hacia el triunfo que él mismo catapultó. Si armamos una base que juegue a la par de él y no que dependa exclusivamente de él, tal vez algún día podamos brindar en navidad con algún regalo en el arbolito. Pero primero lo primero: hay que clasificarse, y nadie nos va a regalar nada, excepto Messi, el Papá Noel de esta desdibujada realidad institucional y deportiva.
viernes, 11 de noviembre de 2016
BRASIL 3 ARGENTINA 0: NOS OLVIDAMOS DE JUGAR AL FUTBOL
Hoy en día, todo el debate gira en torno a los ciclos cumplidos, que se necesitan jugadores que salgan a comerse los rivales, brisas renovadoras. A decir verdad, hasta el primer gol Argentina desarrolló un fútbol mediocre pero parejo. Si el equipo se derrumbó luego del gol fue porque mentalmente estábamos perdiendo por goleada. Es decir, estén los nombres que estén, se necesita una inyección anímica, enfrentar a Neymar con la mentalidad de que no pase, y aunque nunca hicimos más de tres pases seguidos en el partido, seguir con las ganas de por lo menos pegarle al arco como hizo Biglia en el rato que teníamos una mínima esperanza.
Recurriendo al psicoanálisis de Freud, lo psicológico repercute en lo físico. Si la mente está desgastada, el cuerpo seguro irá por el mismo camino. Si tantos jugadores de elite no son capaces de jugar un fútbol acorde a las posibilidades, no tendría que sonar descabellado el hecho de una renovación (y no lo digo por contagio del clamor popular), ya que la selección está por encima de todos los nombres, incluso de Messi, pero lógicamente es el único inamovible.
Como diría Carlos Bianchi, a veces al futbolista es mejor sacarlo para protegerlo. Y si nos vamos más allá del fútbol, el genio de Albert Einstein nos trae frases célebres como "si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo". Vamos a hacer un ejercicio que va en contra de la cultura argentina: aprendamos del rival.
Brasil tenía a Aguero y a Higuaín en la defensa: tenía a David Luiz y a Thiago Silva, cracks por donde se los mire. En la renovación que encabezó Tité para recuperar la mística brasilera ellos no estaban en los planes. Con Marquinhos y Miranda en la zaga, con los mismos laterales pero en otro nivel, con mediocentros de creatividad (que aparecen para armar juego), y delanteros innatos en lo talentoso, Brasil se parece otra vez a un equipo brasilero. ¿Y nosotros a que nos parecemos? A unos caprichosos que seguimos sin fiscalizar una mínima gota de juego. En lo personal, Di María, Mascherano, Zabaleta, Higuaín y Aguero me parecen de los mejores del mundo, y no es que piense en otros porque jugaron mal un partido, sino porque el que no quiere ver la realidad es un necio: hace varios partidos que no rinden, no le dan una identidad al equipo, y haciendo honor al virrey, cada vez son más propensos a los insultos cada segundo que están en cancha.
Y Bauza también se lleva el papel de malvado en esta película: no solo porque no se animó a sacar a Di María en el entretiempo, sino porque esta vez le abofetearon con una paliza táctica digna de un azotamiento con los mejores látigos. El planteo de Tité fue sencillo: como Argentina no juega a nada y le quema la pelota, se la dejó manejar; a la hora de tenerla fue profundo (hace cuanto que no veo algo así en Argentina, algún pase al vacío) con pases precisos de Renato Augusto y desequilibrando con Neymar, Coutinho y Gabriel Jesús, que se entienden a la perfección; los de afuera cambian de lado; el chico del centro se tira atrás, junta marcas y hace jugar a los otros dos; en conclusión, Brasil es un equipo. El DT brindó un mensaje y sus futbolistas lo comprendieron. Luego del primer tanto se desvirtuó a favor del rival, la identidad brasilera (¿cual es nuestra identidad?) de la gambeta, el arte, el toqueteo y la potencia física despilfarraron toda camiseta albiceleste, fue un partido de play en nivel principiante hecho realidad, donde los locales manejaban el control a la perfección.
