Ante Argelia, que por momentos se junta a jugar pero en muchas ocasiones empuja al rival con lo que le alcanza, superó en más de una oportunidad a una última línea argentina que se vio afligida y partida con un mediocampo endeble (todavía falta aceitar un poco más la sociedad Martínez-Ascacíbar) y una defensa que a veces carece de coordinación (en el gol del empate puede verse como Soto sale en vez de quedarse a interceptar). Cualquier equipo requiere de un tiempo para adquirir un funcionamiento, y sobre todo la defensa necesita rodaje para tener un buen alineamiento. Eso padeció Cuesta, y tal suceso quedó en evidencia por la cantidad de veces que Rulli tuvo que salir a cortar como un líbero (si Argentina no tuviera un arquero tan atento para salir y que cubre bien el arco, ya hubiera tenido más de tres goles en contra). Es decir, con poquito Argelia nos complicó la vida, lo que nos refleja un torneo donde todos tuvieron inconvenientes para armar los planteles y los más fuertes no hacen la diferencia (cualquiera le hace partido a Brasil, lo mismo Alemania). En resumen: a nadie le sobra nada y cada partido se hace parejo y complicado para cualquiera, pero al que en serio no le sobra nada y se le va a hacer difícil cada partido que afronte es Argentina, por lo dicho de la química entre sus jugadores y demás.
Por todas las contrariedades de Argentina a la hora de hacer rodar la pelota y funcionar como conjunto, lo colectivo pasa a ser una idealización y la batuta pasa a ser de aislantes individuales. Con lo individual no se puede tapar a lo colectivo, pero a veces sirve para camuflar las falencias.
Tener futbolistas como Lo Celso, Pavón, Correa y Calleri nos da la esperanza de que aunque no haya algo bien trabajado (hablamos de lo previo a la competencia, donde deberían conocerse los futbolistas), a través de la jerarquía de algunos el equipo puede surgir en el partido, de a ratos, pero surgir en un momento donde se haga la diferencia.
Las ganas de Ascacíbar para multiplicarse y recuperar la pelota, la convicción de Soto para mandarse por la izquierda, las corridas de Correa, son características aisladas que tiene este equipo que alcanzan para por lo menos incomodar. Para que dejen de ser aisladas y se unan para formar un andamiaje se necesita trabajo, lo que no tuvo este equipo olímpico. En la jugada del segundo gol se formó una sociedad: se juntaron Correa y Lo Celso, y el toque final fue de Calleri. Debió haber sido una de las únicas jugadas donde eso ocurrió, y así parece que va a ser hasta donde lleguemos en el torneo, a puro ímpetu, y obviamente, sufrimiento: confiar en que Correa va a ponerse el equipo al hombre y que en alguna individual encuentre a un compañero donde aparezca la precisión, entre tantas jugadas que seguro pueden concluir en un choque con el rival del mismo Correa o de Calleri, como así también en un desborde de Pavón que pueda conectar un albiceleste o sea una simple intervención velocista; mientras que del otro lado habrá que rezar para que Rulli siga siendo héroe.
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