domingo, 19 de junio de 2016

UN EQUIPO BIEN ARMADO

Siempre son sabias las palabras de Ricardo Caruso Lombardi, un genio de arriba a abajo, hombre milagroso especialista en salvar equipos del descenso, en motivar almas demacradas y conseguir resultados que parecen estar demasiado lejos. Como columnista, hace unos meses decía de la selección: "Argentina no consigue ser un equipo bien parado, que vos digas qué bien está Di María ahí en la izquierda, Messi acá, Agüero allá". En este momento las palabras del salvador serían tan disparatadas como las de Maradona diciendo que a Messi le falta personalidad. 
 En esta Copa América Martino consiguió solucionar lo que decía Caruso: hoy en día ya no predomina el concepto estructurado de llevar la pelota de un lado a otro y conservar la disposición esquemática a como dé lugar, sino que es un equipo que ataca con mas fluidez e improvisación, pero está avalado por el buen armado del conjunto. Este Messi cerebral que además de concluir las jugadas las arma, hace recordar por momentos a Riquelme por cómo se mueve para recibir la pelota: Román se ubicaba muchas veces por la izquierda y se cerraba al centro, mientras que Messi lo hace con su perfil, arrancando por la derecha. Con Messi siendo la pieza clave del engranaje a través de la personalidad para tomar las riendas del equipo y encabezar una revuelta cada vez que Argentina recupera la pelota, es donde puede verse el buen armado de la Selección, con el mencionado Messi, un goleador como Higuaín ganándole las espaldas a los centrales y definiendo como él sabe, con Gaitán bien ubicado en la izquierda para desbordar y atento para asistir, con Banega como el punto justo de un entramado dúctil y un Augusto Fernández participativo para presionar y aparecer cerca del área, puede entreverse una disciplina ofensiva que encaja en el mejor púlpito de la contundencia. Pero Argentina ya no es dos equipos en uno: Mascherano se plegó a la línea defensiva en el peor momento argentino y mejor momento venezolano, tanto los marcadores de punta como los marcadores centrales se esmeraron lo mejor posible en disimular el breve transcurso de flaqueza en dónde el equipo quedaba largo y los jugadores vinotintos dominaron posicionalmente el partido, pero siempre bajo la sobria actuación de Romero. Es decir, hay construida y edificada una columna que se enriquece bajo distintas actuaciones en momentos clave, lo que da como resultado una homogénea cimentación como nunca se había visto en la Copa América pasada, donde la sensación era la contraria: un equipo muchas veces desprotegido, por momentos inconcluso, con un Messi incómodo y con futbolistas que parecían no tener el lugar asegurado, bajo la tutela de un estructuralismo que hoy es pura flexibilidad y pragmatismo. 
 Además, los suplentes también forman parte de una identidad, porque se supone que la idea debe persistir siendo finamente retocada cuando hay cambios en la formación, y la realidad nos lleva a que Argentina cuenta con un amplio abanico de posibilidades como alternancias, manteniendo la misma voracidad y agresividad con Lamela, Lavezzi y Agüero, y la gota de tenencia con Biglia. 
 El equipo está andando, es sólido, hace goles y ante todo, gana. Todo se debe a que posee la consistencia de un armado sostenido gracias a un formato provisto de hombres bien discernidos en la tarea que debe llevar a cabo cada uno para llegar a la tarea comunal. Messi alude a ello cada vez que se mueve de la derecha al centro y cuenta con un menú de opciones para intercalar en área rival.

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