El primer gol tardó tanto en llegar porque podría decirse que todavía podíamos correr (desde lo mental aún no habíamos caído tan bajo) y teníamos aunque sea la dignidad de pegarle al arco. Y ahí es donde puede verse porqué Enzo Pérez fue el único aprobado y no tenía que salir en el entretiempo: fue el pobre zapo de otro pozo que se acordó de cómo jugar a la pelota: el que se desmarcaba, rompía líneas, interpretaba los movimientos en lo defensivo y ofensivo, haciendo de volante interno y carrilero por derecha a la vez, todo lo contrario a Di María, que se olvidó de cómo se juega a este deporte: agarra la pelota y corre para adelante, como si estaría corriendo una maratón en la pista de las afueras del césped. Lo mismo hicieron Messi, Aguero, y todo jugador que no tenía a quien pasarle el balón y generar algo. Pero quiero reiterar nuevamente en lo que fue el bajón anímico: fue tal la declinación psíquica que fallamos en cosas de manual: iban cuatro al mismo jugador, dejando vía libre a un receptor en soledad; entre otros errores tácticos proclives al papelón que tuvimos que pasar. Por eso hago valer el significado del título: literalmente nos olvidamos de cómo se juega a esto.
Hay que recuperar la memoria urgente y clasificarse a Rusia, pero parece que nos quedamos en el camino, que no nos da la nafta para llegar enteros. Empecemos a pensar alternativas, Bauza debe hacer jugar a un equipo perdido, amilanado, extenuado. No hay duda de que necesitamos aire fresco, pero lo que hay que abarcar en el pensamiento común es que hay que reconstruirse en cuanto a las formas, guiarse para poder encontrar una manera de jugar. Puede ser que para ello se requiere de reciclar nombres, pero yo no soy quien tenga la respuesta. Yo no sé si con Ascacíbar y Acuña hubiesen contenido el circuito de Brasil, si Buffarini hubiera atropellado las bicicletas atómicas de Neymar (de hecho Mas, hombre del medio local como todos piden, no fue de los más condenados pero tampoco pasó el examen), si Icardi o Alario se hubiesen conectado y aguantado la pelota de espaldas como no pudo hacer Higuaín. Hacer suposiciones sobre cual hubiera sido el resultado según los nombres no deja de ser supersticioso. Vengan los jugadores que vengan, se necesita recordar algo de fútbol (quedó demostrado en los J.J.O.O, cómo fracasó un equipo con mucho hambre y futuro pero sin preparación); confiemos en que Bauza encuentre la solución. Si Brasil pudo, porqué no podríamos nosotros.
El primer gol tardó tanto en llegar porque podría decirse que todavía podíamos correr (desde lo mental aún no habíamos caído tan bajo) y teníamos aunque sea la dignidad de pegarle al arco. Y ahí es donde puede verse porqué Enzo Pérez fue el único aprobado y no tenía que salir en el entretiempo: fue el pobre zapo de otro pozo que se acordó de cómo jugar a la pelota: el que se desmarcaba, rompía líneas, interpretaba los movimientos en lo defensivo y ofensivo, haciendo de volante interno y carrilero por derecha a la vez, todo lo contrario a Di María, que se olvidó de cómo se juega a este deporte: agarra la pelota y corre para adelante, como si estaría corriendo una maratón en la pista de las afueras del césped. Lo mismo hicieron Messi, Aguero, y todo jugador que no tenía a quien pasarle el balón y generar algo. Pero quiero reiterar nuevamente en lo que fue el bajón anímico: fue tal la declinación psíquica que fallamos en cosas de manual: iban cuatro al mismo jugador, dejando vía libre a un receptor en soledad; entre otros errores tácticos proclives al papelón que tuvimos que pasar. Por eso hago valer el significado del título: literalmente nos olvidamos de cómo se juega a esto.
