Obviamente, el fútbol no deja de ser un juego donde para ganar debe entrar la pelota en el arco, y se puede decir que Calleri no estuvo del todo fino, que como cualquier ser humano, entre tantas buenas, Rulli puede tener alguna mala, que Lo Celso no se entrometió en el entramado de la circulación (acostumbrado a ser el eje de un Central que juega muy distinto a la selección, que ni tiene un funcionamiento), entre otras cosas, pero más allá de individualidades, la problemática es qué fue lo que se hizo para que los convocados obtengan resultados y otorguen un buen rendimiento, y la respuesta es que no se hizo nada. De eso todos esperamos que alguien salga a dar la cara, a explicar qué fue lo que se hizo mal y cómo piensan resolverlo. Porque mientras muchas selecciones (por más de que parezcan inferiores futbolísticamente) avanzan en orden, en logística, en infraestructura, en metodología, y Argentina queda estancada.
Tanto en la política nacional como en la del fútbol, este país se acostumbró a disfrutar del instante sin pensar en un futuro, y a dejar de lado la seriedad y depender de la improvisación. Son varios los protagonistas del plantel y el mismo Olarticoechea que mencionaron la falta de orden. Es decir, no lo inventé yo ni nadie: lo dicen los mismos protagonistas, que la viven desde adentro. Si Segura, Grondona y toda la calamidad que sea nos querían hacer pensar que como está Messi está todo bien, se acabaron los cuentos. Ojalá algún día se trabaje como se trabaja en España.
Y la pregunta que me hago y que menciona Maradona en su libro, uno la hace de corazón: ¿después de Messi, que vamos a hacer? Empecemos a trabajar, o lo que dijo el Coco Basile del temor a terminar como Brasil se hace cada día más real.
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