Con cualidades más físicas que técnicas, el elenco de Klinsman se había desempeñado de buena manera basándose en el orden táctico, los liderazgos de Bradley y Dempsey y un ataque veloz e hiriente que lo transformó en un merecido semifinalista. Argentina no exporta bienes industriales, pero a través de una reinserción en el plano internacional, un ordenamiento del equilibrio fiscal y una buena política de comercio y llegada de inversiones puede llegar a valorarse como un país serio: eso hizo la selección de Estados Unidos, que con trabajo se convirtió en una incomodidad para cualquier rival. Y un rival siempre es complicado cuando además tiene el plus de la localía. Pero todo se vio abatido por la presión de la Argentina en cada minuto, estando físicamente a la par de EEUU, el juego corto y conexión de Banega, por un Higuaín que volvió a ser un goleador, y por el mejor de todos, que transforma un tiro libre común en una bomba atómica.
Una de las claves del fútbol es presionar: dependiendo de la idea, se puede presionar en distintos lugares del campo y de distinta manera, pero si en ningún momento se decide presionar, perdiste. Argentina toma la decisión de achicar en tres cuartos, y el objetivo es claro: ser agresivo en la recuperación para poder tenerla, para atacar. Más allá de la zurda blindada del diez, de otro muy buen partido en una instancia definitoria de Lavezzi, de la irreprochable defensa de Otamendi, la clave estuvo en la presión. No es casualidad que el primer tiempo haya finalizado con el 71% de la posesión para los de Martino, pero también para eso hubo una posesión con argumentos claros, para así poder dirigir el balón de buena manera.
Estados Unidos fue un equipo de tercer orden y la Argentina un conjunto súper desarrollado: el plan de los yankees fue esperar, y cuando la historia estaba cuesta arriba lo fue a buscar y la siguió pagando caro, mientras Argentina seguía en su mundo, el de presionar, tocar, jugar, hacer goles y patear al arco, lo que nunca llegó a conseguir el local. Pero el asunto es todavía más profundo: lo que justifica el pase a la final antes que la presión, que Messi, que las distintas variantes del Tata, es la mentalidad, el hambre por cortar la sequía, por ser cada vez mejores. Ese mismo hambre y cultura laboral que ya siendo el mejor del mundo, llevó a Messi a quedarse practicando tiros libres después de cada práctica del Barcelona, lo que le permitió clavar el golazo que fue el número 55. No son muchas las selecciones que llegan a tres finales en tres años.
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