Hay que recuperar la memoria urgente y clasificarse a Rusia, pero parece que nos quedamos en el camino, que no nos da la nafta para llegar enteros. Empecemos a pensar alternativas, Bauza debe hacer jugar a un equipo perdido, amilanado, extenuado. No hay duda de que necesitamos aire fresco, pero lo que hay que abarcar en el pensamiento común es que hay que reconstruirse en cuanto a las formas, guiarse para poder encontrar una manera de jugar. Puede ser que para ello se requiere de reciclar nombres, pero yo no soy quien tenga la respuesta. Yo no sé si con Ascacíbar y Acuña hubiesen contenido el circuito de Brasil, si Buffarini hubiera atropellado las bicicletas atómicas de Neymar (de hecho Mas, hombre del medio local como todos piden, no fue de los más condenados pero tampoco pasó el examen), si Icardi o Alario se hubiesen conectado y aguantado la pelota de espaldas como no pudo hacer Higuaín. Hacer suposiciones sobre cual hubiera sido el resultado según los nombres no deja de ser supersticioso. Vengan los jugadores que vengan, se necesita recordar algo de fútbol (quedó demostrado en los J.J.O.O, cómo fracasó un equipo con mucho hambre y futuro pero sin preparación); confiemos en que Bauza encuentre la solución. Si Brasil pudo, porqué no podríamos nosotros.
lunes, 7 de noviembre de 2016
GIMNASIA 0 BOCA 3: DASELA AL DIEZ
Luego del apocalipsis sufrido en la semana, las incógnitas que brotaron de las sombras fueron muchas: qué va a hacer Boca con el extenso plantel, cómo va a financiarlo teniendo en cuenta el costo que implica no participar del torneo continental, qué iba a ser del futuro de Guillermo y con qué motivación el equipo encararía el resto del año venidero. Y no hay otra que jugar: las malicias de la crisis se irán desvaneciendo a medida que el equipo juegue y convenza. Es grave quedar afuera de la Libertadores, es grave jugar el primer tiempo de los cuartos de final de la Copa Argentina de la forma en que se jugó, y es gravísimo en configuración supersónica la declaración de Guillermo manifestando que "si no entramos a la Copa no pasa nada". Pero en vez de dar vueltas giratorias en declaraciones desafortunadas o lo que pudo haber sido y no fue hay que mantener la concentración en lo que se debe: y en eso nos referimos al torneo, con Boca en plena lucha y a nada menos que cinco puntos del puntero. Un título local el año que viene calmaría las aguas. Por eso hay que tomar cada punto que se consiga con la importancia que se merece, y en yuxtaposición, lo que significa este desvalorado partido.
El encuentro tuvo un punto de quiebre cuya fisura Gimnasia nunca pudo cerrar: el primer gol con la sociedad entre Tévez y Benedetto, que medró en una raíz que nos hizo florecer el segundo tanto a través de la misma fórmula, y así se agigantó el espléndido baobab del triunfo.
Antes de ese quiebre con aparición intergaláctica del Apache, Boca era un equipo en crisis, como nos venimos acostumbrando a ver en los últimos años, como ocurrió en su momento con Basile, con Borghi, con Abel Alves, y en su momento con Falcioni, Bianchi y Arruabarrena (hasta técnicos campeones: el universo Boca es capaz de devorar a cualquiera). Una confusión junto con una incomodidad agobiante sembraban terror en La Plata para los vestidos de auriazul, que no se les caía una idea, nadie encontraba su lugar para hacerse presente en el campo, donde para variar los mellizos improvisaron (no hay otro término que encaje mejor) con Zuqui en lugar de Centurión. Si la idea era que Zuqui colabore en el medio y soltar más a Pavón, no pareció: el ex Godoy Cruz jugó a la misma altura del ex Racing (inexplicablemente removido) y del titular cordobés, cuando esa no es su posición, y es cada día más difícil de creer que Boca haya desembolsado una millonada de verdes en traer a un futbolista para que juegue en una posición que no es la suya. Pero al mismo tiempo el tripero estaba haciendo un trabajo interesante, con los laterales atrayendo marcas, con Carrera ganándole las espaldas a los volantes centrales, con dos volantes tapones adueñándose de los rebotes y un equipo de Alfaro que se aparentaba más lúcido, clamando nuevamente a la pesadilla de no ganar en condición de visitante.
Pero al recurrir a un fragmento de un tema de las Pastillas del Abuelo, "dásela al diez, que ocurrirá otro milagro", podemos darnos cuenta que a veces la capacidad de un jerarca proveniente del primer mundo puede desactivar una estructura como fue la del lobo platense, que en principio se perfilaba más sólida y ordenada (un milagro surgido del talento de un fuera de serie). Pero cabe destacar la calidad de Benedetto para hacer valer la visión de Tévez para buscarlo: primero habilitando a Pérez con su taco característico, y en el segundo gol, definiendo de gran manera.
