Es fácil hablar de un partido teniendo en cuenta el compilado de situaciones más destacadas, que muchas veces pueden ser una síntesis del desarrollo como muchas veces también no demuestran elementos claves que se advierten con ojos meticulosos. Pero perfectamente la recopilación de jugadas más determinantes sirven para analizar un desarrollo jugado a gusto de la T: pocas situaciones de parte de Boca, pocas de Talleres, pero suficientes y mucho más concretas que las de un apurado elenco local, que sacudía de forma forzada.
Guillermo tiene diseñado a su equipo para tener la pelota y jugar siempre para delante; si Gago se encuentra como un tercer central escudando a la última línea y Bentancur y Pérez en vez de ser las ruedas que obedecen al volante (Gago) corren detrás de la pelota mientras Guiñazu, Reynoso y Gil parecían multiplicarse asediando el marrado e hipotético dominio xeneize, es porque los de Kudelka ganaron una batalla táctica en el campo de guerra más estratégico de cualquier beligerancia: la mitad de la cancha. Se vio tan frustrado el mando de Boca en el asunto que las palabras de Riquelme, que increíblemente se tildan de polémicas como si lo que dijera no fuera cierto, se hicieron soberanas como si hubiera dictaminado un presagio: los extremos de Boca terminan jugando de volantes; en este caso porque no había una posesión que impusiera la apertura por las bandas, exceptuando las veces que Peruzzi fue hasta el fondo y Pavón pisó el área como en sus mejores partidos. La necesidad del mencionado Pavón y de Junior Benítez de retroceder por los carriles se debe al poco contacto con la pelota, que derivadamente termina afectando la participación de Benedetto, y también por el peligro que se podía correr cuando los internos cordobeses domaban el medio y los tres delanteros se ofrecían para causar avalanchas sobre una defensa que nunca se terminó de afianzar.
Pasados los 15 o 20 minutos de sofoco, un gol de pelota detenida (tal vez la vía más viable para ponerse en ventaja, ya que desde abajo el camino resultaba trunco) otorgaba aire para pensar las cosas de forma más sensata en el complemento, pero como se dijo anteriormente, el fondo de Boca son varias piezas de un rompecabezas que todavía no se armó: a Boca le hacen un gol con un pelotazo frontal, le cabecean dos veces y el centrodelantero atraviesa la oposición de Insaurralde y Vergini; mientras que tener laterales que se destaquen más por lo ofensivo que por lo defensivo es tanto una virtud como un defecto, por eso Peruzzi fue culpable de una chanza y toda la defensa terminó anárquica en el segundo tanto.
Cuando Talleres empezó a tener el marcador a su favor empleó la tarea que componen muchos conjuntos de menor rango visitando estadios de rivales poderosos: ordenarse de mitad de cancha para atrás reduciendo espacios y salir rápido cuando se capta un error del adversario. Boca ya vio esa historia muchas veces, pero de todas formas cayó en esa clásica trampa: tener la pelota pero que en vez de utilizarla como un arma termine siendo una molestia. Dicho en forma resumida, a Boca no se le cayó una idea. Gago es un volante central y no puede ser el conductor de un equipo que no tiene socios. El murmullo de la gente se hacía notar en cada pase hacia atrás y en cada torpeza por avanzar y chocar con un rival. Pero la gente no debería enojarse con un jugador en particular sino con el entramado colectivo. Si Vergini no tiene opción de pase y decide jugar atrás con Rossi, ¿es la culpa de Vergini? Si Pavón no tiene posibilidades de tirar una pared para salir del espacio reducido y se ve obligado a correr con la pelota contra la raya y con dos rivales olfateando su pérdida, ¿es únicamente la culpa de Pavón? Sería un reduccionismo inútil recaer en jugadores en particular y no ir al fondo de la cuestión, que es un problema de conjunto.
También recordando otra frase de Román, como que con la salida de Tévez Boca ya no tenía cracks, puede explicarse el pobre juego demostrado en el contexto del 1-2 y con Talleres replegado: no hay juego y tampoco hay esperanzas de que algo distinto ocurra. Gago puede ser un crack, pero en su tarea, no esperemos que gambetee dos jugadores y la clave en el ángulo entre mil piernas. Ese es el desorden que se requiere dentro del orden: tener todo el tiempo la pelota y jugar del cinco hacia los centrales es estar excesivamente ordenado, sin la posibilidad de romper líneas y abastecer a un poderío ofensivo que peca de la merma grupal.
Los resultados de los rivales directos fueron de buena suerte para un Boca que sigue en la punta en soledad, y que debe conservar los mismos pergaminos pero ir adquiriendo nuevas leyes si desea gozar de un funcionamiento que no dependa únicamente de un desborde del lateral izquierdo cuando el contexto es desfavorable.
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