Gimnasia no tuvo la capacidad para recuperarse, entró en descontrol y a su vez Boca se tranquilizó y jugó a su merced. Ya con otro paisaje, con más espacio, Pavón hizo lo que hizo. Cuando le das lugar al talento, el talento fluye. A Tévez no se lo dieron, sino que lo buscó: ya lo de Pavón era otra historia, el partido era otra historia.
Puede decirse que teniendo un hombre de más, el segundo tiempo se jugó no para incrementar la diferencia sino para mantenerla (uno supone que estuvo la intención de agrandarla, pero si no se pudo fue por las mismas falencias de antes de emprender la peregrinación al 1-0). Esta vez Boca fue apariciones de sus jugadores más peligrosos y luego una contemplación armoniosa de la posesión, pero poco agresiva. Todavía falta para ser un equipo profundo, pero que el equipo está no hay duda: y en ese equipo ya se sabe muy bien el rol que ocupan sus más destacadas figuras.
jueves, 3 de noviembre de 2016
BOCA 1 ROSARIO CENTRAL 2: FINAL A LA ALTURA
Sinceramente hay que decir que los segundos 45 minutos dan para el aplauso, que Guillermo leyó bien el cambio para el ingreso de Benedetto, pero si el equipo se despertó en el entretiempo luego de haber regalado el primer acto de una obra con final catastrófico, fue porque en esa apertura del primer telón el DT tiró varios penales a la tribuna.
Rosario Central, más allá de su rendimiento algo chato en este semestre, es un elenco consolidado, que tiene las cosas muy claras, que desde el 2015 viene jugando con dos delanteros con gol en la zona céntrica, sin necesidad de un extremo al contar con volantes clásicos de ida y vuelta por ambos carriles, y una defensa con capacidad para el anticipo, de salida limpia; así pudo conformar un conjunto con capacidad para la posesión y buenas triangulaciones, con un fútbol no mal llamado de espectáculo, pero sobre todo porque se sabe quienes son los titulares, de qué juega cada uno; y en eso tiene mucho que ver la cosecha que el entrenador fue cultivando día a día. Y si se compara con Boca es todo lo contrario: en el equipo de la Ribera no se entiende si los mellizos prefieren jugar con un hombre de área y dos pivotes o con Tévez bien arriba y una línea de un volante tapón y dos volantes mixtos.
Cuando comenzó el ciclo de los Barros Eschelotto, Tévez funcionó de falso nueve, el 4-3-3 parecía asentado, pero la eliminación en la Copa dio paso a una renovación y al 4-2-3-1. Cuando se da un volantazo debe darse con decisión y no mirar atrás. Guillermo parece un nostálgico de su idea principal: aunque en varias declaraciones el mismo Carlitos halla dicho que el físico no le daba para fajarse con los centrales rivales y hasta haya quedado demostrado que su mejor aporte está jugando detrás del punta (y el equipo en general funciona mucho mejor de tal manera), Guillermo parece no terminar de rendirse con su esquema favorito. Además, urge hablar de un tema de lógica: nadie dice que debe jugar Benedetto por el costo de su pase (vamos a hacer referencia a Marcelo Bielsa, un sabio del fútbol, cuando le contestó a un periodista que si pensaba que Dória debía ser titular en el Olympique de Marsella por lo que valió su traspaso, no se entendía nada acerca de este deporte), sino porque Boca necesita de él, porque Pavón y Centurión piden a gritos un cabeceador a quien tirarle los centros, o sino también hubiera sido válida la opción de Bou, que venía dulce del domingo. Otra curiosidad con el cambio de esquema (desde mi punto de vista es como un 4-3-3, ya que Bentancur no es enganche, sino que juega de lo mismo que Pablo Pérez) es cómo se puede hacer tal modificación para un equipo que viene de gustar y golear por cuatro tantos. También llama la atención la inclusión de Barrios en un partido tan definitorio con tan solo 20 minutos en la espalda (a pesar de su buena labor en sus 45 minutos disputados). Pero sobre todo la posición de Bentancur es llamativa: con Sebastián Pérez en el plantel, Guillermo se sigue inclinando por el juvenil que, sin discutir su potencial y personalidad, no rinde aceptablemente, sino que tiene más bien flashes de buen juego, y en una ubicación donde se debe saber jugar de espaldas, la realidad es que es un fruto sin madurar.
Ya de entrada nosotros solos nos complicamos la historia: cuando del otro lado hay un equipo con las ideas puestas, Boca se marea poniendo jugadores en posiciones distintas, naufragando en una confusión que deja en descubierto algunas comparaciones como por ejemplo la de Lo Celso y Bentancur. Claramente en ese puesto debía estar Tévez, y arriba de él uno de los dos grandotes que estaban sentados.
Pero dicho esto, el primer tiempo fue parejo, ninguno de los dos equipos sacó diferencias en el desarrollo (algo más peligroso Central, con futbolistas capaces de limpiar marcas para favorecer el panorama de la circulación, mientras Boca tenía velocidad por las bandas y orden con Barrios en el centro, pero nada de culminación). Puede decirse que en el primer gol los centrales achican mal, pero fue una maniobra magnífica en todo sentido, donde no se pueden hacer muchos reproches. El segundo fue una fatalidad de Sara. Y el resto del primer tiempo fue una lágrima de un equipo inofensivo, sin respuestas.
Y en el segundo tiempo es donde podemos sacarnos el sombrero, decir que obligamos a los de Coudet a correr detrás de la pelota, poniendo más que jugando; mientras Boca supo encontrar a Benedetto en varias oportunidades, desdobló por los carriles a través de sus laterales y sus extremos; tuvo en Tévez un jugador para romper el molde y quitar referencias; y pasando bien el balón, con actitud para ir a empatarlo, puede decirse que empleamos un fútbol sensacional, de esos que les gusta a hombres como Arrigo Sacchi o César Menotti, pero no nos alcanzó. Y la pregunta que al ver este partido le surge a cualquier futbolero de ley es la siguiente: ¿era tan difícil jugar así desde el primer minuto? Si nos acordamos de jugar tarde, se hace muy complicado.
Cuando Boca se queda afuera de cualquier competencia y queda clausurada su participación en una Copa Libertadores, en los pasillos de La Boca es como si fuera la tercera guerra mundial, por eso van a caer miles de supersticiones. Pero mi superstición es esta: nos fuimos a la altura, y estos jugadores me demostraron que son capaces de jugar realmente bien. Ahora hay que saber jugar así desde el primer minuto (para eso el entrenador debe estar decidido, tienen que comprender todos la misma idea), y cuando eso ocurra seremos un equipo de verdad, sin necesidad de salir al shopping a reventar la tarjeta en jugadores nuevos, porque como diría Jurgen Klopp, "si cambio el plantel cada vez que ando mal, cambiaría a mi mujer cada vez que me peleo. Hay que perfeccionar el material con el que se cuenta", un hombre que de haber visto el juego en el segundo tiempo, se hubiese sentido identificado.
Rosario Central, más allá de su rendimiento algo chato en este semestre, es un elenco consolidado, que tiene las cosas muy claras, que desde el 2015 viene jugando con dos delanteros con gol en la zona céntrica, sin necesidad de un extremo al contar con volantes clásicos de ida y vuelta por ambos carriles, y una defensa con capacidad para el anticipo, de salida limpia; así pudo conformar un conjunto con capacidad para la posesión y buenas triangulaciones, con un fútbol no mal llamado de espectáculo, pero sobre todo porque se sabe quienes son los titulares, de qué juega cada uno; y en eso tiene mucho que ver la cosecha que el entrenador fue cultivando día a día. Y si se compara con Boca es todo lo contrario: en el equipo de la Ribera no se entiende si los mellizos prefieren jugar con un hombre de área y dos pivotes o con Tévez bien arriba y una línea de un volante tapón y dos volantes mixtos.
Cuando comenzó el ciclo de los Barros Eschelotto, Tévez funcionó de falso nueve, el 4-3-3 parecía asentado, pero la eliminación en la Copa dio paso a una renovación y al 4-2-3-1. Cuando se da un volantazo debe darse con decisión y no mirar atrás. Guillermo parece un nostálgico de su idea principal: aunque en varias declaraciones el mismo Carlitos halla dicho que el físico no le daba para fajarse con los centrales rivales y hasta haya quedado demostrado que su mejor aporte está jugando detrás del punta (y el equipo en general funciona mucho mejor de tal manera), Guillermo parece no terminar de rendirse con su esquema favorito. Además, urge hablar de un tema de lógica: nadie dice que debe jugar Benedetto por el costo de su pase (vamos a hacer referencia a Marcelo Bielsa, un sabio del fútbol, cuando le contestó a un periodista que si pensaba que Dória debía ser titular en el Olympique de Marsella por lo que valió su traspaso, no se entendía nada acerca de este deporte), sino porque Boca necesita de él, porque Pavón y Centurión piden a gritos un cabeceador a quien tirarle los centros, o sino también hubiera sido válida la opción de Bou, que venía dulce del domingo. Otra curiosidad con el cambio de esquema (desde mi punto de vista es como un 4-3-3, ya que Bentancur no es enganche, sino que juega de lo mismo que Pablo Pérez) es cómo se puede hacer tal modificación para un equipo que viene de gustar y golear por cuatro tantos. También llama la atención la inclusión de Barrios en un partido tan definitorio con tan solo 20 minutos en la espalda (a pesar de su buena labor en sus 45 minutos disputados). Pero sobre todo la posición de Bentancur es llamativa: con Sebastián Pérez en el plantel, Guillermo se sigue inclinando por el juvenil que, sin discutir su potencial y personalidad, no rinde aceptablemente, sino que tiene más bien flashes de buen juego, y en una ubicación donde se debe saber jugar de espaldas, la realidad es que es un fruto sin madurar.
Ya de entrada nosotros solos nos complicamos la historia: cuando del otro lado hay un equipo con las ideas puestas, Boca se marea poniendo jugadores en posiciones distintas, naufragando en una confusión que deja en descubierto algunas comparaciones como por ejemplo la de Lo Celso y Bentancur. Claramente en ese puesto debía estar Tévez, y arriba de él uno de los dos grandotes que estaban sentados.
Pero dicho esto, el primer tiempo fue parejo, ninguno de los dos equipos sacó diferencias en el desarrollo (algo más peligroso Central, con futbolistas capaces de limpiar marcas para favorecer el panorama de la circulación, mientras Boca tenía velocidad por las bandas y orden con Barrios en el centro, pero nada de culminación). Puede decirse que en el primer gol los centrales achican mal, pero fue una maniobra magnífica en todo sentido, donde no se pueden hacer muchos reproches. El segundo fue una fatalidad de Sara. Y el resto del primer tiempo fue una lágrima de un equipo inofensivo, sin respuestas.
Y en el segundo tiempo es donde podemos sacarnos el sombrero, decir que obligamos a los de Coudet a correr detrás de la pelota, poniendo más que jugando; mientras Boca supo encontrar a Benedetto en varias oportunidades, desdobló por los carriles a través de sus laterales y sus extremos; tuvo en Tévez un jugador para romper el molde y quitar referencias; y pasando bien el balón, con actitud para ir a empatarlo, puede decirse que empleamos un fútbol sensacional, de esos que les gusta a hombres como Arrigo Sacchi o César Menotti, pero no nos alcanzó. Y la pregunta que al ver este partido le surge a cualquier futbolero de ley es la siguiente: ¿era tan difícil jugar así desde el primer minuto? Si nos acordamos de jugar tarde, se hace muy complicado.
Cuando Boca se queda afuera de cualquier competencia y queda clausurada su participación en una Copa Libertadores, en los pasillos de La Boca es como si fuera la tercera guerra mundial, por eso van a caer miles de supersticiones. Pero mi superstición es esta: nos fuimos a la altura, y estos jugadores me demostraron que son capaces de jugar realmente bien. Ahora hay que saber jugar así desde el primer minuto (para eso el entrenador debe estar decidido, tienen que comprender todos la misma idea), y cuando eso ocurra seremos un equipo de verdad, sin necesidad de salir al shopping a reventar la tarjeta en jugadores nuevos, porque como diría Jurgen Klopp, "si cambio el plantel cada vez que ando mal, cambiaría a mi mujer cada vez que me peleo. Hay que perfeccionar el material con el que se cuenta", un hombre que de haber visto el juego en el segundo tiempo, se hubiese sentido identificado.
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